lunes, 9 de octubre de 2023

La Justicia Social

Por Mario Mazzitelli

La Justicia Social es la Justicia del Pueblo, por el Pueblo y para el Pueblo. No hay Democracia sin Justicia Social.

La Justicia Social es la Justicia de las grandes mayorías para mitigar la explotación, la marginación o el empobrecimiento al que son sometidas, por cualquier régimen. Es la Justicia del pueblo trabajador.

Parafraseando a Lito Nebbia podríamos decir: Si existe la Justicia Social, eso quiere decir que hay otra Justicia.

Efectivamente. La justicia de los poderosos, los ricos, la oligarquía, los privilegiados, los esclavistas, los explotadores o los parásitos rentistas.

Los argentinos, hasta aquí, construimos una democracia contradictoria: votamos los de abajo, pero dominan los de arriba.

Con el saqueo, concentración y fuga de riquezas que lograron los de arriba, nos terminaron hundiendo a los de abajo. La mayoría de los argentinos han ido perdiendo calidad de vida durante las últimas décadas. Se impuso la otra justicia.

La democracia representativa (Con un sistema electoral muy malo) no supo, no quiso o no pudo impulsar la Justicia Social. Los parches y enmiendas de políticas sociales focalizadas, son un fracaso que debemos superar.

¿Por qué sucede esto?

No es casualidad. Las leyes las escriben legisladores que pertenecen al 1% más rico. Las ejecutan personas que son parte de ese 1%. Las administra un Poder cuyos integrantes son otra fracción del 1%. Y todo bajo la gravitación del 1/1.000.000 (Uno por millón) más rico, que concentra en sus manos los nudos más importantes del Poder Económico y relaciones internacionales con otras oligarquías y burocracias, como reaseguros del sistema.

Esto debería atenuarse en las democracias republicanas (a las que soy afecto) porque los grandes consensos como: la Constitución, los derechos y garantías, los tratados internacionales, etc. así lo exigen. Pero la tensión, fruto de la gigantesca y artificial desigualdad, se manifiesta invariablemente. Es una lucha. En ella estamos.

El adalid de los grandes saqueadores

El 13 de agosto pasado, durante la celebración del resultado de las PASO, el adalid de los saqueadores, redobló la apuesta. En una embestida contra los sectores populares prometió poner fin a “ese modelo basado en esa atrocidad que dice que donde hay una necesidad nace un derecho, pero se olvida que ese derecho alguien lo tiene que pagar. Su máxima expresión es esa aberración llamada justicia social, que es injusta porque implica un trato desigual frente a la ley, pero además está precedida de un robo”.

Pronunciarse en contra de la Justicia Social fue una provocación en particular contra los socialistas. “El socialista es una basura, excremento humano”. Ataque al que, respetuosamente, no hemos respondido con la vehemencia del caso. Error en el que dejamos el campo orégano para que sus mentiras ―ruines y arteras― cabalguen sobre la ignorancia colectiva.

Sin embargo, nos toca el deber de responderle porque no solo nos ataca a nosotros como militantes políticos. También ataca a Esteban Echeverría (Para quien, en el Dogma Socialista la “Democracia es el régimen de la Libertad basado en la Igualdad de Clases”. Interesante, porque no habla de igualdad entre las personas, sino de las clases sociales en las que está dividida la sociedad. Clases que son verdaderas castas contra la Libertad de los Individuos), al médico Dr. Juan B. Justo (Para quien el Socialismo es la lucha en Defensa y para la Elevación ―material, social y cultural― del Pueblo Trabajador), al abogado de los pobres Dr. Alfredo Palacios (Autor del Nuevo Derecho en Defensa del Pueblo Trabajador y escritor del enorme libro La Justicia Social), a la médica Dra. Alicia Moreau de Justo (Feminista, Sufragista en favor del voto de las mujeres, Pacifista), al Dr. José Ingenieros (autor de investigaciones y obras memorables como las Fuerzas Morales), a Enrique del Valle Iberlucea, Mario Bravo, Carlos Sánchez Viamonte, Enrique Inda, Guillermo Estévez Boero, Alfredo Bravo, Héctor Políno y otros miles que ya no están y no pueden defenderse. En el plano internacional no quisiera dejar de nombrar al físico y premio Nobel Albert Einstein. En nombre de todos ellos tomamos el guante del desafío y nos preparamos para la lucha.

