martes, 24 de julio de 2012

La siembra de Monsanto: esperanza y miedo


Malvinas Argentinas. Los habitantes de la localidad donde desembarcará la gigante semillera se debaten entre el sueño de un buen empleo y el temor a que la multinacional contamine.

por Florencia Ripoll

¿Es una buena o una mala noticia? Ésa es la pregunta que con dosis crecientes de incertidumbre cunde entre los casi 15 mil habitantes de Malvinas Argentinas, la localidad ubicada sobre el borde este de la Capital, y donde esta semana se anunció la radicación de Monsanto. La multinacional de cuna norteamericana, líder global en la producción de semillas transgénicas es, por eso y por su historia en la elaboración de químicos, “mala palabra” para defensores del medioambiente y los críticos de los alimentos genéticamente modificados. A contramano, para el sector de los agronegocios, vital en la economía argentina, es un jugador y proveedor clave.

La confirmación de que invertirá 1.500 millones de pesos en montar una de sus mayores plantas de producción de semillas de maíz en Malvinas fue celebrada por el Gobierno de Córdoba y por esa intendencia como un logro que se traducirá en progreso en todo su entorno.

Sin embargo, junto a los aplausos, nació la zozobra. Día a Día recorrió Malvinas Argentinas y habló con muchos de sus habitantes –incluido el intendente– para saber qué piensan sobre la novedad que puede cambiar en forma drástica la vida del lugar, ubicado a sólo 20 kilómetros de la plaza San Martín y cortado en tres secciones por las rutas A 88 y nacional 19, en dirección a Monte Cristo.

Oasis. “Necesitamos los puestos de trabajo que promete generar, pero no los queremos si vienen a costa de dañar nuestro espacio, de contaminar”; es el razonamiento que se repite en boca de una población que a la par denuncia padecer fumigaciones de campos vecinos. Según el Censo provincial 2008, el 20 % de los hogares de Malvinas Argentinas tienen Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI), el nivel más alto en el Gran Córdoba y muy por encima del 6,6 % del promedio provincial. En la tercera sección de la localidad, la más postergada, un estudio de la Universidad de Villa María (de 2007) ubicaba debajo de la línea de pobreza a siete de cada 10 hogares.

El empleo en blanco se espera como agua en el desierto en este lugar, donde cientos de vecinos se ven obligados al éxodo diario a Córdoba capital para trabajar. El resto se reparte los pocos puestos industriales y estatales disponibles y la subsistencia con pequeños comercios; o sobrevive de una combinación de changas con auxilio estatal (Asignación Universal por Hijo, por ejemplo). En sentido inverso, muchos empleos de alta calificación deben ser cubiertos por profesionales que viven en otros lugares, como los médicos del “Hospitalito”, el principal centro de salud de Malvinas.

¿Qué trabajos? En ese marco es que se inscribe el ahínco del intendente Daniel Arzani por captar grandes radicaciones industriales, y reluce irresistible ante los vecinos la zanahoria de los 400 empleos directos y el triple de indirectos que promete Monsanto. Arzani asegura que el compromiso de tomar gente local está por escrito, en el convenio de radicación, aclarando que sólo se traerán de afuera aquellos perfiles no disponibles localmente. Precisamente ese punto, el tipo y calidad de empleos que ofrecerá la multinacional, es blanco de incertidumbre entre los pobladores.

Las autoridades del Centro Educativo La Salle, con postura crítica sobre el tema, apuntan un dato de implacable lógica: en Malvinas existen seis escuelas primarias (sólo dos reúnen 1.110 chicos), mientras que sólo funciona un secundario y su anexo. De la orientación electromecánica de este último egresarán ocho chicos este año.

Así las cosas, la enorme cuota de población que queda en el camino tiene baja o nula empleabilidad en el mercado formal de trabajo, una condición que puede revertirse pero no de la noche a la mañana.

