por
Ricard González
TÚNEZ,
14 jul 2020 (IPS) - En los años 90, tras el colapso de la Unión
Soviética, la idea de que las guerras del futuro estarían motivadas
por el control de los recursos hídricos se instaló entre analistas
y medios de comunicación. Tres décadas después, aquel negro
augurio aún no se ha materializado, y, en paralelo, la cooperación
internacional, con sus más y sus menos, es la norma en la gestión
de las cuencas transnacionales.
No
obstante, quizá el mundo nunca ha estado tan cerca de una “guerra
por el agua” como ahora, tras el aumento de la temperatura en el
diferendo entre Egipto y Etiopía por la construcción del Gran
Embalse Etíope del Renacimiento (GERD, en inglés), que se halla en
su última fase.
De
hecho, las autoridades etíopes pretenden empezar a llenar el
depósito en los próximos días, sin haber alcanzado aún un acuerdo
previo con Egipto, lo que ha inflamado las tensiones.
Las
disputas entre El Cairo y Addis Abeba por el agua del río Nilo se
iniciaron hace una década, con el anuncio de la construcción de la
enorme presa, una de las más grandes de África y del mundo, pues
ocupará una superficie de 1800 kilómetros cuadrados y su capacidad
será de 74 000 millones de metros cúbicos.
El
principal uso del embalse será la generación de electricidad, un
proyecto que el Gobierno etíope considera indispensable para
desarrollar el país, en pleno crecimiento económico y demográfico.
El GERD incluso le permitiría convertirse en un hub energético y
exportar electricidad a sus vecinos. Egipto, por su parte, teme una
reducción considerable del caudal del Nilo, que aporta al desértico
país el más de 90 por ciento de sus recursos hídricos.
“El
Gobierno etíope sigue una política de fait accompli [hechos
consumados]. Parece que su intención es alargar las negociaciones y
entretanto seguir construyendo la presa, y así no encontrar
cortapisas en la gestión de la misma”, denuncia Nader Noureddin,
profesor de Recursos Hídricos de la Universidad de El Cairo.
Estas
sospechas se han consolidado después de que Etiopía haya renegado
del acuerdo tripartito alcanzado en febrero después de meses de
negociaciones en Washington bajo la mediación de Estados Unidos y el
Banco Mundial.
“Las
negociaciones han progresado bastante y los puntos en disputa entre
ambos países son solo unos pocos ahora. No hay nada que indique que
Etiopía no está negociando de buena fe. Creo que quieren un acuerdo
para evitar las presiones de la comunidad internacional. Necesitan a
esta para desarrollarse”, sostiene Alfonso Medinilla, investigador
del think tank ECDPM, especializado en África.
Las
tres partes (Egipto, Sudán y Etiopía) retomaron sus negociaciones a
principios de junio, esta vez con Estados Unidos, la Unión Europea
(UE) y Sudáfrica como observadores. Egipto está intentando
intensificar la presión internacional sobre Etiopía involucrando al
Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas
(ONU).
En
2015, los líderes de esos tres países firmaron una Declaración de Principios que debía servir de marco para resolver el conflicto. No
obstante, el documento era muy vago, y cada parte lo interpreta de
forma diferente.
Uno
de los principales escollos ha sido la duración del proceso de
llenado del depósito del embalse (Etiopía quería llenarlo en tres
años, Egipto en 10), pero parece que se divisa un consenso alrededor
de un periodo de entre cinco y siete años.
Más
peliaguda es la cuestión de cuál debe ser el mecanismo de
resolución de futuros conflictos en la gestión de la presa, y,
sobre todo, qué caudal mínimo debe recibir Egipto en caso de un año
o múltiples de sequía. Este último punto es crucial a causa del
cambio climático.
“Los
estudios muestran que la desviación que describe la variabilidad
interanual del flujo total del Nilo podría aumentar en 50 por
ciento, pero que eventualidades extremas como sequías e inundaciones
se volverán más recurrentes”, escribe Ana Elisa Cascao en el
libro Natural Resource Conflicts and Sustainable Development
(Conflictos por los recursos naturales y desarrollo sostenible) en el
capítulo dedicado al GERD.
Desarrollo
‘pese a quien pese’… o desarrollo ‘sostenible y equitativo’
“Este
conflicto es muy complejo puesto que no se trata únicamente del
GERD, sino que tiene raíces históricas que deben conocerse para
entenderlo”, asevera Medinilla.
Egipto
basa sus reclamaciones en acuerdos alcanzados durante la era colonial
británica, y actualizados en 1959 en un tratado bilateral con Sudán.