Viene por todos.

El asunto es que también atacó al Papá Francisco (“Siempre parado del lado del mal”), al pensamiento cristiano, al yrigoyenismo, al peronismo, a la CGT, a la CTA, a los movimientos sociales. No conforme con todo eso, agredió un principio inmaculado expresado por la joven Eva Perón: “dónde hay una necesidad nace un derecho.” Etcétera.

Va por más.

Al igual que el general Ibérico Saint Jean en 1977, “Primero mataremos a todos los subversivos, luego a sus colaboradores, después a sus simpatizantes, enseguida a aquellos que permanecen indiferentes y finalmente a los tímidos”; el adalid de los saqueadores acusó a: Mauricio Macri, Ricardo López Murphy, Horacio Rodríguez Larreta y José Luis Espert de ser “socialistas”. Más allá de cuestiones psiquiátricas, hay mucho poder detrás de sus dichos.

La respuesta

Semejante ataque no tuvo una respuesta proporcional. Conozco apenas la dignidad del Dr. Miguel Rodríguez Villafañe, pronunciamientos de Julio Piumato, notas de Julio Bárbaro (En una de ellas dice que: “Menem desarmó al Estado regalando las empresas públicas y dejó “el huevo de la serpiente”. Los empresarios se convirtieron en los verdaderos dueños de la política, y se organizan para poder apropiarse de lo que queda”)… Quizás hayan existido muchas otras que ignoro. Pero reuniendo todo; no guarda proporción con la potencia comunicacional de un candidato a presidente.

No es solo a las castas.

Con sus expresiones, el servidor y empleado de la casta prebendaria, adoptando la escuela económica de los sectores usureros, financieros, especuladores y parasitarios; primero le declaró la guerra a la casta política (Único sector votado por el pueblo) y ahora le declara la guerra al pueblo trabajador mismo. Estamos ante la inminencia de una gran confrontación.

La Justicia.

Si por Justicia entendemos la equivalencia entre lo que se brinda y se exige, entre lo que se aporta y se toma, entre lo que se produce y se consume; necesitamos: Justicia Social, Ambiental, Fiscal, Laboral, Habitacional, Cultural, Educativa y Sanitaria. Avanzar en esa dirección es el deber de este tiempo histórico. El tema es que, subrepticiamente, van fijando una agenda para completar el saqueo y alcanzar la disolución total del poder nacional; que implica un proyecto común de crecimiento, progreso y bienestar general.

La libertad y la justicia.

Desde su banca en el Senado, Alfredo Palacios sostuvo: “El argentino estima la libertad individual a la par de su existencia. Podríamos resignarnos a todo con tal de que no se pretendiera reformarnos o reducirnos en nuestra personalidad, nuestro destino es la libertad, y si hay otros pueblos más desdichados que necesitan conocer que primero es vivir y después ser libres, nosotros hemos puesto nuestro orgullo siempre en preferir a la vida, la libertad”. Preferir la libertad a vivir sojuzgado es el más alto valor que se le pueda dar. Pero vale agregar unas palabras complementarias de Sánchez Viamonte: “lo característico de la argentinidad es el sentido individualista de independencia personal y de sentimiento solidario. Esos dos impulsos corresponden a la libertad y la justicia…” La lucha de los socialistas argentinos en favor de la libertad y la justicia atraviesa sus dos siglos de presencia en el país. Libertad personal y colectiva de cuyos beneficios deben disfrutar todos, sin privar a nadie.

