sábado, 4 de abril de 2020

Pandemonium: Lecciones desde el paraíso perdido

por Daniel Díaz Romero
Sala de Prensa Ambiental

El aleteo de las alas de una mariposa puede sentirse al otro lado del mundo”. Así lo sugiere un milenario proverbio chino que insinúa que las leyes de la naturaleza están regidas por un caos sostenido por sistemas dinámicos e interconectados que, cada tanto, nos recuerda la fragilidad de la especie humana.

Los coronavirus son una extensa familia de virus causantes de enfermedades que van desde un simple resfrío al síndrome respiratorio agudo severo (SARS).

Hace 4 meses, la detección de un extraño caso de neumonía acompañó un reporte proveniente de Wuhan, capital de provincia en la China central.

Una mariposa aleteó en un rincón de la Tierra y, desde entonces, desató un dominó que hizo caer las fronteras geográficas ideadas por el hombre; pieza tras pieza, la especie humana debió correr a refugiarse del desbarajuste desatado por el “aleteo” de un virus en los confines orientales del planeta, expandiéndose con una velocidad extraordinaria e inusual aspereza por el resto del globo.

La humanidad ha atravesado decenas de epidemias y se ha sobrepuesto a pandemias, también. Claro que, en ningún caso anterior, la civilización tuvo que enfrentar una situación tan extrema, cargada de información, datos y paparruchadas que presagiaban la presencia de una nueva peste: la infodemia. A lo novedoso de la pandemia se le sumó la transmisión viral en tiempo real.

Hazlo viral

Adrián Díaz es profesor adjunto del Instituto de Virología “Dr. J. M. Vanella” y responsable del Laboratorio de Arbovirus de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) e Investigador Adjunto del IIBYT-CONICET. Desde allí, estudia la ecología de las zoonosis virales y analiza los factores que provocan la emergencia de enfermedades virales originadas en la fauna silvestre.

En tiempos de Coronavirus, Sala de Prensa Ambiental dialogó con el Dr. Díaz sobre epidemias como el Dengue y pandemias como la del COVID 19: “Hay que dejar en claro que el Coronavirus -género que contiene cientos de variedades virales- está presente en muchas especies animales, de hecho se presenta en aves, mamíferos y humanos también”, comienza diciendo el especialista.

Según los registros de la Organización Mundial de la Salud, en el año 2012, se detectó un brote de Coronavirus en Arabia Saudita. Este virus había sido transmitido por los camellos a los humanos. El investigador del IIBYT-CONICET, refiere que “incluso hay Coronavirus humanos que no son zoonosis; tienen origen en nuestra especie y existen en un 2 al 5 % de la población cordobesa, desde hace años, y circulan con sintomatología respiratoria”. Sucede que para este Coronavirus “cordobés” existe una inmunidad de rebaño, debido a que circula desde hace tiempo entre nosotros y, por lo tanto, no representa una amenaza para la población. El Dr. Díaz explica que “en cambio, el Coronavirus- SARS COV 2 que genera la enfermedad COVID 19- es de origen zoonótico por lo que no es propio del humano: se sospecha que su origen proviene de un murciélago o de un pangolín. Lo que lo hace peligroso es que sea un Coronavirus nuevo ya que nunca circuló entre la especie humana y, por lo tanto, el 100 % de las personas somos susceptibles a infectarnos porque no tenemos inmunidad previa”.

Tiempos virulentos

La humanidad ha sobrellevado diversas pandemias generadas por virus a lo largo de la historia: la Gripe Española (1918), la del HIV-SIDA (1981) o la Gripe Porcina (2009). Sin embargo, por vez primera asistimos como espectadores y protagonistas, en tiempo real, a la dispersión de un virus y a la contabilización instantánea de casos.

¿Las tecnologías de la comunicación tienen máxima influencia en este contexto inédito?

Las tecnologías de la comunicación influyen bastante en la manera de percibir la pandemia, porque no es lo mismo ojear las noticias cuando me siento a leer un diario en algún momento del día, como sucedía hace unos años, que seguir las informaciones minuto a minuto mientras observamos cómo la infección va pasando de un país a otro. Ese fenómeno aumenta nuestra percepción de peligro constante, de riesgo. A eso, se suma una invasión de fake news que afecta el estado de ánimo de la población.

