Las noticias recientes, que indican que Arabia Saudita está buscando la ayuda de Estados Unidos para un programa nuclear pacífico, están llamando la atención sobre el potencial angustioso de la proliferación de armas nucleares en el Medio Oriente. Las conversaciones sobre cómo evitar un futuro tan condenado para la región, podrían estar yendo una vez más en la dirección equivocada. La historia sugiere que la política de poder, en la que el interés propio se prioriza sobre los intereses globales, puede no ser el mejor lente para analizar los problemas del control de armas.
Por Juan Vernieri
Un creciente interés en la tecnología nuclear en el Medio Oriente, combinado con la ambigüedad sobre las actividades nucleares en Irán e Israel, genera preocupaciones sobre la posible proliferación en la región. Una zona libre de armas de destrucción masiva robusta e inclusiva sigue siendo la mejor solución para abordar estas preocupaciones.
Sin duda, será extremadamente difícil encontrar una manera de llevar a Israel a esa zona. Aun así, los otros países de la región y otras partes interesadas, incluidos Estados Unidos, Rusia y China, deben buscar una manera de al menos comenzar conversaciones con Israel sobre la proliferación nuclear en la región.
En 2021, los Emiratos Árabes Unidos (EAU) se convirtieron en la segunda nación de la región (después de Irán) en poner en marcha un reactor de energía nuclear. Tiene otros en construcción. Egipto está siguiendo su ejemplo y recientemente comenzó la construcción de una central nuclear de cuatro unidades basada en tecnología rusa. Además, Jordania y Arabia Saudita tienen planes de construir reactores modulares pequeños y extraer minerales de uranio.
Las preocupaciones sobre el cambio climático y la suposición que la energía nuclear contribuye en la lucha están haciendo que algunos países la reconsideren. Se agrega que los desarrolladores de nuevos reactores efectúan dudosas promesas de menores costos de capital y mayor seguridad. La desalinización de agua de mar con energía nuclear es una posible, aunque probablemente muy onerosa forma de salir de la escasez de agua para una región caracterizada por un riesgo hídrico extremadamente alto.
Objetivo atractivo para el terrorismo
Teniendo en cuenta los conflictos en curso en Siria y Yemen, y un panorama de seguridad cambiante que presenta insurgencias activas, el crecimiento proyectado de la energía nuclear crea complicaciones de seguridad. La infraestructura de energía nuclear será un objetivo atractivo para los actores violentos. Durante la última década, estos actores han demostrado estar bien organizados.
En 2012, el virus informático Shamoon se utilizó para atacar a Saudi Aramco en uno de los ciberataques más destructivos de la región. De manera similar, según la coalición liderada por Arabia Saudita en Yemen, entre 2015 y 2021 los hutíes, una milicia alineada con Irán, dispararon 430 misiles balísticos y lanzaron 851 ataques con drones contra Arabia Saudita, apuntando a instalaciones petroleras. La misma milicia atacó la capital de los Emiratos Árabes Unidos en 2022 y amenazó con atacar su planta de energía nuclear. Un desastre nuclear en el área de envío de petróleo más activa del mundo, el Golfo Arábigo, pondría en riesgo un tercio de la producción mundial de petróleo y la economía global.
Para las tecnologías nucleares, el sabotaje no es la única preocupación. El robo y el tráfico, ya sea con fines de lucro o terrorismo, son muy posibles. Para los actores no estatales armados transnacionales, las áreas no gobernadas bajo conflicto crean circunstancias favorables para tales actividades.
Para 2017, Daesh, también conocido como ISIS, controlaba aproximadamente 45.377 kilómetros cuadrados de territorio y 2,5 millones de personas en Irak y Siria, más grande que Dinamarca o Suiza. El grupo terrorista pudo desarrollar en secreto el programa de armas químicas, además, trató de adquirir materiales radiactivos; y operaba la red de contrabando más grande de la región, incluidas las rutas para la transferencia de armas.
En un entorno tan arriesgado, cualquier programa de energía nuclear debe adoptar medidas adicionales para evitar robos o sabotajes, sobre la base de evaluaciones periódicas de riesgos. Además, estos riesgos de seguridad y protección nuclear requieren una cooperación transfronteriza, con los países de Medio Oriente manteniendo canales efectivos para la colaboración en la preparación para emergencias y la gestión de crisis. Esto también podría aumentar la transparencia sobre las actividades nucleares y reducir el riesgo de una carrera armamentista nuclear. (Fuente: Bulletin of the Atomic Scienstists)
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