La
COVID-19 es el ejemplo más reciente de cómo la influencia humana,
en áreas ricas en especies y hábitats de animales salvajes, está
relacionada con la propagación de enfermedades infecciosas.
por
Charli Shield
Cuando
se produjo el brote del nuevo coronavirus en Wuhan, China, a fines de
diciembre de 2019, poco después surgió la primera teoría
conspirativa: el virus se desarrolló en un laboratorio cercano. Los
científicos, sin embargo, coinciden en que el virus SARS-CoV-2 es
producto de una zoonosis, una enfermedad transmitida de animales a
humanos: lo más probable es que un murciélago infectara a otro
mamífero y este al paciente cero.
Los
humanos definitivamente juegan un papel decisivo en esta pandemia. La
destrucción de hábitats naturales, la disminución de la
biodiversidad y la alteración de los ecosistemas hacen que tales
virus se propaguen. Así lo confirma un nuevo estudio exhaustivo
realizado por científicos de Australia y Estados Unidos.
Desde
la década de los 80 del siglo XX, los brotes infecciosos se han
cuadruplicado. Un tercio procede de animales, como en el caso del
Ébola, el VIH, la peste porcina y la gripe aviar.
El
SARS-CoV-2, y la enfermedad COVID-19 causada por él, demuestran que,
en este mundo tan globalizado, estos brotes se convierten rápidamente
en pandemias. Mucha gente ha visto con estupor cómo se ha propagado
la COVID-19 por todo el planeta.
Expertos
e investigadores advierten desde hace mucho tiempo de que la
destrucción de ecosistemas favorece la transmisión de virus de
animales a personas, dice Joachim Spangenberg, ecólogo y
vicepresidente del centro Sustainable Europe Research Institute:
"Nosotros originamos esta situación, no los animales".
Deforestación
y destrucción de los hábitats
Los
humanos continúan penetrando en el hábitat de los animales
salvajes, talando bosques para criar ganado o cazar. Como resultado,
las personas están cada vez más expuestas a los agentes patógenos
que generalmente nunca abandonarían esos lugares. "Nos
acercamos cada vez más a los animales salvajes", dice Yan
Xiang, profesor de virología en el Centro de Ciencias de la Salud de
la Universidad de Texas, "y esto nos pone en contacto con esos
virus".
"Con
el aumento de la densidad poblacional humana y el impacto cada vez
mayor en los hábitats naturales, no solo por los seres humanos sino
también por nuestros animales de granja, aumentamos el riesgo de
infección", dice David Hayman, de la Universidad de Massey en
Nueva Zelanda, quien investiga sobre las enfermedades de transmisión
y sus vías de contagio. La destrucción del ecosistema no solo
aumenta la probabilidad de transmisión, sino también afecta a la
cifra de virus que hay en la naturaleza y a su comportamiento.
En
el siglo pasado, se destruyó aproximadamente la mitad de las selvas
tropicales, en las que viven alrededor de dos tercios de todos los
seres vivos del mundo. Esta grave pérdida de hábitat afecta a todo
el ecosistema, incluyendo a las "infecciones", afirma
Hayman.
Los
científicos han observado que cuando los animales desaparecen en la
parte superior de la cadena alimentaria, los animales en la parte
inferior con más patógenos en su cuerpo, como las ratas y los
ratones, tienden a ocupar ese espacio. "No se trata solo de
cuántas especies hay en un ecosistema", asegura Alice Latinne,
de la Wildlife Conservation Society, "sino también de qué
tipos son".
"Cada
especie juega un papel diferente en un ecosistema y, a veces, el
simple hecho de reemplazar una especie por otra puede tener un gran
impacto en el riesgo de que brote una enfermedad, lo que a veces no
podemos predecir", aclara.
Los
cambios en su hábitat pueden causar que los animales y sus patógenos
se dirijan a zonas, donde viven los seres humanos, como sucedió en
Malasia a finales de la década de los 90, cuando una especie de
murciélagos, conocida como zorros voladores, buscaron otro hábitat
por la tala de árboles, contagiando primero a los cerdos y estos a
los campesinos. Esa enfermedad se conoce como el virus Nipah.
Es
decir que hay evidencia científica de que la destrucción de los
ecosistemas puede elevar mucho el riesgo de la propagación de
enfermedades. Por eso, según Spangenberg, los expertos advierten de
la relevancia del concepto "One Health": todo está
relacionado entre sí, la salud de la fauna, el ecosistema y el ser
humano. Si se produce un desequilibrio en alguno de estos tres
componentes, el resto también se verá afectado.
Comercio
con animales salvajes
Los
llamados mercados mojados o al aire libre, donde se venden animales
vivos o recién sacrificados, son otra fuente de infecciones. Los
investigadores creen que el SARS-CoV-2 procede probablemente de un
mercado así en Wuhan, China.
Spangenberg
opina que en el mundo debería haber medidas más estrictas para
regular el comercio de animales vivos.
Elizabeth
Maruma Mrema va más allá y exige una prohibición mundial de
mercados de animales salvajes. Ella, quien dirige en las Naciones
Unidas, la Secretaría para la Convención de la Biodiversidad,
afirma que millones de personas, especialmente en zonas de bajos
ingresos, necesitan ese tipo de animales y el dinero que ganan en ese
tipo de mercados.
Incluso
a nivel económico, Latinne cree que "nos veremos obligados a
cambiar algo, porque el costo de la transmisión de enfermedades de
animales salvajes será mucho mayor que los beneficios económicos de
nuestra explotación medioambiental". Mrema además subraya que
"tenemos que encontrar un camino mejor para vivir todos juntos
de forma segura". (rmr/few)
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Fuente:
Charli Shield, ¿Qué relación tienen la pandemia de coronavirus y la destrucción de la flora y la fauna?, 14 abril 2020, Deutsche Welle. Consultado 14 abril 2020.
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