Malvinas Argentinas. Los habitantes de la localidad donde
desembarcará la gigante semillera se debaten entre el sueño de un buen empleo y
el temor a que la multinacional contamine.
por Florencia Ripoll
¿Es una buena o una mala noticia? Ésa es la pregunta que con
dosis crecientes de incertidumbre cunde entre los casi 15 mil habitantes de
Malvinas Argentinas, la localidad ubicada sobre el borde este de la Capital , y donde esta
semana se anunció la radicación de Monsanto. La multinacional de cuna
norteamericana, líder global en la producción de semillas transgénicas es, por
eso y por su historia en la elaboración de químicos, “mala palabra” para
defensores del medioambiente y los críticos de los alimentos genéticamente
modificados. A contramano, para el sector de los agronegocios, vital en la
economía argentina, es un jugador y proveedor clave.
La confirmación de que invertirá 1.500 millones de pesos en
montar una de sus mayores plantas de producción de semillas de maíz en Malvinas
fue celebrada por el Gobierno de Córdoba y por esa intendencia como un logro
que se traducirá en progreso en todo su entorno.
Sin embargo, junto a los aplausos, nació la zozobra. Día a
Día recorrió Malvinas Argentinas y habló con muchos de sus habitantes –incluido
el intendente– para saber qué piensan sobre la novedad que puede cambiar en
forma drástica la vida del lugar, ubicado a sólo 20 kilómetros de la
plaza San Martín y cortado en tres secciones por las rutas A 88 y nacional 19,
en dirección a Monte Cristo.
Oasis. “Necesitamos los puestos de trabajo que promete
generar, pero no los queremos si vienen a costa de dañar nuestro espacio, de
contaminar”; es el razonamiento que se repite en boca de una población que a la
par denuncia padecer fumigaciones de campos vecinos. Según el
Censo provincial 2008, el 20 % de los hogares de Malvinas Argentinas
tienen Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI), el nivel más alto en el Gran
Córdoba y muy por encima del 6,6 % del promedio provincial. En la tercera
sección de la localidad, la más postergada, un estudio de la Universidad de Villa
María (de 2007) ubicaba debajo de la línea de pobreza a siete de cada 10
hogares.
El empleo en blanco se espera como agua en el desierto en
este lugar, donde cientos de vecinos se ven obligados al éxodo diario a Córdoba
capital para trabajar. El resto se reparte los pocos puestos industriales y
estatales disponibles y la subsistencia con pequeños comercios; o sobrevive de
una combinación de changas con auxilio estatal (Asignación Universal por Hijo,
por ejemplo). En sentido inverso, muchos empleos de alta calificación deben ser
cubiertos por profesionales que viven en otros lugares, como los médicos del
“Hospitalito”, el principal centro de salud de Malvinas.
¿Qué trabajos? En ese marco es que se inscribe el ahínco del
intendente Daniel Arzani por captar grandes radicaciones industriales, y reluce
irresistible ante los vecinos la zanahoria de los 400 empleos directos y el
triple de indirectos que promete Monsanto. Arzani asegura que el compromiso de
tomar gente local está por escrito, en el convenio de radicación, aclarando que
sólo se traerán de afuera aquellos perfiles no disponibles localmente.
Precisamente ese punto, el tipo y calidad de empleos que ofrecerá la
multinacional, es blanco de incertidumbre entre los pobladores.
Las autoridades del Centro Educativo La Salle , con postura crítica
sobre el tema, apuntan un dato de implacable lógica: en Malvinas existen seis
escuelas primarias (sólo dos reúnen 1.110 chicos), mientras que sólo funciona
un secundario y su anexo. De la orientación electromecánica de este último
egresarán ocho chicos este año.
Así las cosas, la enorme cuota de población que queda en el
camino tiene baja o nula empleabilidad en el mercado formal de trabajo, una
condición que puede revertirse pero no de la noche a la mañana.
