por
Luis Brizuela
LA
HABANA, 2 jun 2020 (IPS) - La intensa temporada de huracanes que
según se pronostica espera al área del Caribe este año, supone un
desafío adicional para naciones con economías debilitadas por la
crisis de la covid-19 y aún sin recuperarse de los daños de otros
recientes fenómenos atmosféricos.
En
Puerto Rico temen que se repita otro María, el huracán que en
septiembre de 2017 asoló la isla, con estimados de más de 3000
muertos y daños económicos de alrededor de 92 000 millones de
dólares.
El
programa Reparación, Reconstrucción o Reubicación, iniciado en
julio de 2019 en el estadounidense estado libre asociado, dio
respuesta hasta ahora a apenas 0,3 por ciento de las más de 28 700
solicitudes de ayuda de personas vulnerables que quedaron sin techo,
según reportes en la isla.
“Las
autoridades no han hecho mucho de cara a esta temporada de huracanes
y si están haciendo algo, no lo han informado. Estamos en medio de
la covid-19 y deberíamos haber adelantado algo”, manifestó a IPS
la musicóloga Wilma Colón, desde San Juan, la capital
puertorriqueña.
En
Cuba, la mayor isla del Caribe y con una población de 11,2 millones
de habitantes, se ha echado de menos a Meteoro, el ejercicio práctico
que suele efectuarse semanas antes del inicio de cada temporada anual
de huracanes, que se extiende del 1 de junio al 30 de noviembre.
Durante
el simulacro participan entidades gubernamentales y la población
civil y se comprueba el plan de medidas ante ciclones, sequías,
sismos, incendios o derrames de sustancias tóxicas.
“A
partir de la segunda quincena de mayo, los medios y la televisión
(toda estatal) insistían con mensajes de podas de árboles y
limpieza de alcantarillas; pero ahora toda la cobertura ha sido para
el coronavirus”, dijo a IPS Elio Chávez, residente en el municipio
de Centro Habana, uno de los 15 de la capital cubana.
Desde
el 11 de marzo, cuando se registraron en el país los primeros casos
del virus Sars Cov-2, las autoridades activaron el mismo sistema
concebido para proteger a la población y la economía ante
situaciones excepcionales como una guerra, fenómenos naturales o
epidemias.
El
modelo incluye la prevención y fase de alerta temprana, integrada
por la vigilancia, la alerta y pronóstico de peligro, la evaluación
de sus variables y riesgos, así como el aviso y orientación a la
población.
A
la cabeza de ese sistema se ubican el Consejo de Defensa Nacional y
la Defensa Civil, ramificados en estructuras similares en las 15
provincias y 168 municipios del país, y ha probado su efectividad
para minimizar la cantidad de muertos y encauzar la recuperación
ante ciclones, tornados e intensas lluvias.
Barbados,
San Vicente y las Granadinas, Guadalupe, Santa Lucía, San Cristóbal
y Nieves, Martinica, Jamaica y la propia Cuba, golpeados por una
severa sequía en los primeros meses de 2020, tendrían en las
lluvias ciclónicas un gran beneficio, de no ser por los daños
colaterales de los fuertes vientos y marejadas que las acompañan.
El
Centro de Predicción Climática de la Administración Nacional
Oceánica y Atmosférica (NOAA, en inglés), la agencia meteorológica
de Estados Unidos, pronosticó una temporada de huracanes por encima
de lo normal en el océano Atlántico, mar Caribe y golfo de México.
Sus
modelos vaticinan la formación de 13 a 19 tormentas tropicales, de
las cuales entre seis y 10 podrían convertirse en huracanes, con
vientos de 119 kilómetros por hora (km/h) o más. De ese grupo, de
tres a seis podrían ser ciclones mayores, de categoría entre tres y
cinco, con vientos de 178 km/h o más y daños potenciales entre
severos y catastróficos.
El
Informe de Riesgos Globales de 2018 del Foro Económico Mundial
calificó a los eventos climáticos extremos como “el mayor riesgo
que afronta la humanidad”.
Distintos
estudios analizan la estrecha relación entre el aumento de la
temperatura de los océanos, debido al cambio climático, y el
incremento de la cantidad y poder destructivo de los ciclones
tropicales.