La propiedad privada y la libertad.

El mayor enredo al que han sido capaces de llevarnos los seudo libertarios o paleo liberales, es la confusión entre la propiedad privada y la Libertad. Así, la Libertad, los bienes naturales o artificiales, las relaciones personales, la vida en sociedad y las diversas formas de propiedad: privada, comunitaria, cooperativa, social o estatal; son reducidas a una condicionalidad inexistente: Libertad fundada en la propiedad privada.

Hace 2.500 años, el profeta Isaías, observó con claridad el tema de la privación de propiedad a las mayorías, por la apropiación de la propiedad por parte de las minorías: “La tierra será un bien de todos; no se la dividirá por límites; no se la cerrará entre muros. Si la tierra no estuviera tan lejos del cielo, los ricos se hubieran arreglado de modo que la luz no fuese repartida por igual. El sol comprado a precio de oro no luciría más que para ellos y hubieran forzado a Dios a hacer otro mundo para los pobres”.

Libertad y patrimonio.

La libertad es concerniente a la persona humana, en la integridad física de su cuerpo y en la dignidad de su alma. Se manifiesta en el conjunto de derechos a partir de los cuales expresa su libertad un individuo: transitar, trabajar, pensar y expresar sus ideas sin censura, amar, etc. Todas manifestaciones inherentes a la persona, únicas, irrepetibles, inalienables e intransferibles. Su cuidado es la tarea a custodiar por toda organización social.

Si el ejercicio de la libertad exige la integridad física de las personas, ni su cuerpo, ni alguna de sus partes puede ser considerado mercancía o patrimonio. Tiene valor, pero no tiene precio. Por su valor, se pueden donar órganos. Pero ponerle precio es un atentado mortal contra la libertad. Así, vender un órgano, un niño o a una persona mayor (esclavos) son actos aberrantes condenados ya en la historia humana.

La propiedad, en cambio, es ajena a nosotros. (Es innegablemente nuestra mientras la usamos. Me gustaba decir cuando iba a la playa que era “mi playa”. Y cuando me respondían que había muchas personas habitándola, retrucaba que eran mis invitados. Le seguía una pregunta ¿No sería yo el invitado de ellos? En cualquier caso no era un título de propiedad privada, lo que nos permitía a todos disfrutar de un buen momento. Felizmente, Argentina aún dispone de muchos espacios de propiedad pública para el bien común. Una excepción es el Lago Escondido, apropiado indebidamente por Joe Lewis y defendido por el bochornoso poder judicial de Río Negro) Con el patrimonio podemos hacer lo que no podemos con la Libertad. Venderlo, comprarlo, transferirlo, etc. El patrimonio lo puede gestionar una persona, un directorio, un municipio o el estado nacional. Nuestra libertad solo puede ser gestionada por nosotros mismos.

Es decir, que un pueblo originario, cuyas propiedades son comunes, puede disfrutar de la libertad tanto como cualquier propietario. En esa falsa relación, los paleo liberales intentan naturalizar la existencia de grandes fortunas individuales que no han sido el fruto de un solo hombre, sino de la apropiación del trabajo de muchos por un solo individuo. Si fuera cierto que son “anarco-capitalistas” responderían como Pierre Joseph Proudhon: “¿Qué es la propiedad privada? La propiedad privada es un robo”. Los socialistas argentinos no somos anarquistas. Vemos que la institución jurídica de la propiedad privada puede ser muy positiva para la sociedad dentro de determinados límites. Y, siempre, sin negar las otras formas jurídicas en que se manifiesta la posesión y dominio sobre una cosa.

Si los adalides de los saqueadores llegaran a conquistar la presidencia de la Nación, incrementarían la propiedad de los ricos, pero no la de las grandes mayorías populares.

Proletarios y propietarios.

