sábado, 6 de abril de 2013

Salió el sol y la gente sacó la casa a la vereda para empezar de nuevo




por Diego Geddes

Con las puertas y ventantas abiertas, familias enteras intentan reconstruir sus rutinas en los barrios más castigados por el agua. Muebles, cuadros, fotos, todo está en la calle para clasificar lo que aún sirve y lo que va a la basura.

Etelvina tiene su vida en la vereda. Lo que fue su casa es ahora un esqueleto, con una espantosa línea negra a más de un metro y medio del suelo en todas las paredes de su casa de Tolosa. El día de la tormenta, Etelvina y su hijo Oscar pasaron la noche en el techo. Ahora, las puertas y las ventanas de las casa están abiertas, para que entre todo el sol posible. Y adentro, sus familiares clasifican los restos de lo que dejó el temporal. Hay muebles con la madera hinchada, colchones arruinados y papeles que no sirven más: un montón de recuerdos que ahora son basura. Y también fotos en blanco y negro, documentos, cartas, ventiladores, la heladera y sillones que hay que secar al sol. Es la vida de Etelvina, y la de miles de vecinos de Tolosa y de los barrios más afectados de La Plata, lo que está en la vereda.

A pesar de la tragedia, Tolosa es ahora un barrio vital. Después de la tormenta, en casi todas las casas se repite esta postal: casas abiertas de par en par, ventanas que dejan entrar toda la luz posible, y los autos en las veredas, con las cuatro puertas y el baúl también abiertos. Todo tiene que secar. Todo hay que limpiar. Y la fuerza de los vecinos, con las caras sucias de tanto remover la basura, se contagia de una casa a la otra, para tratar de espantar tanta desgracia y tanta muerte.

“Seguimos esperando la ayuda. Nadie nos vino a dar una mano desde que pasó todo esto”, dice Ricardo Agazzi (55), vecino de la calle 7 de Tolosa. Cuando empezó a subir el agua alcanzó a rescatar algunas cosas, pero en un momento no pudo hacer más nada. Decidió esperar, se paralizó. Y lo tuvo que venir a buscar un amigo: cuando lo encontró, a Ricardo se le caían las lágrimas. Desde hace tres días, como todos los vecinos del barrio, se dedica a ver qué es lo que puede rescatar. Y se lamenta por los libros que usaba para dar clases y sabe que no va a poder volver a comprar.

En la calles 8 y 9, las casas tienen la marca negra a una altura intimidante, por encima del metro ochenta. Por la radio, la banda de sonido de esta tarde de orden y limpieza es el partido de Gimnasia y Esgrima de La Plata. Los vecinos se prestan baldes, trapos y lavandina, el producto más requerido para sacar el olor a humedad que quedó impregnado por todo el barrio. Y por toda la ciudad.

Para la mayoría, es empezar desde cero. En un fuentón con agua, Iván y Julieta lavan uno por uno los cuchillos, cucharas y tenedores. En otro rincón del patio que todavía tiene la marca del agua que pasó el metro y medio, en 136 entre 69 y 70, Marcela Grugnala, recupera ollas y sartenes cubiertos por un hollín espeso y grasiento.

Es el primer paso para volver a habitar la casa. Una vivienda que quedó destruida y sin un solo mueble. “Nos prestaron tres colchones para pasar la primera noche acá. Tuvimos que evacuarnos tres días antes de intentar la reconstrucción”, dijo a Clarín, Marcela quien pasó la noche trágica del 2 de abril en una remisería porque nunca pudo volver cuando el cielo descargó la cortina de agua.

Hubo un sobreviviente que resistió en la casa: “Coqui”, el loro que vive parado en un aro de metal a poco más de 2 metros del piso. “Cuando abrimos la puerta 10 horas después del temporal nos recibió con un grito. No lo podíamos creer”, contó la mujer que ya planea pasar el fin de semana con una “brigada” de familiares y amigos que ayudarán a recomponer lo que el agua se llevó.

El agua tampoco perdonó a los vecinos del barrio El Carmen, de Berisso, en donde hubo 600 evacuados. Alfredo Insembrante no se saca las botas de lluvia desde hace tres días. El barro es cada vez más denso y las calles sin asfaltar de esta zona complican todavía más el ingreso de la ayuda para los vecinos. “Apenas nos dieron leche en polvo y lavandina”, dice Alfredo, mientras su mujer saca como puede el aguar de la casa.

La biblioteca de Mariano Asef (33) quedó dividida en dos partes: los libros de los estantes superiores se salvaron, pero los que estaban abajo están ahora tirados en la vereda, tomando sol para secarse. A la casa de Mariano, también sobre calle 7 en Tolosa, llegan dos amigos para ofrecer ayuda, en un gesto que se repite en cada casa afectada, y en cada barrio de la ciudad. La comunidad platense nunca podrá olvidarse de esta tragedia, pero hace todo lo posible para que el día de la lluvia insoportable quede cada vez más lejos.

Acá, la lavandina es el bien más preciado”

Desde que empezó a bajar el agua, el miércoles a la mañana, los hijos de Antonio no han hecho otra cosa que limpiar, ordenar y tirar. Y casi dos días después, los sillones mullidos y las sillas del living siguen en la vereda de 523 y 8 para ver si terminan de secarse. El sol del jueves y de ayer colaboró bastante, pero todavía dura la bronca por la casi nula asistencia que tuvieron los damnificados. “Acá en Tolosa no vino nadie a ofrecernos ayuda. Estamos esperando desde el primer día y parece que no se dan cuenta. No estamos tan lejos de los centros de asistencia, pero ni lavandina nos trajeron”, dice uno de sus hijos. La lavandina es uno de los bienes más preciados, para tratar de sacar el barro que dejó la corriente de agua. “Si no nos ayudamos entre nosotros, esto hubiera sido una tragedia mucho más grave”, dice otro de los vecinos del barrio. Y enseguida vuelve a meter el cepillo en el balde para seguir con la tarea que nunca hubiera querido empezar.

La prioridad ahora es tratar de rescatar lo poco que quedó”

La marca que dejó el agua en las paredes asusta: está mucho más cerca del techo que del suelo, y marca lo grave que fue la situación en una de las casas de 9 y 522, en Tolosa. Después de dos días de limpieza y organización, los tres hermanos se toman un rato para descansar y cargar contra los que no vinieron a ayudarlos.

“La gente que dice estar organizando la ayuda en realidad no hizo nada. Ni el tránsito del barrio pueden organizar. La realidad es que todo lo que se hizo fue por los vecinos”, dice Manuel, uno de los que está en las casas damnificadas. Después de la tormenta, en las casas la prioridad es tratar de rescatar lo poco que quedó.

“La gente quedó muy enojada porque mientras el agua subía, nadie venía a rescatarnos”. En la esquina, dos vecinos terminan de “blanquear” un sillón que estaba todo negro y lo celebran como si fuera una primera batalla ganada después de tanta mufa.

Fuentes:
Diego Geddes, Salió el sol y la gente sacó la casa a la vereda para empezar de nuevo, 06/04/13, Clarín. Consultado 06/04/13.
Acá, la lavandina es el bien más preciado”, 06/04/13, Clarín. Consultado 06/04/13.

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