Contigo empezó todo. La
joven ecologista Gladys del Estal fue abatida por la Guardia Civil en
1979 durante una protesta en Tudela.
por
Eduardo Pérez
Despunta
la mañana del 3 de junio de 1979. Se escucha arrancar el motor de un
coche en el barrio donostiarra de Egia. En el asiento trasero va
sentada una chica de 23 años. Está contenta e ilusionada. No se
puede imaginar que en pocas horas va a morir.
El
coche tiene como destino Tudela, a unos 200 kilómetros. Sus
ocupantes son miembros del Grupo Ecologista de Egia, uno de los
muchos colectivos por el medio ambiente que han surgido en los
últimos años en Euskadi, en pleno clima de efervescencia política.
En esta época ecologista es casi sinónimo de antinuclear. Todavía
no ha llegado Chernóbil, pero tres meses antes se ha producido el
accidente nuclear de Three Mile Island (Estados Unidos), que ha
aumentado la conciencia sobre los riesgos que conlleva esta energía.
Precisamente
los viajeros se dirigen a la localidad navarra para protestar contra
el Plan Energético Nacional, que contempla la construcción de tres
centrales en la costa vasca y otra en Navarra. Una de ellas, la de
Lemoiz, lleva años en desarrollo y ha suscitado grandes
manifestaciones en su contra e incluso atentados mortales de ETA. La
protesta tiene también carácter antimilitarista, concretamente
contra el polígono de tiro de las Bardenas, cercano a Tudela.
La
chica que no sabe que va a morir se llama Gladys del Estal. Nació en
1956 en Caracas, donde sus padres, refugiados antifascistas, habían
ido a parar tras la Guerra Civil. Cuando Gladys tenía cuatro años,
regresaron y se instalaron en Donostia. Allí creció Gladys y se
licenció en Informática. Ahora trabaja como programadora, mientras
estudia Química.
En
Tudela, Gladys se junta con miles de manifestantes. Ella corea las
consignas de la multitud. Llega la hora del almuerzo y la protesta se
toma una pausa. En un parque, Gladys se dispone a devorar su
bocadillo cuando ve que dos filas de ‘grises’ (la Policía Armada
del régimen franquista, ahora en reconversión) avanzan hacia las
personas concentradas. “Ya estamos”, piensa Gladys, y no se
equivoca. Antes de que le dé tiempo a dar tres mordiscos al bocata,
ha llegado la carga. La gente huye en desbandada.
Unos
50 jóvenes, entre los que se encuentran Gladys y sus amigos, se
reúnen junto al puente del Ebro. Hacen una sentada. La Guardia Civil
llega para disolverles. Entre ellos está José Martínez Salas y su
subfusil Z-70, que se acerca a Gladys, a quien increpa. Cuando esta
se levanta, la golpea en el costado con la culata del arma. El
subfusil dispara y la bala entra por el cuello de Gladys. La joven
pierda la vida instantáneamente.
Salas
será condenado en diciembre de 1981 a 18 meses de prisión por un
delito de imprudencia temeraria con resultado de muerte, lo que
motivará una huelga general en el País Vasco y Navarra. Tras
cumplir parte de la condena, Salas se reintegró al servicio sin
problemas. No solo eso. El Gobierno de Leopoldo Calvo Sotelo le
otorgó la Cruz del Mérito de la Guardia Civil poco después de la
sentencia. En 1992, recibió la Cruz del Mérito Militar por parte
del Gobierno de Felipe González. José Luis Corcuera, ministro de
Interior, destacó su “conducta intachable”.
La
central nuclear de Lemoiz, prácticamente acabada, nunca llegó a
ponerse en marcha. Gladys, si se lo hubieran permitido, habría
sonreído.
Fuente:
Eduardo Pérez, Gladys del Estal, la mártir de la lucha antinuclear, 7 junio 2020, El Salto Diario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario