Central
nuclear de Fukushima Daiichi (Japon) (AFP)
De
la sala de control de los reactores al muro de hielo subterráneo, y
pasando por cisternas de agua contaminada, periodistas de la AFP
pasaron varias horas en la central de Fukushima, nueve años después
del terrible accidente provocado por el tsunami del 11 de marzo de
2011.
Esta
es la situación en el lugar, a pocos meses de los Juegos Olímpicos
de Tokio previstos del 24 de julio al 9 de agosto.
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Cerca de los reactores
Vistos
desde lejos, desde lo alto de un talud, las construcciones que
albergan los reactores uno a cuatro, los más afectados de los seis
en el lugar, parecen casi reconstruidos. Tres habían sido arrasados
por explosiones de hidrógeno.
Pero,
de cerca, se constata que se encuentran aún en un estado lamentable,
con pilas de escombros aquí y allá y partes de muro destruidos.
Para
llegar a la sala de control es necesario vestir el equipamiento "zona
amarilla", la intermedia en términos de riesgo (overol
especial, tres pares de guantes, tres pares de medias, botas, una
máscara integral y un casco) para protegerse no de los rayos, que lo
atraviesan todo, sino del polvo radiactivo.
Hay
que pasar por encima de escombros y utilizar escaleras improvisadas
para alcanzar el espacio donde tuvo lugar una parte del drama. Los
equipamientos de control, verde kaki, que datan de los años 1970, se
encuentran aún allí, fuera de servicio.
En
el muro se ven secuelas: números escritos con lápiz, algunos
tachados y reemplazados por otros, más altos. "Son cálculos de
parámetros efectuados por los técnicos en aquel momento, a oscuras,
con una simple linterna", explica un responsable de Tepco.
Ese
desesperado accionar no pudo hacer nada para impedir la fusión de
los corazones de los reactores 1, 2 y 3.
El
combustible fundido aún yace en el recinto de aislamiento, adonde se
enviaron robots para verificar la situación. La extracción, una
tarea extremadamente delicada, debería probarse a partir de 2021. No
terminará antes del 2040 ó 2050, en el mejor de los casos.
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Muro de hielo subterráneo -
El
agua subterránea llegada de una montaña cercana, que se precipita
en las instalaciones y genera cantidades masivas de líquido
radiactivo, ha sido durante mucho tiempo el principal problema.
Ahora,
está atenuado, en parte gracias a la construcción de un "muro
de hielo", de un metro de espesor, cerca de un kilómetro de
largo y de una profundidad de treinta metros.
"Todo
el mundo nos decía que sería muy complicado, teniendo en cuenta la
longitud del perímetro a congelar, pero finalmente lo logramos
gracias a técnicas utilizadas en Japón para la perforación de
túneles: a medida que el túnel avanza, su borde se congela para
evitar que se desplome", explica un ingeniero de Tepco.
La
instalación de bombas en la parte superior de la montaña permiten
también reducir la cantidad de agua que llega.
Sin
embargo, a raíz de las lluvias y el agua de refrigeración de los
reactores, cada día se generan 170 metros cúbicos (170.000 litros)
de líquido extremadamente radiactivo que hay que descontaminar.
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El calvario del agua contaminada -
Esta
agua contaminada es enviada a un dispositivo de filtración, ALPS,
que permite reducir su nivel de radiactividad, retirando la mayor
parte de unos sesenta radionucleidos.
Pero
las primeras generaciones de ALPS no eran tan poderosas como la más
reciente. El 80 % del millón de m3 de agua tratada en el lugar debe
ser filtrado nuevamente.
Al
final del proceso, queda una cantidad importante de tritio que no
puede ser separado con las técnicas actuales.
¿Qué
hacer con esta agua? Las organizaciones ecologistas como Greenpeace
insisten en que sea almacenada a largo plazo y que se desarrollen
formas de filtrado más eficaces, pero la autoridades japonesas ya
descartaron esta opción.
Oficialmente,
sólo hay dos alternativas sobre la mesa: la evaporación en el aire
o la dilución y envío al océano Pacífico. Esta segunda opción
fue aprobada por el Organismo Internacional de Energía Atómica
(OIEA) y horroriza a los pescadores y agricultores de la región.
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5.000 trabajadores por día -
La
central Fukushima Daiichi recibe cada día a entre 4.000 y 5.000
trabajadores, en su mayoría subcontratados por Tepco, además de
asalariados de esta compañía. Eran 8.000 durante la difícil
construcción del muro subterráneo.
Ejercen
funciones muy diversas, desde la construcción de cisternas hasta el
retiro de combustible utilizado de un depósito a través de grúas
manejadas a distancia.
Algunos
están allí para administrar una logística increíble vinculada con
los trajes, guantes, medidas, botas, cascos y máscaras, que cada
trabajador debe vestir dependiendo del sector en el que está
desplegado.
©
2020 AFP
Fuente:
En el corazón de Fukushima, nueve años después de la catástrofe, 9 marzo 2020, France 24. Consultado 9 marzo 2020.
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