El
pasado 22 de mayo se celebró el Día Internacional de la
Biodiversidad. A propósito de ello, nuestros columnistas Axomalli
Villanueva y Óscar Fernández charlaron sobre la relación entre el
coronavirus, la devastación ambiental y el capitalismo. A
continuación damos a nuestros lectores una exposición extendida de
lo que plantearon en su videocolumna.
por
Óscar Fernández y Axomalli Villanueva
El
pasado 22 de mayo se celebró el Día Internacional de la
Biodiversidad fecha señalada por la Organización de las Naciones
como una medida para concientizar al público sobre la importancia de
la conservación de la biodiversidad mundial y llamar la atención
sobre como la actividad humana se relaciona con el medio ambiente.
Según
la misma ONU, se debe entender por biodiversidad a la amplia variedad
de plantas, animales y microorganismos existentes, pero también
incluye las diferencias genéticas dentro de cada especie -por
ejemplo, entre las variedades de cultivos y las razas de ganado-,
así como la variedad de ecosistemas (lagos, bosques, desiertos,
campos agrarios, ...) que albergan múltiples interacciones entre sus
miembros (humanos, plantas, animales) y su entorno (agua, aire,
suelo...).
Así
es como, los recursos biológicos son los pilares que sustentan las
civilizaciones. Más del 80 % de la dieta humana está compuesta por
las plantas. Aproximadamente, el 80 % de las personas que viven en
las zonas rurales de los países en desarrollo, dependen de
medicamentos tradicionales basados en plantas para la atención
básica de la salud.
Durante
este año vivimos un hecho sin precedente: la aparición de la
primera pandemia de carácter global en más de un siglo y que
mantuvo en su momento en aislamiento social a un tercio de la
población global. El SARS-CoV-2 ha puesto en jaque a los sistemas
sanitarios de la mayor parte del mundo y que en este momento ha
llegado a casi 5 millones de contagios y ya sobrepaso las 300 mil
muertes, ha demostrado que es clave encontrar otro modo de relacionar
a las sociedades con el medio biológico.
Según
el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, alrededor
de 60 % de todas las enfermedades infecciosas en los humanos y 75 %
de las enfermedades infecciosas emergentes son zoonóticas, es decir
que son trasmitidas de especies animales hacia los humanos. Por
ejemplo los grandes brotes de este siglo, tales como el ébola, la
gripe aviar, el síndrome respiratorio del Oriente Medio (MERS), el
virus Nipah, la fiebre del Valle del Rift, el síndrome respiratorio
agudo severo (SRAS), el virus del Nilo Occidental, el virus del Zika
y, ahora, el coronavirus que causa el COVID-19. Todos están
vinculados a la actividad humana.
Virus
y pérdida de la Biodiversidad
El
brote de ébola en África occidental de 2014 derivó de la pérdida
de bosques que condujo a contactos más cercanos entre la vida
silvestre y los asentamientos humanos; la gripe aviar estuvo
vinculada a la avicultura intensiva y a las pésimas condiciones
laborales y de sanidad, así como en los brotes del MERS 2012 y SARS
en 2002; y el virus Nipah se relacionó con la intensificación de la
cría de cerdos y la producción de frutas en Malasia.
Un
estudio realizado por Proceedings B publicado en marzo de este año,
develó que la explotación de la vida silvestre es un factor clave
para la propagación de virus de animales a humanos, como el caso del
COVID-19, esto debido a que el avance de nuevas enfermedades
infecciosas están vinculadas íntimamente con la degradación
ambiental y la pérdida de biodiversidad. En el artículo llamado
"Los cambios globales en las tendencias de la población de
mamíferos revelan predictores clave del riesgo de contagio de
virus", expone que las enfermedades infecciosas emergentes en
humanos con frecuencia son causadas por agentes patógenos que se
originan en huéspedes animales y los brotes de enfermedades
zoonóticas, este es el caso del nuevo SARS-CoV-2, que a su vez
ocasionó la pandemia del COVID-19.
Esto
debido a que cada cierto tiempo, un patógeno que combina factores de
transmisibilidad y gravedad de la enfermedad salta de especies hacia
la población humana. Con la globalización, estos virus animales
emergentes pueden exportarse rápidamente a nuevas comunidades
susceptibles, lo que resulta en una transmisión exponencial
convirtiéndose en brotes epidémicos o pandemias.
Este
estudio investigó la cantidad de virus animales que se han
compartido con las personas y analizó las causas del declive de las
especies para descubrir las interacciones entre animales y humanos
que han perpetuado la propagación de patógenos, los resultados
arrojaron que al menos 142 virus han saltado de animales a humanos.
Sin embargo, para una de las autoras, Christine K. Johnson, del
Epicentro para la Dinámica de la Enfermedad, Universidad de
California, estos hallazgos proporcionan evidencia de que las
acciones humanas, específicamente la explotación de la vida
silvestre, como la caza y el comercio, fueron importantes impulsores
de la propagación del COVID-19.
