martes, 2 de junio de 2020

Biodiversidad y Covid-19 una alerta para futuras pandemias

El pasado 22 de mayo se celebró el Día Internacional de la Biodiversidad. A propósito de ello, nuestros columnistas Axomalli Villanueva y Óscar Fernández charlaron sobre la relación entre el coronavirus, la devastación ambiental y el capitalismo. A continuación damos a nuestros lectores una exposición extendida de lo que plantearon en su videocolumna.

por Óscar Fernández y Axomalli Villanueva

El pasado 22 de mayo se celebró el Día Internacional de la Biodiversidad fecha señalada por la Organización de las Naciones como una medida para concientizar al público sobre la importancia de la conservación de la biodiversidad mundial y llamar la atención sobre como la actividad humana se relaciona con el medio ambiente.

Según la misma ONU, se debe entender por biodiversidad a la amplia variedad de plantas, animales y microorganismos existentes, pero también incluye las diferencias genéticas dentro de cada especie -por ejemplo, entre las variedades de cultivos y las razas de ganado-, así como la variedad de ecosistemas (lagos, bosques, desiertos, campos agrarios, ...) que albergan múltiples interacciones entre sus miembros (humanos, plantas, animales) y su entorno (agua, aire, suelo...).

Así es como, los recursos biológicos son los pilares que sustentan las civilizaciones. Más del 80 % de la dieta humana está compuesta por las plantas. Aproximadamente, el 80 % de las personas que viven en las zonas rurales de los países en desarrollo, dependen de medicamentos tradicionales basados en plantas para la atención básica de la salud.

Durante este año vivimos un hecho sin precedente: la aparición de la primera pandemia de carácter global en más de un siglo y que mantuvo en su momento en aislamiento social a un tercio de la población global. El SARS-CoV-2 ha puesto en jaque a los sistemas sanitarios de la mayor parte del mundo y que en este momento ha llegado a casi 5 millones de contagios y ya sobrepaso las 300 mil muertes, ha demostrado que es clave encontrar otro modo de relacionar a las sociedades con el medio biológico.

Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, alrededor de 60 % de todas las enfermedades infecciosas en los humanos y 75 % de las enfermedades infecciosas emergentes son zoonóticas, es decir que son trasmitidas de especies animales hacia los humanos. Por ejemplo los grandes brotes de este siglo, tales como el ébola, la gripe aviar, el síndrome respiratorio del Oriente Medio (MERS), el virus Nipah, la fiebre del Valle del Rift, el síndrome respiratorio agudo severo (SRAS), el virus del Nilo Occidental, el virus del Zika y, ahora, el coronavirus que causa el COVID-19. Todos están vinculados a la actividad humana.

Virus y pérdida de la Biodiversidad

El brote de ébola en África occidental de 2014 derivó de la pérdida de bosques que condujo a contactos más cercanos entre la vida silvestre y los asentamientos humanos; la gripe aviar estuvo vinculada a la avicultura intensiva y a las pésimas condiciones laborales y de sanidad, así como en los brotes del MERS 2012 y SARS en 2002; y el virus Nipah se relacionó con la intensificación de la cría de cerdos y la producción de frutas en Malasia.

Un estudio realizado por Proceedings B publicado en marzo de este año, develó que la explotación de la vida silvestre es un factor clave para la propagación de virus de animales a humanos, como el caso del COVID-19, esto debido a que el avance de nuevas enfermedades infecciosas están vinculadas íntimamente con la degradación ambiental y la pérdida de biodiversidad. En el artículo llamado "Los cambios globales en las tendencias de la población de mamíferos revelan predictores clave del riesgo de contagio de virus", expone que las enfermedades infecciosas emergentes en humanos con frecuencia son causadas por agentes patógenos que se originan en huéspedes animales y los brotes de enfermedades zoonóticas, este es el caso del nuevo SARS-CoV-2, que a su vez ocasionó la pandemia del COVID-19.

Esto debido a que cada cierto tiempo, un patógeno que combina factores de transmisibilidad y gravedad de la enfermedad salta de especies hacia la población humana. Con la globalización, estos virus animales emergentes pueden exportarse rápidamente a nuevas comunidades susceptibles, lo que resulta en una transmisión exponencial convirtiéndose en brotes epidémicos o pandemias.

Este estudio investigó la cantidad de virus animales que se han compartido con las personas y analizó las causas del declive de las especies para descubrir las interacciones entre animales y humanos que han perpetuado la propagación de patógenos, los resultados arrojaron que al menos 142 virus han saltado de animales a humanos. Sin embargo, para una de las autoras, Christine K. Johnson, del Epicentro para la Dinámica de la Enfermedad, Universidad de California, estos hallazgos proporcionan evidencia de que las acciones humanas, específicamente la explotación de la vida silvestre, como la caza y el comercio, fueron importantes impulsores de la propagación del COVID-19.