La palabra oficial. “No cederé un paso en el control ambiental”
A los temores vecinales por las acusaciones que rodean a Monsanto en materia ambiental, el intendente de Malvinas Argentinas, Daniel Arzani (UCR), promete: “No voy a ceder ni un paso en el control ambiental. Nos vamos a manejar con la ley en mano, y junto a la fiscalización ambiental de la Provincia vamos a armar nuestra propia estructura, con participación de la Universidad Nacional de Córdoba”.

Según el funcionario, que asegura que su principal tarea por estos días es amalgamar la necesidad de generar trabajo en su localidad con la obligación de cuidar el entorno, la semana próxima se dará un primer paso para que la Facultad de Ingeniaría de la UNC colabore con su gobierno. “Queremos que un actor técnico independiente participe de los controles”, dice.

Arzani precisa que la Intendencia no autorizó aún la radicación, que se encuentra en una etapa inicial: “Presentaron su proyecto a la Provincia, y hace unos 20 días Ambiente comenzó los análisis de impacto. Cuando todo se cumpla, recién este municipio dará su habilitación. Por ahora la empresa sólo puede hacer lo que comenzó: cercar el predio y montar una casilla”. La situación contrasta con el modo en que la Provincia anunció la inversión, dándola como un hecho.

Sobre la labor de la futura planta de clasificación de semillas explica, en síntesis, que recibirá “el choclo verde, lo madurará, extraerá los granos y los embolsará”. Y consideró que cerca de la localidad no hay campos de las características que necesita Monsanto para realizar la etapa de siembra.

Empleos. El intendente insistió en que será para habitantes de la zona, aunque recién la semana entrante avanzará en el tema con Monsanto: “Pensamos que son técnicos seleccionadores de granos, administrativos, gente que hará mantenimiento edilicio. Tenemos que preparar a mil personas para entrar a trabajar allí y en Bimbo, la otra gran empresa que viene”, dijo. Confía en que con planes de formación se podrá preparar a vecinos del lugar para que puedan cubrir los perfiles demandados.

Los vecinos de al lado. Preocupación en la escuela.
“El intendente nos dijo que se va a controlar el funcionamiento de la planta, y que esta empresa colaborará con las escuelas de la zona. Hay mucha preocupación, por eso es importante que esa vigilancia se cumpla”, advierte Lucía Juárez, directora de la primaria Luis Cenobio Candelaria. El edificio con aire a cuadra (su arquitectura original fue militar) ocupa un amplio predio separado con alambre de la ruta A 88. Allí corretean los 600 alumnos que junto a las docentes serán los vecinos más cercanos de Monsanto: sólo un campo los separa del lote de 28 hectáreas donde la semillera comenzó a mover tierra. Frente a la escuela pasa el único acceso vial al enclave de la futura planta, que cuando funcione a pleno (primer trimestre de 2014) recibirá 300 camiones cargados de cereal por día. La Intendencia anticipó que se planea obra al respecto: la conexión de esa ruta con la 19 por fuera de la ciudad. Sin eso, el intenso tráfico pesado sería un gran problema para la escuela.

“El pueblo necesita trabajo, esta zona es muy vulnerable; mucha gente vive de la ayuda estatal”, lamenta la directora citando a modo de ejemplo la situación de una empleada del colegio, que con beca del municipio trabaja limpiando cuatro horas diarias y cobra 500 pesos. En paralelo a esa necesidad, desde la escuela reconocen que hay inquietud creciente entre los padres, y señalan que ya son una gran preocupación las fumigaciones del campo contiguo al colegio en época de siembra. Sobre esta práctica, Daniel Arzani, intendente de Malvinas, señala: “Todas son controladas por el municipio, se usan sustancias que nosotros fiscalizamos”.

