En 2011, la central nuclear japonesa de Fukushima quedó gravemente dañada tras un tsunami. Los trabajos para descontaminar la zona de exclusión son esfuerzos hercúleos que durarán décadas. Martin Fritz, desde Fukushima.
por Martin Fritz
Primero hay que pasar por montones de sacos apilados hasta llegar finalmente a una barandilla para poder mirar dentro de un enorme pozo. En su fondo, media docena de excavadoras esparcen grandes cantidades de tierra, que los camiones vierten. "Sellamos la fosa con siete capas de láminas de plástico para evitar que los materiales radiactivos lleguen a las aguas subterráneas", explica Takahiro Hasegawa, subdirector del almacén provisional de los residuos de la descontaminación de Fukushima.
Las dimensiones de este proyecto son monstruosas. Apenas un año después de la catástrofe nuclear de marzo de 2011, trabajadores en trajes de protección comenzaron a retirar material radioactivo allí donde había y se movía gente: en más de 840 kilómetros cuadrados en 52 ciudades. Los trabajadores rasparon los cinco centímetros superiores de tierra de todas las superficies, ya sean campos, parques o patios de recreo. También limpiaron los tejados de las casas, las carreteras y los caminos, además de filtrar el agua contaminada. Se recortaron árboles, setos y arbustos, y se recogieron hojas y maleza. Se gastaron 24.000 millones de euros en esas tareas.
Reducción de la radiación
El resultado de estas gigantescas limpiezas es difícil de evaluar. Según el gobernador de la prefectura de Fukushima, Masao Uchibori, los niveles de radiación han descendido considerablemente: en la ciudad de Fukushima, por ejemplo, de 2,7 microsieverts a 0,1 microsieverts por hora. "Este nivel no es superior al de otras ciudades del mundo", afirma Uchibori. Pero el descenso no se debe únicamente a la descontaminación. La lluvia y el viento, así como la descomposición natural de las partículas radiactivas, también han contribuido.
A diferencia del accidente del reactor de Chernóbil, hace 35 años, en Fukushima no explotó ningún núcleo de reactor lleno de uranio y plutonio, sino que, de las vasijas de presión, salió gas hidrógeno con yodo y cesio radiantes. El yodo se descompone rápidamente; el cesio-137 con una vida media de 30 años. El ochenta por ciento del vertido fue a parar al mar. Gracias a estas afortunadas circunstancias, Fukushima puede volver a ser habitable.
Ya se han levantado todas las órdenes de evacuación de las ciudades de la zona de exclusión. Pero las autoridades siguen clasificando 337 kilómetros cuadrados como "zonas de difícil retorno". Se trata de grandes zonas en las poblaciones vecinas inmediatas a la central nuclear y en un corredor al noroeste. Los antiguos residentes solo pueden entrar en esas zonas con permiso, y no pueden pernoctar en ellas.
Debido a la radiación de más de 50 milisieverts por año, hasta ahora no se ha llevado a cabo ninguna medida de descontaminación allí. Según las investigaciones de Greenpeace, incluso la mayoría de las zonas descontaminadas siguen polucionadas con cesio. Por los tanto, los repatriados estarían expuestos al límite de 1 milisievert al año durante décadas, afirma el experto nuclear de Greenpeace Shaun Burnie.
Transporte de millones de sacos
Los 14 millones de bolsas de plástico azul y negro para descontaminación, cada una de las cuales contenía un metro cúbico de residuos biológicos, cubrieron el paisaje en 100.000 lugares durante mucho tiempo. A menudo permanecían por ahí mucho más tiempo que el máximo prometido de tres años. Mientras tanto, los camiones han llevado diez millones de bolsas al almacén provisional, y los cuatro millones restantes llegarán en la primavera de 2022. Allí, las grúas de una fábrica elevan las bolsas a una cinta transportadora y las rompen con una pinza afilada. Su contenido se tritura, se tamiza y se clasifica en grandes bidones metálicos. La tierra se amontona en fosas de hasta 15 metros de altura. Los demás residuos se incineran in situ, y las cenizas se vuelcan en un vertedero independiente.
Para este almacén provisional, el Estado japonés está comprando las 2.400 parcelas privadas que rodean la central nuclear de Fukushima Daiichi. La superficie total de 16 hectáreas equivale a 2.200 campos de fútbol y es cinco veces más grande que la central nuclear con sus seis reactores. El ministro de Medio Ambiente, Shinjiro Koizumi, habla de una decisión "difícil" que tendrían que tomar los propietarios privados de los terrenos. Entretanto, el 75% se ha desprendido de sus tierras, mientras que un pequeño número solo las ha arrendado al Estado. Porque el gobierno de Tokio ha prometido a los habitantes de la prefectura de Fukushima que el almacén provisional solo existirá hasta 2045.
Reciclaje hasta 2045
El Ministerio de Medio Ambiente quiere aprovechar los 24 años restantes para reducir al máximo la cantidad de material. "Tenemos previsto reciclar la tierra con una radiactividad inferior a 8.000 becquereles por kilogramo", explica Hasegawa, jefe adjunto del almacén provisional. Ya se están realizando pruebas piloto para dos soluciones concretas. En primer lugar, la tierra contaminada se enterrará en la subestructura de las carreteras y, en segundo lugar, a una profundidad de 50 centímetros bajo los campos de hortalizas.
Ian McKinley, geoquímico de Zúrich que trabajó como consultor en la gestión de residuos radiactivos en Japón, cree que estos usos tienen sentido. "El cesio se adhiere a otros materiales y es muy inmóvil", explica. "Enterrarlo en el suelo blindará la radiación". Pero la estrategia significaría que los materiales radiactivos de Fukushima se dispersarían por todo el país. Es probable que muchos japoneses de fuera de la región afectada no estén de acuerdo con ello.
(gg/cp)
Fuente:
Martin Fritz, Fukushima: la lucha contra la radiación es una tarea interminable, 11 marzo 2021, Deutsche Welle. Consultado 20 marzo 2021.
No hay comentarios:
Publicar un comentario