por
Bruno de Pierro
SÃO
PAULO, Brasil, 5 jun 2020 (IPS) - La pandemia del nuevo coronavirus y
sus efectos socioeconómicos indican que el sistema económico
actual, basado en la explotación de los recursos naturales para
obtener más ganancias, necesita cambiarse urgentemente, advierte el
físico brasileño Paulo Artaxo, profesor del Instituto de Física de
la Universidad de São Paulo y miembro desde 2003 del Grupo
Intergubernamental sobre Cambio Climático.
Para
él la pandemia de covid-19 es una muestra de la sobreexplotación de
la naturaleza practicada durante varias décadas, que facilita la
transmisión de miles de virus que existen en los bosques. Y si bien
actualmente el mundo confronta una emergencia de salud, nos
encaminamos también a una emergencia climática, alerta.
En
el contexto del Día Mundial del Ambiente (este viernes 5 de junio),
SciDev.Net habló con Artaxo sobre el impacto de la covid-19 en el
tema ambiental y los peligros de la destrucción de los ecosistemas
naturales. O el sistema económico cambia en su conjunto o no hay
solución para el planeta, advierte.
¿El
vínculo entre epidemias y problemas ambientales es más evidente
ahora?
Está
claro que la pandemia de covi-19 no se produjo por accidente ni es un
accidente en el camino. Es producto de la sobreexplotación de la
naturaleza practicada durante varias décadas. Una consecuencia de
este modelo productivo es el contacto muy estrecho entre nuestra
sociedad y los ecosistemas naturales, lo que facilita la transmisión de los virus que existen en los bosques.
El
Amazonas, por ejemplo, tiene miles de virus, quizás similares al
nuevo coronavirus, presentes en la fauna y la flora. La gran mayoría
aún es desconocida para los científicos. Otro efecto de la
exploración desenfrenada de la naturaleza es el cambio en la
composición de la atmósfera en áreas urbanas o remotas, con un
aumento en la concentración de gases de efecto invernadero. Esto
también está llevando a una crisis de emergencia climática que
nuestra sociedad aún no ha comenzado a abordar.
¿Qué
lecciones podemos aprender de esta pandemia?
Esperemos
que los fuertes impactos de la covid-19 alerten a los gobiernos, las
industrias y la clase dominante acerca de los peligros de exponer a
la sociedad a los efectos de un sistema económico basado en la
explotación de la naturaleza. El modelo socioeconómico actual puede
comenzar a desmoronarse si crisis como esta se vuelven más
frecuentes.
La
covid-19 puede durar hasta dos años, pero la crisis climática se
extenderá durante varios siglos. Y la crisis de pérdida de
biodiversidad es para siempre. El impacto potencial del cambio climático es tan grande como los efectos de la pandemia y costará
millones de vidas. El problema es que no vemos actuar al sistema
económico, porque solo le interesa una cosa: obtener el mayor
beneficio en el menor tiempo posible. Esto va en contra de los
intereses de la humanidad.
Los
efectos inmediatos de la crisis climática ¿serán menos notorios
que los de una pandemia?
Los
impactos de la crisis climática son muy notorios hoy. La temperatura
promedio del planeta ya ha aumentado en un grado centigrado y no hay
nada más evidente que eso.
Además,
el aumento en la frecuencia de eventos climáticos extremos es muy
claro.
El
problema es que los empresarios solo están interesados en
obtener ganancias a corto plazo. No hay emprendedor que planifique
para más allá de 5 o 6 años. Las próximas generaciones sufrirán
las consecuencias de estos 50 o 100 años a partir de ahora.
No
tenemos un sistema de gobernanza que pueda articular los intereses a
corto plazo del capital con los intereses a mediano y largo plazo de
la humanidad en su conjunto.
¿Cuál
es la importancia de las acciones locales destinadas a adaptar y
mitigar el cambio climático? ¿Cómo articular contextos locales y
globales?
El
cambio climático es global. No creo que haya un problema tan local.
