miércoles, 19 de agosto de 2020

¿Fracasó la revolución verde de Bill Gates en África?

Varios países occidentales apoyan a la Alianza para una Revolución Verde en África (AGRA), cuyo objetivo es preparar a los pequeños agricultores africanos para el futuro. Pero las críticas abundan.

por Daniel Pelz

Las cifras son uno de los temas favoritos de la Alianza para una Revolución Verde en África (AGRA). En su página web, los números abundan: informa que su trabajo llega a casi 23 millones de pequeños campesinos, que invirtió más de 550 millones de euros, fundó 119 empresas de semillas y financió unas 700 investigaciones académicas.

Pero a la AGRA le falta en su página otra cifra que, entretanto, se puede hallar en archivos en internet: esa organización planeaba duplicar hasta 2020 el ingreso de 20 millones de pequeños agricultores y reducir a la mitad la escasez de alimentos en 20 países africanos, según una declaración de 2006, año de su fundación.

“No se lograron los objetivos”

Los críticos dicen que ese no es el único anuncio de la alianza que quedó en la nada. “Si una organización no llega a cumplir los objetivos que se propuso, deberían estar sonando las señales de alarma, no solo en la sociedad civil, sino en la propia AGRA y para sus donantes”, dijo la experta en Agricultura Mutinta Nketani, de Zambia.

Nketani forma parte de un grupo de autores de un análisis actual, publicado por varias organizaciones de Desarrollo alemanas y africanas, junto con la Fundación Rosa Luxemburgo, cercana a la izquierda.

En ella, las cifras no dejan una buena imagen de la AGRA. La cantidad de personas que sufren hambre no solo no ha bajado en los 13 países africanos socios, sino que ha aumentado en más de un 33 %. El crecimiento de la productividad agrícola fue en ocho países más lento que antes del comienzo de la actividad de la AGRA. Y en dos países, incluso disminuyó, según el estudio.

Campesinos en la trampa de las deudas

La alianza, con sede en Nairobi, apoya, según datos propios, sobre todo a los pequeños agricultores. E informa que invirtió hasta ahora unos 500 millones de euros en ellos. “Los campesinos necesitan acceso a la tecnología, a buenas semillas y buenos abonos”, dijo la presidenta de la AGRA, Agnes Kalibata, en una entrevista con DW, en 2017. La alianza forma a los campesinos, entre otras cosas, para que sepan utilizar esos recursos.

Pero, de acuerdo con el análisis mencionado, los agricultores de, por ejemplo, Zambia, tuvieron que tomar créditos para poder comprar semillas y abono. Y como las cosechas no fueron las que esperaban, no pueden pagar sus deudas. También el gobierno de Zambia tiene una montaña de deudas porque compró semillas y abono a altos precios para repartirlos entre los campesinos. Según el estudio, las deudas impagas ascienden actualmente a 106 millones de dólares. En otros países africanos se producen situaciones similares.

“¿Qué intereses representa en realidad la AGRA?”, pregunta Mutina Nketani en entrevista con DW. “En la mayoría de los casos, se trataba de los intereses de empresas privadas, como las que producen semillas y productos para el abono de la tierra, y en Zambia esas compañías son grupos multinacionales”, explica. Además, según ese estudio, el uso masivo de abonos vuelve a los suelos incultivables. La AGRA se centra en la siembra de monocultivos, como el maíz, y la vegetación local desaparece.

Las acusaciones contra la AGRA son particularmente graves porque esa organización es una de las favoritas de los donantes occidentales. “La alianza goza de gran reconocimiento entre muchos gobiernos africanos, en la Unión Africana y en la sociedad civil”, dice a DW Dirk Schattschneider, comisionado de la iniciativa Un Mundo sin Hambre (One World, No Hunger), dependiente del Ministerio alemán de Desarrollo.

Buenos contactos

La AGRA fue fundada en 2006 por dos organizaciones estadounidenses: la Fundación Bill Gates y la Fundación Rockefeller. Solo la Fundación Gates respaldó hasta ahora a la AGRA con unos 589 millones de dólares. Hoy, la alianza se describe a sí misma como una iniciativa africana. Ambas fundaciones, sin embargo, siguen siendo los mayores donantes.

La jefa de la AGRA, Agnes Kalibata, cuenta con una importante red internacional de apoyo. En 2017 fue coautora de una resolución durante una conferencia internacional sobre alimentación que Alemania organizó con motivo de su presidencia del G20. Ese mismo año, AGRA y el gobierno alemán acordaron una cooperación, que, evidentemente, es importante para ambas partes. En 2019, el congreso anual de la AGRA tuvo lugar en Berlín. En este momento, Kalibata prepara para 2021 una cumbre mundial de alimentación como embajadora especial del secretario general de la ONU, António Guterres.

Ofensiva en los medios

La influencia de la AGRA también es el resultado de una ofensiva en los medios: en 2019 la alianza ofreció a la prensa entrevistas, comentarios y hasta viajes pagos a sus eventos. Sin embargo, el pedido de entrevista de DW sobre las actuales críticas a esa organización no obtuvo respuesta durante días.

La respuesta que al fin llegó fue la siguiente: “Rechazamos la crítica de ese análisis, que no fue realizado de forma transparente”, comunicó el jefe de Estrategia de la AGRA, Andrew Cox, por escrito. “AGRA no tuvo oportunidad de expresarse respecto de los `resultados´ del estudio. Nos parece un despropósito hacer declaraciones al respecto”, señaló. Además, la alianza anunció una evaluación de su trabajo de las últimas décadas para finales de 2021. La organización no cree que deba cambiar su enfoque fundamental por el momento. “AGRA ha demostrado que, cuando los campesinos tienen acceso a las semillas y a la tecnología, sus ingresos aumentan”, escribió Cox, añadiendo que esa organización sigue persiguiendo el objetivo de reestructurar la agricultura para posibilitar que aumenten los ingresos de 30 millones de pequeños campesinos en África.

Para Dirk Schattenschneider, es probable que la alianza se haya puesto unos objetivos demasiado ambiciosos. Además, sufrió la influencia de factores negativos externas, como, por ejemplo, la crisis financiera mundial, así como catástrofes naturales, entre otros, explica.

Pero, a pesar de eso, debe rendir cuentas: “En el futuro debe poder contarse con datos mejor validados de las actividades de AGRA. Además, en los proyectos de esa alianza debe haber lugar para enfoques agroecológicos”, subrayó el comisionado de Un Mundo sin Hambre. Las conversaciones con AGRA al respecto aún continúan.

Según Mutinta Nketani, lo importante es que los donantes cambien su punto de vista: “Deberían apoyar proyectos agrícolas basados en tecnologías y experiencias locales”, resalta. Y aclara que los agricultores africanos saben perfectamente cómo producir semillas y abonos que protegen el medioambiente.

(cp/ers)

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Fuente:
Daniel Pelz, ¿Fracasó la revolución verde de Bill Gates en África?, 13 agosto 2020, Deutsche Welle.

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