Actividad de Iodo-131 en la leche de Buenos Aires en 1974. Fuente: Abel González / CNEA. |
Argentina fue contaminada por la lluvia radiactiva provocada por los ensayos nucleares realizados en la Polinesia Francesa entre 1966 y 1974.
por Cristian Basualdo
La guerra en Ucrania y la tensión en Taiwán reavivaron los temores a una guerra nuclear. Más de 5.000 millones de personas podrían morir a causa de la hambruna que provocaría una guerra nuclear entre Estados Unidos y Rusia, según una investigación publicada en el revista especializada Nature Food, que estimó los impactos que produciría en la producción agrícola, pesquera y ganadera, la alteración del clima por el hollín atmosférico provocado por las detonaciones atómicas.
Alan Robock, coautor del estudio, señaló en declaraciones a The Times que tanto Argentina como Australia son “lugares que tienen las mayores esperanzas de que sus sociedades sobrevivan durante una década”, porque “todavía habría suficiente producción doméstica para ellos”. “Los datos nos dicen una cosa: debemos evitar que ocurra una guerra nuclear”, dijo Robock.
La publicación del estudio generó una serie de notas con títulos tales como: Ante una guerra nuclear, la Argentina sería “uno de los mejores lugares para sobrevivir” (Página/12); Argentina, el mejor lugar para sobrevivir una guerra nuclear (Ámbito); y algunas con tono humorístico como la de Crónica TV.
Quiero rescatar del olvido que Argentina fue contaminada por los ensayos nucleares realizados en la Polinesia Francesa, en medio del Océano Pacífico Sur, a unos 9.000 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires. Entre 1966 y 1996, Francia realizó 193 pruebas nucleares en los atolones de Mururoa y Fangataufa, de las cuales 46 fueron al aire libre, las más contaminantes del programa nuclear francés.
El primer ensayo nuclear en la Polinesia Francesa se llevó a cabo el 2 de julio de 1966, el nombre clave de la bomba: Aldebarán, fue detonada en una barcaza en una laguna azul del atolón de Moruroa. Después de la explosión, una bola de fuego vaporizó todo lo que había a su alrededor, se elevó en el aire y, al enfriarse, se convirtió en una vasta nube de polvo radiactivo. La forma de hongo atómico se estabilizó durante unos diez minutos hasta que fue dispersada por los vientos.
En los días posteriores a una detonación nuclear al aire libre se produce la deposición de partículas radiactivas desde la atmósfera, conocida como lluvia radiactiva (en inglés fallout). En Argentina, la lluvia radiactiva producida por los ensayos nucleares franceses fue detectada por la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA).
Uno de los radionucleidos detectados fue el Iodo-131, que tiene una vida media radiactiva de unos 8 días, y tras su deposición se transfiere rápidamente a través de la vía pasto-vaca-leche-humano. El grupo crítico son los bebés de hasta un año de edad, por tratarse de los principales consumidores de leche y porque tienen glándulas tiroides pequeñas, reciben las dosis más elevadas derivadas de la ingesta de Iodo-131.
Se realizaron mediciones de las concentraciones de Iodo-131 en la leche en diversos lugares del Hemisferio Sur durante el periodo de pruebas atmosféricas francesas. El Comité Científico de las Naciones Unidas para el Estudio de los Efectos de las Radiaciones Atómicas (UNSCEAR) estimó que las dosis absorbidas en la tiroides de bebés en Buenos Aires fue de 3,1 miligrays (mGy) en 1966.[1] El Gray (Gy) es la unidad de dosis absorvida, una medida de la energía depositada por la radiación ionizante en la unidad de masa del tejido biológico atravesado.
El ingeniero Abel González, ex director de la CNEA y miembro del UNSCEAR, recordó que “la nube de radiactividad vino a Latinoamérica, llegó a Chile, donde afortunadamente no contaminó mucho, subió los Andes, se enfrió y lo que estábamos del otro lado nos contaminamos bastante. En esa época (1974) medimos en Ezeiza Iodo del orden de 30 a 40 bequerels por litro (Bq/l). Les recuerdo que en Fukushima hubo más de 100, así que fue de alguna manera comparable a Fukushima, hubo una contaminación importante”.[2] El Bequerel (Bq) es la unidad de radiactividad que corresponde a una desintegración nuclear por segundo.
Otro de los radionucleidos depositados por los ensayos nucleares franceses es el Cesio-137. Nucleoeléctrica Argentina SA detecta Cesio-137 en muestras de suelo de diferentes zonas del país, que atribuye al “al remanente (fallout) de las pruebas de armas nucleares realizadas en el pasado en el Hemisferio Sur”.
El 22 de enero de 2021 entró en vigencia el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares. Argentina es el único país de Latinoamérica que no lo firmó.
Referencias:
1.
The radiological situation at the atolls of Mururoa and Fangataufa,
1998, OIEA, página 266.
2. Ver: Conferencia del Ing. Abel J. González “Desafíos inesperados para la Protección Radiológica”, minuto 29:50.
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