Atucha II, la mayor de las tres centrales nucleares que posee Argentina se encuentra paralizada desde octubre pasado por un incidente mecánico: el desprendimiento de uno de los separadores del reactor. Una reparación compleja de un desperfecto simple.
Por Juan Vernieri
Las interrupciones inesperadas de las centrales atómicas no son raras y siempre muy prolongadas y costosas. Las tareas de reparación ya están en marcha y las autoridades intentan que entre en funcionamiento antes del invierno.
En agosto de 2022, los operadores detectaron que el caudal de agua con que se refrigera el reactor, era menor al esperado. Recién en octubre dieron con el motivo. Una de las piezas que separan el agua refrigerante de las capas de relleno inferiores se había desprendido de forma tal que quedó atascada bloqueando uno de los canales.
El desplazamiento de ese separador, un pequeño cilindro metálico de unos 15 centímetros de diámetro obligó a paralizar todo el reactor ante el riesgo de recalentamiento y la imposibilidad de cumplir con los estándares de seguridad requeridos.
El problema es que se encuentra debajo de todo, a 14 metros de profundidad, y la única forma de acceder a él es a través de un tubo de solo 10 centímetros de diámetro, o sea, más angosto que la pieza en sí. “Se trata de una reparación compleja de un desperfecto mecánico simple”, resumen las autoridades.
Nucleoeléctrica Argentina SA, la empresa pública que gestiona las centrales nucleares del país, tenía dos alternativas.
La primera sugería desarmarlo completamente para luego poder remover fácilmente la pieza atascada. Hubiera significado paralizar Atucha II por entre cinco y seis años.
Se optó entonces por la segunda opción: quitar la pieza sin desmontar todo el reactor. La contra es que, al ser de diseño único, Nucleoeléctrica debió fabricar especialmente todas las herramientas por su cuenta. Básicamente, se hará descender una máquina electroerosionadora que cortará la pieza atascada en varios pedazos, para luego juntarlos y subirlos por la pequeña abertura.
Estas herramientas ya han sido terminadas en un 90 % y con insumos de pymes nacionales. Se trata de una tarea delicada sin margen de error, por ello los operarios están practicando en un simulador del reactor a tamaño real denominado mock-up (ver imagen), el mismo que se utilizó en 1988 cuando un incidente similar obligó a frenar completamente Atucha I por dos años.
La diferencia entre la primera y la segunda opción de reparación es enorme. Fabricar las herramientas costó alrededor de 2 millones de dólares y 20 millones en total teniendo en cuenta todos los costos operativos y de recursos humanos. Desmontar el reactor, en cambio, hubiese costado unos 400 millones de dólares. A eso se le debe añadir que, por día, la central factura 1 millón de dólares, un lucro cesante que se hubiese extendido no por nueve meses sino por al menos cinco años.
La intención es realizar el procedimiento real durante junio. Si la pieza es sustraída con éxito, Atucha II volvería a estar plenamente operativa en julio.
El lobby nuclear para desprestigiar a las energías renovables destaca su carácter de intermitentes. Las nucleares ¿no lo son también? Las interrupciones de servicio no solo suelen ser sorpresivas sino muy prolongadas y costosas.
El gobierno está comprometido a poner en operaciones antes del invierno dos obras fundamentales: el reactor Atucha II. Y el gasoducto Tratayen - Saliqueló. Fuente: El Destape
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