Científicos
que desarrollan tareas en Córdoba para la UNC y el Conicet
elaboraron un documento sobre el nuevo coronavirus, su origen e
impacto. Una mirada que integra lo ambiental, lo sanitario y lo
social.
Un
grupo de reconocidos científicos e investigadores ligados a la
Universidad Nacional de Córdoba y a institutos del Conicet, la
mayoría de ellos especialistas en temas de ecología, cambio
climático, salud y alimentación, elaboró un documento conjunto en
el que aporta una mirada sobre la pandemia de coronavirus, desde una
perspectiva cordobesa para un dilema global.
Los
firmantes son Sandra Díaz, Alberto León, Carlos Presman, Alicia
Gutiérrez, Gabriel Bernardello, Marcelo Cabido, María Angélica
Perillo, Walter Robledo, Laura Vivas, Daniel Cáceres, Mónica
Balzarini, y Joaquín Navarro, todos reconocidos especialistas en sus
rubros de investigación y docencia.
El
documento, textual
"La
pandemia del virus Covid-19 ha desencadenado una crisis global que
trasciende largamente el sistema sanitario y afecta a toda la
humanidad. Es claro también que no es una crisis aislada sino que es
parte de una crisis ambiental y civilizatoria más profunda, más
duradera y más difícil de superar. Una situación que nos plantea
una encrucijada histórica y por lo tanto una oportunidad: seguir por
el mismo camino o cambiar de rumbo.
Como
miembros del CONICET y de la Universidad Nacional de Córdoba,
especialistas en temas de ecología, ambiente, salud, alimentación y
sociedad, consideramos oportuno dar nuestro punto de vista acerca de
la pandemia y abrir a la discusión posibles caminos a seguir y
medidas a tomar cuando entremos a la “nueva normalidad” post
Covid-19.
Las
infecciones virales siempre han sido parte de la naturaleza, pero
esta pandemia ha sido creada por nosotros o, mejor dicho, por nuestro
modelo actual de apropiación de la naturaleza. Estamos avanzando
sobre ecosistemas en donde nunca antes hubo un contacto estrecho y
frecuente entre personas y animales silvestres.
Lo
hacemos, por ejemplo, al deforestar, abrir caminos a través de
bosques, selvas o humedales; y al establecer poblaciones humanas,
generalmente en condiciones precarias, en las fronteras forestales y
mineras. Ahí los animales silvestres entran en contacto con animales
domésticos y con la gente, todos en condiciones de alta
vulnerabilidad, frecuentemente inmunodeprimidos. Bajo estas
condiciones, es muy fácil que los virus muten e invadan nuevas
especies, salten a otros animales silvestres cautivos, a los animales
domésticos y a las personas.
El
resto lo hacen la globalización del tránsito de mercancías y
personas, la persistencia de focos de pobreza, el hacinamiento y la
vulnerabilidad en muchas regiones no cercanas a la fuente original
del virus, como ocurre en nuestro país.
Por
eso, aun cuando logremos controlar la pandemia de Covid-19, si las
condiciones propicias para la expansión de este tipo de enfermedades
persisten, probablemente surgirán nuevas pandemias. Estas
condiciones son el avance de las fronteras de deforestación, el
tráfico de animales silvestres (vivos o a través de sus productos),
la cría industrial de animales domésticos bajo condiciones de
hacinamiento y, sobre todo, las condiciones de precariedad y la
agobiante pobreza a la que se ven expuestos amplios sectores de la
población.
La
pandemia Covid-19, si bien inédita en su escala y su inmediatez, no
es un hecho aislado. El cambio climático global, el deterioro
acelerado de la biodiversidad, la creciente desigualdad social y la
concentración de la riqueza dentro y entre países, son todos
síntomas de un mismo proceso subyacente, el modelo predominante de
apropiación de la naturaleza y de relación al interior de las
sociedades.
Esta
crisis sanitaria ha creado un espacio para reflexionar. Para ver más
claras algunas características y consecuencias del modelo, para
identificar algunas cosas que creíamos imprescindibles y no lo son
tanto y también algunas otras que, habiendo sido relegadas, resurgen
como esenciales e innegociables. Por ello, no hay que volver a la
“normalidad pre-pandemia”, ya que representa una situación
ambiental insostenible y socialmente injusta. No tenemos por qué
retomar la marcha en una dirección equivocada. Es más, existe el
riesgo concreto de medidas de reactivación económica que aceleren
la trayectoria hacia un futuro que no queremos: un mundo claramente
peor para la enorme mayoría de la gente y los otros seres vivos en
su interacción y dependencia mutua.
Algunos
principios y acciones para la post-pandemia. La que sigue no es una
lista exhaustiva y no pretende excluir otras propuestas convergentes.
Más bien, se trata de algunos caminos hacia una nueva normalidad,
aportados desde nuestras áreas de especialidad, que nos permitan
superar los modelos previos y ayudar a construir un futuro mejor.
Caminos que permitan trabajar sobre las causas que generan pandemias
y deterioro ambiental y social, y favorecer condiciones más
sustentables, justas y equitativas.
Proponemos:
a)
Garantizar el fortalecimiento y la aplicación efectiva de las normas
ambientales vigentes. Un principio básico en medicina dice que, para
curar, primero hay que comenzar por no dañar. Existen numerosas
normas ambientales y sanitarias que se cumplen sólo parcialmente, o
no se cumplen. Esto se ha exacerbado durante la pandemia, donde las
instituciones estatales han reducido su capacidad de control
efectivo. Es cierto que se ven más animales acercándose a parques y
ciudades y un aire temporariamente un poco más limpio. Pero también
en todo el mundo se han informado aumentos en el desmonte, la caza
furtiva, la pesca ilegal y los abusos hacia los más vulnerables. Se
podrían lograr avances importantes en salud y sustentabilidad
simplemente garantizando que se cumpla lo que ya está legislado y no
permitiendo que la pandemia sea usada como pretexto para relajar
normas existentes.
b)
Adoptar el enfoque de “una sola salud”. Éste reconoce las
interconexiones entre la salud de las personas, los animales, las
plantas y nuestro entorno compartido. Por lo tanto, reconoce que los
problemas de salud humana no ocurren de manera independiente de la
salud de nuestros ecosistemas, entendiendo como tales no sólo a los
ambientes naturales más prístinos, sino también a los espacios
rurales y urbanos donde desarrollamos las actividades productivas y
nuestra vida cotidiana, y donde coexistimos y nos relacionamos con
otros seres vivos. Un enfoque de “una sola salud” contribuiría a
una mejor toma de decisiones y a que éstas tengan en cuenta los
costos y las consecuencias a largo plazo de las estrategias de
desarrollo, tanto para las personas como para la naturaleza, ya que
los procesos de salud-enfermedad no se pueden pensar separados del
ambiente y las condiciones sociales. También supone ofrecer
alternativas viables y sostenibles de trabajo digno y proteger la
salud de los grupos sociales más vulnerables.
c)
Garantizar que las medidas de estímulo y reactivación económica
post-pandemia propendan a la sustentabilidad y a la salud de la gente
y la naturaleza. Es posible que, desde el punto de vista político,
algunos consideren oportuno flexibilizar las normas ambientales y
reforzar el apoyo a sectores con una larga historia de descuido por
la salud humana y ambiental. Esto puede acelerar nuestra trayectoria
en la dirección equivocada: más cambio climático, más deterioro
de la biodiversidad, más desigualdad y nuevas pandemias. Muchas
actividades que parecen ser un buen negocio en realidad no lo son si
se tomaran en cuenta todos los costos involucrados, no sólo
monetarios de corto plazo para un sector, sino también los sociales,
ambientales y de salud para toda la población.
d)
Propiciar una transición hacia modelos económicos mucho más
centrados en la sustentabilidad y el bien común. Los modelos basados
en el crecimiento ilimitado, la estimulación constante del consumo y
la obsolescencia programada son insostenibles. Es necesario reconocer
que no es posible el crecimiento económico infinito en un planeta
con recursos finitos y que el crecimiento no necesariamente implica
el mejoramiento de la calidad de vida de la población en general.
