sábado, 21 de noviembre de 2020

2020: la quiebra del fracking

por Martintxo Mantxo

Absortos por los devenires de las elecciones de Estados Unidos nos ha pasado desapercibido un hecho de gran magnitud como es el desplome del fracking, aquella forma de extracción de combustibles fósiles que nos quisieron vender. El fracking se desplomaba en Estados Unidos debido a distintos factores como su hiperinflación, la reducción de los propios recursos, la deuda, el efecto de la crisis de la Covid-19 y la crisis de precios que viene sufriendo el mercado del petróleo. Con la quiebra del fracking se multiplican los problemas para la economía de Estados Unidos, para su sistema energético, y por tanto para el mundo, pues el petróleo y ahora el gas también, rigen, como ha quedado demostrado en numerosas ocasiones, la economía mundial. Además ahora las compañías en bancarrota alegan no poder costear los gastos del desastre provocado, dejando detrás un legado económico y ambiental sin precedentes (1).

Menos de un año después de informar de la bancarrota de empresas de fracking de Estados Unidos, éstas se han multiplicado. Entonces compartíamos las bancarrotas de EP Energy, Chesapeake Energy, Ranch Energy Corp. Bellatrix Exploration y Murray Energy (cercana a Trump) (2). Desde entonces, desde enero hasta fines de agosto 2020, otras 36 empresas estadounidenses relacionadas con el fracking se han declarado en bancarrota con una deuda acumulada de más de 50.000 millones de dólares, como informaban Oilprice y Rainforest Action Network en el informe “Fiasco de Fracking: Los bancos que impulsaron la quiebra del esquisto de Estados Unidos” (3). El informe prevé el hundimiento de otras 150 empresas en los próximos dos años.

El efecto del cierre de empresas ha precipitado el abandono 1,98 millones de pozos que constituyen una amenaza y un desastre ambiental en marcha. El fracking ya conllevó la liberación de grandes volúmenes de gas que mucho se perdió en la atmósfera y mucho fue quemado: se calcula que el 23 % del gas producido!! Además de su contribución al cambio climático (el gas es básicamente metano, el más potente gas de efecto invernadero) ese gas contribuyó a muchas más explosiones.

Sin embargo, si durante la explotación del fracking ya se destinaba gran parte del capital a sueldos de directivos, con la bancarrota millones de dólares han sido destinados a compensar a sus directivos, evidenciando que su enriquecimiento se prioriza a subsanar sus múltiples impactos. Y debemos recordar, que si alguien es responsable de que la empresa vaya a la quiebra son sus directivos, y si si alguien es responsable de los impactos cometidos también. Si de alguna forma se pueden justificar sus sueldos astronómicos es así, pero se demuestra una vez más, que quieren los millones pero sin asumir las responsabilidades.

Junto a estas empresas, los primeros en resentirse han sido bancos y fondos de inversión y de pensión que las avalaban. Wells Fargo sufrió sus primeras pérdidas desde la crisis del 2008 en el segundo trimestre de 2020: 2.400 millones de dólares. No culpó de ello a la pandemia sino al sector del petróleo y el gas (4). Desde finales de 2015 (Acuerdo sobre el Clima de París) Wells Fargo ha sido el mayor banquero del fracking estadounidense con 49.000 millones de dólares para 50 empresas. Más de un quinto de la financiación total. Y contabiliza más de la mitad de la financiación de fracking de Estados Unidos (53,5 %) junto a JPMorgan Chase, Citi y Bank of America. Y recordemos: lo han financiado porque lo ha permitido el gobierno, que todos sabemos qué gobierno ha sido durante estos últimos años, y porque lo ha respaldado Wall Street.

Esto demuestra como bancos y empresas financieras han financiado el sector pese a las advertencias de su insostenibilidad económica y sus inaceptables impactos sociales, ambientales y climáticos. Con los precios del petróleo devaluándose constantemente, los productores de petróleo y gas de fracking no podían conseguir suficientes beneficios, con lo que los actuales préstamos en lugar de con beneficios se pagan con los futuros. Así hasta llegar a la actual situación, donde no hay que rascar. Los financiadores ignoraron las advertencias porque se abonaron al beneficio inmediato, “una historia de codicia a corto plazo que ahoga la racionalidad a largo plazo” lo explica el informe de Oilprice y RAN. Sin duda la historia de una burbuja, donde todos se apuntan de inicio a un mercado nuevo, que atrae inversión con lo que se alzan precios y con ella beneficios, que esconden a los inversores la realidad, y el pensar que “a mi no me tocará”, o “si los demás invierten es porque no es tan malo”.

Este informe recoge también el volumen de este fiasco que calculan asciende a 361.000 millones de dólares, resultado de una inversión de 1.18 billones dólares y sólo 819.000 millones de beneficio entre 2010 y 2020 (5). Las empresas analizadas amasan ahora una deuda de 120.000 millones de dólares a vencer entre 2021 y 2025. Meses antes de que apareciera el coronavirus, un ex-directivo petrolero avanzó que la industria del fracking de petróleo y gas había destruido el 80% del capital invertido desde 2008 (6).

Un nuevo capítulo de capitalismo que tendrá consecuencias irremediables en la economía de Estados Unidos y del mundo. Una muestra clara de que una actividad sólo ocurre si existe financiación. La enésima demostración que el capitalismo, y máxime el liberalizado, el neoliberalismo, lejos de ser infalible es un fracaso pagado con deuda, dinero público e imposición institucional y política. Otra demostración de que no se puede dejar solo a las empresas transnacionales, como demanda el neoliberalismo, gestionando la política y la economía porque no les mueven objetivos generales sino particulares. Otra demostración de que este sistema es irresponsable con la sociedad y con el medio ambiente, con el Planeta del que dependemos para nuestra supervivencia individual y colectiva. Y una nueva crisis que ocurre a pocos años de la crisis de 2008, ocurrida también en los Estados Unidos, por otra burbuja (inmobiliaria) y la especulación de las entidades financieras, facilitada por la pasividad de las instituciones estatales y globales, y que ocurre sin parecer haber aprendido nada. Y una nueva crisis que ocurre nuevamente en el país económicamente más potente del mundo, y que luego se atreve a dictar (imponer) cátedra, mientras que solventa la solución exprimiendo un poco más a países y a sus propias clases endeudas. Una vez más.

Bancarrota sí, pero resultados lucrativos para directivos también

Mientras, con las caídas se ha presenciado una transferencia de capital público a las empresas de fracking, pero a su vez de éstas a sus directivos, en lugar de destinarse a liquidar las empresas o pagar por daños cometidos. La industria del petróleo y el gas de Estados Unidos se ha beneficiado del paquete de alivio del coronavirus del gobierno con entre 9.000 y 13.800 millones de dólares (7).

El Regulador de Petróleo y Gas de Dakota decidió invertir 16 millones de dólares directamente en las empresas de fracking, y además para nuevos pozos, en lugar de cualquier medida contra el coronavirus o la situación que ha provocado, o la limpieza de pozos abandonados (800 pozos se encuentran perforados sin haber sido fracturados) (8). Así se han asignado ayudas de hasta 200.000 dólares a cada empresa que quiera iniciar actividades de fracking, como forma de incentivar esa industria y conseguir puestos de trabajo, que disminuyeron con la pandemia. Obviamente, la decisión se justifica por ser esta la actividad económica de mayor beneficio en esa economía.

La empresa de fracking Texas MDC Energy se declaró en bancarrota en febrero de 2020 con deudas superaban ahora el valor de sus activos en más de 180 millones de dólares. La compañía necesitaría más de 40 millones de dólares para limpiar sus pozos, pero sin embargo, como informa el New York Times, si pudo pagar a su director ejecutivo 8,5 millones de dólares en honorarios de consultoría (9).

Whiting Petroleum, otra de las empresas de fracking operando en Dakota del Norte buscó protección por bancarrota en abril, pero seis días antes de su declaración de bancarrota aprobó cerca de 15 millones de dólares para sus principales ejecutivos. Chesapeake Energy se declaró en quiebra en septiembre, pero pocas semanas antes había pagado 25 millones de dólares en bonificaciones a sus directivos. Diamond Offshore Drilling obtuvo un reembolso de impuestos de 9,7 millones de dólares como parte de las políticas de estímulo Covid-19 del gobierno, para declararse en quiebra el mes siguiente. Pagó a sus ejecutivos la misma cantidad, como incentivos en efectivo. Se evidencia por tanto la transferencia directa de fondos públicos a los bolsillos de unos pocos.

El fracking fue la panacea

El fracking fue la panacea, por un lado por ser necesarias alternativas energéticas en el actual modelo, por la reducción de esos versátiles combustibles, y por otro, por el deseo de soberanía energética de muchas economías. Y obviamente, por el sobredimensionamiento de sus bondades. En ese sentido, el gobierno vasco también picó, y nos lo vendieron como la forma de hacer uso de un recurso que poseíamos y que garantizaría nuestra autonomía energética, actualmente, totalmente dependiente del gas y petróleo del extranjero.

De pasar a ser el país que inició la extracción del petróleo y sus aplicaciones en distintas actividades, Estados Unidos fue reduciendo sus yacimientos. 1971 fue el punto álgido de producción con 9,6 millones de barriles de producción. Para 1973, año de la crisis energética, comenzó a descender, para seguir una línea descendiente desde entonces. Entre 1985 y 1989, la dependencia de Estados Unidos del petróleo extranjero aumentó del 26 % al 47 %. El año más bajo de producción fue 2008 con 5 millones de barriles. Pero ese año impulsó también la técnica de extracción de la fractura hidráulica o fracking.

Gracias fracking Estados Unidos consiguió abastecerse de la mitad del petróleo que precisaba y recuperó el primer puesto entre los países productores, con lo que apuntaló de cierta forma su posición hegemónica mundial. Auguraban que gracias al fracking Estados Unidos sería independiente energéticamente para el 2030. Actualmente produce el 60 % del petróleo que consume, importando el restante 40 %, principalmente de Oriente Medio, Venezuela, México y Canadá. De ahí también su necesidad de controlar a otros países productores e incluso impulsar guerras y muerte.

El fracking es es un tipo de extracción mucho más caro porque el petróleo y gas se encuentran en mucha menor cantidad y mucho más dispersos, y también porque conlleva mucha más tecnología e infraestucturas. Por otra parte, es (son) de peor calidad y mucho más contaminante (tanto en la extracción y refino, como en el consumo, y en este caso en su transporte también). El aspecto ambiental no es totalmente asumido por las empresas extractivas, por lo que no afecta al precio ni a su beneficio. Ávido de buscar mercados para su petróleo de fracking, Estados Unidos alteró y desestabilizó los precios del petróleo, lo que ha tenido un efecto también en su contra, y ha intentado “imponerlo” a través de tratados y otras artimañas, como se planteaba aquí con el TTIP.

La crisis del fracking dentro de un mercado volátil

La crisis que ahora enfrenta el fracking no es más que un caso más de las constantes que ha sufrido el sector del petróleo debido a su inestabilidad, y la falta de predictibilidad y de soluciones, con situaciones ajenas a la propia industria, como acontecimientos políticos y sociales que la afectan de lleno y globalmente. Así ha pasado en los últimos años con la guerra de precios desde los EEUU, que finalmente ha llegado a afectarles a ellos mismos. A ello se suma ahora un nuevo conflicto relacionado con la crisis de la Covid 19 y las propuestas de reducción, y provocado por la falta de acuerdo entre Arabia Saudí y Rusia, y sus decisiones.

