lunes, 25 de marzo de 2024

Ganado nuclear | 2.° parte

Escena del documental 'Ganado nuclear'. Crédito: Beyond Nuclear International.

Los ganaderos de la zona de radiación de Fukushima, obligados. El sacrificio obligatorio del ganado radiactivo de Fukushima fue solo el comienzo de una nueva tragedia.

Por Juan Vernieri

¿Por qué los ganaderos cuidan sus vacas irradiadas en lugar de matarlas? Criarlas no da dinero. Este es el aspecto más difícil de entender. Está el “apego” de los ganaderos a las vacas, su “orgullo” como criador y la “resistencia”.

Las vacas expuestas deben ser sacrificadas. Al principio, el gobierno se adhirió a esta idea, pero unos años después del accidente nuclear, la política se tambaleó un poco. Tuvieron en cuenta el hecho de que los ganaderos no obedecían la orden de sacrificio y propusieron ciertas condiciones en las que las vacas podían mantenerse.

Las condiciones son: “No reproducirse”, “no comercializar”, “no salir de la zona”, “asumir ellos mismos los costes de alimentación” y “cuando un animal muera, enterrar el cuerpo en un agujero de 5 metros de profundidad”.

Pero los ganaderos, que hubieran querido conservar sus vacas, tuvieron que obedecer la orden de sacrificio porque el coste de enterrar una vaca muerta era demasiado alto para soportarlo.

Para permitir el sacrificio, el gobierno exige la firma de aprobación del propietario de las vacas porque, legalmente, no se puede disponer de una propiedad privada sin autorización. Fue esta política contra la que se rebelaron los ganaderos. La decisión del gobierno de sacrificar todo el ganado expuesto se basa en el razonamiento de que “protege la seguridad alimentaria de las personas”. Sin embargo, en el caso de enfermedades como la fiebre aftosa o la enfermedad de las vacas locas, el gobierno promulgó una ley especial para el sacrificio obligatorio.

Para los ganaderos de Fukushima, si las vacas representan un riesgo para el suministro de alimentos, la orden de sacrificio debía darse sin obligar a los ganaderos a firmar el consentimiento. Firmar un documento que autoriza la sentencia de muerte, les impone una carga tal que nunca podrán afrontar el regreso a la cría de ganado o a la cría de otros animales.

Si esta política está pensada para proteger al pueblo japonés, entonces el gobierno japonés debería asumir la responsabilidad de la matanza. Esto se revela en la expresión del Sr. Shiba durante una entrevista. El Sr. Shiba dice: “criarlos allí entre la naturaleza floreciente, para mí era el colmo de la felicidad. Ahora mismo, no es más que un sueño. Ya no tengo la voluntad de cuidar a los animales”. Su expresión habla por sí misma.

Si el sacrificio es obligatorio, no tienen más remedio que obedecer. Pero el gobierno ha impuesto la responsabilidad a los ganaderos, que, sin embargo, son ellos mismos las víctimas del accidente. ¿No es esto una violación de los derechos humanos de los agricultores?

Me gustaría hablar de la tragedia de un agricultor que es un ejemplo de ello. Tenía una granja lechera en la ciudad de Soma, situada a 50 kilómetros de la central nuclear de Fukushima Daiichi. Todos los días, varias veces al día, ordeñaba vacas irradiadas para luego tirar la leche. Había indemnizaciones para los que vivían a menos de 30 km de la central nuclear. Pero este agricultor solo había recibido dinero de “condolencia” poco después del accidente. Ordeñaba las vacas que criaba con esmero, solo para tirar la leche. Lo hacía día tras día. Pero el granjero no podía seguir adelante, su moral estaba destrozada y se suicidó. Esto ocurrió un año después del accidente nuclear.

Hoy, en Japón, ya no hay lugar para el sentido común. Se trata de cerrar rápidamente el accidente nuclear y el gobierno intenta que los residentes vuelvan, cueste lo que cueste.

Todo esto se debe a la política nuclear apoyada por el Ministerio de Economía e Industria y a la negativa a reconocer la aberración de esta política.

Dado que el cesio-137, que tiene un efecto nocivo para el ser humano, tiene una vida media de 30 años, la zona con alta precipitación radiactiva de unos 20 km alrededor de la central debería estar cerrada durante 30 años. Después de 30 años, se podría dar a los habitantes la opción de regresar. Hasta entonces, sería mucho más eficaz evacuar a la población a otra zona y ofrecerle una indemnización en lugar de invertir en trabajos de descontaminación. Pero el gobierno no adoptará esa política.

No es la vida de la gente lo que tiene prioridad. Si no la reputación del gobierno.

Las actividades económicas se anteponen a la vida humana. ¿Contribuye realmente este tipo de sociedad al bienestar de las personas? Por supuesto, es importante ganar dinero para vivir. ¿Pero hasta el punto de descuidar la vida humana y la dignidad de todas las formas de vida? En el Japón actual, la supremacía de la economía parece generalizada.

Ya se sabe que el costo de la energía nuclear, que el ser humano no puede controlar, no es en absoluto barato. Es de esperar que en Japón, como en el resto del mundo, la vida vuelva a ser lo más importante.

(Fuente Beyond Nuclear – Traducción Raúl Sánchez Saura).


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