Para que esto suceda, deben concurrir políticas distributivas que,
por ejemplo, apunten a mejorar las condiciones de empleo, salud,
educación, alimentación, vivienda, y los derechos sociales. Y que a
la vez garanticen el acceso a un ambiente seguro y saludable y a una
relación plena con el resto de la naturaleza, los cuales son
derechos inalienables de todas las personas.
e)
Transformar la matriz productiva y energética. Esto incluye a casi
todas las actividades que desarrollamos en nuestra sociedad tales
como producción, industria, comercio, minería, transporte, consumo
y esparcimiento. Por ejemplo, la actividad agropecuaria deberá tener
como primer objetivo la producción de alimentos sanos, seguros y
nutritivos, que contemplen las tradiciones y hábitos de cada
población, garantizando la alimentación de calidad de toda la
sociedad. En su producción se deben minimizar los impactos
ambientales y sociales. La agroecología ofrece una alternativa
superadora, con claros beneficios ambientales, sociales y de salud.
Lo propio ocurre con el sector energético, ya que dada la alta
dependencia actual de combustibles fósiles y la necesidad de
garantizar el autoabastecimiento es indispensable diversificar la
matriz energética. Para estos desafíos se debe apostar al
fortalecimiento de las capacidades científicas y tecnológicas del
país. La transición hacia energías más limpias no admite más
postergaciones.
f)
Desarrollar modelos de consumo que respondan a las necesidades reales
de la población y que favorezcan el acceso de los sectores sociales
más vulnerables. El modelo de consumo imperante es incompatible con
un futuro viable y socialmente inclusivo. Mientras algunos sectores
mantienen un altísimo nivel de consumo material que supera
ampliamente sus necesidades, otros sectores no pueden acceder a los
bienes y servicios más básicos e indispensables. Es necesario fijar
políticas que desalienten el consumo de bienes y servicios
superfluos y cuya producción (o sus desechos) sea perjudicial para
la salud de las personas y los otros seres vivos. Los modelos de
sociedad consumista se basan en fomentar el consumo irrestricto sin
considerar el valor real de los bienes consumidos, y sin tener en
cuenta que la producción de cualquier bien requiere materias primas,
consume energía y genera residuos y contaminantes. Es necesario
desacoplar la idea de bienestar y de éxito social individual y
colectivo del consumo superfluo, cada vez más grande, y cada vez más
acelerado. Y al mismo tiempo, se deben generar políticas que
garanticen un piso de derechos para el acceso de los bienes y
servicios básicos a todos los sectores de la sociedad.
g)
Integrar el cuidado de las personas y los demás seres vivos en todos
los sectores de la economía y servicios. Un camino mejor implica no
sólo mejores políticas de salud y ambiente. Requiere que, en las
normas y prácticas en todos los sectores de la economía y los
servicios, se tengan en cuenta la salud humana y el cuidado del resto
de la naturaleza. Es preciso preguntarse cómo cada nueva medida,
emprendimiento, o proyecto, en todos los sectores, como la
agricultura, la producción de alimentos y otras mercancías, la
generación de energía, el transporte, el desarrollo urbano y de la
infraestructura, califica en función de estos requerimientos. Es
necesario crear una nueva institucionalidad que permita reordenar los
modelos de gestión política del Estado y que permitan articular
acciones transversales entre las distintas instituciones. Cuidar las
personas, cuidar la naturaleza, es el único camino que hoy conocemos
hacia un futuro mejor. Es por lo tanto una inversión estratégica,
no un gasto soslayable.
Un
futuro resiliente, sustentable y equitativo es posible, pero para
ello primero debemos permitirnos pensarlo. Y sobre esa base,
implementar un cambio transformador. La creatividad, la abnegación,
la solidaridad y el cuidado mutuo demostrados por la vasta mayoría
de la población en esta crisis indican que es posible".
Fuente:
"El Covid-19 es el resultado del modelo de apropiación de la naturaleza": un planteo de investigadores cordobeses, 25 junio 2020, La Voz del Interior. Consultado 27 junio 2020.
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