La alucinante historia del hombre que sobrevivió a las dos bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki. Yamaguchi estuvo en Hiroshima el 6 de agosto de 1945 y tres días después en Nagasaki.
Por Juan Vernieri
Durante la mañana del 6 de agosto, la ciudad portuaria de Hiroshima, en el sur de Japón, sintió la inigualable explosión de Little Boy, la primera bomba atómica lanzada sobre una ciudad. Tsutomu Yamaguchi estaba allí.
Trabajador de la compañía japonesa Industrias Pesadas Mitsubishi, se encontraba lejos de su ciudad cerrando acuerdos comerciales. Allí pudo experimentar de primera mano los acontecimientos que habrían de cambiar su vida y la del mundo entero.
Primero el rugir de un B29 llamado Enola Gay, surcando los cielos de Hiroshima; después la radiante explosión de luz, fuerza y sonido; el pitido en el oído y la contemplación de un paisaje devastado.
Cuando Yamaguchi se levantó del suelo, más de 70.000 habitantes de Hiroshima, la mayor parte de ellos civiles, yacían muertos, en su mayoría hechos cenizas.
Durante la mañana del 9 de agosto, la ciudad portuaria de Nagasaki, en el sur de Japón, sintió la también inigualable explosión de Fat Man, la segunda bomba atómica lanzada contra población civil. Tsutomu Yamaguchi estaba allí.
Había vuelto a su hogar en tren, suponiendo que el curso de los acontecimientos podía continuar tal y como había sido establecido antes de aquel 6 de agosto.
Pero ya en Nagasaki, no había viajado en el tiempo, estaba comentando los acontecimientos que tres días atrás había vivido. No estaba loco, tal y como sus compañeros de empresa le insinuaban. Se mostraban incrédulos ante la posibilidad de que una sola bomba pudiera arrasar con toda una ciudad.
En un refugio antiaéreo, Yamaguchi volvió a experimentar los mismos acontecimientos: el rugir de los motores, la radiante explosión de luz, el pitido en el oído, la contemplación de un paisaje devastado. ¡El mismo horror!
Yamaguchi tan solo había recorrido los más de 400 kilómetros que separan las dos ciudades víctimas de las bombas fatídicas.
Exhausto ante eventos que no podía comprender, el Imperio japonés anunció su rendición, cuando, a modo de añadido, la Unión Soviética decidió invadir el país por el norte. Se firmó el armisticio, se puso fin a la Segunda Guerra Mundial y se hizo contabilidad: la acción del ejército americano, tildada por historiadores de crimen de guerra, había dejado entre 170.000 y 240.000 muertos.
Todo ello obviando las duras consecuencias que la radiación desprendida por los artefactos dejaría en la población local.
A nada de ello fue ajeno Yamaguchi. Él es el único ser humano reconocido por el gobierno japonés como superviviente de las dos bombas que cambiaron su país para siempre.
Estaba en Hiroshima y también en Nagasaki, y de un modo casi milagroso consiguió esquivar la fuerza destructiva de ambas bombas para contárselo a sus hijos y nietos.
Al igual que muchos otros supervivientes de ambas ciudades, Yamaguchi pasó, años después, a ser un hibakusha, una anomalía histórica repleta de teórica radiación y de efectos secundarios imperecederos por los que habría de recibir un estipendio mensual y una serie de atenciones y beneficios por parte del gobierno japonés.
Como él hubo muchos, pero no todos habían visto con sus ojos la explosión de las dos bombas. En 2009, al borde de su muerte, Japón reconoció su singularidad.
Solo hubo unos 160 supervivientes de las zonas cero de estas ciudades.
En Hiroshima, empleando aún los trenes que seguían funcionando pese a la hecatombe, pudo contemplar los quince kilómetros a la redonda de casas derruidas e infraestructuras destrozadas que el estallido de la bomba había provocado. Fue testigo, legado eterno del poder de una guerra nuclear.
Murió en 2010 con 93 años de edad. Sin embargo, vivió sin apenas consecuencias. Continuó viviendo con su mujer, también superviviente de Nagasaki, y tuvo dos hijas más.
Yamaguchi y una de sus hijas fallecieron de cáncer, no obstante su piel había permanecido intacta, contó con una larga vida, continuó trabajando para Mitsubishi, tan solo en la recta final tuvo problemas relacionados con la radiación. (Fuente: Andrés P. Mohorte - Xataka)
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