Estas acciones no solo han aumentado el riesgo de transmisión de virus a las personas, sino que han aumentado el declive de muchas especies de vida silvestre, poniéndolas en riesgo de extinción. Para Johnson la aparición del nuevo coronavirus es una convergencia de muchos impulsores ecológicos y epidemiológicos de la propagación de enfermedades, que además continúan en muchas partes del mundo.

A medida que la vida silvestre cambia sus distribuciones como consecuencia del avance de las actividades industriales, además del cambio climático las poblaciones más vulnerables están más expuestas a lo que la autora del estudio llamó "un peligroso juego de probabilidad". Este estudio proporciona evidencia del riesgo para la salud pública que representa la explotación continua de la vida silvestre, que debe ser tomada como lección después de la pandemia que estamos viviendo, pues se debe encontrar formas de garantizar una coexistencia segura y sostenible con la vida silvestre, misma que es difícil que venga dentro del sistema capitalista.

Capitalismo la verdadera pandemia

No debemos olvidar que la salud del planeta y la salud humana están íntimamente relacionadas, proteger los ecosistemas y la biodiversidad, y garantizar el uso sustentable de los recursos naturales podría ayudar a prevenir la próxima pandemia. El avance de la devastación ambiental ocasionada por el capitalismo ha llegado al nivel de que la actividad industrial ha llegado a afectar el equilibrio biológico del planeta, en especial con el incremento de niveles de CO2 a nivel mundial que ocasiona el cambio climático. Si algo caracteriza al capitalismo como sistema económico es la conversión de todo en una mercancía con la cual obtener ganancia.

Por eso Marx en el Manifiesto Comunista señalaba que “todo lo sagrado es profanado”: todo en este sistema es visto como un medio con el cual enriquecerse; por ejemplo, en la época de Marx las grandes extensiones de tierra se habían convertido en propiedad de unos pocos terratenientes y con ello vinieron leyes que tipificaban el “robo de leña”, que era una práctica que se hacía durante siglos pero que con la conversión de bosques en propiedad privada, el Estado burgués legislaba en favor de los capitalistas y penaba a aquellos que incurrieran en supuestamente violar esa propiedad. Hoy, en cierto modo, esa situación continúa con la expansión del agro negocio y la subsecuente deforestación y procesos de despojo.

La deforestación, la agroindustria y la ganadería intensiva, así como el cambio de uso de suelo, la mega minería, etc., generan límites porque implica violar la estabilidad ambiental de los ecosistemas, exponiendo elementos y patógenos que antes se encontraban aislados. Si a eso le sumamos el desarrollo de las industrias alimentarias, como las concentraciones sobrepobladas de cerdos y pollos en condiciones insalubres, eso genera un caldo de cultivo perfecto para que esas enfermedades que antes estaban aisladas se transmitan a otros animales y de ellos a los seres humanos.

Como menciona el investigador Kim Moody, el crecimiento de la “industria just in time”, que incluye la entrega de productos en tiempo récord en Amazon o cuando pedimos un Uber o comida en Rappi, todo ello hace que sea más fácil el contagio de persona a persona. Entonces no es que las granjas sean los focos rojos, al contrario, son las grandes ciudades las que son más vulnerables ante enfermedades de las que aún no se tiene cura.

Superar el capitalismo para evitar futuras pandemias

Si hay algo que recordar de las movilizaciones masivas contra el cambio climático, de las que millones formamos parte el año pasado, es que urge un cambio de sistema para frenar la degradación ambiental, misma que viene siendo advertida por cientos de científicos desde hace varias décadas. Lejos de ver a la pandemia como un respiro al medio ambiente, esto es una llamada de atención sobre un peligro que pocos gobiernos han tomado en cuenta: el nexo entre las enfermedades emergentes y la degradación ambiental. Según la OMS, en los últimos 50 años estas enfermedades se han cuadruplicado debido a la fragmentación del hábitat, el uso de la tierra y el cambio climático.

La contaminación ambiental, la pérdida de áreas naturales por la tala, la minería, la agricultura y la urbanización, acercan a las personas a las especies animales. Sin olvidar los mercados informales como fue el caso del Covid-19. Es muy probable que surjan enfermedades debido a la mayor proximidad entre las personas, la vida silvestre, el ganado y las mascotas. El cambio climático también ha acelerado los patrones de transmisión de enfermedades infecciosas como la malaria.

Así como la pandemia ha expuesto en forma contundente que quienes son verdaderamente esenciales son los y las trabajadoras, mientras que las clases capitalistas buscan proteger sus ganancias a costa de nuestras vidas y nuestro planeta. Proteger el medio ambiente también implica proteger nuestra propia salud, otros modos de relacionarnos con la naturaleza son posibles, en el mundo post pandemia no hay que olvidar que el reto principal para los próximos años sigue ahí: frenar la curva del colapso ambiental.

Fuente:
Óscar Fernández, Axomalli Villanueva, Biodiversidad y Covid-19 una alerta para futuras pandemias, 31 mayo 2020, La Izquierda Diario. Consultado 2 junio 2020.

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