Por Cristian Basualdo
Según Jóvenes Por El Clima Argentina es un error pensar que la energía nuclear es indefendible desde una visión ecologista, porque no genera emisiones para producir energía, “no lo decimos nosotros, lo dice el IPCC”, señala el posteo titulado: Energía nuclear: ¿incompatible con el ambiente?.
Para chequear esta afirmación, corresponde remitirse al Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), en su informe de 2014, en las emisiones de tecnologías para suministro de electricidad, asume para la nuclear un rango de 3,7 a 110 gramos de equivalentes de dióxido de carbono por kilovatio hora (Ver: Anexo III, página 1335. Table A.III.2 Emissions of selected electricity supply technologies). Los resultados difieren mucho, porque el IPCC recolecta datos de todas las fuentes, tanto las que proporciona la industria nuclear como otras independientes.
Entonces resulta que la energía nuclear genera emisiones. Cuánto emite depende si se considera estrictamente la etapa de producción de energía eléctrica, o el ciclo del combustible nuclear más todo el ciclo de vida de una central nuclear. Las emisiones se producen durante la extracción, el transporte y el procesamiento del uranio. Como así también durante la construcción y el desmantelamiento de las centrales nucleares.
En el informe Calentamiento Global de 1,5 ºC, el IPCC evaluó qué tecnologías se deben emplear para reemplazar al carbón, valorando su efecto en los objetivos de desarrollo sostenible de la ONU. Los resultados:
Solar: 17, Eólica: 17, Hidráulica: 17, Biomasa: 6, BECCS: 3, Nuclear: -1
Vemos que las energías solar, eólica e hidráulica están muy por encima del resto. La biomasa con o sin captura y almacenamiento de dióxido de carbono (CCS) tienen valoraciones más bajas. La energía nuclear es la única fuente valorada negativamente, porque tiene más inconvenientes que ventajas.
Quiero destacar una frase del IPCC: “los impactos negativos de la extracción y el procesamiento del uranio son comparables a los del carbón, por lo que reemplazar la quema de combustibles fósiles por energía nuclear no cambiaría nada en ese aspecto” (Ver: Global Warming of 1.5°C, página 485). Además, en el IPCC hay preocupación por la seguridad de la minería de uranio y por los residuos generados.
En la segunda parte de esta nota, le propongo al lector considerar los impactos ambientales que produjo la minería del uranio en Argentina.
Según datos de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), en nuestro país se extrajeron entre 1952 y 1997, unas 2.600 toneladas de uranio con una ley promedio de 0,1%. Para obtener un kilogramo de uranio hubo que remover mil kilogramos de mineral. Por eso, la minería del uranio dejó un legado de casi 6 millones de toneladas de colas de mineral, además de roca estéril, y mineral marginal, entre otros pasivos ambientales.
La CNEA aprovechó este legado tóxico para pedir un crédito del Banco Mundial para financiar el que denominó Proyecto de Restitución Ambiental de la Minería del Uranio (PRAMU). El Banco Mundial dejó asentado en sus documentos que “años de laxitud en la aplicación de la normativa medioambiental y en las prácticas de gestión de la industria de extracción de uranio” habían dado lugar a un “legado medioambiental indeseable”, lo que suscitaba preocupaciones sobre “la salud pública a largo plazo y el uso de los recursos naturales” (Ver: Report No: ICR00004359, The World Bank, 2017, página 5). El Banco Mundial rechazó invertir en más de un sitio, y eligió a Malargüe como proyecto piloto de remediación debido a los graves problemas locales de contaminación del agua y de los cultivos agrícolas.
Actualmente, hay 8 sitios que se encuentran sin remediación, la mayoría están abandonados, convertidos en auténticos páramos. La ilustración que encabeza esta nota es del tipo expectativa vs. realidad de la energía nuclear. En primer plano el flyer del posteo de Jóvenes Por El Clima Argentina, que muestra unas torres de refrigeración de una central nuclear emergiendo de un campo de flores. En segundo plano, una fotografía de la CNEA de la ex mina Sierra Pintada, en el sitio San Rafael, en 2005. Se observan los precipitados del dique DN1 y las pilas de colas de disposición temporaria. El terreno quedó yermo, vacío.
La energía nuclear es un emblema del Antropoceno, el periodo en el cual las actividades humanas tienen un impacto global sobre los ecosistemas terrestres. Por eso, el ambientalismo es antinuclear o es una farsa.
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