Entrevista
a la ecologista india Vandana Shiva, figura de la lucha contra los
Organismos Genéticamente Modificados (OGM) y muy crítica con el
“filantrocapitalismo” que encarnan sobre todo Bill Gates y su
Fundación.
por
Barnabé Binctin y Guillaume Vénétitay
En
su última obra publicada el pasado otoño “1 %, reprendre le
pouvoir face à la toute-puissance des riches” [1 %, retomar el
poder frente a omnipotencia de los ricos] (editado por Rue de
l’échiquier, 2019) Vandana Shiva define de la siguiente manera el
“filantrocapitalismo”: “El filantrocapitalismo […] tiene poco
que ver con la caridad o con hacer donaciones, más bien tiene que
ver con el beneficio, el control y el acaparamiento. Se trata de un
modelo económico de inversión y de un modelo político de control
que asfixian la diversidad, la democracia y las soluciones
alternativas, y que atribuyendo ayudas financieras ejercen una
dominación y proporcionan nuevos mercados y monopolios a los
multimillonarios”. Bill Gates, la segunda fortuna mundial,
simboliza este “filantrocapitalismo”. Su Fundación Bill y
Melinda Gates, su principal instrumento para las donaciones, está
muy activa en India. Su visibilidad mediática frente a la crisis
actual y los millones que ha invertido en la investigación de una
vacuna la convierten en un objetivo privilegiado de las teorías de
la conspiración. No obstante, conviene preguntarse (y criticarlo)
por este nuevo poder que ha adquirido el fundador de Microsoft junto
a otros multimillonarios como Jeff Bezos (Amazon, primera fortuna
mundial), Mark Zuckerberg (Facebook, séptima fortuna mundial) o, en
Francia, Bernard Arnault (LVMH, tercera fortuna mundial). Un nuevo
poder que está lejos de ser muestra de una generosidad
desinteresada.
Esta
entrevista, que se realizó antes de que apareciera esta pandemia, se
ha actualizado con dos preguntas al principio a las que Vandana Shiva
respondió por correo electrónico el 7 de mayo.
¿Cómo
analiza la crisis del COVID-19? ¿Se puede hablar de crisis
ecológica?
Vandana
Shiva : No estamos ante una sola crisis, hay tres que intervienen
simultáneamente: la del COVID-19, la de los medios de subsistencia
y, de rebote, la del hambre. Son las consecuencias de un modelo
económico neoliberal basado en el beneficio, la avidez y una
globalización que llevan a cabo las multinacionales. Esta situación
tiene un fundamento ecológico: por ejemplo, la destrucción de los
bosques y de sus ecosistemas favorece la aparición de nuevas
enfermedades. Estas tres crisis llevan a la creación de una nueva
clase, la de las personas a las que denomino “las dejadas a su
suerte”, explotadas por el neoliberalismo y la emergencia de
dictaduras digitales. Hay que tomar conciencia de que la economía
dominada por el 1 % no está al servicio del pueblo y de la
naturaleza.
¿Puede
la crisis del coronavirus reforzar, precisamente, el poder de este “1
%” y de los “filantrocapitalistas” como Bill Gates, figura
central de su libro?
Esta
crisis confirma mi tesis. Bill Gates lleva a cabo sus planes de
salud, agricultura, educación e incluso de vigilancia. Durante 25
años de neoliberalismo el Estado se ha transformado en
Estado-empresa y ahora se observa una transformación en un Estado de
vigilancia apoyado por el filatrocapitalismo. Este 1 % considerá
inútiles al 99 %: su futuro es una agricultura digital sin
campesinos, unas fábricas completamente automatizadas sin
trabajadores. En estos tiempos de crisis del coronavirus tenemos que
oponernos, e imaginar nuevas economías y democracias basadas en la
protección de la tierra y de la humanidad.
Usted
equipara este control con una nueva forma de colonización e incluso
califica a Bill Gates de “Cristóbal Colón de los tiempos
modernos”, ¿a qué se debe esa comparación?
A
que Bill Gates no hace otra cosa que conquistar nuevos territorios.
No es simplemente filantropía, en el sentido de un don a la
colectividad, como siempre ha existido en la historia. En realidad
son inversiones que le permiten crear unos mercados en los que Gates
adquiere unas posiciones dominantes. En el capitalismo hay unos
interlocutores que hacen beneficios, pero con la filantropía Bill
Gates dona algunos millones ¡pero acaba por tomar el control de
instituciones o sectores que valen varios miles de millones! Esto se
ve claramente en la sanidad o la educación, que él contribuye a
privatizar y a transformar en verdaderas empresas.
