El 28 de octubre de 2019, un analista de seguridad informática tuiteó que varios hackers habían conseguido "acceso como controladores de primer nivel a la central nuclear de Kudankulam” (KKNPP) en Tamil Nadu, India.
KKNPP tiene dos reactores en operación que están conectados a la red desde octubre de 2013 y agosto de 2016.
por M. V. Ramana y Lauren J. Borja
Artículo publicado originalmente en Beyond Nuclear International.
Viene de la primera parte.
Tres problemas difíciles
La ciberseguridad debería ser una fuente de preocupación para la energía nuclear en todo el mundo, y la infección de KKNPP es una indicación más de las posibilidades de los ciberataques futuros. Muchos investigadores de seguridad siguen avisando del riesgo. Dos informes recientes, uno de la británica Chatham House y otro de la estadounidense Nuclear Threat Initiative, han identificado muchas debilidades en los sistemas de seguridad informática de las centrales nucleares.
El informe de Chatham House avisa de la miopía de los operadores de planta: “el personal de las centrales nucleares no es consciente de la extensión de su cibervulnerabilidad”, en parte debido al “mito nocivo de que las instalaciones nucleares están completamente aisladas del internet público, y que por tanto están a salvo de cualquier ciberataque”.
“Y, sin embargo, estos aislamientos pueden venirse abajo con tan solo un USB, como con el caso de Stuxnet, pero los beneficios comerciales de la conectividad de internet significa que las instalaciones nucleares pueden tener sus propias redes virtuales privadas y demás conexiones instaladas, en ocasiones no documentadas u olvidadas por lor proveedores u otras legítimas terceras partes”.
Reflexionemos sobre esto. Primero, el concepto de 'beneficios comerciales' se refiere al hecho de que mientras la conexión de un ordenador del sistema a internet implica un alto riesgo, también tiene sus ventajas. Una obvia ventaja es su conveniencia operacional. Alguien que trabaja con el ordenador puede necesitar copiar cierta información o descargar algo para poder hacer su trabajo.
Conectarse a una red más amplia también permite que otros trabajadores, como el personal de mantenimiento, puedan trabajar con el sistema sin estar físicamente en la central. Este es el primer problema: no podemos evitar ciberataques sin renunciar a la comodidad de la conexión a internet. Para las centrales nucleares, que requieren de un uso extensivo de ordenadores y demás maquinaria, el coste operacional de no conectarse a una red más amplia puede ser bastante considerable.
En segundo lugar, el papel de los trabajadores es muy importante. El fenómeno por el que estos, con o sin su conocimiento, amenazan la seguridad de la organización en la que trabajan se conoce como una amenaza interna. Muchos de los ejemplos que utiliza Chatham House están causado por un trabajador o proveedor que contaban con autorización para utilizar el sistema de control interno.
La mayoría de las veces, estas personas muy probablemente no tengan intenciones maliciosas. Sin embargo, sus acciones sí conducen a consecuencias adversas. El problema es que las centrales y otras infrasestructuras necesitan contar con trabajadores, así que este riesgo no puede eliminarse.
Los contratistas y otras terceras partes aumentan aún más el número de personas con acceso al sistema. Es más, este personal más externo, aunque posean un gran conocimiento técnico, están mucho menos familiarizados con el conjunto de la central.
Esto se ilustra con el ejemplo de 2008 de la central nuclear Hatch en los EEUU. En marzo de ese año, el sistema de control industrial se vino abajo cuando un contratista reinició un ordenador para que se instalara una actualización en la red IT. Este reinicio de la IT, supuestamente separada de la OT, causó que se introdujera un valor 0 en los datos del sistema, que lo malinterpretó como una insuficiencia de agua de refrigeración y cerró automáticamente el reactor.
El contratista sabía que el ordenador iba a reiniciarse, pero no que esa sería la consecuencia. El reactor estuvo 48 horas sin funcionar y la empresa tuvo que adquirir electricidad de otra distinta para mantener sus obligaciones de suministro. Esto costó a la empresa 5 millones de dólares estadounidenses. De haber sucedido este problema en otro momento, con una demanda alta, podría haber conducido a apagones.
El tercer problema procede de los conflictos inevitables acerca de las prioridades organizacionales. Queda claro que las actualizaciones ocasionales en los ordenadores del sistema es una verdadera prioridad, pero puede resultar en una parálisis de la central. Como todo el mundo con un ordenador o un smartphone sabe, las actualizaciones son buenas porque evitan virus, malware, etc. En Hatch, pudo haberse destapado alguna vulnerabilidad de no actualizarse el sistema. Pero instalar la actualización tuvo un efecto adverso para el conjunto.
De la misma manera, hay conflictos entre lo que es bueno para los negocios y lo que es necesario para la seguridad. Tener acceso a una red interna puede ser importante desde una perspectiva empresarial. Crearla, sin embargo, conduce a vulnerabilidades de seguridad.
Desde 2008, muchas compañías reconocieron los problemas con la conectividad y buscaron construir redes separadas. Pero el problema sigue sin resolverse, como prueba el ataque de malware NotPetya de 2017. Mientras que ese virus atacó una red IT, su impacto se notó en las redes OT de todo el planeta, hasta los sistemas de monitorización de la radiación en la central de Chernóbil.
Una definición de problema es una situación sin, en potencia, solución. Ese es el caso con los ciberataques de centrales nucleares. En la mayoría de circunstancias, no existe garantía de que sus sistemas informáticos puedan aislarse de cualquier ataque.
Continúa en la tercera parte.
M. V. Ramana, Lauren J. Borja, Universidad de Stanford. Universidad de Columbia Británica.
Traducción de Raúl Sánchez Saura.
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Fuente:
M. V. Ramana, Lauren J. Borja, Espionaje nuclear II, 8 febrero 2021, El Salto Diario. Consultado 10 febrero 2021.
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