Los
caballos de Przewalski, cuyo aspecto primitivo recuerda a los de las
pinturas rupestres, campan en a zona de exclusión que rodea la
central nuclear.
por
Germán Orizaola
Se
cumplen 34 años del accidente en la central nuclear de Chernóbil
(Ucrania). Este accidente, el mayor de la historia en una instalación
nuclear, llevó a la creación de una Zona de Exclusión de 4 700
kilómetros cuadrados entre Ucrania y Bielorrusia. Un total de 350
000 personas fueron evacuadas de ese área.
Las
predicciones iniciales señalaban que, debido a la contaminación
radiactiva, la zona iba a ser inhabitable durante más de 20 000
años. Se pensaba que Chernóbil se convertiría en un desierto para
la vida.
Tres
décadas más tarde numerosos estudios han señalado que en Chernóbil
vive una diversa y abundante comunidad animal. Un gran número de
especies amenazadas a nivel nacional y europeo tienen hoy su refugio
en la Zona de Exclusión de Chernóbil.
Un
ejemplo claro de cuál es la situación de la fauna en Chernóbil es
el de los caballos de Przewalski.
La
existencia de caballos salvajes en las estepas de Asia se conocía en
occidente desde el siglo XV. Pero no fue hasta 1881 cuando la especie
se describió formalmente para la ciencia a partir de un cráneo y
una piel recolectados por el coronel ruso Nikolái Przewalski. Así
fue como los caballos conocidos como takhi (“sagrados”) en
Mongolia pasaron a llamarse caballos de Przewalski (Equus ferus
przewalski).
Durante
mucho tiempo se consideraron como el único caballo salvaje del
mundo. Sin embargo, estudios recientes han indicado que son formas
asilvestradas descendientes de los primeros caballos domesticados por
el pueblo Botai en el norte de Kazajistán hace 5 500 años.
En
tiempos del coronel Przewalski estos caballos salvajes ya eran
escasos en las estepas de Mongolia y China. El sobrepastoreo y la
caza para su consumo por las poblaciones humanas provocaron su
declive final. El último ejemplar salvaje fue observado en el
desierto del Gobi en 1969.
La
población en cautividad tampoco pasó por una situación muy
positiva. En los años 50 solo 12 individuos sobrevivían en zoos
europeos. No obstante, a partir de ellos se comenzó un programa de
cría en cautividad que ha conseguido rescatar a la especie de la
extinción.
Hoy
la población llega a los 2 000 individuos. Varios centenares viven
en libertad en las estepas de Asia y distintas zonas de Europa. Entre
ellas, para sorpresa de muchos, en Chernóbil.
En
el momento del accidente en la central nuclear no existían caballos
de Przewalski en Chernóbil. No fue hasta 1998 cuando los primeros 31
individuos llegaron a la Zona de Exclusión. Eran 10 machos y 18
hembras procedentes de la reserva natural de Askania Nova, en el sur
de Ucrania, y 3 machos de un zoo local.
Tras
una alta mortalidad asociada al traslado y suelta, la elevada tasa de
nacimientos hizo que la población llegase a 65 individuos en solo
cinco años. La intensa caza furtiva entre 2004 y 2006 diezmó a la
población. Solo 50 individuos sobrevivían en 2007.
Las
intensas medidas de protección han hecho que solo 20 años después
de su llegada a Chernóbil su número se haya multiplicado por cinco.
El censo más actual, realizado por científicos locales en 2018,
reveló que en la parte ucraniana de la Zona de Exclusión viven unos
150 animales. Los caballos se agrupan en entre 10 y 12 manadas
familiares, además de dos grupos de machos y algunos individuos
solitarios. En 2018 al menos 22 potros nacieron en la Zona de
Exclusión. Algunos se han movido más al norte y se han asentado ya
en Bielorrusia.
Las
cámaras de fototrampeo instaladas por toda la Zona de Exclusión han
demostrado que, a pesar de ser una especie asociada a las estepas, en
Chernóbil estos caballos usan el bosque con gran frecuencia. Esto
incluye el famoso “bosque rojo”, una de las zonas más
radiactivas del planeta.
Los
recientes incendios en Chernóbil han afectado severamente a algunas
de las localidades usadas por los caballos en la Zona de Exclusión.
Será necesario ahora evaluar el efecto que estos fuegos tendrán
sobre la conservación de la especie en la zona.
Las
lecciones de los caballos de Chernóbil
La
introducción de los caballos de Przewalski en Chernóbil ha sido un
éxito. De este éxito se pueden extraer varias lecciones.
El
caso de los caballos de Przewalski refleja una vez más que, en
ausencia de humanos, Chernóbil se ha convertido en un refugio para
la fauna salvaje. Esto nos debería llevar a reflexionar sobre el
impacto de la presencia humana sobre los ecosistemas naturales. Sin
actividad humana alrededor, incluso con contaminación radiactiva, la
gran fauna prospera.
Otras
zonas afectadas por contaminación radiactiva como la derivada del
accidente en la central de Fukushima (Japón) y de las pruebas de
bombas atómicas en los atolones del Pacífico, mantienen igualmente
una alta diversidad de fauna. Quizás debamos reconsiderar nuestra
visión sobre el impacto a medio y largo de plazo de la radiactividad
sobre el medio ambiente.
En
todo caso, necesitamos entender mejor los mecanismos que permiten a
la fauna vivir en zonas con contaminación radiactiva. Son muchas las
preguntas que quedan por responder. ¿Están los organismos vivos de
Chernóbil expuestos a menos radiación de la prevista?, ¿causa esta
exposición menos daño?, ¿tienen los organismos mecanismos de
reparación del daño celular causado por la radiación más eficaces
de lo esperado?
Para
responder a estas preguntas necesitamos más ciencia. En septiembre,
esperamos empezar a trabajar con los caballos de Przewalski en
Chernóbil, intentando desvelar los misterios que hacen que esta
especie y muchas otras prosperen en la Zona de Exclusión.
Germán Orizaola es investigador del Programa Ramón y Cajal, Universidad de Oviedo
Fuente:
Germán Orizaola, El misterio de los caballos salvajes de Chernóbil, 26 abril 2020, El País. Consultado 26 abril 2019.
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