La tendencia es que los espacios municipales y agroecológicos se consoliden frente a los consumidores cordobeses que demandan más diversidad y exclusividad. La Municipalidad de Córdoba busca que sean una experiencia cultural.
por Lucas Viano
Adrián Ocampos trabaja hace más de 20 años en una de las ferias francas de la ciudad de Córdoba. Comenzó en el puesto de su padre y luego se independizó. En su espacio ofrece más de 70 tipos de frutas y verduras. Hay desde naranjas hasta bamia, una mezcla de pimiento y chaucha.
“La idea es vender siempre productos frescos. Pero eso varía mucho por temporada. Por ejemplo, ahora ya casi no conseguimos durazno ni sandía”, explica Adrián. En su puesto ofrece cuatro variedades de berenjena (incluida la “baby”), boniato, cúrcuma, pimiento campana, entre otras especies “raras” para el paladar cordobés.
Las ferias francas municipales y las agroecológicas, junto con las vendedoras ambulantes que merodean estos espacios, ofrecen unas 200 especies botánicas entre verduras, frutas, legumbres, hierbas y condimentos, según una investigación de la Universidad Nacional de Córdoba.
La diversidad puede sorprender a muchos, si tenemos en cuenta que en una verdulería de barrio o del supermercado podemos encontrar no más de 40.
Agustina Zamar, autora del trabajo que le sirvió de tesis para recibirse de bióloga, estudió las siete ferias francas que cada semana recorren la Capital y las ferias agroecológicas de la ciudad de Córdoba, Villa Allende, Unquillo y Río Ceballos.
Además, analizó los productos que ofrecen las vendedoras ambulantes que deambulan por estos espacios y por el Mercado Norte.
Asegura que existe la creencia de que en las ciudades grandes y globalizadas se pierden los conocimientos y las dietas tienden a ser estandarizadas y homogéneas. Sin embargo, ella observa un movimiento contrario: “Lo que está pasando es que Córdoba se está transformando en una ciudad pluricultural, que incorpora conocimientos de diferentes culturas”.
Y agrega: “La gente tiene la reacción contraria y busca diversidad. Busca productos andinos en las vendedoras ambulantes que además te dan una receta. Las acciones de las personas están guiadas por los conocimientos”.
En su trabajo observó que las vendedoras ambulantes, en su mayoría bolivianas, producen una visualización de nuevos productos. Luego, la gente los incorpora y se los demanda a los puesteros de las ferias.
Agustina explica que años atrás había más vendedoras ambulantes. “A veces se las trata como comerciantes ilegales, cuando tienen una economía de subsistencia. Ahora se las deja estar cerca de las ferias, pero la pandemia y la crisis económica las afectó mucho”, explica.
La flamante bióloga destaca que gracias a ellas ahora en las ferias se pueden ver productos como papa lisa, distintos tipos de maíz, plátano y locoto.
Milagros, otra vendedora de la feria 2, cuenta que el trabajo del feriante es muy duro: “Arrancamos a las 6 a armar los puestos. Pero ya desde el lunes a la tarde vamos a las quintas a buscar las verduras de hoja y luego al Mercado de Abasto para traer el resto”.
Su puesto también tiene una gran variedad que se percibe a simple vista en los colores vistosos: tres variedades de batata, cuatro de zapallo, cuatro tipos de pimientos. “Hay gente se anima a probar nuevas cosas y nos pide, pero también están los que compran lo de siempre”, comenta.
Apoyar las ferias para que no desaparezcan
Agustina imagina algunas tendencias sobre lo que puede suceder con las ferias. Por un lado, espera que las ferias agroecológicas se consoliden y crezcan, como también las ferias municipales más grandes.
Sin embargo, sin las políticas públicas adecuadas, es muy probable que otras más chicas desaparezcan, sostiene. Es lo que observó en las ferias de los barrios Altos de Vélez Sarsfield, Los Bulevares, Marqués de Sobremonte, Altamira y ATE que cuentan con menos de cinco puestos.