Según este documento, a Egipto le corresponden 55 500 millones de
metros cúbicos y a Sudán 18 500, por lo que entre los dos acaparan
más de 90 por ciento del caudal regular del Nilo.
Los
otros nueve Estados de la cuenca del Nilo (Burundi, República
Democrática del Congo, Etiopía, Eritrea, Kenia, Ruanda, Sudán del
Sur, Uganda y Tanzania) consideran injustas estas cuotas, y seis de
ellos firmaron en 2010 el llamado “Acuerdo de Entebbe”, que
pretende redefinir el reparto del agua del río más largo del mundo,
fruto de la confluencia, cerca de Jartum (Sudán), del Nilo Blanco y
el Nilo Azul. El GERD está emplazado en el curso de este último.
“Egipto
no puede vivir con una reducción sustancial del agua del Nilo. Su
economía y agua para el consumo depende de ello”, afirma
Noureddin, que recuerda que cada egipcio dispone de una media de poco
más de 500 metros cúbicos de agua al año, la mitad del umbral que
establece la ONU para considerar que un país se halla en situación
de “estrés hídrico”.
Según
el catedrático, el reparto se debe hacer en función de las
necesidades y de la existencia de fuentes de agua alternativas:
“Etiopía tiene nueve ríos, varios grandes lagos y lluvia
abundante. En total, sus recursos hídricos alcanzan los 122 000
millones de metros cúbicos, mientras que Egipto tiene únicamente 62
000 millones, 55 500 de los cuales proceden del Nilo”.
La
agricultura representa actualmente 12 por ciento del producto interno
bruto (PIB) y emplea a 24 por ciento de la mano de obra en Egipto,
en cuyas desérticas tierras no habría podido surgir la primera gran
civilización humana sin las aguas del caudaloso río.
“(En
Etiopía) más de 65 millones de personas viven sin acceso a la
electricidad. El potencial del río es enorme. Etiopía, durante
mucho tiempo fue conocida por sus crisis humanitarias y sus
hambrunas. Esto tiene que cambiar, (debemos) sacar a la gente de su
pobreza abyecta”, afirma Zerihun Abebe, miembro del equipo
negociador etíope.
El PIB por persona de Etiopía es de unos 780 dólares, cuatro veces
inferior al egipcio. Para los etíopes, la construcción del GERD se
ha convertido en cuestión de orgullo nacional.
Ante
las dificultades para amasar los 4957 millones de dólares de su
coste a través de la financiación internacional a causa de su
polémica naturaleza, el gobierno etíope ha sufragado buena parte
del gasto con unos bonos patrióticos adquiridos por sus propios
ciudadanos.
Precisamente,
según algunos expertos consultados, la politización del conflicto y
el hecho de que haya inflamado los sentimientos nacionalistas en
ambos países es uno de los principales obstáculos para una
resolución negociada.
“Tanto
egipcios como el resto del mundo saben muy bien cómo conducimos una
guerra cuando esta llega”, declaró recientemente Birhanu Jula,
vicejefe del Estado Mayor etíope, en respuesta a los tambores de
guerra que resuenan en los mentideros de El Cairo.
Los
escasos intercambios comerciales entre Egipto y Etiopía también
dificultan la búsqueda de soluciones imaginativas, ya que no
permiten ampliar la negociación para incluir mecanismos de
compensación a otros niveles.
“Lo
único que podría llevar a Egipto de nuevo a la guerra sería el
agua”, afirmó el presidente Anuar Sadat en 1979, tras firmar los
acuerdos de Camp David con Israel.
La
cuenta atrás para evitar ese escenario está llegando a su fin, y el
margen de maniobra del primer ministro etíope, Abiy Ahmed, Premio
Nobel de la Paz 2019, es finito en un año electoral.
“Creo
que el tiempo límite para alcanzar un acuerdo es de tres meses.
Después de este lapso, podríamos tener la primera guerra del agua
de la historia”, advierte Noureddin.
Aunque
ambos países no tienen fronteras comunes, el conflicto podría tener
lugar a través de un actor subrogado, ya sea un Estado o una
milicia. De hecho, quizás no es casualidad que se hayan registrado recientemente escaramuzas en la frontera entre Etiopía y Sudán.
Este
artículo fue publicado originalmente por EqualTimes.org, con quien
IPS tiene un acuerdo de redistribución de sus contenidos.
Fuente:
Ricard González, Cuenta atrás en la agria batalla por el agua del Nilo, 14 julio 2020, Inter Press Service. Consultado 17 julio 2020.
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