viernes, 2 de septiembre de 2022

Parque Nacional Pinas: las marcas de años de explotación se integran a un paisaje único para Córdoba

Por décadas, la estancia fue un espacio mítico y la extracción de sus recursos naturales sostuvo la economía del norte cordobés. Ahora busca revivir ese destino pero como área protegida. La entrada norte será clave.

por Lucas Viano

Silencio. Sin viento, en lo alto del Camino de los Túneles no se oye nada. Es la cualidad del paisaje que más llama la atención a cualquier visitante de llega desde una ciudad. La paz se completa cuando la mirada se posa hacia el oeste y se llena con el inmenso llano boscoso que alcanza el horizonte. ¿Qué tan alto y denso será ese follaje? ¿Qué tan extenso será ese monte? Hay que descender.

Gran parte de ese océano verde opaco es el Parque Nacional Pinas, recientemente abierto al público. La bajada desde los túneles es tortuosa y el asfalto abandona el camino. Luego seguirán varios kilómetros más de ripio, el paraje El Cadillo y un cartel que indica “Parque Nacional Traslasierra”, su antiguo nombre, un poco más marketinero, aunque menos auténtico.

Son 10 kilómetros más hacia el portal de ingreso. Allí está Julio Monguillot, un veterano profesional de la Administración de Parques Nacionales (APN) e intendente de esta área protegida. Más tarde, Julio confesará: “Cuando ingresé por primera vez a Pinas, no fue lo que esperaba. Pensé que iba a estar mejor conservado. Se creó un mito alrededor de la estancia, porque no dejaban pasar a nadie”.

Hay 18 kilómetros desde el portal al casco histórico, donde los visitantes pueden bajarse. Pero Julio propone una parada intermedia, donde promete que próximamente habrá un sendero de interpretación del chaco seco, ecosistema al cual representa este parque nacional.

El follaje no es tan denso ni alto como uno imagina desde los mil metros de altura hasta los que llega el Camino de los Túneles. Hay breas, garabatos, piquillines, latas y jarillas, todas especies que no superan los tres metros.

Cada tanto se observa algún quebracho blanco de no más de cinco metros. La estancia Pinas tiene una historia de por lo menos 70 años de desmonte que llega hasta fines del siglo 20. Los quebrachos que sobrevivieron a las hachas no tienen más de 50 años y no son abundantes.

Julio cuenta que esta especie se taló para utilizarlo como madera para postes, varillas, leña y “todo lo que se imagine”. Comenzó por culpa de una seguidilla de años secos en la década de 1920, que afectaron a uno de sus dueños más famosos: Lisandro de la Torre.

Por la falta de agua el político argentino abandonó todo intento de producción agrícola y se inclinó por la explotación forestal. El resultado se observa ahora: un bosque más bien arbustivo, aunque con una importante biodiversidad y un potencial enorme. Luego fueron los años de Juan Manubens Calvet. Y a la deforestación se sumó el ganado vacuno.

El parque no debe renegar de esa historia de explotación. Es uno de los pocos bosques chaqueños con esta continuidad. Son 44 mil hectáreas y otras 60 mil que todavía son estancia y que ojalá se sumen al parque. Dentro de 30 años toda esa superficie protegida va a ser un espectáculo de la naturaleza”, cuenta Julio.

Los brigadistas de Pinas

El casco histórico no es un detalle más del parque. Allí también pueden observarse marcas de su explotación. Sobreviven higueras, moras y palmeras datileras, todos árboles frutales que De la Torre intentó en vano que fructificaran.

Desde allí salen los dos senderos habilitados para que los recorra el público. También se observan las marcas humanas más antiguas, cuando Pinas no era estancia. Hay ruinas de una capilla de 1833 y también morteros de los pueblos originarios en tiempos prehispánicos.

Los diferentes edificios de casco también se integran a la visita y otros sirven de base para los guardaparques y brigadistas. Pinas dispone de 14 empleados. Entre ellos está Gabriel Garay, de 22 años. Su abuelo, su padre y su madre trabajaron en la estancia. Gabriel terminó la primaria en la escuela que funcionaba adentro del predio.

Su padre es un baqueano de Pinas. Gracias a él consiguió el trabajo de brigadista. La región no ofrece muchas salidas laborales. La alternativa es emigrar a alguna ciudad o ingresar a la policía. Pero a Gabriel no lo seduce nada de eso. “Me gusta el campo. El parque nacional es una oportunidad para los jóvenes de la región”, dice.

