Lo ocurrido la semana pasada en la ciudad de Buenos Aires y
en La Plata nos
trajo a los cordobeses recuerdos de tragedias pasadas. El cambio climático es
señalado como responsable, y promete más eventos extremos.
por Federico Kopta
Para abordar este tema contamos con un instrumento
valiosísimo que lo encara específicamente desde nuestra realidad.
Se trata del informe del Foro Ambiental Córdoba titulado
“Apuntes para una propuesta de adaptación y mitigación del cambio climático
global en la ciudad de Córdoba en el siglo 21” , elaborado por Sandra Díaz, doctora en
Ciencias Biológicas y Premio Nobel de la
Paz 2007 como miembro del Panel Intergubernamental sobre
Cambio Climático.
Veamos cómo explica el cambio climático y lo que cabe
esperar para el futuro.
Un cambio poco natural. Es un conjunto de alteraciones en el
clima del planeta producido por el aumento de la concentración de dióxido de
carbono y otros gases en la atmósfera, a consecuencia de las actividades
humanas de los últimos siglos, principalmente la quema de combustibles fósiles
y la destrucción de la vegetación natural.
Sucede que aumentó la concentración de los gases de
invernadero, que son capaces de retener calor.
Sin estos gases, como el vapor de agua, el dióxido de
carbono y el metano, de acuerdo a su distancia al Sol, la Tierra tendría una
temperatura media de 15 grados bajo cero, lo que haría imposible la vida como
la conocemos.
El problema es que en los últimos 150 años la humanidad
comenzó a utilizar combustibles fósiles, como el petróleo, el carbón mineral y
el gas natural, que habían estado enterrados por millones de años. Al ser
extraídos y utilizados como combustible, se liberaron a la atmósfera, con la
quema de esos combustibles, millones de toneladas de dióxido de carbono que no
estaban en el ciclo del carbono.
Esto hace que si bien los cambios climáticos por causas no
producidas por el hombre -como las glaciaciones- han ocurrido a lo largo de los
tiempos geológicos, la velocidad con que estarían produciéndose en la
actualidad
no tiene precedentes en la historia humana.
En el futuro,
más eventos extremos. Para tratar de
averiguar cómo será el clima en el futuro se cuenta con proyecciones basadas en
modelos climáticos complejos. Estos estiman un aumento de la temperatura media
del planeta de 0.2 °C
por década con respecto a la temperatura de la época preindustrial, o sea algo
más algo más de 2 °C hacia el fin del siglo 21.
Si bien puede parecer un aumento modesto, podemos comparar
con lo más profundo de la última Edad del Hielo, cuando la temperatura media
del planeta era sólo 5 °C
menor que la actual.
Además, esta es la proyección promedio para todo el planeta,
por lo que existen grandes variaciones entre regiones y posibles escenarios
futuros, con algunas proyecciones bastante más dramáticas que la mencionada.
A modo de ejemplo, según la especialista Graciela Magrin,
durante las últimas décadas del siglo 20 en la región pampeana bonaerense la
temperatura mínima en la primavera aumentó a una tasa de 5.8 °C por siglo (o sea, casi
el triple de la media proyectada para el planeta para nuestro siglo), y las
lluvias de verano han aumentado entre un 20 y un 40 %.
Las proyecciones climáticas globales para las próximas
décadas tienden a coincidir en un aumento de la frecuencia de eventos extremos.
Es decir, se proyecta una mayor frecuencia de lluvias
torrenciales
por un lado y períodos de sequía por el otro, episodios de frío intenso,
incluyendo heladas, alternados con olas de calor.
Estos episodios tendrían mayor impacto en las zonas donde
existe una proporción considerable de población viviendo en condiciones
sociales, económicas y sanitarias deficientes, asentadas en áreas ambientalmente
marginales e inestables, como ocurre en América Latina.
Modelos
para armar. En Argentina se están realizando
algunos modelos regionales, de los cuales se obtienen proyecciones de mayor
temperatura media anual y mayor precipitación total anual para el centro del
país, incluyendo Córdoba.
