La Central Nuclear Embalse, el martes 12 de febrero de 2019. Crédito: Colibrí Cottier / Réseau Sortir du nucléaire. |
Por Cristian Basualdo
A raíz de la publicación de un informe sobre la contaminación radiactiva en peces del lago Embalse, el gerente de la Central Nuclear Embalse, ingeniero Juan Cantarelli, aseguró que los valores de los datos difundidos son “insignificantes”, y señaló que el impacto real medido no provoca consecuencias negativas. “La presencia del tritio en la zona debido a la actividad nuclear no afecta de ninguna forma la salud, ni de la vida silvestre, ni de la vida humana”, declaró el funcionario a La Voz del Interior.
Es una buena oportunidad para recordar que vivimos en un mundo complicado donde casi nadie tiene toda la razón. Le propongo al lector que verifique los dichos del gerente de la central con los documentos oficiales que cito a continuación.
En el Tercer Reporte Integrado de Sostenibilidad publicado por Nucleoeléctrica, página 219, consta que inició un estudio de factibilidad de una planta de separación de tritio del agua pesada. La empresa estatal afirma que el proyecto se enfoca fundamentalmente en “la reducción de dosis ocupacionales y ambientales ligadas a la gestión de tritio generado como parte del proceso operativo de la central”.
No hace falta tener un título en ingeniería nuclear para darse cuenta de que si las concentraciones de tritio fueran “insignificantes”, como dice Cantarelli, no sería necesaria la inversión en una planta de destritiado.
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Los miles de escolares que visitan anualmente las centrales nucleares argentinas, son el objetivo de la propaganda de Nucleoeléctrica, destinada a eliminar los aspectos perturbadores de la exposición a la radiación. Alguien de relaciones públicas les explica, usando un dibujo de una central nuclear, que la misma consiste en circuitos cerrados, de manera que la radiactividad no alcanza el exterior.
Pero las únicas centrales nucleares que no tienen pérdidas son las que están dibujadas. En el citado Tercer Reporte Integrado, página 137, consta que la Central Nuclear Embalse consumió 2,8 toneladas de agua pesada en 2019, 2,98 toneladas en 2020, 2,84 toneladas en 2021, y 3,09 toneladas en 2022, para“reponer las pérdidas” en palabras de la empresa estatal. Estas pérdidas constantes de agua pesada tritiada originan las considerables concentraciones de tritio en las aguas ambientales de la cuenca del río Ctalamochita.
El daño que produce la ingesta constante de un isótopo radiactivo como el tritio resulta difícil de aislar y detectar, pues las enfermedades que provoca no son inéditas ni exclusivas de él. Se necesitan estudios epidemiológicos a largo plazo para tener certezas al respecto.
En el Informe nacional argentino para la convención sobre seguridad nuclear 2022, Anexo II página 36, le preguntaron a la Autoridad Regulatoria Nuclear: “¿realiza Argentina un seguimiento de la prevalencia del cáncer entre los grupos de población que viven en los alrededores de las centrales nucleares (por ejemplo, mediante la realización de estudios de investigación pertinentes)?”. La respuesta de la Autoridad Regulatoria Nuclear: “no existen estudios específicos sobre la prevalencia de cáncer en la población del entorno de las centrales nucleares”.
En la localidad de Cernavodă, Rumania, operan dos reactores del mismo modelo que Embalse (CANDU). Una evaluación del impacto sobre la salud afirmó que la exposición al tritio está asociada a los efectos adversos típicos de la exposición a la radiación, y encontró pruebas de un ligero aumento del riesgo de cáncer en Cernavodă. Uno de los argumentos para construir una planta de destritiado fue que “la eliminación de tritio tendrá un impacto beneficioso para la salud de la comunidad local” (Ver: Cernavodă tritium removal facility project, Romania, Environmental and Social Impact Assessment, página 494 del pdf).