Por supuesto, hay efectos regionales, pero no locales. Por ejemplo,
la región noreste de Brasil experimentará un aumento de temperatura
de 4 ºC a 5 ºC con una reducción de 30 por ciento en las
precipitaciones en las próximas décadas.
Entonces,
Brasil tendrá que pensar dónde ubicar a los 20 millones de
brasileños que viven en esa región, porque obviamente será
imposible vivir bajo esas condiciones climáticas.
Ahora,
ya no existe esta dicotomía entre lo global y lo local. No importa,
por ejemplo, si la ciudad de São Paulo electrifica su flota de
autobuses y automóviles, pero Estados Unidos continúa aumentando
las emisiones de gases de efecto invernadero.
En
este caso, no importa lo que la ciudad de São Paulo pueda hacer para
mitigar el cambio climático. Esto aporta otra dimensión al
problema.
Pero
las responsabilidades, sí son locales, ¿no?
Sí,
por ejemplo el caso de Brasil en relación con la deforestación en
la Amazonía. Básicamente, estamos limpiando 10.000 kilómetros
cuadrados al año y emitiendo una gran cantidad, en gigatoneladas, de
dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera. Esto agrava y acelera el
efecto invernadero. E incluso conociendo todos los posibles impactos,
no hay forma de evitar que Brasil haga este genocidio con el planeta
en su conjunto.
Lo
mismo se aplica a Estados Unidos, China e India. Necesitamos
urgentemente establecer un sistema global que pueda manejar estos
fenómenos, porque la economía está globalizada, pero las
decisiones sobre el medio ambiente siguen siendo municipales,
estatales o nacionales.
Entonces,
¿de nada servirán los esfuerzos tecnológicos y de investigación
si el sistema económico prevaleciente no se transforma?
Evidentemente.
La pandemia detuvo el transporte urbano durante dos meses en la
mayoría de ciudades del mundo. La caída en las emisiones de CO2 fue
solo del 4 por ciento. ¿Qué lección podemos aprender de esto? Si
electrificamos la flota de todas las ciudades importantes del mundo,
la reducción de CO2 seguirá siendo muy pequeña.
Por
lo tanto, es necesario promover cambios profundos en la industria, en
la agricultura y en la producción de energía a gran escala. Y esto
no solo se hace con programas nacionales.
En
cuestión de días, el aislamiento social ayudó a reducir las tasas
de contaminación en las grandes ciudades. ¿Qué se puede hacer para
preservar estas ganancias que ha generado la cuarentena?
Sin
cambios profundos en el modelo actual, siempre estaremos dentro del
debate sobre el cambio climático, sin poner en práctica acciones
globales y concretas para mitigar su daño.
Varios
países europeos están considerando aprovechar esta oportunidad
pandémica para repensar los límites del desarrollo económico. Esto
se debe a que el crecimiento económico hasta el infinito en un
planeta con recursos naturales finitos solo existe en la mente de los
economistas.
No
hay ciencia para apoyar esto. Es así de simple. O el sistema
económico cambia en su conjunto, o no hay solución.
Aun
así, la sociedad pone sus esperanzas en la ciencia.
Los
científicos no tienen poder ni la sociedad nos ha dado la capacidad
de tomar decisiones. El científico hace ciencia, no hace políticas
públicas. Los científicos dicen que es peligroso aflojar el
aislamiento social en este momento, porque podríamos tener miles de
muertes adicionales. Esta es una de las principales funciones de la
ciencia: alertar a los funcionarios del gobierno. Sin embargo, muchos
de ellos están rompiendo el aislamiento social con el argumento de
que la economía debe reanudarse.
Es
un discurso que gana fuerza en Brasil. Me pregunto: ¿para quién
reanudar la economía? ¿Quién va a trabajar en la industria, el
comercio y la calle? Ciertamente no serán los poseedores del
capital. Estos se encuentran en sus mansiones, en sus hogares y
permanecen protegidos. Los trabajadores estarán expuestos a la
muerte.