Esto es coincidente con las tendencias observadas hasta
ahora: en la Provincia
de Córdoba, la precipitación de primavera-verano en las últimas décadas del
siglo 20 aumentó entre el 20 y el 40 % con respecto al promedio
histórico.
En los últimos años también se han registrado eventos
extremos como lluvias torrenciales seguidas de fuertes crecientes, nevadas en
zonas típicamente libres de nieve, heladas y granizadas extemporáneas y
temperaturas máximas inusualmente altas de acuerdo con la estación del año.
Sin embargo, la incertidumbre que de por sí tienen las
proyecciones climáticas a futuro aumenta aún más en el caso de la Provincia de Córdoba, y
por lo tanto la ciudad de Córdoba.
Esto ocurre porque los cordones serranos introducen
complicaciones en la dinámica climática y porque los registros de datos
meteorológicos son insuficientes.
Por lo tanto, si bien existen altas probabilidades de que el
clima se modifique, con tendencias bastante claras hacia los eventos climáticos
extremos, al aumento de la temperatura media anual y al aumento las
temperaturas mínimas, y una tendencia significativa al aumento de las
precipitaciones, no es posible predecir con certeza la magnitud de esos
cambios.
También es importante destacar que mayor precipitación no
necesariamente implica mayor disponibilidad de agua para cultivos, animales
domésticos, vegetación natural y consumo humano. Esto es así ya que depende
simultáneamente de la precipitación, la temperatura (que determinará cuánto del
agua caída se evaporará o será transpirada) y la capacidad de captación y
retención del agua por parte de las cuencas hidrográficas (lo
que depende a su
vez del uso de la tierra, si hay sobrepastoreo o no, urbanización, etc.).
Adaptarnos sí o sí. El informe indica que la incertidumbre
sobre los efectos y magnitud del cambio climático implica la necesidad de
“planificar para la resiliencia”; esto es, incorporar al sistema urbano y su
entorno la mayor flexibilidad posible a fin de que pueda adaptarse
dinámicamente a cambios en varias direcciones, absorbiendo sus impactos de modo
que cause la menor cantidad posible de problemas al funcionamiento de la
ciudad. Cabe destacar que los casos documentados que existen, muestran que el
costo integral de planificar para la resiliencia frecuentemente resulta mucho
más bajo que el de afrontar las consecuencias de eventos extremos en caso de no
tomar medidas.
Cómo disimular las emisiones de gases de invernadero
Las medidas para disminuir las emisiones de dióxido de
carbono (como gas de invernadero) consisten en favorecer todas aquellas
acciones que disminuyan el gasto de energía generada directa o indirectamente
por combustibles fósiles, como petróleo, gas o carbón. El informe del Foro
Ambiental Córdoba menciona como ejemplos:
Mejorar los sistemas de aislamiento térmico y climatización, reduciendo así la cantidad de energía necesaria para mantenerlos a temperatura deseable en verano e invierno.
Disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero provenientes de vehículos, a través de la mejora sustancial del sistema público de transporte. También es importante el incentivo al transporte a través de bicicletas, mejorando la red de ciclovías.
Reducir el uso y favorecer el reciclado de plásticos, vidrio, metal y papel. Para ello es preciso facilitar la disposición diferencial de residuos y la disminución del consumo de bolsas y envases descartables. Para el éxito de la separación domiciliaria de residuos para su posterior reciclado, es imprescindible un fuerte componente educativo.
Proteger y aumentar la superficie cubierta de vegetación, en particular de árboles. Los árboles, a través de la fotosíntesis, producen oxígeno y extraen carbono de la atmósfera y lo retienen en sus troncos y raíces y en el suelo circundante, mejorando la calidad del la atmósfera.
¿Qué medidas tomar para aumentar la resiliencia de la ciudad
de Córdoba?
Los eventos de lluvia torrencial no pueden ser evitados y,
frecuentemente, tampoco pueden ser anticipados. Por ello, es fundamental contar
con mecanismos de asistencia que permitan minimizar los daños que pudiesen
causar.
Maximizar la captación y acumulación de agua y proyectar la
futura demanda. Esto se puede realizar con medidas para lograr un manejo
integrado de las cuencas hídricas, con la acción conjunta del Gobierno
provincial y las municipalidades para el correcto manejo ambiental y
administración de las cuencas altas captadoras de precipitación y de los
reservorios de los cuales se obtiene agua para la red domiciliaria de la ciudad
de Córdoba.
Al respecto, es de importancia fundamental la protección de
la vegetación nativa de las Sierras, inclusive la profundización de incentivos,
como por ejemplo que un mínimo porcentaje de la tarifa del servicio de agua se
destine a planes de conservación y desarrollo sustentable en las Sierras.
Analizar la factibilidad hídrica y los costos indirectos
para el resto de la población que ocasionarían los nuevos emprendimientos de
alto consumo de agua (grandes superficies edificadas, piletas, grandes
superficies con riego, etcétera), a fin de determinar si son viables en el
futuro.
Minimizar la pérdida innecesaria de agua. Algunas medidas
que tienden a este sentido son el monitoreo y reparación de los canales
maestros y la red domiciliaria, y la instalación en el cinturón verde de
sistemas de riego por goteo.
Desalentar el consumo privado desmedido y la construcción de
nuevos emprendimientos públicos que se basen en alto consumo de agua (por
ejemplo, grandes fuentes).
También resulta importante para este fin el uso de
dispositivos de ahorro de agua en las nuevas construcciones, como lo indica la
ordenanza 12.051 sancionada el año pasado, y la captación y almacenamiento de
agua de lluvia para destinos que no requieran de agua potable.
Asimismo, son necesarias campañas amplias y creativas para
educar a niños y adultos sobre la importancia de cuidar el agua.
En caso de crecientes e inundaciones, preparar la ciudad
para una rápida evacuación de agua y un mínimo impacto sobre construcciones.
Los eventos de lluvia torrencial no pueden ser evitados y
frecuentemente tampoco pueden ser anticipados. Por ello, es fundamental contar
con mecanismos que permitan minimizar los daños que pudiesen causar.
En este sentido, se recomienda un sistema de desagües
pluviales capaz de evacuar rápidamente caudales considerablemente mayores que
los actuales. Cabe destacar que el sistema actual, ante eventos de
precipitación de mediana intensidad, rápidamente produce anegamiento de varias
zonas de la ciudad y vuelve intransitables arterias importantes.
Ordenar y acondicionar las riberas del río Suquía
maximizando su acceso público, favoreciendo la cobertura por vegetación e
impidiendo nuevas construcciones dentro de los límites donde han llegado
crecidas históricas.
Controlar y eliminar focos de agua estancada en la ciudad y
sus alrededores. Las condiciones más cálidas y húmedas favorecen la
proliferación de mosquitos transmisores de enfermedades tropicales, como el
Aedes aegypti. Por ello es imprescindible sostener acciones de concientización
para disminuir la acumulación de agua estancada en pozos, charcos, cunetas,
bajos, envases, cubiertas en desuso, etcétera.
No crear nuevas estructuras urbanas que impliquen la
acumulación de agua estancada, por ejemplo fuentes. Asimismo, el control de
mosquitos requiere de un desmalezamiento intensivo durante los meses de verano,
porque su crecimiento se ve favorecido por las lluvias y la temperatura
elevada.
Conservar, poner en valor y aumentar la superficie de
espacios verdes dentro y alrededor de la ciudad. Los espacios verdes urbanos
ejercen un papel fundamental en la regulación de las condiciones ambientales
locales. Disminuyen significativamente la temperatura media y las variaciones
entre temperaturas extremas. También mejoran sustancialmente la calidad del
aire, lo cual es de gran importancia en áreas con topografía de tipo “cuenco”,
como el centro de la ciudad de Córdoba, sobre las cuales, ante determinadas
condiciones atmosféricas, la circulación de las capas de aire queda fuertemente
reducida.