Por otro lado, influyen también aspectos que potencian la emergencia de enfermedades y el efecto pandémico: uno de ellos es la hiperconectividad de las actuales poblaciones humanas: si trasladásemos el COVID 19 a la época de Colón o Marco Polo, por ejemplo, podríamos imaginar que si las tripulaciones de los barcos se infectaban con alguna peste adquirida en algún territorio, inconscientemente se encontraban aisladas durante tiempos prolongados en los océanos por lo que al llegar las embarcaciones a un nuevo puerto, la enfermedad no se dispersaría de la manera en que lo hace en la actualidad, los virus vuelan literalmente y en cuestiones de horas se concreta una propagación a grandes distancias y en una densidad poblacional muy elevada que aumenta la circulación viral en niveles desconocidos hasta hoy”.

Desde la década del 80 atravesamos una fase de “transición epidemiológica” relacionada con el aumento de enfermedades infecciosas; muchas de ellas vinculadas en su origen con la fauna, por lo que son consideradas como zoonosis. Adrián Díaz, refiere que “en la antigüedad, la población humana era diezmada por enfermedades infecto-contagiosas. Luego, aparecieron vacunas, antibióticos y el higienismo que combatieron la mortalidad causada por gérmenes”. Pero también, con el tiempo llegó la innovación industrial, la revolución verde, el sedentarismo, la comida procesada y con ellos la aparición de nuevas afecciones relacionadas con el estilo de vida moderno: padecimientos cardiorrespiratorios, colesterol, estrés y depresión, entre otras.

La última pandemia que experimentó la humanidad fue la del SIDA y el HIV, hace unas 3 décadas. Al respecto, el Dr. Adrián Díaz explica “que los estudios filogenéticos y ecológicos posteriores determinaron que este virus estaba relacionado con otro, de origen animal: el SIV (Virus de la Inmunodeficiencia Simia), por lo que descubrieron que el HIV estaba asociado con un intercambio muy cercano del hombre con los primates. Otro ejemplo más reciente de zoonosis viral ocurrió en el año 2002, con la aparición de un Coronavirus que provocó una enfermedad respiratoria conocida como SARS (Síndrome Respiratorio Agudo Severo) y surgió en la provincia de Cantón, en China, desde donde se dispersó a través de 27 países. Si bien se notificaron alrededor de 8045 casos y 705 muertes, el virus no prosperó en la población humana. A aquella enfermedad se la denominó SARS COV 1. Cuando se hicieron los estudios para rastrear su origen caracterizando el genoma del virus, estos análisis establecieron que estaba asociado con el Coronavirus de un mamífero del sudeste asiático: la civeta, comercializada en los mercados en productos cosméticos, medicinales y gastronómicos”.

Cuenta el investigador que “otro evento similar ocurrió en Malasia, a partir de un brote de encefalitis en humanos provocado por el virus Nipah. Este no tuvo potencial pandémico y los estudios ecológicos lo asociaron a murciélagos frugívoros, llamados zorros voladores, que viven en la selva. ¿Qué había sucedido? En aquel país habían comenzado a reemplazar la jungla por cultivos de palmeras. Esas tierras pasaron a ser utilizadas para la cría de cerdos y entonces los murciélagos habitaron los palmares y transmitieron el virus a los cerdos, y estos al hombre, haciendo que se propague la infección” explica el investigador del IIBYT-CONICET.

Desde el punto de vista genético, Díaz explica que “si analizamos las características biológicas de estos virus, todos son de ARN (ácido ribonucleico que participa en la síntesis de las proteínas y cumple la función de mensajero de la información genética); es decir que tienen la capacidad de mutar muy rápido, adaptándose velozmente a un nuevo hospedador; a eso le llamamos salto de especie: un virus de ARN como el Coronavirus existe en un murciélago, el hombre se pone en contacto con alguna secreción de ese animal, algunas partículas virales que están en la saliva del murciélago pueden infectar y ahí comienza todo. Con el COVID 19 -SARS COV 2- el problema estuvo en que pudo franquear la barrera de especies adaptándose a la transmisión humano-humano”.

El planeta de los virus

Existen millones de especies virales y apenas unas 100 provocan enfermedades en el ser humano: los porcentajes que pueden afectarnos es ínfimo, es decir que estamos expuestos permanentemente a una multiplicidad de virus, todo el tiempo, pero la gran mayoría no nos producen afecciones.