La inicial producción de petróleo de fracking de Estados Unidos y su introducción en el mercado internacional provocó una reducción de precios del 70 %, y su desplome entre 2015-16 (uno de los tres mayores descensos desde la Segunda Guerra Mundial). A partir de 2015, el crecimiento de la demanda de petróleo en todo el mundo comenzó a caer, y cayó precipitadamente de 2017 a 2019.

En 2018 Estados Unidos se convirtió en el mayor productor de petróleo mundial gracias a su producción por fracking.

Hay que situar el inicio del fracking en Estados Unidos en un momento en el que se alcanza a nivel mundial el pico del petróleo (2005-06), y por tanto, pese a lo elevado de su coste, pese a la gran tasa de retorno energético que supone, en su momento contribuyó con miles de barriles de petróleo, cuando no había adiciones considerables ni en la producción ni en el hallazgo de nuevos yacimientos. Por ello, tuvo un efecto enorme en la economía de Estados Unidos y por tanto en la global también. También hay que entenderlo en el contexto de la crisis económica global de 2008, provocada en gran parte, paradójicamente, por los mismos Estados Unidos.

Después, los precios del petróleo se desplomaron en 2019, y después la producción de petróleo estadounidense, principalmente enfocada en la extracción por fracking, se desplomó a principios de este año, 2020. La crisis de la covid-19 ha supuesto la estocada, ya que con el confinamiento se redujo el consumo energético (10). En ese contexto Arabia Saudí propuso también una reducción de producción, que Rusia no aceptó. Arabia Saudí declaró la guerra bajando el precio a 8 dólares el barril, sobre todo para clientes del petróleo ruso. La decisión tuvo un efecto en el mercado del petróleo, pero sobre todo en el petróleo de fracking.

Alza y desplome del fracking en Bakken, epicentro del fracking en Estados Unidos

En 2000 existían aproximadamente 23.000 pozos de fracking en los Estados Unidos, que para 2015 se elevaron a 300.000. El fracking entonces representó el 51 % del petróleo crudo de los Estados Unidos y el 67 % del gas natural (11). En Estados Unidos, la mayor zona de extracción fue la de la cuenca de Bakken, una zona con substratos de esquistos que coincide con los estados de Dakota del Norte y del Sur, Montana y dos provincias canadienses (Manitoba y Saskatchewan).

Bakken presuntamente acumulaba 7.380 millones de barriles de petróleo, de los 13.000 millones repartidos por todo el país. Ello suscitó esta reciente fiebre del fracking, sin aceptar su limitaciones. A su vez, si se optó por este petróleo y por incidir en esta técnica, fue porque el petróleo convencional se redujo tras llegar a su pico, hecho evidente en Estados Unidos. Para mayo de 2017 había en Dakota Norte 11.681 pozos de fracking (12). 11.681 pozos de fracking en una extensión de 178.694 km2 (a descontar toda la zona Este en la que no tiene lugar esa actividad). De ahí son esas fotos aéreas de cientos de parcelas con pozos petroleros a escasa distancia una de la otra. Mientras en Dakota del Sur, sólo eran 211 (2016).

El fracking supone la totalidad de la extracción petrolera y gasista de Dakota Norte, y contabilizaba por la mitad de sus ingresos. Gracias al fracking el desempleo en Dakota Norte era sólo del 2 % en marzo del 2020, pero para abril 2020 ya era del 9,1 % (13). La fiebre del fracking en la cuenca de Bakken ha durado tan sólo 10 años.

El gobierno de Dakota Norte mostró poca rigidez con las empresas en cuanto a sus impactos ambientales. Ahora que se van declarando en bancarrota una tras otras, todos esos impactos se quedan ahí, para que el estado se encargue de ello.

