Inundación en Venecia durante la borrasca Adrián, en octubre de 2018. Foto: Stefano Mazzola / Awakening / Getty Images. |
Venecia
ha probado con éxito su sistema de diques contra las inundaciones,
una herramienta que más allá del alivio que produce en la
población, lleva a reflexionar sobre el riesgo de apostar todo a la
tecnología y obviar actuar sobre la raíz del problema climático.
por
Alejandro Tena
Un
gigantesco sistema de diques para evitar que la subida del mar
engulla Venecia. Esta infraestructura de acero, denominada Módulo
Sperimentale Elettromeccanico (MOSE), ha sido probada con éxito en
la laguna que rodea la ciudad italiana para tratar de mitigar los efectos de unas inundaciones que, a causa de la crisis climática, se
han vuelto más habituales y dañinas que nunca. El muro, que
emergerá del fondo marino en tiempos de acqua alta, podría ser una
herramienta útil contra las severas consecuencias que desencadenará
el calentamiento del planeta. No en vano, estas estructuras de metal
amarillo corren el riesgo de entenderse, más que como herramienta,
como salvación mesiánica contra la emergencia climática para
aquellos pueblos costeros amenazados por la subida del nivel del mar.
Esta
idea simple es la denominada tecnolatría, es decir, "la
creencia irracional en que la tecnología es la fuente de solución
de todos los problemas, incluidos los problemas que no son técnicos",
tal y como advierten Héctor Tejero y Emilio Santiago, autores de Qué hacer en caso de incendio. Manifiesto por el Green New Deal (Capitán Swing). No se trata de rechazar las ayudas de la ingeniería y los
avances científicos, sino entender que son herramientas paliativas
que pueden hacer que la humanidad gane algo de tiempo a la hora de
hallar el modo en el que actuar sobre la raíz del problema
climático.
"Hay
una gran tendencia al tecno-optimismo en ciertos ámbitos, desde los
medios de comunicación, hasta la política. De alguna forma, es algo
que está muy presente en nuestra sociedad, porque nos gusta pensar
que se inventará o se construirá algo que nos dé soluciones
totales", explica Samuel Martín-Sosa, coautor del libro Manual de lucha contra el cambio climático y miembro de Ecologistas en
Acción, que señala la importancia que tiene entender que ninguna de
las innovaciones que se plantean en el presente actúan sobre la raíz
del problema, un modelo de producción que no tiene en cuenta "los
límites materiales del planeta".
María
Jesús Bravo, ingeniera civil y vicepresidenta primera del Colegio de
Ingenieros Técnicos de Obras Públicas, enfatiza en el poder que
tienen las nuevas infraestructuras y la tecnología en mitigar los
impactos ambientales, pero hace hincapié en la idea de entenderlas
como herramientas y no como soluciones. "La ingeniería no puede
cambiar la mentalidad de una sociedad o de una persona que, por
ejemplo, no quiera tener un consumo responsable del abastecimiento de
agua o que no quiera reciclar sus residuos", comenta. Lo que sí
hace este sector es "facilitar que la sociedad pueda disfrutar
de determinados avances como el uso controlado del agua o el
reciclaje".
El
problema no es la tecnología, sino la idolatría de la misma. Esa
suerte de culto al I+D+i es lo que ha definido a Elon Musk, CEO de Tesla, como salvador de la humanidad a golpe de baterías eléctricas,
automóviles de lujo eléctricos y el deseo de colonizar el espacio.
Representa, según Martín-Sosa, "la arrogancia de la humanidad
de pensar que podremos controlar el clima". Y es que el ejemplo
de Tesla, el vehículo del siglo XXI, es el más paradigmático: "No hay recursos para sustituir todos los combustibles fósiles por las nuevas energías, sin embargo, es un debate que no existe en la
sociedad, que parece tener asumido que en el futuro sólo habrá este
tipo de coches eléctricos".
Las
soluciones al impacto de los temporales en el levante pueden ser otro
ejemplo de cómo la sociedad puede ver en la ingeniería una falsa solución de un problema de dimensiones globales. Bravo señala cómo
los efectos de las inundaciones del litoral español -cada vez más
frecuentes por la crisis climática- pueden reducirse con obras y
canalizaciones, sin embargo, pone el foco en la raíz del problema:
"Ese problema concreto tiene que ver con que hay muchas
construcciones donde no deben. El mar y los ríos tienen su espacio y
el ser humano ha intentado expandirse al máximo".
La
industria agrícola, responsable del 24 % de las emisiones globales,
según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación
y la Agricultura (FAO), también ha visto en la tecnología una forma
de reinventarse y tratar de avanzar hacia la sostenibilidad sin
cambiar el modelo de producción intensivo. Un ejemplo de ello son
las floating farms (granjas flotantes), desarrolladas en el puerto de Roterdam, Holanda. Este invento ganadero, pionero por el
reaprovechamiento de residuos y el uso de energías limpias, ha sido
criticado por los colectivos ecologistas y animalistas, ya que, más
allá de las innovadoras instalaciones, no cumple con las demandas
del IPCC de modificar los usos del suelo y disminuir la producción
cárnicos.
Más
que como solución, Martín-Sosa ensalza el papel de la tecnología
"como herramienta" y destaca la necesidad de canalizar toda
la innovación que se genere hacia una perspectiva de vida diferente
y "con otro tipo de gobernanza mucho más democrática". En
resumen, se trata de aceptar el paradigma de la movilidad eléctrica
y hacerlo común, para que el coche sostenible no descanse en un
garaje privado y sea compartido; o de abrazar la energía solar como
alternativa, pero desde una perspectiva alejada del negocio de las
multinacionales y al servicio de los modelos cooperativos.
La
ayuda de la tecnología, de los proyectos de ingeniería y obras
públicas es fundamental. Sobre todo desde una escala más local y
europea, sin embargo, Martín-Sosa pone el foco en cómo la
innovación agrandará la brecha entre aquellos estados que, como
Italia, pueden invertir en un gran dique que combata la subida del
nivel del mar, y aquellos situados en el cono sur que, dentro de unas
décadas, podrían ser engullidos por el océano. "No basta con
pensar sólo en la tecnología, necesitamos un cambio de la
organización social", concluye.
Fuente:
Alejandro Tena, 'Tecnolatría' o el peligro de pensar que sólo la innovación nos salvará de la crisis climática, 13 julio 2020, Público.
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