Sobre la variedad de productos, Agustina entiende que irá creciendo. “Vamos encontrar cada vez más productos de otras culturas. El conocimiento botánico urbano tiende a enriquecerse y complejizarse”, concluye.
Claudia Civarolo, directora de Ferias y Mercados de la Municipalidad, asegura que la estrategia de la actual gestión es que las ferias francas no sean solo un lugar para comprar, sino una experiencia cultural.
Sin embargo, explica que en los últimos años sufrieron el impacto de la pandemia. “Estuvieron siete meses cerradas hasta que nos autorizaron a trabajar con un protocolo a partir de julio del 2020 y solo con la mitad de los puestos por feria”, dice.
Y agrega: “De a poco se sumaron feriantes y se agregaron nuevas locaciones como Manantiales. También recuperamos barrio Don Bosco, después de 30 años, y vamos a tener Villa Belgrano”.
La funcionaria asegura que muchos centros vecinales le piden una feria para su barrio. “Quieren sumar diversidad en lo que compran y exclusividad en ciertos productos que no se consiguen en una verdulería de barrio. Además, los clientes tienen otro vínculo con el feriante porque le demandan productos”, explica.
Civarolo coincide en que la vida del feriante es muy dura por lo que no es tan fácil conseguir nuevos puesteros. “Cuando detectamos vendedores ambulantes no regularizados, les ofrecemos un lugar en alguna de las ferias, pero no todos aceptan. Incluso desde las mismas ferias nos piden sumar puestos de otros rubros, pero es difícil encontrar”, detalla.
Y agrega: “Hay que mimar a los feriantes porque muchos están desde la década de 1960. Es un espacio ideal que reúne a los vecinos, por eso queremos ampliar la experiencia”.
La apuesta autóctona de la feria agroecológica
Según el estudio de Agustina Zamar, las ferias municipales y las agroecológicas ofrecen 49 especies que son exclusivas de cada espacio. Y comparten 51 especies más.
“Las ferias agroecológicas incorporan más productos nativos y derivados de especies nativas como la panificación que se fabrica a partir de la harina de algarrobo”, explica Agustina.
Cristian Andrade tiene uno de los 70 puestos de la Feria Agroecológica de la ciudad de Córdoba que está los sábados a la mañana en Ciudad Universitaria y los miércoles a la tarde en el pasaje Aguaducho de barrio Alberdi.
Además integra la comisión de cultura de ese espacio. “El primer requisito es que los puesteros sean productores de la zona, aunque también se venden productos de otras provincias como la yerba o el azúcar mascabo”, explica.
En todos los casos deben ser productos agroecológicos. “Significa que no se dañan el ambiente porque no hay desmonte y no se usan agrotóxicos, pero además que el trabajo sea en blanco o bajo algún régimen de producción cooperativa, por ejemplo”, detalla.
Otro foco está puesto en la estacionalidad de los productos. “En nuestra feria no vas a conseguir tomate en invierno porque no se pueden producir de manera agroecológica”, asegura.
Y explica que también se educa al comprador: “En la feria se van a ofrecer tomates o lechugas ‘picadas’ porque eso es un síntoma de que son agroecológicos y no se los fumigó. Las personas están acostumbradas a elegir lo que comen por la estética, pero detrás de eso hay químicos y semillas híbridas”.
Andrade también explica que se fomenta “las producción de los vecinos”. “Hay personas que tienen un árbol frutal o una aromática. Nosotros nos aseguramos que sea una producción agroecológica y la ofrecemos en la feria”, comenta.
Sobre las especies autóctonas, detalla que se ofrecen muchos “yuyos serranos” para hacer infusiones con propiedades medicinales. “El problema con las plantas autóctonas es que no se cultivan sino que se recolectan del monte nativo. La producción es poca porque tampoco se puede extraer tanto sin dañar”, asegura.
Fuente:
Lucas Viano, Las ferias cordobesas atesoran hasta 200 variedades vegetales y cada vez son más visitadas, 10 abril 2022, La Voz del Interior.
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