Rebobinando, se entiende que en Argentina los funcionarios digan que el tritio no afecta de ninguna forma la salud, porque su sueldo depende de que así sea. No obstante, para saber si es verdad se necesitan datos que nunca se recolectaron.
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Siguiendo con la nota de La Voz del Interior, el gerente de la central nuclear recordó algunos conceptos básicos, como la existencia de radiación natural, además de la de origen artificial, mencionó el potasio-40, con algunos alimentos como la banana o el pescado. Desestimó los valores de tritio en pescado, haciendo un ejercicio: dijo que consumiendo un promedio de 7,2 kilogramos de pescado al año (considerado por organismos oficiales en esta parte de Sudamérica), con ese valor de tritio se estaría recibiendo 0,03 microsieverts, que “se difumina” en la comparación con los 2400 por radiación solo por permanecer en la naturaleza.
En este caso, Cantarelli utilizó un conjunto de estrategias muy conocidas en la industria nuclear para el suministro de información sobre los peligros de la radiación, como la banalización de la misma mediante comparaciones naturales. La radiactividad que ingerimos al comer una banana tiene poco que ver con los peligros de la ingestión constante de tritio, un producto de activación de un reactor nuclear. Además, la normal prudencia indica que la existencia de una sustancia en la naturaleza no habilita a una industria a descargarla en grandes cantidades.
Una “dosis efectiva” expresada en microsieverts, no es una magnitud física, es una conjetura que intenta expresar ―con limitaciones― el riesgo de aparición de efectos asociados a la exposición a la radiación. En el mundo, los debates públicos sobre al agua tritiada se dan en torno a su actividad radiactiva por litro, una magnitud física que se mide en bequerelios por litro (Bq/L). Un bequerelio equivale a una desintegración nuclear por segundo.
El funcionario se refirió a los 1080 Bq/L de concentración de tritio constatados en el agua de red del barrio de la Comisión Nacional de Energía Atómica durante el año 2013, recordó que se produjo en el marco de una “singularidad” por una maniobra previa a la extensión de vida útil. Ese valor, “en la actualidad es de 300 Bq/L, muy por debajo de límites establecidos por la OMS y ARN, que refieren 10000 Bq/L”.
En el documento Resultados del Programa de monitoraje radiológico ambiental 2013, hoja 4 del resumen, Nucleoeléctrica dejó asentado que “la concentración de tritio durante el año 2013 aumentó considerablemente con respecto al año 2012 en todas las estaciones de muestreo”. Las descargas de efluentes líquidos durante el año 2013 aumentaron considerablemente (553 TBq para el 2013 y 478 TBq para el año 2012), esto como consecuencia de “una pérdida en el generador de vapor N.º 1 y de limpieza no rutinaria del tanque de resinas gastadas”, en palabras de la empresa estatal. Las emisiones anuales de las centrales nucleares se miden en terabequerelios (TBq), un terabequerelio es equivalente a un billón de bequerelios.
Vemos que la “singularidad” que menciona el gerente de la central fue la limpieza de un tanque de resinas y el posterior vertido de los desechos de la limpieza al lago Embalse. Un yerro imperdonable, por tratarse de la principal reserva de agua dulce de una provincia ubicada en una región semiárida.
En Ontario, una provincia de Canadá donde funcionan numerosos reactores CANDU, el Consejo Asesor sobre Normas de Calidad y Prueba del Agua Potable, una agencia de asesoramiento del Gobierno de Ontario, realizó una investigación que consistió en el relevamiento de la documentación sobre el tritio, reuniones con expertos, partes interesadas y público en general, para responder la siguiente pregunta: ¿Existe un nivel de tritio por debajo del cual una persona razonable e informada se sentiría segura bebiendo el agua todos los días durante una vida de 70 años? La respuesta fue 20 Bq/L. Un dato para llamar a la reflexión a la población de Embalse, donde la concentración promedio anual de tritio medida por Nucleoeléctrica en el agua de red en 2022 fue de 313 Bq/L.
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