El reactor Flamanville-3 está en construcción desde el 2007. Foto: Benjamin Girette / Bloomberg vía Getty Images. |
La crisis energética de Francia tiene múltiples causas. La principal, es el trance que sufre la energía nuclear.
Por Juan Vernieri
Ya en el otoño del 2021, antes de la invasión rusa a Ucrania, había gran preocupación por los precios y la disponibilidad de gas en invierno en la Unión Europea y el Reino Unido, a raíz de múltiples situaciones: la pandemia, la mayor demanda impulsada por la reactivación económica, las altas temperaturas en el verano, el impuesto europeo a las emisiones de carbono y una oferta rusa de gas más limitada. A todo esto, se sumó la disminución en la velocidad de los vientos. Este es uno de los peores años de producción eólica en Europa desde que se tienen registros.
Es decir que cuando se produce la invasión rusa hacía tiempo que los precios de la energía en Francia habían subido.
El 10 de febrero de este año, faltando 14 días para el caos en el continente que produciría la invasión, el presidente Emmanuel Macron anunciaba la construcción de seis nuevos reactores de última generación antes de 2035, los cuales podrían verse ampliados hasta un total de 14. Por aquel entonces, los precios del gas llevaban meses por las nubes, París era visto como el alumno adelantado de la clase por su capacidad de producir y exportar grandes cantidades de electricidad gracias a sus 56 reactores activos. Defensores de la nuclear proponían seguir el ejemplo galo.
Sin embargo, a fines de agosto un presidente francés cabizbajo ofrecía una visión mucho menos optimista del futuro que espera a los franceses. “Creo que asistimos a una gran convulsión, un cambio radical. En el fondo, lo que estamos viviendo es el fin de la abundancia”, declaraba Macron durante una reunión de gabinete, advirtiendo del duro invierno que estaba al llegar.
Debido a una serie de problemas se ha suspendido más del 50% de los reactores nucleares y se ha resuelto reactivar una central de carbón que debía haber cerrado de forma definitiva el pasado marzo por ser una alta emisora de gases contaminantes.
Y lo peor todavía está por venir. Francia está viviendo un fracaso nuclear, con más de 30 reactores detenidos, con una expectativa del precio descomunal de la electricidad, 10 veces superior al del año pasado, mientras Rusia quema 10 millones de euros al día, del gas que no envía a Europa.
Lo que se espera sin electricidad
En cuestión de medio año, Francia ha pasado de convertirse en el ejemplo a seguir por los partidarios de la energía nuclear, al canario en la mina para sus detractores.
La crisis energética tiene mucho que ver con la nuclear en sí misma, pero también con la excesiva dependencia de una sola fuente de energía. Igualmente le sucede a Alemania que durante años utilizó el gas barato ruso, sin tener en cuenta las consecuencias de un posible corte del suministro, como el que Moscú ha iniciado como represalia contra las sanciones occidentales.
Cinco causas de la crisis nuclear francesa:
En diciembre último se descubrieron marcas de corrosión cerca de las soldaduras en las tuberías del sistema de inyección de seguridad de un reactor de la planta de Civaux. Revisiones posteriores revelaron fallas similares en otras plantas. 12 reactores debieron paralizarse para investigaciones exhaustivas.
La pandemia demoró labores generales de mantenimiento del parque nuclear, un programa iniciado en 2014 que debe prolongarse hasta 2025 y tiene como objetivo modernizar y mejorar la seguridad de la flota nuclear, para continuar las operaciones más allá de sus 40 años de vida útil. No pudiéndose postergar más este programa, se detuvieron más centrales que las programadas.
La suma de estos tres primeros factores implica que más de la mitad de los 56 reactores franceses se encuentren inoperativos en este momento.
Por si fuera poco, las condiciones climáticas extremas del último verano, extraordinariamente seco y caluroso han complicado el enfriamiento de los reactores que continúan operando, los cuales han tenido que reducir su producción o ser apagados durante días. Para paliar este nuevo obstáculo, el gobierno permitió a las centrales, de forma excepcional, verter a los ríos el agua caliente que es usada para refrigeración, a pesar de que la regulación lo impide por el bajo caudal y las altas temperaturas que están sufriendo las vías fluviales.
Hay que sumar los interminables retrasos para comenzar a operar el tercer reactor de la planta de Flamanville, en la costa norte de Francia, que se han convertido en un símbolo de los problemas técnicos que enfrentan Electricité de France y sus contratistas. La construcción comenzó en 2007, con una fecha de finalización prevista para 2012. Al día de hoy, sigue sin entrar en funcionamiento y su presupuesto se ha cuadruplicado frente a la estimación inicial de 3.300 millones de euros.
La baja producción de las nucleares —junto al cierre de casi todas las centrales eléctricas de carbón y petróleo y la insuficiente capacidad renovable— coincide con la mayor crisis energética de los últimos 50 años en Europa.
Como gota que colma el vaso, huelgas en las refinerías produce escasez de gasolina en un tercio de las estaciones de servicio.
“Va a ser un invierno extraordinariamente duro. Hemos entrado en lo que a todas luces parece una tormenta perfecta”, advierte el experto Pellerin-Carlin.
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