Mejorar el sistema de aislamiento térmico y climatización de
las construcciones de uso público y privado. Para esto existe una serie de
medidas, de diversa complejidad y costo, que permiten acercarse a condiciones
ambientales confortables tanto ante temperaturas muy altas como muy bajas. Al
mismo tiempo, se reduce la necesidad de utilizar alternativas de climatización
que consumen grandes cantidades de gas o energía eléctrica (aumentando en el
segundo caso el riesgo de apagones por exceso de consumo).
Ninguna de estas medidas es demasiado compleja o difícil de
alcanzar. Sí requieren de voluntad política y compromiso por parte de la
ciudadanía, especialmente de la clase dirigente.
Pronóstico: más tormentas y falencias en la prevención
Durante las horas posteriores a la inundación en La Plata , la actitud solidaria
de los ciudadanos llenó el vacío de un Estado lento o ausente. Desde el
urbanismo y la meteorología, algunas pistas de lo que hay que mejorar para
evitar nuevos desastres.
Córdoba es la única ciudad en América latina que cuenta con
un estudio de este tipo. El documento es el resultado de un trabajo realizado
en 2002 en la Facultad
de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad de
Córdoba, a pedido de la
Municipalidad de Córdoba, y estuvo a cargo de los
investigadores Francisco Quintana Salvat, Osvaldo Barbeito y Rubén Menso.
Uno de los muchos puntos impactantes de ese trabajo es el
que señala que “algo más de 30 milímetros caídos en 40 minutos son más que
suficientes para perturbar el normal desenvolvimiento” de numerosos barrios de
la ciudad.
Esto es así porque a las características naturales y
geológicas de la ciudad se suma el constante desmonte en los alrededores, la
urbanización desordenada y la falta de infraestructura adecuada, además de
otros factores que “se tradujeron en un progresivo agravamiento de los procesos
de erosión hídrica” y en un notable incremento de los caudales de escorrentía
desde las zonas rurales hacia el centro de la ciudad.
Por lo menos en declaraciones periodísticas, algunas
autoridades municipales demostraron desconocer la existencia de este valioso
estudio, fundamental para la prevención de los efectos de las inundaciones y
para la confección de protocolos actualizados para accionar durante las
emergencias.
Nubes negras en el horizonte. En materia de prevención
meteorológica no estamos mucho mejor. El día de la inundación en La Plata , el Servicio
Meteorológico había dado una alerta, pero los modelos no habían indicado la
magnitud que podía tener el fenómeno. Es evidente que hay que mejorar la
calidad de las observaciones meteorológicas, y en este rubro estamos
desactualizados.
Así lo explica Pablo Canziani, doctor en Ciencias Físicas
especializado en temas de atmósfera y clima. Investigador principal del Conicet
y director del Programa de Estudios de Procesos Atmosféricos en el Cambio
Global, de la
Universidad Católica Argentina.
“Lamentablemente, a partir del régimen de Juan Carlos
Onganía, con la militarización del Servicio Meteorológico, se dejó caer todo el
sistema hasta niveles impensables. Este proceso marcado por la desidia se
acentuó durante los gobiernos de Carlos Menem, con la privatización de
reparticiones del Estado. Así, parte de la red de estaciones de observación
meteorológica e hídrica que funcionaban en distintas oficinas públicas se
cerraron cuando estas eran privatizadas. Por eso se perdieron muchas estaciones
hidropluviales. Hoy tenemos menos de la mitad de estaciones pluviales de las
que había en 1940. Es un retroceso enorme”. Canziani señala que también colaboró
con esta decadencia el hecho de que la Fuerza Aérea pusiera al Servicio Meteorológico a
trabajar para sus funciones específicas (tráfico aéreo). Además, los
profesionales se fueron jubilando y no se renovaron los cuadros y equipos de
trabajo.
“A partir de 2005 se intenta reordenar el Servicio, pero
faltan profesionales en la materia. Hace falta sólo inversión, que puede ser
del Estado, pero también de otras instituciones como universidades e incluso
empresas. Falta mucho instrumental de superficie y radares de observación de
altura, pero sobre todo profesionales”, explica en conversación telefónica
desde Buenos Aires.