Gabriel descree de los mitos de Pinas. Pero su compañero, Mauricio Manzano, oriundo de Chancaní (a unos 40 kilómetros de Pinas), todavía los recuerda. “Se hablaba de que si entrabas te asustaban. Que había fantasmas. Que nadie podía entrar, salvo que trabajaras en la estancia”, cuenta. Algunos aún tienen miedo de dormir en el casco.

Vacas, incendios y jabalíes

Hasta el 2020, la estancia Pinas albergó ocho mil vacas. El suelo del monte está casi sin gramíneas debido a ese reciente pasado ganadero y a la sequía de los últimos años. Por algunos sectores aún se observa bosta seca de vaca.

Las huellas de la explotación de Pinas están por todos lados. Hay canales y caminos internos (casi 300 kilómetros) que ahora los guardaparques utilizan como cortafuegos y para patrullar su extensa superficie.

Julio asegura que los incendios son una de las principales amenazas del área protegida. Por eso, en la cima de un cerro sobre las sierras de Guasapampa hay cuatro cámaras que miran todo el parque. Las imágenes llegan hasta una central en Villa de Soto, donde se monitorea la presencia de columnas de humo. Cinco brigadistas forestales darán la primera batalla a las llamas.

La otra amenaza del parque es tan difícil de controlar como el fuego: los jabalíes. Los reportes de cámaras trampas y los avistajes indican una gran población de esta especie exótica.

Destruyen todo a su paso: el suelo, las raíces y los pequeños animales que encuentran. Compiten con la fauna local, como los pecaríes. Y no tienen predadores naturales”, detalla Julio. APN prevé un programa de control intenso. Una alternativa sería utilizar trampas con cebo.

El norte del parque busca una entrada

El parque continúa hacia el este, un kilómetro más allá de las cimas de las sierras de Pocho y Guasapampa, donde el orco quebracho reemplaza al quebracho blanco. Y, al oeste, hasta el límite con La Rioja.

Julio nos acompaña por la zona norte que aún no está abierta al público. Allí también hay huellas de la explotación de la estancia. En un puesto ganadero, Bañados del Tala, aún se observan corrales, alambrados, bretes y tanques australianos.

Durante el recorrido es habitual cruzarse con chuñas, maras, conejos de los palos, zorros y diferentes especies de cingulados (mulitas y quirquinchos). Hacia el noroeste, el monte que antes era bajo por la mano del hombre, ahora se vuelve aún más achaparrado debido a los suelos más salinos.

Aparece otra vegetación: cardones, jumes y pichanillas. Pero también algún quebracho blanco con un nido de loro hablador. El hueco en el tronco tiene hachazos. Julio explica que hace algunas décadas la gente hachaba el nido para sacar los pichones y venderlos como mascotas.

El loro hablador es una especie en peligro de extinción para Córdoba. El parque nacional Pinas es su único refugio. También lo es para el guanaco chaqueño. Y hace pocos años se descubrió en Pinas al pecarí quimilero, una especie que se pensaba extinta para la provincia.

Huellas en las vías del tren

Al costado de un camino interno se observan unas vías de tren abandonadas. Un ramal del ferrocarril Belgrano entraba y moría en la estancia con el objetivo de poder transportar su producción. Al costado de los rieles todavía hay carbonilla, el polvillo del carbón que alimentaba a las locomotoras.

La estación de tren sobrevive en la parte de la estancia que todavía no es parque nacional. Allí también está la antigua escuela, algunas casas y una antigua fábrica de alcohol a partir de quebracho.

A un costado de las vías hay un camino y. sobre él, Julio detecta unas huellas de puma. Esta especie es el mayor predador de Pinas, aunque no el único. Otros felinos que habitan la región son el yaguarundí, el gato montés y el gato del pajonal. También hay hurones y zorrinos. En total hay 24 especies de mamíferos y otras 30 de reptiles

Los observadores de aves pueden avistar 161 especies. Entre ellas: águila coronada, lechuza batarás, carpintero negro, halconcito gris, chuña pata roja, rey del bosque y reina mora.

Algunos visitantes vienen con la idea de avistar parte de ese elenco de animales. Pero otros llegan al parque para romper con ese mito que se generó durante las décadas en que la estancia fue accesible solo a los empleados.