Lo
mismo puede decirse sobre el cambio climático global: serán los
países más pobres los que sufrirán debido a su capacidad limitada
para adaptarse al cambio climático. Los Países Bajos, por ejemplo,
han estado planeando durante más de 50 años aumentar el tamaño de
sus diques debido al aumento del nivel del mar.
Países
como Gran Bretaña tendrán los recursos financieros y humanos para
solucionar algunos de los problemas climáticos. Pero, ¿qué pasa
con países como Nigeria, Sudáfrica, Paraguay, Bolivia o Brasil? Las
desigualdades sociales y las injusticias políticas deben tenerse en
cuenta cuando se trata de la adaptación y mitigación del cambio
climático.
¿Es
optimista sobre el futuro?
Lo
que está sucediendo hoy en Brasil es que, como la ciencia no
respalda lo que el gobierno actual quiere hacer con la salud, el
medio ambiente y la selva amazónica, la ciencia se ha convertido en
un enemigo. Los gobiernos de extrema derecha escapan de la verdad
tanto como sea posible y se vuelcan exclusivamente para servir sus
propios intereses.
La
ciencia dice que es muy importante preservar a los pueblos indígenas,
porque las áreas mejor conservadas de la Amazonía hoy en día son
áreas indígenas. En contraste, lo que el gobierno actual muestra es
que no le interesan las recomendaciones de los científicos.
Lo
mismo sucede en Estados Unidos y otros países gobernados por
representantes de la extrema derecha. Son gobernantes que se apropian
del conocimiento científico solo cuando la ciencia se dirige hacia
sus objetivos financieros, y niegan la ciencia cuando muestra un lado
diferente al que quieren ver.
Es
importante que nos demos cuenta de que no se trata de desacreditar a
la ciencia misma. Es otra cosa: es el mal uso de la ciencia para
lograr objetivos políticos y económicos turbios. Por lo tanto, no
es posible ser optimista hoy, imaginando que, de repente, estos
gobiernos promoverán el desarrollo científico y tecnológico de
países como Brasil. No creo que este escenario cambie pronto.
¿A
qué se refiere con mal uso de la ciencia?
Por
ejemplo, la ciencia dice que la deforestación del Amazonas traerá
grandes pérdidas al flujo de lluvia en Brasil en las próximas
décadas. Además, el Amazonas almacena alrededor de 150
gigatoneladas de carbono en su ecosistema.
Esto
equivale a 10 años de todos los combustibles fósiles que se queman
en el planeta. Y Brasil está limpiando este bosque tropical a razón
de 10 000 kilómetros cuadrados por año.
La
ciencia advierte al gobierno que esto traerá grandes pérdidas a las
próximas generaciones, no solo de los brasileños y los pueblos
indígenas, sino de todo el mundo. Sin embargo, esto no va de acuerdo
con los intereses de los terratenientes que explotan ilegalmente el
Amazonas y, por lo tanto, la ciencia es vista como un enemigo y
necesita ser debilitada, de acuerdo con la lógica del gobierno
actual.
Por
esta razón, los programas de becas de las principales agencias
nacionales de promoción de la investigación se extinguieron y el
presupuesto científico sufrió enormes recortes. La ciencia
brasileña fue una de las más avanzadas del planeta, pero hoy vemos
que los laboratorios están cerrados y los estudiantes abandonan sus
carreras científicas, comprometiendo la formación de las próximas
generaciones de investigadores. Y todo esto se está haciendo porque
la ciencia no legitima lo que el gobierno federal en particular
quiere escuchar.
En
Estados Unidos vemos una situación similar a esta, pero en Brasil
esto se está llevando a las últimas consecuencias. Lleva décadas
construir la estructura de investigación en un país, pero
desafortunadamente lleva unos pocos años destruirla. Reconstruir la
ciencia brasileña llevará muchas décadas.
Este
artículo fue publicado originalmente por SciDev.net.
RV:
EG
Fuente:
Bruno de Pierro, “Impacto de cambio climático será similar a efectos de covid-19”, 5 junio 2020, Inter Press Service.
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