Tanto
María como Irma (octubre de 2017) alcanzaron la categoría cinco, la
máxima de la escala de vientos Saffir-Simpson, y dejaron una estela
de destrucción tal que países como Barbuda y Dominica, así como el
territorio de las Islas Vírgenes estadounidenses, vieron retroceder
su desarrollo varias décadas, según informes de organismos
multilaterales.
En
septiembre de 2019 fue cuando el último gran huracán afectó a
territorios del Caribe, el Dorian, que azotó Las Bahamas con vientos
que alcanzaron los 295 km/h y dejó un saldo de unos 70 muertos y 300
desaparecidos, junto con daños catastróficos.
Para
2020, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe
(Cepal) pronosticó una contracción económica de 2,5 por ciento en
el área del Caribe, debido a la reducción de la demanda de
servicios turísticos.
Ello
resulta preocupante para las pequeñas naciones insulares caribeñas,
con economías altamente dependientes del turismo.
El
26 de mayo, Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Cepal, alertó
que la región vive una “tormenta perfecta”, donde se combinan la
mayor recesión económica del siglo, el aumento del desempleo, el
incremento de personas en situación de pobreza, a lo cual se suman
mayores restricciones externas y menor liquidez disponible para estas
economías emergentes.
De
acuerdo con el meteorólogo cubano José Rubiera, el principal reto
es estar siempre preparados.
Sobre
todo “en esta temporada, en medio de la covid-19, cuando las
autoridades y la población deben mantener las medidas de
distanciamiento social e higiene y las agencias de protección civil
deben organizar albergues y otras facilidades para la protección de
la población”, subrayó Rubiera en diálogo con IPS.
Durante
los últimos años, instituciones como el jamaiquino Grupo de
Estudios Climáticos en el Campus Mona de la Universidad de las
Indias Occidentales y barbadense Instituto del Caribe de Meteorología
e Hidrología han incrementado y mejorado el equipamiento para
monitorear y procesar las variables atmosféricas.
A
ello se suman decenas de estaciones climáticas automáticas
instaladas en el área por el intergubernamental Centro de Cambio Climático de la Comunidad del Caribe, con sede en Belice, cuyos
datos mejoran modelos, el diseño de herramientas y el desarrollo de
estrategias para responder a la crisis climática.
República
Dominicana y Cuba pusieron en práctica en 2019 programas como Ponte
Alerta Caribe y Aprendiendo de las experiencias del huracán Irma y
María, dirigidos a fortalecer capacidades institucionales para la
prevención, mitigación y respuesta frente a desastres naturales y
construir resiliencia.
También
pautaron la preparación y capacitación de las personas, además de
elevar la percepción de riesgos con un enfoque inclusivo, tanto
desde la perspectiva de género como de personas con discapacidad.
Tales
iniciativas binacionales contaron con el apoyo de la Unión Europea,
así como de oenegés humanitarias como Oxfam, Plan International,
Hábitat para la Humanidad y Humanity & Inclusion.
Tuvieron
el acompañamiento del cubano Ministerio de Ciencia, Tecnología y
Medio Ambiente, al igual que de la Defensa Civil, la Cruz Roja y las
Asociaciones de personas con discapacidad a nivel local y nacional en
ambos países.
Estos
programas “reforzaron los mecanismos de colaboración entre
instituciones y gobiernos y fortalecieron los sistemas de alerta
temprana, puntos de alertas y Centros de Gestión de Riesgo”,
valoró a IPS el comunicador Luis Miguel Rondón, del Centro de
Servicios Ambientales de Matanzas, una de las provincias cubanas
donde se aplicaron los proyectos.
“También
se crearon manuales, materiales de Comunicación y se actualizaron
estudios de Peligro, Vulnerabilidad y Riesgos, lo cual ha permitido
estar más capacitados y preparados ante huracanes u otros fenómenos
naturales”, detalló.
Ed:
EG
Fuente:
Luis Brizuela, Temporada de huracanes encuentra al Caribe más vulnerable por la pandemia, 2 junio 2020, Inter Press Service.
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