Como en la región no existía ninguna infraestructura petrolera, la mayor parte se tuvo que improvisar, lo que unido a las prisas por el beneficio y la falta de regulación y supervisión, resultó en un caos ambiental. La falta de otras posibilidades como oleoductos y la necesidad de tantos por lo disperso de la extracción, obligó a las empresas a usar las carreteras y camiones como forma de sacar el petróleo y el gas de los campos, con lo que se dañaron éstas y se multiplicaron los accidentes de tráfico. Para el tren, se carecía de infraestructuras por lo que se proyectaron nuevas que ahora seguramente nunca se construyan, y se utilizó la red convencional y los trenes cisterna usados para transportar aceite de maíz. Ello conllevó incesantes accidentes: descarrilamientos y derrames resultando en incendios, que les valió el sobrenombre de «trenes bomba». El primer descarrilamiento importante ocurrió el 6 de julio de 2013 resultando en una explosión masiva, 47 muertes y la destrucción de gran parte del centro de Lac-Mégantic (Quebec) (14).

En Dakota también se dio uno de los conflictos ambientales, políticos y étnicos más importantes del país, el de la reserva de Standing Rock, provocado por el paso del oleoducto DAPL, también para petróleo de fracking. DAPL supone una gran amenaza ambiental y social, pues le preceden decenas de casos de rotura de oleoductos y sus correspondientes derrames y contaminación. Antes de iniciar su actividad oficial, DAPL ya provocó su primer derrame.

La maldición de los recursos

La situación con que se enfrenta ahora Dakota del Norte y por extensión los Estados Unidos es lo que en muchos otros países con recursos petroleros o minerales se ha conocido como maldición de los recursos (15). Esta noción hace referencia a los perjuicios que conlleva el ser rico en un recurso, de forma que en lugar de incidir positivamente en la economía, se torna negativo. Por un lado se crea dependencia económica a un rubro, y cuanto éste disminuye o si su mercado fluctúa, la economía de ese lugar se resiente. Por otro lado se destinan grandes cantidades de esa riqueza al mismo sector, descuidando otras inversiones con lo que la economía tampoco consigue liberarse. Además los beneficios de esos recursos son acaparados por la élite de forma que no redundan en la población local, que por otro lado sufren los efectos ambientales de la industria extractiva y el deterioro de su entorno y sus medios. La única solución es optar por una economía más diversificada pero enfocada a la propia sociedad y sus necesidades, de forma que sea más estable y sostenible.

Pero el fracking no es el único causante de la actual crisis ambiental y climática: es un desastre que se suma. El abandono de pozos actual se suma a los existentes millones a nivel mundial despidiendo gas y contribuyen enormemente al calentamiento global. En Colombia, como advierte el experto en petróleo y activista Andrés Gómez, el panorama de los pozos convencionales abandonados es alarmante. En tres de los campos importantes de extracción del país se calculan 2.307 los pozos abandonados y se registraron 366 contingencias en tres años (16). En el caso de los Estados Unidos se estiman más de 3,2 millones de pozos de petróleo y gas abandonados. Y a ellos se les vinculan emisiones de metano por un volumen de 281 kilotoneladas (2018) (el equivalente al daño climático de consumir unos 16 millones de barriles de petróleo crudo) (17).

El fracking multiplica los riesgos y los impactos porque es una forma de extracción mucho más intensiva, por los químicos que precisa para disgregar el petróleo o el gas de la roca, por los ingentes volúmenes de agua que precisa para ello y que contamina, porque consiste en romper la roca subterránea con lo que altera su estructura y posibilita escapes y filtraciones que contaminan acuíferos, fuentes, etc,, además de provocar movimientos sísmicos. Todos ellos han quedado ampliamente recogidos en informes y documentales como los de Gasland. Esto es neoliberalismo en estado duro. Las empresas quieren actuar sin restricciones por parte del estado en cuanto a licencias, regulaciones, etc., y así multiplicar beneficios (ejecutivos de empresas petroleras/gasistas y financieros de Wall Street), pero cuando llega la hora de daños en el medio ambiente, y en las comunidades y personas, evaden sus responsabilidades, para que sea el estado, la ciudadanía la que corra con los costes. Que sea la sociedad la que sufra los daños, y que sea la sociedad la que pague con dinero público esos costes. Esa ha sido la constante en una extracción petrolera que se destaca por ser más costosa que cualquier otra, y que obviamente, no se realizó hasta ahora porque todas las demás resultaban más baratas. Pero unido a la inyección económica y a la burbuja financiera que crearon en torno a ella, consiguieron que el fracking siguiera adelante.