También
es el caso de la agricultura en la que Bill Gates utiliza las
tecnologías digitales como nuevo medio para hacer entrar las
patentes. La primera generación de OGM, que se suponía iba a
controlar los parásitos y las malas hierbas, no ha cumplido sus
promesas, pero Bill Gates continúa poniendo dinero para financiar la
edición del genoma, como si la vida no fuera más que un copiar y
pegar, como en Word. Impulsa esta técnica e incluso ha creado una
empresa especialmente para ello, Editas. Bill Gates quiere jugar a
ser el amo del universo imponiendo una sola y única forma de hacer
las cosas: una sola agricultura, una sola ciencia, un solo
monocultivo, un solo monopolio. Es también lo que trata de hacer al
abordar el problema del cambio climático.
¿Cómo?
Promueve
su solución: la geoingeniería, que es la modificación a propósito
de las condiciones meteorológicas y del clima. Es una idea estúpida,
no es ecológica y es completamente irresponsable porque ataca la luz
solar para hacer mecánicamente un “enfriamiento planetario”. El
problema no es el sol, que nos es indispensable, sino los
combustibles fósiles y nuestro sistema industrial y agrícola. Habla
a todos los jefes de Estado de la geoingeniería. Recuerdo sobre todo
la COP 21 (Conferencia sobre el Cambio Climático) en París en 2015,
en la que estaba por todas partes. Era increíble, estaba en el
escenario con los jefes de Estado, se comportaba como si fuera el
cabeza de cada gobierno. Nunca había visto algo parecido en 40 años
de carrera en las instituciones de la ONU, es una auténtica
transformación.
¿Diría
usted que ahora es más poderoso que algunos Estados o instituciones
internacionales como el FMI o el Banco Mundial?
Es
mucho más poderoso. Cuando el Banco Mundial quiso financiar la presa
de Sardar Sarovar en India a finales de la década de 1980 hubo
protestas y el BM acabó por recular [NDLR: Narendra Modi inauguró
la presa en 2017 gracias a otros circuitos de financiación y se
convirtió en la segunda presa más grande del mundo]. La impunidad
del Banco Mundial tiene sus límites, no se puede librar de sus
responsabilidades, mientras que Bill Gates, por su parte, sigue
evitando los obstáculos, siempre. Aunque fracase en un lugar,
tratará de desregular en otro.
Me
he dado cuenta de que lo que logramos detener en India Bill Gates lo
financió para implantarlo en otro lugares, como los OGM: por
ejemplo, en 2010 Monsanto trató de introducir una berenjena OGM.
India ha sido un terreno de experimentación para desarrollar nuevas
tecnologías destructoras. El ministro de Medioambiente organizó
audiciones públicas para saber qué opinaban de ello los campesinos,
los consumidores y los científicos. Siempre digo que es la primera
vez que una verdura era objeto de un debate democrático profundo…
La
berenjena OGM se prohibió a raíz de estas consultas, pero Bill
Gates encontró después un medio de financiarla y promoverla en
Bangladesh. Ahora bien, si se aprueba en Bangladesh, inunda
obligatoriamente India puesto que se trata de una frontera no
controlada. Ahora Bill Gates la emprende con África, donde mete
miles de millones de dolares para promover una nueva revolución
verde, con productos químicos y OGM, y obligando a los países
africanos a cambiar sus leyes para autorizar estas semillas.
¿Cómo
explica semejante poder hoy en día?
Gates
ha creado e invertido 12 millones de dólares en la Cornell Alliance
for Science, que se presenta como una institución científica, pero
que no es sino un órgano de comunicación. Cada vez que hay un
debate, trae a esta “institución” que elabora una propaganda
engañosa a favor de la biotecnología. Como es Bill Gates, el New
York Times y CNN hablarán de ello y le dedicarán la portada… Para
él la filantropía es solo un pretexto, a través de ella favorece
sus propios intereses e influye en las políticas gubernamentales. Es
una forma muy inteligente de entrar en el juego sin plegarse a sus
normas, porque si una empresa dijera a un gobierno “aquí está mi
dinero, haz esto”, no funcionaría, con toda seguridad se echaría
a la empresa. Bill Gates, en cambio, juega con su imagen. La gente
todavía lo ve a través de Microsoft, como un genio y un gigante de
la informática. Sin embargo, hay ingenieros brillantes que lo han
hecho mucho mejor y han luchado para mantener softwares de libre
acceso y un Internet abierto, al contrario que él. Bill Gates no es
un inventor, ha introducido las patentes y así es como ha levantado
su imperio.