La palabra oficial. “No cederé un paso en el control
ambiental”
A los temores vecinales por las acusaciones que rodean a
Monsanto en materia ambiental, el intendente de Malvinas Argentinas, Daniel
Arzani (UCR), promete: “No voy a ceder ni un paso en el control ambiental. Nos
vamos a manejar con la ley en mano, y junto a la fiscalización ambiental de la Provincia vamos a armar
nuestra propia estructura, con participación de la Universidad Nacional
de Córdoba”.
Según el funcionario, que asegura que su principal tarea por
estos días es amalgamar la necesidad de generar trabajo en su localidad con la
obligación de cuidar el entorno, la semana próxima se dará un primer paso para
que la Facultad
de Ingeniaría de la UNC
colabore con su gobierno. “Queremos que un actor técnico independiente
participe de los controles”, dice.
Arzani precisa que la Intendencia no autorizó aún la radicación, que se
encuentra en una etapa inicial: “Presentaron su proyecto a la Provincia , y hace unos
20 días Ambiente comenzó los análisis de impacto. Cuando todo se cumpla, recién
este municipio dará su habilitación. Por ahora la empresa sólo puede hacer lo
que comenzó: cercar el predio y montar una casilla”. La situación contrasta con
el modo en que la Provincia
anunció la inversión, dándola como un hecho.
Sobre la labor de la futura planta de clasificación de
semillas explica, en síntesis, que recibirá “el choclo verde, lo madurará,
extraerá los granos y los embolsará”. Y consideró que cerca de la localidad no
hay campos de las características que necesita Monsanto para realizar la etapa
de siembra.
Empleos. El intendente insistió en que será para habitantes
de la zona, aunque recién la semana entrante avanzará en el tema con Monsanto:
“Pensamos que son técnicos seleccionadores de granos, administrativos, gente
que hará mantenimiento edilicio. Tenemos que preparar a mil personas para
entrar a trabajar allí y en Bimbo, la otra gran empresa que viene”, dijo.
Confía en que con planes de formación se podrá preparar a vecinos del lugar
para que puedan cubrir los perfiles demandados.
Los vecinos de al lado. Preocupación en la escuela.
“El intendente nos dijo que se va a controlar el
funcionamiento de la planta, y que esta empresa colaborará con las escuelas de
la zona. Hay mucha preocupación, por eso es importante que esa vigilancia se
cumpla”, advierte Lucía Juárez, directora de la primaria Luis Cenobio
Candelaria. El edificio con aire a cuadra (su arquitectura original fue
militar) ocupa un amplio predio separado con alambre de la ruta A 88. Allí
corretean los 600 alumnos que junto a las docentes serán los vecinos más
cercanos de Monsanto: sólo un campo los separa del lote de 28 hectáreas donde la
semillera comenzó a mover tierra. Frente a la escuela pasa el único acceso vial
al enclave de la futura planta, que cuando funcione a pleno (primer trimestre
de 2014) recibirá 300 camiones cargados de cereal por día. La Intendencia anticipó
que se planea obra al respecto: la conexión de esa ruta con la 19 por fuera de
la ciudad. Sin eso, el intenso tráfico pesado sería un gran problema para la
escuela.
“El pueblo necesita trabajo, esta zona es muy vulnerable;
mucha gente vive de la ayuda estatal”, lamenta la directora citando a modo de
ejemplo la situación de una empleada del colegio, que con beca del municipio
trabaja limpiando cuatro horas diarias y cobra 500 pesos. En paralelo a esa
necesidad, desde la escuela reconocen que hay inquietud creciente entre los
padres, y señalan que ya son una gran preocupación las fumigaciones del campo
contiguo al colegio en época de siembra. Sobre esta práctica, Daniel Arzani,
intendente de Malvinas, señala: “Todas son controladas por el municipio, se
usan sustancias que nosotros fiscalizamos”.