He expresado en muchas oportunidades que quería también una patria, un país, una Argentina con menos proletarios y más propietarios…” Carlos Menem. Puede que esa haya sido su intención. Pero no fue su realización. Entre el dicho y el hecho hubo un gran trecho.

El ilusionismo paleo liberal lograba hacer creer que los desposeídos, los que no tenían para vender en el mercado más que su fuerza de trabajo, obteniendo una retribución mínima para que su prole lo reemplace cuando sus energías y capacidades decaigan, se iban a transformar en propietarios. (Años después iba a llegar el Pro para hablar de pobreza cero) Todo fue mentira.

Los grandes propietarios nativos o extranjeros se enriquecieron de manera desproporcionada (con las privatizaciones de servicios monopólicos, o generando oligopolios, o haciendo uso de su poder financiero, etc.) mientras los trabajadores (incluso los que habían alcanzado buenos estándares de vida) vieron retroceder sus ingresos, en muchos casos perder sus trabajos (ferroviarios, metalúrgicos, siderúrgicos, etc.) Se fueron empobreciendo las clases medias y apareció la figura social de la indigencia. El indigente ya no era ese vagabundo perdido por la vida, las plazas o las estaciones de tren, que como un nuevo Diógenes se autoabastecía como podía, sin que mediara un compromiso con la sociedad. No. Ahora se trataba de millones de seres humanos. Preferentemente menores, niños y adolescentes, que no alcanzaban a cubrir sus necesidades mínimas de buena alimentación. Menores que fueron desarrollando otra cultura. Ahora la ñata contra el vidrio les mostraba dos mundos bien distintos. El de la abundancia, el buen vivir, vestir, viajar y derrochar, del otro lado del cristal. Y cuando se daban vuelta; la precariedad habitacional, laboral, alimenticia y por delante un largo túnel negro sin luz en el final.

El mundo puede avanzar sin Justicia Social.

Claro que el mundo avanzar sin justicia social. Avanza por el trabajo de millones de personas en la producción, el transporte, la comercialización, la ciencia, la tecnología, las artes, la enseñanza, la salud, etc. que crean las riquezas. Puede avanzar con distintas formas de organización social. Y hasta puede hacerlo con el esfuerzo, el sudor y la sangre de las masas populares. Un filósofo moderno ha sostenido que la guerra es un gran incentivo para el progreso. Pero los muertos, mutilados, las familias destrozadas, los amigos perdidos, las ruinas… parecen no corresponderse con tal afirmación. Sabemos que el dolor ajeno no es nuestro (Como no nos duele la muela cuando el vecino se está por desmayar de dolor) Pero asumimos que la civilización en parte es la capacidad de ponerse en el lugar del otro, de verse uno mismo en esa situación, de entenderlo y ayudarlo a mejorar. Si alguien se ha tomado el trabajo de escribir el elogio del egoísmo, habrá que escribir el elogio a la solidaridad. Sin la cual, ningún egoísta podría sobrevivir.

Ahora, en la búsqueda del bien común, la política debería articular la mejor combinación entre estado, mercado y sociedad. Ya sabemos que si todo va al estado, se burocratiza y corrompe. Si todo va al mercado, el pez grande se come al pez chico. (Y, como dice Amartia Sen, aunque en el mar esto no sea injusto, a la justicia de los peces le está prohibido incorporarse a la justicia de los seres humanos) El arte de la política moderna es la composición de las diversas instituciones de manera tal, que logremos el máximo de libertad personal y justicia social; en los estrechos márgenes de un tiempo histórico ineludible, al que estamos supeditados. Pero sin justicia social, muchos quedarán herrumbrados en los márgenes de la sociedad. Si los avances en la producción tuvieron correlato en la vida de los pueblos, eso se debió a la lucha. Nunca a las leyes del mercado. Son los trabajadores los que deben retomar esta bandera. Ya no solo en nombre propio, en bien de toda la comunidad.

