Cada nivel del Estado tiene normativas específicas para regular ese descarte. Pero los gobiernos deberían involucrarse más en este tema.
Nuestra sociedad necesita tomar conciencia sobre el riesgo que implica un mal descarte de medicamentos usados o vencidos. Y esa es una responsabilidad que debe asumir el Estado.
A esa conclusión arribó una jornada de concientización sobre resistencia antimicrobiana organizada por la Facultad de Ciencias Químicas (FCQ), de la Universidad Nacional de Córdoba, que incluyó una campaña de recolección de medicamentos vencidos o en desuso.
Desecharlos mal genera un problema, y un relevamiento de la FCQ concluye que no sabemos hacerlo de modo correcto. Debemos entender que son residuos “peligrosos”. Por eso, cada nivel del Estado tiene normativas específicas para regular su descarte. En nuestro distrito, rigen una ley nacional, una ley provincial y ordenanzas municipales que regulan cómo gestionar y recolectar residuos peligrosos producidos por laboratorios, hospitales, droguerías y farmacias. Pero no queda claro qué hacer con los desechos domiciliarios.
En un contexto de desconocimiento, que impide discernir lo correcto de lo incorrecto, es habitual que las familias arrojen los medicamentos que ya no usan con el resto de su basura orgánica, que es lo que no deberíamos hacer. Según el sondeo de la FCQ, hay quienes eligen otras vías igualmente negativas: enterrarlos en el patio o tirarlos por el inodoro. Esos descartes son problemáticos, porque generan distintos niveles de contaminación que pueden afectar el agua, el suelo, los alimentos y a los animales.
La única alternativa positiva es guardarlos hasta las periódicas campañas de recolección que promueven algunas instituciones. Obviamente, el Estado debiera concientizar a la población y proveer los medios para un desecho seguro. Aunque más no fuera a través de los centros de salud de la ciudad de Córdoba y de localidades del territorio provincial, donde el personal especializado sabe perfectamente distinguir los residuos patógenos de los peligrosos y conoce el protocolo para ambos casos.
La FCQ exploró, como parte de un proyecto de extensión, una segunda alternativa: en Ballesteros y en La Puerta, organizó una campaña de sensibilización de la sociedad. Contó con el apoyo de los medios de comunicación locales, que difundieron información, así como de centros culturales, colegios y centros de jubilados, que prestaron sus instalaciones para el dictado de talleres de capacitación. Por ambas vías se promovió una campaña de descarte de medicamentos, que tuvo a las farmacias de ambas ciudades como puntos de recolección.
El resultado fue positivo. Es que cuando una comunidad comprende los riesgos que encierran determinados hábitos, tiende a modificarlos rápidamente.
La experiencia de la FCQ demuestra dos cosas al mismo tiempo: que distintos actores sociales pueden servir como canales conductores de la información que los ciudadanos necesitan para entender el problema; y que en la comunidad ya existen profesionales e instituciones que pueden reforzar el cambio de hábito. Porque para que el cambio se consolide, hace falta continuidad en la acción.
Por supuesto, lo que puede hacer una pequeña localidad pueden hacerlo las demás. Para ello, sería ideal que los gobiernos locales se involucraran en la cuestión.
Fuente:
No sabemos descartar residuos peligrosos, 13 junio 2023, La Voz del Interior.
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