El termómetro social. “La falta de información genera temor”
Andrea González es odontóloga, y reciente directora del Centro de Salud Municipal Evita. El “Hospitalito”, como lo apodan, es el mayor de Malvinas Argentinas: funciona 24 horas cubriendo atención primaria, por lo que a los casos de mediana o mayor complejidad debe derivarlos a algún hospital provincial de la ciudad. Por él pasan unas 10 mil personas por mes, muchas de ellas de localidades cercanas o barrios del borde de Capital. “Tenemos médicos clínicos, pediatras, ginecólogos, cardiólogo y otros profesionales. Ninguno vive en Malvinas, vienen en su mayoría de Córdoba a atender”, señala González. En un fin de semana, el pediatra llega a atender a 60 chicos.

Con tamaño desfile de gente, el Hospitalito es buen termómetro de las angustias comunitarias: “Veo mucha preocupación en la gente. Entran a Internet y ven qué se dice de la empresa, y tienen temor. Creo que falta información, y hay que darla con cuidado”, opina la funcionaria, quien insiste: “El Intendente siempre defendió el pueblo, no haría nada que lo perjudique”. La odontóloga coincide en que el perfil de la población local es carenciado: “Un 60 a 70 % de las familias son de bajos recursos”. En el Hospitalito no se le cobra a nadie.

La opinión en el barrio más pobre. “Los vecinos tienen que participar”
“La gran pregunta sobre esta gran radicación es ¿vamos a un modelo de extracción de nuestros recursos naturales o de desarrollo inclusivo para toda la comunidad?”, interrogan en voz alta Mario Cabrera y Claudia Godoy, director general y directora del Centro Educativo La Salle, sentados en el pequeño despacho dónde momentos atrás Godoy convencía a una parejita de compañeros de grado a reemplazar coscorrones por palabras amables.

Esta escuela primaria gratuita abierta a la comunidad fue fundada por los lasallanos en plena crisis de 2001. Está en la sección más pobre de Malvinas, la 3º. Hoy educa a 500 chicos y avanza en la construcción de su secundario.

Por su enfoque comunitario, la institución favorece la vinculación vecinal y la participación política en sentido amplio: “Todo indica que la radicación de Monsanto es un hecho, así que nuestro pedido es que en todo este proceso se permita la participación amplia de la comunidad, la discusión; que se convoque también a actores como la Universidad Nacional de Córdoba y organizaciones ambientales”, aclara Cabrera. “Además, insistimos en que el control de impacto ambiental no sea sólo del Gobierno, sino que los vecinos y la sociedad civil puedan participar”.

Para los docentes, hasta ahora la llegada de la multinacional tuvo poco de esa tónica inclusiva. “Las escuelas sólo tuvimos una reunión ‘informativa’ con el intendente”, dicen. Otro punto que les preocupa es la calidad de los empleos que la empresa va a generar y las chances de la población local, de muy baja formación, de ser contratada. “Cuando se fundó esta escuela no había ningún joven local que estudiara en la universidad. Hoy sí hay alguna concurrencia a terciarios y a la universidad, pero es minoritaria”, concluye Godoy.

Las voces de los protagonistas. “Malvinas no debe ser un dormitorio”
La antena que le crece al techo de su casa lo delata: con su “FM Chaty”, Jesús Graneros es hace 8 años una de las “voces” de Malvinas. Por estos días, el estudio montado en el otrora living es caja de resonancia de la anunciada llegada de Monsanto (y también de la radicación de Bimbo, confirmada meses atrás). “La gente llama constantemente para preguntar sobre eso, hay interés y miedo. Ya entrevistamos al intendente y le sugerimos dar mucha más información. Sabemos que a Monsanto se lo rechaza por ser creador del glifosato: su pasado la condena”, destacó Graneros señalando los folletos con los que impulsa asambleas vecinales de debate. El periodista consideró positivos los desembarcos empresariales: “Malvinas tiene que dejar de ser una ciudad dormitorio. Acá de día el pueblo se vacía porque todos se van a trabajar a otro lado, la gente necesita empleo. Si se hacen respetar las normas ambientales no tiene que haber problemas”.

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