La energía nuclear es un tema complejo, puede ser técnico, secreto, recóndito, reservado y tiende a carecer de “rostro humano”. Ocasionalmente, aparecerá en los titulares —si hay un desastre o una quiebra financiera— pero sus riesgos no atraen a muchos medios.
Por Juan Vernieri
Por eso, esta columna, alimentada por alguien a quien esta energía no le resulta simpática, se esfuerza en llegar al público, intentando contribuir a concientizarlo para que advierta la realidad actual de esta tecnología.
En consecuencia, es mucho lo necesario explicar sobre los peligros, perjuicios y futuro de la energía nuclear.
Ya dijimos que, si nos fiamos de los medios de comunicación global, creeríamos que la energía nuclear está experimentando un nuevo renacimiento. Aclaremos que la anterior resurrección pregonada a todos los vientos, nunca se produjo.
Los defensores de la energía nuclear han aprovechado al máximo este vacío en la conciencia pública, restando importancia, minimizando los riesgos, y utilizando frases simplistas, superficialmente atractivas, no respaldadas por hechos.
Digamos además que la gente que tiene conciencia de la angustiante situación a la que ha llevado a la humanidad esta energía, también percibe otra gran calamidad que amenaza al planeta, el cambio climático, y se dedica a “luchar” contra él, tal vez por considerarlo más acuciante.
Hay gente que se pregunta ¿Para qué preocuparse de la energía nuclear si afectará a la humanidad recién dentro de miles de años?
La respuesta es sencilla: No será dentro de miles de años, hace tiempo que viene afectando a la humanidad. Se sabe que hay miles de humanos y niños por nacer, con graves problemas de salud debido a la radiactividad.
Caso paradigmático fue la filmación de una película en el estado de Nevada. La radiactividad costó la vida a los principales protagonistas y dio muerte a cientos de participantes del rodaje.
Quince segundos antes de las 5.30 de la mañana del 16 de julio de 1945, sobre un área del desierto de Nuevo México, Estados Unidos, detonó Trinity, la primera bomba nuclear detonada, previa al ataque a Japón. Ese artefacto utilizaba átomos fisionables de plutonio, igual que la que, menos de un mes después, sería lanzada sobre Nagasaki.
Muchas bombas de prueba lanzó Estados Unidos durante la Guerra Fría en el desierto de Nevada.
Oscar Millard, el autor del guion de la película, EL CONQUISTADOR DE MONGOLIA, había conseguido los fondos necesarios para su filmación. Sería uno de los filmes más caros de la historia. Dos de las más destacadas figuras del cine internacional de los años 50, la primera actriz Susan Hayward y John Wayne, dieron vida a los principales personajes. Dick Powell sería su director. Miles de extras recrearon las históricas batallas.
En los cuatro años anteriores al inicio del rodaje, 31 explosiones nucleares de prueba se produjeron en la zona. La última un año antes. Las nubes radioactivas que provocaban las detonaciones generaron fuertes lluvias radioactivas en el desierto, donde se rodaría la película. Había altos niveles de radioactividad en la zona, pero por entonces los efectos de la radiación eran bastante desconocidos y se ignoraba cuan dañinos eran.
La ciencia médica polemizaba la incidencia en la salud humana y los que alertaban sobre sus peligros eran acusados de alarmistas. La radiación era tan potente, que durante las noches el polvo del desierto contaminado, brillaba con un color rojizo.
Tras el estreno de la película vendría lo peor. La decisión de filmar allí, en ese desierto, fue sentencia de muerte para por lo menos 91 personas que trabajaron en el film. Para colmo transportaron 60 toneladas de arena del desierto hasta los estudios en California para reconstruir escenarios, ampliando así los lugares expuestos a la radiactividad.
El primero en fallecer fue el compositor de la música, Victor Young, que ocho meses después del estreno murió a causa de un tumor cerebral, producto de la radiactividad recibida. El director Dick Powell le seguiría en 1963 falleciendo debido a un linfoma. Seis meses después, los médicos le encontraron a Pedro Armendáriz un cáncer en el riñón. Sabiéndose terminal, el actor se suicidó de un disparo en el pecho. Agnes Moorehead moriría en 1974 de cáncer de pulmón.
Para entonces, los médicos también le habían diagnosticado a Susan Hayward un cáncer cerebral. La actriz luchó con uñas y dientes contra la enfermedad. Las sesiones de quimioterapia le hicieron perder su famosa melena pelirroja. Murió el 14 de marzo de 1975 a los 57 años de edad.
Cuatro años después le seguía el principal protagonista, John Wayne, de un cáncer de estómago. El actor John Hoyt moriría también víctima de esa enfermedad. Esos solo son los casos más visibles porque hubo muchísimos más, especialmente extras nativos de ese estado.
Para colmo, la película resultó un fracaso de taquilla.
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