El termómetro social. “La falta de información genera
temor”
Andrea González es odontóloga, y reciente directora del
Centro de Salud Municipal Evita. El “Hospitalito”, como lo apodan, es el mayor
de Malvinas Argentinas: funciona 24 horas cubriendo atención primaria, por lo
que a los casos de mediana o mayor complejidad debe derivarlos a algún hospital
provincial de la ciudad. Por él pasan unas 10 mil personas por mes, muchas de
ellas de localidades cercanas o barrios del borde de Capital. “Tenemos médicos
clínicos, pediatras, ginecólogos, cardiólogo y otros profesionales. Ninguno
vive en Malvinas, vienen en su mayoría de Córdoba a atender”, señala González.
En un fin de semana, el pediatra llega a atender a 60 chicos.
Con tamaño desfile de gente, el Hospitalito es buen
termómetro de las angustias comunitarias: “Veo mucha preocupación en la gente.
Entran a Internet y ven qué se dice de la empresa, y tienen temor. Creo que
falta información, y hay que darla con cuidado”, opina la funcionaria, quien
insiste: “El Intendente siempre defendió el pueblo, no haría nada que lo perjudique”.
La odontóloga coincide en que el perfil de la población local es carenciado:
“Un 60 a
70 % de las familias son de bajos recursos”. En el Hospitalito no se
le cobra a nadie.
La opinión en el barrio más pobre. “Los vecinos tienen que
participar”
“La gran pregunta sobre esta gran radicación es ¿vamos a un
modelo de extracción de nuestros recursos naturales o de desarrollo inclusivo
para toda la comunidad?”, interrogan en voz alta Mario Cabrera y Claudia Godoy,
director general y directora del Centro Educativo La Salle , sentados en el
pequeño despacho dónde momentos atrás Godoy convencía a una parejita de
compañeros de grado a reemplazar coscorrones por palabras amables.
Esta escuela primaria gratuita abierta a la comunidad fue
fundada por los lasallanos en plena crisis de 2001. Está en la sección más
pobre de Malvinas, la 3º. Hoy educa a 500 chicos y avanza en la construcción de
su secundario.
Por su enfoque comunitario, la institución favorece la
vinculación vecinal y la participación política en sentido amplio: “Todo indica
que la radicación de Monsanto es un hecho, así que nuestro pedido es que en
todo este proceso se permita la participación amplia de la comunidad, la
discusión; que se convoque también a actores como la Universidad Nacional
de Córdoba y organizaciones ambientales”, aclara Cabrera. “Además, insistimos
en que el control de impacto ambiental no sea sólo del Gobierno, sino que los
vecinos y la sociedad civil puedan participar”.
Para los docentes, hasta ahora la llegada de la
multinacional tuvo poco de esa tónica inclusiva. “Las escuelas sólo tuvimos una
reunión ‘informativa’ con el intendente”, dicen. Otro punto que les preocupa es
la calidad de los empleos que la empresa va a generar y las chances de la
población local, de muy baja formación, de ser contratada. “Cuando se fundó
esta escuela no había ningún joven local que estudiara en la universidad. Hoy
sí hay alguna concurrencia a terciarios y a la universidad, pero es minoritaria”,
concluye Godoy.
Las voces de los protagonistas. “Malvinas no debe ser un
dormitorio”
La antena que le crece al techo de su casa lo delata: con su
“FM Chaty”, Jesús Graneros es hace 8 años una de las “voces” de Malvinas. Por
estos días, el estudio montado en el otrora living es caja de resonancia de la
anunciada llegada de Monsanto (y también de la radicación de Bimbo, confirmada
meses atrás). “La gente llama constantemente para preguntar sobre eso, hay
interés y miedo. Ya entrevistamos al intendente y le sugerimos dar mucha más
información. Sabemos que a Monsanto se lo rechaza por ser creador del
glifosato: su pasado la condena”, destacó Graneros señalando los folletos con
los que impulsa asambleas vecinales de debate. El periodista consideró
positivos los desembarcos empresariales: “Malvinas tiene que dejar de ser una
ciudad dormitorio. Acá de día el pueblo se vacía porque todos se van a trabajar
a otro lado, la gente necesita empleo. Si se hacen respetar las normas
ambientales no tiene que haber problemas”.
Fuente:
- Florencia Ripoll, La siembra de Monsanto: esperanza y miedo, 22/07/12, Día a Día.
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