En
su libro insiste también en la utilización de la tecnología y de
los algoritmos…
Se
ha elevado la tecnología al rango de religión. Se ha convertido en
la religión del 1 %, del mismo modo que en Estados Unidos la
cristiandad dio legitimidad al 1 % de la época para exterminar al 99
% de las personas amerindias en nombre de la “misión
civilizadora”. Actualmente hay millones de personas a las que se
quiere “civilizar” con estas nuevas herramientas de comunicación
o de pago. Por otra parte, la tecnología es algo más que una
herramienta. Es un instrumento de poder muy poderoso para reunir
información que después se puede manipular para diferentes
propósitos. Estas tecnologías se utilizan a diario, pero son sobre
todo otra forma más de controlar.
También
detrás de esta revolución digital encontramos a Bill Gates. Por
ejemplo, ¡desempeñó un papel fundamental en la desmonetización de
India! Obviamente, hacer desaparecer el dinero en efectivo para
desarrollar las transacciones digitales es una forma de acelerar la
revolución digital de la que él se beneficia. Ahora bien, de la
misma manera que las patentes de las semillas son un intento
deshonesto cuyo objetivo es poner a los agricultores “fuera de la
ley” al declarar ilegal el guardar las semillas, la
“desmonetización” perturba directamente las prácticas
económicas de la mayoría, que representa el 80 % de la economía
real de India. Es una forma de dictadura tecnológica. En ninguno de
los dos casos el resultado de ello es una elección soberana del
pueblo indio.
Y
al mismo tiempo la gente acaba votando en las urnas a los
representantes de esta política del 1 %, como, por ejemplo, en India
donde Narendra Modi fue reelegido por un amplio margen el año
pasado. ¿Es como si hubiera una nueva forma de “servidumbre
voluntaria”?
¡Ya
no estamos realmente en una democracia electoral honesta, donde la
gente vota con pleno conocimiento y conciencia de lo que está en
juego! Hoy en día los algoritmos conforman en gran medida al sistema
electoral. En las últimas elecciones en India se autorizó a las
empresas y a los particulares a hacer donaciones anónimas a los
partidos políticos, lo que significa que las mayores empresas del
mundo pudieron financiar las elecciones, algo que hasta entonces era
ilegal. El resultado de ello es que la gran mayoría de estas
donaciones llegaron a las arcas de un solo partido [NDLR: el BJP, la
derecha nacionalista, actualmente en el poder]. Las elecciones indias
costaron más caras que las estadounidenses, a pesar de que India
está lejos de ser un país rico. Por consiguiente, podemos
preguntarnos de dónde viene ese dinero… Es imposible tener una
democracia honesta y funcional si el pueblo ya no vota de forma
soberana. Todo el reto político para el 1 % es esta pérdida de
autonomía, en todos los ámbitos.
La
elección del término “1 %” puede parecer un tanto simplista,
¿por qué le parece un término apropiado hoy en día?
El
1 % es en sí un valor aproximativo, yo hablo sobre todo de unos
pocos multimillonarios que controlan la mitad de los recursos del
planeta. Estos miles de millones van directamente a unos fondos de
inversión. Antes las entidades más grandes eran algunas empresas:
Monsanto, Coca-Cola… Hoy son enanas. Son propiedad de los mismos
fondos de inversión: BlackRock, Vanguard, etc. En realidad hay una
sola economía, la del 1 %. Ellos son quienes destruyen, los demás,
el 99 %, está excluido. Son los parados de hoy y de mañana, los
campesinos desarraigados, las mujeres a las que se deja de lado, los
pueblos indígenas a los que se asesina. Las personas que conforman
el 99 % no son las responsables, son las víctimas. El 1 % es el
responsable de los daños. Y nombrar a este “1 %” es formar un
“nosotros” que, juntos, puede pedirles cuentas. Tenemos el
derecho, el deber y el poder de hacerlo. Es una invitación a la
solidaridad y a la acción. Es necesario que el 99 % se alce.
Traducido
del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
Fuente:
Barnabé Binctin, Guillaume Vénétitay, “Con el coronavirus Bill Gates lleva a cabo sus planes respecto a la sanidad”, 13 junio 2020, Desde Abajo. Consultado 14 junio 2020.
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