A ello añadir el control tecnológico que poseían las empresas estadounidenses, y el interés de un escaparate como ese, para poder venderla al mundo y beneficiarse. El truco del vendedor de elixires del Far West funcionó a medias: muchos países le vieron la pata al lobo, algunos después de probarlo, otros, después de ver los resultados, tanto en Estados Unidos como en países vecinos, y muchos sólo entraron en razón tras movilizaciones ciudadanas masivas. Esos fueron los casos de Alemania, Bulgaria, Dinamarca, Francia, Irlanda, Reino Unido (2019), Rumanía, Túnez, Holanda, o incluso estados de Estados Unidos (New York, Vermont, Maryland, Oregón, Washington, Florida) y Canadá (New Brunswick), como lo ha sido en varias comunidades del estado español, donde la moratoria se levantó en 2019 (18).

En ese sentido, hay que apuntar también que Estados Unidos se ha beneficiado por apoyar una técnica que en muchos lugares ha sido rechazada por sus efectos, al igual que se beneficia por su postura oficial ante la emergencia climática.

De Trump a Biden

Donald Trump además de presidente de los Estados Unidos es un magnate, uno de los principales millonarios del país, y por tanto, con una filosofía muy concreta, pero sobre todo con intereses personales muy concretos. En el caso del fracking más aún porque había invertido en distintas compañías que impulsaban esta técnica o igualmente compañías petroleras (19). Trump tenía inversiones en BHP Billiton, Halliburton, Schlumberger, Chevron, Occidental Petroleum, EOG Resources, Conoco Phillips, Shell y en las dueñas de los polémicos oleoductos encargados de transportar esos petróleos como Energy Transfer Partners y Phillips 66, dueñas del DAPL, y Kinder Morgan, dueña del oleoducto del mismo nombre (20).

Además, su asesor ambiental Harold Hamm, era nada menos que el fundador y presidente (hasta enero 2020) de la mayor empresa de fracking del país, Continental Resources. Hamm realizó donaciones millonarias a la campaña de Trump (21). Continental Resources es una de las principales compañías de fracking que operó en Dakota Norte embolsándose miles de millones de dólares. Donald Trump fue también accionista de esta misma empresa, con lo que su decisión, por ejemplo, de reiniciar el DAPL se vio como una decisión interesada. Se deshizo de sus acciones una vez en el gobierno, pero, obviamente, no de sus lazos con Hamm.

Ante la situación provocada por Trump y sus intereses y apoyo al fracking, debemos añadir, que si bien la situación puede variar por la crisis en que está inmerso el sector, el recientemente elegido presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, ya aclaró en su campaña que no prohibiría el fracking (22).

(1) Mikulka, J. “The Bakken Boom Goes Bust With No Money to Clean up the Mess” (8-08-2020) www.desmogblog.com/2020/08/08/bakken-fracking-oil-boom-bust-hess-cleanup

(2) “Frack off! Again!” (07-01-2020) www.naiz.eus/en/iritzia/articulos/frack-off-again https://rebelion.org/frack-off-again

(3) “Fracking Fiasco: The Banks That Fueled The U.S. Shale Bust” www.ran.org/wp-content/uploads/2020/09/RAN_OCI_Fracking_Fiasco.pdf