José Lucero trabajó en dos oportunidades en la estancia y decidió visitar el parque con sus hijos para recordar algunas historias. “En 1985 trabajé 22 días en un puesto ganadero, cargábamos unas mil vacas diarias”, recuerda.

También cuenta que en esa época los dueños pagaban muy bien por cada puma cazado. “Si cazabas dos pumas, te hacías el equivalente a un sueldo”, cuenta José, de 60 años y oriundo de El Milagro, una localidad de La Rioja que está a 100 kilómetros de Pinas.

Lo que falta hacer en Pinas

Julio reclama una entrada por el norte del parque. La posibilidad, bastante avanzada, es habilitar un camino de 45 kilómetros desde Serrezuela, pasando por Piedrita Blanca. “Eso ayudaría para que el norte cordobés, siempre tan postergado, capitalice el parque”, asegura el intendente.

Los guardaparques también imaginan un mirador de fauna en una represa en ese sector norte. Ofrecerles agua a los animales garantizaría que muchas especies se queden dentro del área protegida y serviría para un mejor avistaje.

Por el momento, las obras pronto a licitarse son un galpón para el resguardo de equipos y personal de la APN, dos seccionales para que los guardaparques puedan dormir en el lugar y una batería de sanitarios, con duchas y quincho para mejorar la experiencia de los visitantes y que incluso puedan acampar.

Sin embargo, es inevitable mirar más allá del límite oeste y las restantes 60 mil hectáreas de la estancia que todavía no son parque. El acceso está restringido por lo que el misterio continúa. ¿Qué animales resguardará ese monte? ¿Qué historias revelarán sus caminos y ruinas?

El Parque Nacional Pinas necesita abrirse al norte y también reclama toda la estancia para revivir su destino como un espacio mítico y como pilar socioeconómico de esta empobrecida región de la provincia. Ahora convertida en un área que protege una biodiversidad única en Argentina.


Pinas: todo lo que tenés que saber para visitar el nuevo parque nacional de Córdoba

El área protegida abrió sus puerta de manera experimental. Desde la ciudad de Córdoba hay que recorrer unos 300 kilómetros y atravesar el Camino de los Túneles. Días, horarios y senderos.

El Parque Nacional Pinas abrió sus puertas de manera experimental para el público en general. Se trata de una nueva área protegida para Córdoba, ubicada en el noroeste de la provincia.

Está integrado por parte de la Estancia Pinas, que perteneció a Lisandro de la Torre y luego al terrateniente Juan Feliciano Manubens Calvet. El estado compró 44 hectáreas a su herederos para transformarlas en parque nacional. Restan otras 60 mil.

En el lugar habitan 24 especies de mamíferos, 30 de reptiles y 161 de aves. Está dentro de la región del Chaco Seco y tiene bajo salinos.

Desde la ciudad de Córdoba, conviene ir por el camino de las Altas Cumbres hasta Mina Clavero. Luego por ruta provincial 15 hasta Taninga y allí por la ruta provincial 28, o Camino de los Túneles. Hay que bajar por los túneles hasta el paraje El Cadillo y recorrer 10 kilómetros más. Allí hay un cartel del parque. Son otros 10 kilómetros hasta la portada de ingreso. Desde el portal al casco de la estancia son 18 kilómetros más. En total son 230 km de asfalto y otros 60 km de ripio.

Días y horarios

Abre viernes, sábados y domingo, de 9 a 18. El horario de acceso es hasta las 14. El parque cuenta con un cupo diario de visitantes. Hay que registrarse en este formulario.

Se puede visitar el casco histórico y los senderos Los Mistoles (15 minutos de duración, dificultad baja) y Pinagasta (una hora ida y vuelta, con ascenso a la sierra). Observación de aves y vistas panorámicas. Con lluvia los caminos son intransitables.

Hospedaje y comida

El parque no tiene camping y las posibilidades más cercanas de alojamiento son Taninga y Chancaní. Hay que llevarse provisiones para picnic (no se permite hacer fuego) y agua porque no hay proveeduría. Los visitantes deben llevarse sus residuos.


Fuentes:

Lucas Viano, Parque Nacional Pinas: las marcas de años de explotación se integran a un paisaje único para Córdoba, 30 agosto 2022, La Voz del Interior. Consultado 2 septiembre 2022.

Pinas: todo lo que tenés que saber para visitar el nuevo parque nacional de Córdoba, 30 agosto 2022, La Voz del Interior. Consultado 2 septiembre 2022.

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