Estas
acciones no solo han aumentado el riesgo de transmisión de virus a
las personas, sino que han aumentado el declive de muchas especies de
vida silvestre, poniéndolas en riesgo de extinción. Para Johnson la
aparición del nuevo coronavirus es una convergencia de muchos
impulsores ecológicos y epidemiológicos de la propagación de
enfermedades, que además continúan en muchas partes del mundo.
A
medida que la vida silvestre cambia sus distribuciones como
consecuencia del avance de las actividades industriales, además del
cambio climático las poblaciones más vulnerables están más
expuestas a lo que la autora del estudio llamó "un peligroso
juego de probabilidad". Este estudio proporciona evidencia del
riesgo para la salud pública que representa la explotación continua
de la vida silvestre, que debe ser tomada como lección después de
la pandemia que estamos viviendo, pues se debe encontrar formas de
garantizar una coexistencia segura y sostenible con la vida
silvestre, misma que es difícil que venga dentro del sistema
capitalista.
Capitalismo
la verdadera pandemia
No
debemos olvidar que la salud del planeta y la salud humana están
íntimamente relacionadas, proteger los ecosistemas y la
biodiversidad, y garantizar el uso sustentable de los recursos
naturales podría ayudar a prevenir la próxima pandemia. El avance
de la devastación ambiental ocasionada por el capitalismo ha llegado
al nivel de que la actividad industrial ha llegado a afectar el
equilibrio biológico del planeta, en especial con el incremento de
niveles de CO2 a nivel mundial que ocasiona el cambio climático. Si
algo caracteriza al capitalismo como sistema económico es la
conversión de todo en una mercancía con la cual obtener ganancia.
Por
eso Marx en el Manifiesto Comunista señalaba que “todo lo sagrado
es profanado”: todo en este sistema es visto como un medio con el
cual enriquecerse; por ejemplo, en la época de Marx las grandes
extensiones de tierra se habían convertido en propiedad de unos
pocos terratenientes y con ello vinieron leyes que tipificaban el
“robo de leña”, que era una práctica que se hacía durante
siglos pero que con la conversión de bosques en propiedad privada,
el Estado burgués legislaba en favor de los capitalistas y penaba a
aquellos que incurrieran en supuestamente violar esa propiedad. Hoy,
en cierto modo, esa situación continúa con la expansión del agro
negocio y la subsecuente deforestación y procesos de despojo.
La
deforestación, la agroindustria y la ganadería intensiva, así como
el cambio de uso de suelo, la mega minería, etc., generan límites
porque implica violar la estabilidad ambiental de los ecosistemas,
exponiendo elementos y patógenos que antes se encontraban aislados.
Si a eso le sumamos el desarrollo de las industrias alimentarias,
como las concentraciones sobrepobladas de cerdos y pollos en
condiciones insalubres, eso genera un caldo de cultivo perfecto para
que esas enfermedades que antes estaban aisladas se transmitan a
otros animales y de ellos a los seres humanos.
Como
menciona el investigador Kim Moody, el crecimiento de la “industria
just in time”, que incluye la entrega de productos en tiempo récord
en Amazon o cuando pedimos un Uber o comida en Rappi, todo ello hace
que sea más fácil el contagio de persona a persona. Entonces no es
que las granjas sean los focos rojos, al contrario, son las grandes
ciudades las que son más vulnerables ante enfermedades de las que
aún no se tiene cura.
Superar
el capitalismo para evitar futuras pandemias
Si
hay algo que recordar de las movilizaciones masivas contra el cambio
climático, de las que millones formamos parte el año pasado, es que
urge un cambio de sistema para frenar la degradación ambiental,
misma que viene siendo advertida por cientos de científicos desde
hace varias décadas. Lejos de ver a la pandemia como un respiro al
medio ambiente, esto es una llamada de atención sobre un peligro que
pocos gobiernos han tomado en cuenta: el nexo entre las enfermedades
emergentes y la degradación ambiental. Según la OMS, en los últimos
50 años estas enfermedades se han cuadruplicado debido a la
fragmentación del hábitat, el uso de la tierra y el cambio
climático.
La
contaminación ambiental, la pérdida de áreas naturales por la
tala, la minería, la agricultura y la urbanización, acercan a las
personas a las especies animales. Sin olvidar los mercados informales
como fue el caso del Covid-19. Es muy probable que surjan
enfermedades debido a la mayor proximidad entre las personas, la vida
silvestre, el ganado y las mascotas. El cambio climático también ha
acelerado los patrones de transmisión de enfermedades infecciosas
como la malaria.
Así
como la pandemia ha expuesto en forma contundente que quienes son
verdaderamente esenciales son los y las trabajadoras, mientras que
las clases capitalistas buscan proteger sus ganancias a costa de
nuestras vidas y nuestro planeta. Proteger el medio ambiente también
implica proteger nuestra propia salud, otros modos de relacionarnos
con la naturaleza son posibles, en el mundo post pandemia no hay que
olvidar que el reto principal para los próximos años sigue ahí:
frenar la curva del colapso ambiental.
Fuente:
Óscar Fernández, Axomalli Villanueva, Biodiversidad y Covid-19 una alerta para futuras pandemias, 31 mayo 2020, La Izquierda Diario. Consultado 2 junio 2020.
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