Por otro lado, hay organismos que son más permisivos a la infección por ciertos virus. Al respecto, el Dr. Díaz explica que “un ejemplo es el virus Influenza que provoca la gripe y puede infectar a un variado rango de especies animales: humanos, caballos, patos, cerdos, gallinas, etcétera. Las aves pueden infectarse y albergar toda la diversidad posible de cepas virales de Influenza, pero al humano solamente aquellas que son específicas para su especie”.

En el inicio del COVID 19, probablemente los médicos no supieron qué agente infeccioso estaba causando los casos de neumonía en Wuhan, no conocían qué tipo de Coronavirus era, entonces lo trataron de una manera azarosa, pero ahora que ya saben qué tipo de enfermedad es, se pueden generar antivirales para inhibir la replicación del virus permitiendo que esa persona evolucione mejor: va a aumentar la supervivencia y a disminuir la mortalidad. “El Coronavirus no es de alta letalidad, aunque es más patógeno en personas mayores de 60 años y en otros grupos de riesgo”, refiere el investigador del CONICET y agrega que “si podemos ofrecer a los adultos mayores una cama, respiradores artificiales e ingresarlos a terapia intensiva si es necesario, tendremos una mortalidad esperable dentro de ciertos márgenes. En cambio, si colapsa el sistema sanitario de atención pública y no se puede ofrecer el equipamiento que necesita un adulto mayor en estado grave, se van a empezar a morir; pero no por el virus directamente, sino porque no se pudo tratar la enfermedad correctamente”, señala el Dr. en Biología de la UNC.

¿Luego de esta pandemia tendremos defensas inmunológicas para enfrentar al COVID 19?

El Coronavirus, como otros virus respiratorios, infecta las mucosas del tracto respiratorio. Es probable que existan nuevas re-infecciones pero no tan severas como en esta primera vez; sucede con la gripe (virus Influenza), no es el mismo de un año a otro porque todos los años el virus muta su ARN y la respuesta inmune de los anticuerpos no es tan fuerte: lo más probable es que el año que viene vuelva a circular el COVID 19 y algunas personas se enfermen, pero la sintomatología va a ser mucho más leve.

¿Qué nos espera luego de esta pandemia?

Tendremos que darnos cuenta de la importancia de un Estado presente y de la necesidad de tener un sistema público de salud fuerte. También, deberemos ser conscientes de la necesidad de mayor inversión en el sector de Ciencia y Técnica.

Es importante que reconozcamos que los virus no son tan malos como creemos sino que, en realidad, el ámbito que favorece estas epidemias o esta actividad viral desmesurada se lo damos nosotros. Necesitamos autocrítica y comenzar a evaluar lo que estamos haciendo con el planeta y qué tipo de vida estamos desarrollando. Eso va a ser bueno y ojalá muchos nos tomemos ese trabajo de reflexión para darnos cuenta que nadie se salva solo. En consecuencia, la cuestión es cómo nosotros, como parte de la sociedad, manejamos ese problema porque, además, cuando uno habla de epidemia está hablando de que no es una cuestión individual, es un problema de salud pública.

Esta pandemia tiene que servir para darnos cuenta que somos una parte muy pequeña, tan lábil del planeta: si viene una inundación me ahogo, si llega una peste me muero, si viene un terremoto me aplasta. Se trata de reconocer la fragilidad humana y no esta absurda idea de que a mí no me pasa nada, soy indestructible y puedo gobernar la naturaleza a mi antojo. Pensemos en el entorno tecnológico que nos rodea, sin embargo hemos caído en el higienismo, en el aislamiento social y en el lavado de manos. Por más que yo viva en el confort tecnológico de un departamento, en una ciudad mediada por artefactos, soy tan frágil como el campesino que vive en el medio de un monte. Hay que bajar el ego humano porque solo somos un eslabón más de esta trama que es la vida en el planeta Tierra, una milésima partícula viviente, al igual que los virus, bacterias, hongos, plantas y animales.

Fuente:
Daniel Díaz Romero, Pandemonium: Lecciones desde el paraíso perdido, 3 abril 2020, Sala de Prensa Ambiental.

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