¿Cuáles son las señales del cambio climático que algunos se
empeñan en desconocer? “No sólo el aumento de las temperaturas, sino
principalmente que el clima se vuelve inestable. Tormentas severas, sequías y
olas de calor son cada vez más intensas y frecuentes”.
Canziani explica que el agujero de ozono y el efecto
invernadero se potencian e influyen en proceso de cambio climático en el
Hemisferio Sur.
“Los estudios que disponemos corroboran que en la Pampa Húmeda hay más
eventos extremos desde la década del ’80. Eso lleva el corrimiento de las
líneas de precipitación de 600 milímetros hacia el oeste y a su vez
permite que se corra la frontera agrícola y que se expanda la superficie de
áreas cultivadas. Esto trae deforestación (ver cuadro) y, como consecuencia,
cambia la forma y el modo de escurrimiento de agua. Pero la deforestación y
malas prácticas agrícolas son la segunda causa de cambio climático. La primera
es la generación de energía de origen fósil, y la tercera es la actividad
industrial”, agrega.
Al respecto, en nuestro país existe la Ley General de
Ambiente, pero no se aplica como debería. “Debería haber protocolos más
estrictos de acción en caso de desastres y emergencias, pero algo falla en este
campo por falta de previsión”.
Bosques que ya no están. La deforestación tiene que ver con
las inundaciones. Pero en la opinión de Marcelo Zak, doctor en Ciencias
Biológicas y docente de la
Cátedra de Recursos Naturales y Gestión Ambiental de la Universidad Nacional
de Córdoba, hay que tener cuidado al asociar el fenómeno ocurrido en La Plata con este factor.
En ese sentido, nos dice: “No cabe duda alguna de que la
deforestación es parte del problema (una de las partes de mayor peso) y que la
destrucción de sistemas naturales nos lleva a situaciones del tipo. Para lo que
no hay certeza es para el establecimiento de una relación directa entre la
deforestación del Gran Chaco y los eventos de la semana pasada, en particular
en Buenos Aires. Es decir, la deforestación propicia con fuerza eventos de este
tipo (climáticos extremos), lo que no significa que algunos de tales eventos no
puedan darse también ante una situación de bosques intactos” (ver Bosques en peligro).
En su opinión, “sobran evidencias para esperar una cada vez
mayor recurrencia y magnitud de eventos climáticos extremos. Lo que no sabemos
es dónde y cuándo. Todo esto nos permite pensar en que no se trata de
catástrofes naturales, sino catástrofes de imprevisión, sean estas por comisión
u omisión. Es cierto que 300
milímetros en un par de horas es mucho, pero se sabe que
eso puede ocurrir y hay que estar preparados para actuar en consecuencia”.
“Lo que es seguro es que la falta de bosques va a jugar a
favor del desastre”, advierte.
Esto se debe a que la pavimentación, la impermeabilización
de los suelos con cemento o sobreproducción hace que toda la cuenca busque
salidas alternativas para escurrir. En nuestro caso, es de los campos
circundantes hacia la ciudad, con el perjuicio consiguiente.
A pesar de las leyes de protección de los bosques, los
territorios de mayor valor natural de la provincia se siguen perdiendo en aras
de un futuro inexistente. Y concluye: “Cuando el negocio de la soja se acabe,
la tierra estará desgastada y ya no tendremos el bosque. Además, estos sistemas
semiáridos necesitan mucho tiempo para recuperarse. Lo que está haciendo el ser
humano en esta materia es, como el Coyote del Correcaminos, seguir corriendo
cuando se le terminó el piso”.
Federico Kopta es biólogo, presidente del Foro Ambiental Córdoba
Fuente:
Federico Kopta, El fenómeno está con nosotros, 07/04/13, La Voz del Interior.
¿Qué medidas tomar para aumentar la resiliencia de la ciudad de Córdoba?, 07/04/13, La Voz del Interior.
Pronóstico: más tormentas y falencias en la prevención, 07/04/13, La Voz del Interior.
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