(4) Ídem

(5) Ídem

(6) Ídem

(7) “¿El fin del petróleo? La pandemia redunda en la abundancia de combustible fósil, pero el dinero de rescate de COVID-19 fluye a la industria petrolera” https://aplaneta.org/2020/09/03/el-fin-del-petroleo-la-pandemia-anade-a-la-abundancia-de-combustible-fosil-pero-el-dinero-de-ayuda-de-covid-19-fluye-a-la-industria-petrolera

(8) Kusnetz, N. 28-10-2020. “The $16 Million Was Supposed to Clean Up Old Oil Wells; Instead, It’s Going to Frack New Ones” https://insideclimatenews.org/news/28102020/north-dakota-coronavirus-stimulus-funding-fracking-oil-wells

(9) Tabuchi, H. 13-10- 2020. Fracking Firms Fail, Rewarding Executives and Raising Climate Fears. The New York Times. www.nytimes.com/2020/07/12/climate/oil-fracking-bankruptcy-methane-executive-pay.html

(10) Ver más en “¿El fin del petróleo? La pandemia redunda en la abundancia de combustible fósil, pero el dinero de rescate de COVID-19 fluye a la industria petrolera” https://aplaneta.org/2020/09/03/el-fin-del-petroleo-la-pandemia-anade-a-la-abundancia-de-combustible-fosil-pero-el-dinero-de-ayuda-de-covid-19-fluye-a-la-industria-petrolera

(11) https://ballotpedia.org/Fracking_in_North_Dakota

(12) Ídem

(13) Cobb, K. North Dakota blues: The legacy of fracking. 30-08-2020 www.resilience.org/stories/2020-08-30/north-dakota-blues-the-legacy-of-fracking

(14) Ver también “Vertidos de petróleo” https://spip.ecologistasenaccion.org/article22790.html y “Fracking: la resistencia mundial continúa” https://rebelion.org/fracking-la-resistencia-mundial-continua

(15) Véase, por ejemplo, el libro de Alberto Acosta (Ecuador) “La maldición de la abundancia” https://rebelion.org/docs/122604.pdf o el artículo de Gregorio Iriarte (Adital) sobre situación similar en Bolivia por la abundancia de recursos como minerales, gas y ahora litio, en CENSAT (Colombia). https://censat.org/es/noticias/la-maldicion-de-los-recursos-naturales

(16) Gómez, A. “El ‘fracking’ de Duque: quiebras masivas y más contaminación” Las 2 Orillas. www.las2orillas.co/el-fracking-de-duque-quiebras-masivas-y-mas-contaminacion

(17) Ver más en “Millones de pozos de petróleo abandonados están perdiendo metano, una amenaza climática” https://aplaneta.org/2020/09/27/millones-de-pozos-de-petroleo-abandonados-estan-perdiendo-metano-una-amenaza-climatica

(18) Herrera, H. 2020. The legal status of fracking worldwide. GHRE. ghre.org and the Permanent Peoples’ Tribunal Session on Human Rihts, Fracking and Climate Change

(19) www.greenpeace.org/usa/in-case-you-were-wondering-donald-trump-has-multiple-ties-to-the-dakota-access-pipeline

(20) Ver más en www.forbes.com/sites/timdaiss/2016/11/26/trump-owns-stake-in-hotly-disputed-3-8-billion-oil-pipeline-conflict-of-interest-looms/?sh=2eefe23a5d00

(21) Ver donaciones: www.opensecrets.org/donor-lookup/results?name=Harold+Hamm&page=1

(22) “¿El fin del petróleo? La pandemia redunda en la abundancia de combustible fósil, pero el dinero de rescate de COVID-19 fluye a la industria petrolera” https://aplaneta.org/2020/09/03/el-fin-del-petroleo-la-pandemia-anade-a-la-abundancia-de-combustible-fosil-pero-el-dinero-de-ayuda-de-covid-19-fluye-a-la-industria-petrolera


Fuente:

Martintxo Mantxo, 2020: la quiebra del fracking, 20 noviembre 2020, Rebelión.

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