La falacia de las necesidades infinitas.

El adalid y empleado de los saqueadores dice que “no puede nacer un derecho cuando hay una necesidad, porque las necesidades son infinitas y alguien las tiene que pagar”. Pero, de hecho, no existen necesidades infinitas. Cualquiera lo puede comprobar en su propia vida, en la de su familia o su barrio. Nunca se le escuchó a nadie decir: “necesito una cantidad infinita de dinero para satisfacer mis necesidades sin límite”.

Los derechos se establecen sobre las Necesidades Básicas.

El Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) estableció dos líneas; una para medir la indigencia, con una canasta básica de alimentos (CBA) y otra la pobreza, con la inclusión de bienes y servicios no alimentarios (vestimenta, transporte, educación, salud, etc.) con el fin de obtener el valor de la canasta básica total (CBT) Alrededor de 4.000.000 (cuatro millones) de compatriotas no llegan a obtener un ingreso para alimentarse correctamente y otros 16.000.000 (dieciséis millones) son pobres. Una pregunta posible es ¿Cuánto le faltaría a cada uno para superar la línea de pobreza? Como este cálculo no se puede hacer persona por persona, el problema se resuelve con un Ingreso Básico Universal (IBU) ¿A cuánto ascendería para erradicar la indigencia y la pobreza? Digamos 6% del PBI. Con ese magro 6% logramos que el 100% de los argentinos puedan ejercer su libertad, desarrollar sus aptitudes, cooperar mejor al desenvolvimiento de toda la sociedad. Como se ve, no son infinitas y con muy poco se pueden resolver los dramas sociales de un capitalismo periférico de saqueo, que hunde a la población en la pobreza. A los dichos de Eva Perón podríamos reformularlos: DONDE HAY UNA NECESIDAD BÁSICA INSATISFECHA NACE UN DERECHO.

Artículo 14 bis de la Constitución Nacional.

El Dr. Miguel Rodríguez Villafañe ha advertido que se prepara un ataque al artículo 14 bis de la CN. En este art. se rescatan un conjunto de derechos para el pueblo trabajador surgidos de luchas históricas. “El trabajo en sus diversas formas gozará de la protección de las leyes, las que asegurarán al trabajador: condiciones dignas y equitativas de labor, jornada limitada; descanso y vacaciones pagados; retribución justa; salario mínimo vital móvil; igual remuneración por igual tarea; participación en las ganancias de las empresas, con control de la producción y colaboración en la dirección; protección contra el despido arbitrario; estabilidad del empleado público; organización sindical libre y democrática, reconocida por la simple inscripción en un registro especial. Queda garantizado a los gremios: concertar convenios colectivos de trabajo; recurrir a la conciliación y al arbitraje; el derecho de huelga. Los representantes gremiales gozarán de las garantías necesarias para el cumplimiento de su gestión sindical y las relacionadas con la estabilidad de su empleo. El Estado otorgará los beneficios de la seguridad social, que tendrá carácter de integral e irrenunciable… jubilaciones y pensiones móviles; la protección integral de la familia; la defensa del bien de familia; la compensación económica familiar y el acceso a una vivienda digna”.

Por estos derechos se luchó. Se hicieron realidad décadas después. Llegaron a la Constitución con otro formato en 1949. En 1957 se hizo esa redacción. La última reforma de 1994 la ratificó. Si planteados hace más de un siglo podían considerarse derechos de avanzada, para mediados del siglo XX eran perfectamente aceptables. Si con la productividad de aquellos años ya se podían garantizar, ¡cuanto más sencillo sería hacerlo en la actualidad! Dado el gigantesco progreso tecnológico. Sin embargo, los saqueadores, como los ratones con el queso, son insaciables y vienen por los derechos de la mismísima Constitución. Negro sobre blanco en Argentina se están creando las condiciones para una gran confrontación, si es que el pueblo no quiere ser reducido a una indigna servidumbre.


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