Por Cristian Basualdo
VILLA MARTELLI, 9 mayo 2023.— En el Auditorio Jorge Sábato de la sede central de Nucleoeléctrica, se presentó la edición impresa del libro “Crónica de una reparación (im)posible - El incidente de 1988 en la Central Nuclear Atucha I”. La edición digital ya había sido publicada en 2017.
Juan Carlos Duarte, director de Atucha I cuando sucedieron los hechos relatados en el libro, manifestó en el prólogo que el evento y su recuperación incluyeron variados aspectos que pudieron ser parte de una apasionante novela, “hubo suspenso, drama, intriga, héroes y villanos”, escribió Duarte.
Los héroes vendrían a ser los técnicos que participaron en la reparación, y los villanos, la empresa Siemens, Estados Unidos, Greenpeace y los medios de comunicación.
El 11 de agosto de 1988, el reactor Atucha I sufrió un evento de pérdida de reactividad que llevó a parar la central. Las primeras inspecciones detectaron la rotura de un canal combustible y su correspondiente elemento combustible, con pérdida de material que contaminó el agua pesada con productos de fisión. Con el paso de los días se relevaron daños en otros internos del reactor y se encontraron diferentes objetos en el fondo del tanque moderador. La localización y extracción de fragmentos debió hacerse a través de los espacios que quedaron al retirar canales de refrigeración. El re-arranque se produjo en enero de 1990
Este incidente es ahora canonizado por los funcionarios del átomo mediante el uso abusivo del ditirambo. Por ejemplo, José Luis Antúnez, presidente de Nucleoeléctrica, dijo que “ese fue el momento en el cual nació la independencia científica - tecnológica del sector nuclear argentino”.
El motivo para desenterrar un evento ocurrido hace 35 años es la rotura del reactor Atucha II en octubre de 2022, que lo dejó parado sin fecha cierta de puesta en marcha. Los temores actuales del lobby nuclear son similares a los de 1988, que se pueden leer en la página 102 del libro en cuestión: “La adopción de soluciones prolongadas, profundas y costosas, habría dado lugar a una dura crítica al uso de la alternativa nuclear para la producción de energía. Al mismo tiempo, cualquier inacción que condujera a la falla total en la producción de energía para el sistema interconectado, habría puesto en serio trance la propia supervivencia de las actividades nucleares”.
El denominado completamiento de Atucha II es el mayor fracaso tecnológico de la Argentina moderna, la central costó más que un reactor de tercera generación, y desde el inicio de sus operaciones comerciales generó aproximadamente la mitad de la energía que debería haber generado.
Como la efectividad material de un objeto tecnológico influye en su efectividad política, y ante la imposibilidad de mostrar resultados concretos, Nucleoeléctrica intenta resignificar la rotura de Atucha II para convertirla en una epopeya de la industria nuclear argentina. Los relatos de técnicos argentinos arrostrando dificultades para reparar un artefacto empleando el ingenio argentino, tienen una gran potencia simbólica, porque es fácil imaginarnos mejores que los otros.
Para el montaje del mockup, una réplica que permite reproducir los trabajos que se planifican desarrollar en Atucha II, se rescató la réplica del tanque moderador de Atucha I usada en 1988 que estaba tirada en una barranca. Lijada, pintada y con una placa conmemorativa, pasará a ser un objeto de exhibición para Nucleoeléctrica.
“Quería señalar una coincidencia milagrosa”, dijo Antúnez en la presentación del libro, aclarando que no tenía ningún entusiasmo en que haya ocurrido, “el hecho es que Atucha II tuvo en octubre del año pasado un desperfecto dentro del reactor un caso muy similar al que tuvo Atucha I en el ochenta y ocho”, manifestó Antúnez. A continuación, siguió un aplauso de los asistentes.
Sin embargo, los internos de un reactor nuclear deben operar durante toda su vida útil sin falla alguna. Los reactores Atucha I y II presentaron problemas de diseño y fallas en sus internos que obligaron a largas paradas y reparaciones difíciles en un entorno radiactivo. No hay nada que aplaudir.
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