El edificio del reactor de la Unidad 4 de la accidentada central nuclear de Fukushima Daiichi, en Okuma, Japón, en noviembre 2013. Fuente: David Guttenfelder / AP Photo. |
Casi
todo el combustible de Fukushima Daiichi sigue en la central,
necesitará refrigeración durante años, y los vertidos y residuos
radiactivos se acumulan en la zona mientras el gobierno nipón obliga
a la población a regresar.
Ecologistas
en Acción apoya la campaña internacional ‘Juegos Olímpicos
Libres de Nucleares 2020’ y manifiesta una vez más que el riesgo
de la energía nuclear es inasumible, más aún para una contribución
de menos del 5 % de la energía que utiliza el mundo.
La
central de Fukushima Daiichi continúa siendo una amenaza nueve años
después del accidente: casi todo el combustible sigue allí y
necesitará refrigeración durante años, probablemente se verterá
de nuevo agua radiactiva al mar, los residuos radiactivos de la
limpieza se acumulan en la zona, los habitantes evacuados se ven
forzados por su propio gobierno a regresar. Las Olimpiadas arrancan a
solo 20 kilómetros de la zona cero.
Los
trabajos de descontaminación avanzan muy lentamente. Las 880
toneladas de combustible nuclear fundido siguen allí y empiezan a
manifestarse dudas de que puedan retirarse completamente algún día,
lo que exigiría encerrar los reactores en un sarcófago. Como en
Chernóbil. Hace menos de un año que ha comenzado la retirada del
combustible gastado que está en piscina, pero solo del reactor 3.
Los del 1 y el 2 tendrán que esperar hasta cinco años.
Mientras
el combustible esté ahí hay que mantener un flujo de agua para
refrigerarlo, pero además penetran aguas subterráneas, lo que crea
un gravísimo problema porque el agua se convierte en radiactiva y
hay que almacenarla. Es un residuo peligroso y muy voluminoso, supera
ya los 1,12 millones de metros cúbicos. Se mantiene en tanques
enormes de 1000 m³, pero al ritmo de entrada de agua en los
reactores, 170 m³/día en 2018, se necesita un nuevo tanque cada
seis días. Y se están quedando sin espacio.
Para
reducir la radiactividad del agua se somete a un proceso de
eliminación de materiales radiactivos, de manera que solo quede
tritio, puesto que es imposible de separar y su vida media no es
larga (12,3 años). Con estas condiciones, las autoridades japonesas,
con el apoyo del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA),
consideran que puede verterse al mar. En septiembre de 2015 se
arrojaron 800 toneladas al Océano Pacífico. Pero la prensa japonesa
destapó en 2018 los fallos de ese proceso. Tokyo Electric Power
Company (TEPCO) ocultaba que, de los 890.000 m³ de agua tratada a
partir de septiembre de 2018, aproximadamente el 84 % contenían
concentraciones más altas de sustancias radiactivas que los niveles
permitidos para su liberación al océano. En 65.000 m³ de agua
tratada, los niveles de estroncio-90 son más que 100 veces por
encima de los estándares de seguridad. En algunos tanques los
niveles superan los límites en un factor de 20.000 con cesio-137 y
yodo-129.
No
parece que esto vaya a detener los vertidos. El gobierno lo está
sometiendo a consulta, pero el ministro de Medio Ambiente nipón se
ha pronunciado a favor y ha provocado la furia de los pescadores y la
preocupación de países vecinos. La OIEA persiste en aconsejarlo.
Aunque
el gobierno continúa levantando las órdenes de restricción para
los municipios afectados, la ciudadanía evacuada por el accidente
nuclear, unos 39.000 residentes, no se atreve a volver porque se le
obliga a vivir con niveles de radiactividad que pueden superar veinte
veces los estándares internacionales. El procedimiento
gubernamental para convencerles es suprimir las ayudas para vivienda.
Los relatores especiales de la Comisión de Derechos Humanos de la
ONU han declarado su preocupación por las políticas japonesas sobre
las personas evacuadas y las violaciones de los derechos humanos de
familias y trabajadores de la descontaminación.
En
medio de todas estas dificultades y esfuerzos, el primer ministro
japonés, Shinzo Abe, pretende pasar página con la celebración de
los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Parece querer arrinconar la
catástrofe nuclear con la llama olímpica pues partirá del centro
deportivo J-Village, a 20 kilómetros del lugar más peligroso del
país, la central siniestrada. Pero la contaminación radiactiva de
un territorio es muy difícil de eliminar completamente, y el
gobierno se ha encontrado con la denuncia de un Equipo de Monitoreo
Nuclear y Protección Radiológica de Greenpeace Japón sobre sitios
con niveles de radiación 1.700 veces más altos de lo aceptado por
las autoridades, hasta 71 microsieverts por hora en los puntos
calientes, frente a los 0,23 que se consideran admisibles.
La
respuesta ha sido aumentar los trabajos de descontaminación y
mejorar la vigilancia de la radiación en ese estadio. No se cierra
el problema, pues se va a convocar a miles de personas al estadio de
la ciudad de Fukushima para los partidos de béisbol y softbol, a
unos 65 kilómetros de la central. No es una decisión responsable si
la prioridad es garantizar la seguridad pública. Se comprende que el
equipo de Corea del Sur quiera llevar su propia comida y sus
medidores de radiación.
Para
Ecologistas en Acción la celebración de las olimpiadas en las
circunstancias del desastre nuclear japonés lleva el mensaje de
cerrar el periodo de catástrofe y dejar de forzar a la población a
aceptar el legado radiactivo con ánimo patriótico. La organización
ecologista apoya la campaña internacional ‘Juegos Olímpicos
Libres de Nucleares 2020’, y manifiesta una vez más que el riesgo
de la energía nuclear es inasumible, y menos aún para una
contribución de menos del 5 % de la energía que utiliza el mundo.
Fuente:
Fukushima sigue siendo una amenaza 9 años después del accidente nuclear, 9 marzo 2020, Ecologistas en Acción. Consultado 9 marzo 2020.
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