martes, 26 de octubre de 2021

¿Un Green New Deal nuclear? No, gracias

En los últimos años ha crecido el interés por el Green New Deal y se han propuesto varias versiones en distintos países. Al mismo tiempo, se ha criticado estas propuestas por diferentes motivos, incluyendo el hecho de que normalmente no incluyen la energía nuclear entre sus planes.

por M. V. Ramana y Schyler Edmunston

Artículo publicado originalmente en Beyond Nuclear International.

Los argumentos en contra

A estos críticos pronucleares se les escapa una razón fundamental: el Green New Deal es, por definición, mucho más que un plan de reducción de emisiones. Como nos disponemos a argumentar, los atributos esenciales de cualquier Green New Deal descartan la energía nuclear como opción.

Como el New Deal original del presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt de los años 30, las propuestas del Green New Deal enfatizan la creación de puestos de trabajo. La versión del Nuevo Partido Democratico canadiense, por ejemplo, exige “un New Deal por la acción climática y los trabajos de calidad”.

La energía nuclear no es una buena generadora de puestos de empleo. Un estudio muy conocido demostró que, en base a cada gigavatio-hora de electricidad que se genera, las centrales solares son mucho más baratas de construir y mantener que los reactores nucleares.

Las propuestas por un Green New Deal también conllevan una fuerte reducción de las emisiones. Una portavoz del Pacto por un Green New Deal exigía “una reducción del 50 % de las emisiones de gases deefecto invernadero para 2030”. Construir una central nuclear lleva, de media, una década y otros 10 antes para las necesarias planificaciones, obtención de permisos y, muy importante, de financiación para poder construirla. Por tanto, es imposible construir centrales nucleares a tiempo para reducir emisiones si queremos respetar los objetivos climáticos.

Por último, pero no menos importante, el Green New Deal propone enfatizar la ética y la equidad. El Pacto por un Green New Deal, por ejemplo, quiere asegurar que la necesaria transición de energía “sea socialmente justa, que no hiera a las personas más desfavorecidas económicamente y que respete los derechos de los pueblos indígenas”. Son precisamente estos colectivos quienes más han sufrido el mal llamado ciclo nuclear de principio a fin.

En todo el mundo, el uranio que ejerce de combustible nuclear se ha obtenido por medio de la minería en muchas tierras originales de pueblos indígenas, hablemos de Canadá, India, Estados Unidos, o Australia. Hay una evidencia incuestionable del devastador efecto sobre la salud de la producción de uranio, como ha sucedido con las naciones Navajo y Lakota.

Los planes de la industria nuclear para la eliminación de los residuos radiactivos producidos por los reactores nucleares también tienen como objetivo zonas con gran proporción de poblaciones indígenas, lo que se ha determinado correctamente como colonialismo nuclear.

Los residuos nucleares, por su propia naturaleza, representan serios desafíos para cualquier esfuerzo que busque basar la política energética en la justicia. El peligro de estos residuos se deriva de que permanecen radioactivos durante cientos de miles de años, y no se puede asegurar que se almacenen de modo seguro durante tanto tiempo. Existe cierta injusticia inherente en el hecho de forzar a las generaciones futuras a responsabilizarse por unos residuos que no han generado, y que pueden alcanzar al agua subterránea, incluso cuando ya no consuman energía de origen nuclear.

Una serie de tecnologías que se consideran como necesarias para combatir el cambio climático son las llamadas energías renovables, en especial la solar y eólica. Porque dependen de la luz del sol y de la intensidad del viento, hay quienes sugieren que la energía nuclear debe ser parte del mix para asegurar la disponibilidad eléctrica cuando se necesite.

Esto no es cierto y diversas investigaciones han demostrado que es posible, incluso en Ontario, la provincia canadiense más dependiente de la energía nuclear, desmantelar la energía nuclear y reducir las emisiones, manteniendo un suministro eléctrico seguro y estable.

Es más, las instalaciones nucleares existentes no tienen la flexibilidad necesaria para integrar bien el rendimiento variable de las energías solar y eólica. Por ello, inhiben agendas climáticas bastante ambiciosas. Fue al entenderse esto que finalmente se decidió cerrar la central de Diablo Canyon en California.

En resumidas cuentas, la energía nuclear no es compatible con los principios básicos del Green New Deal.


M. V. Ramana, Schyler Edmunston, Universidad de Columbia Británica

Traducción de Raúl Sánchez Saura.


Fuente:

M. V. Ramana, Schyler Edmunston, ¿Un Green New Deal nuclear? No, gracias, 25 octubre 2021, El Salto Diario. Consultado 26 octubre 2021.

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