"Cincuenta
pozos de petróleo no tienen el valor de un ecosistema", expresa
desafiante el líder social Javier Vega bajo la sombra de un árbol,
único refugio para los 40 grados que calientan el pequeño pueblo de
Puerto Patiño, en el valle del Magdalena Medio colombiano.
Puerto
Patiño -que mira de frente a la ciénaga Doña María en el río
Magdalena, la principal arteria fluvial de Colombia- es candidato
para que un proyecto de “fracking” extraiga petróleo a menos de
un kilómetro del centro del pueblo.
El
“fracking” o fractura hidráulica es una técnica que consiste en
inyectar grandes cantidades de agua y sustancias químicas a alta
presión para quebrar la roca madre y liberar así petróleo y gas.
Los
países pioneros en esta práctica en América Latina son Argentina y
México.
En
Colombia el debate se reavivó cuando el Gobierno de Iván Duque
expidió en las últimas semanas un decreto con las normas técnicas
para permitir proyectos pilotos de investigación de “fracking”
para revisar su viabilidad.
El
Consejo de Estado, el máximo tribunal administrativo de Colombia,
aprobó una suspensión en 2018 para esta técnica y estudia
actualmente una demanda que busca prohibirla.
Preocupación
social
El
polvo cubre los techos de zinc de este pueblo de 900 habitantes, a
cinco horas en automóvil de Valledupar, la capital del Cesar, el
departamento del norte de Colombia al que pertenece ese pueblo.
Allí
Vega, de 60 años, es uno de los líderes sociales que está en
contra del “fracking”.
Teme
que el proyecto que la petrolera canadiense ConocoPhillips prevé en
la zona seque la ciénaga Doña María, de la que el pueblo pesquero
lleva más de cincuenta años alimentándose y es vital para sus
tradiciones.
El
‘fracking’ nos va a contaminar las aguas subterráneas que nutren
la ciénaga. Además, ¿de dónde van a sacar el agua para fracturar
la roca? ¿Y dónde se van a dejar esas aguas residuales? Nos las van
a dejar en la laguna, y nadie, ni el estado ni nosotros, las va a
limpiar”, lamenta Vega.
El
conflicto armado no consiguió sacarlo de su casa, a pesar de que en
el año 1995 un grupo de paramilitares masacró a nueve campesinos
del municipio al acusarlos de formar parte de la guerrilla, pero si
el proyecto sigue adelante teme que tenga que irse a la ciudad.
En
esa época sufrimos maltrato psicológico pero no quise irme, pensaba
que si me desplazaba iba a hacinarme en otras partes, iba a incomodar
a otra familia, yo me quedo en mi territorio. No me preocupé por
desplazarme, ahorita sí ando preocupado porque sin la ciénaga no
tengo de dónde comer”, explica Vega, que por estas denuncias está
amenazado.
Las
venas abiertas del Magdalena Medio
Como
Puerto Patiño, otras poblaciones bañadas por el río Magdalena, de
1.500 kilómetros de longitud, postulan a alojar los pozos y
convertir el valle del Magdalena Medio en la zona cero del “fracking”
en Colombia.
Su
población más grande, Barrancabermeja, apodada “la capital
petrolera de Colombia” en la que las llamaradas de su refinería no
paran de humear, tiene problemas de potabilidad y de alcantarillado
tras cien años de promesas de abundancia de la industria petrolera.
Los
partidarios del “fracking” argumentan que con esta técnica se
crearán nuevos empleos y se garantizará la soberanía energética
del país, en el que el petróleo y sus derivados constituyeron el 40
% de las exportaciones en 2019, según datos del Ministerio de
Comercio.
Si
se valida su potencial, los cuatro proyectos piloto de fracking que
están ahora sobre la mesa podrían significarle al país 450.000
barriles diarios adicionales de petróleo y reservas de petróleo y
gas por más de 25 años”, explica a Efe Francisco José Lloreda,
presidente de la Asociación Colombiana del Petróleo.
Lloreda
reconoce los problemas de ciudades como Barrancabermeja pero rechaza
que la culpa sea de la industria, sino que lo atribuye a la mala
gestión institucional y al robo de las regalías, que son la
contribución económica de las empresas petroleras al Estado para
que se lleven a cabo obras públicas que beneficien a la población.
Debate
científico
La
principal preocupación de sus detractores recae en las implicaciones
que pueda tener el “fracking” en el medioambiente y en las
comunidades.
En
el caso del agua utilizada para la fractura hidráulica y que es
mezclada con químicos pesados, la preocupación no es “tanto sobre
las sustancias que se utilizan sino por el proceso de
descontaminación de esas aguas, que generan unos subproductos en
forma de lodo o de gases”, explica a Efe el ingeniero sanitario
Pedro Rodríguez.
La
gran preocupación es que creemos que esos lodos van a ir a sistemas
de disposición de residuos sólidos, a basureros, como está pasando
en Argentina con el yacimiento petrolífero de la Vaca Muerta”,
dice Rodríguez.
Por
otra parte, el economista y experto en medioambiente Juan Pablo Ruiz
Soto, que forma parte de la comisión de expertos que asesora al
Gobierno sobre el “fracking”, considera que “algunos artículos
científicos evidencian que sí existe la contaminación de
acuíferos”.
Pero
en otros se dice que esos efectos negativos están restringidos a
unas técnicas que si se evitan no tienen porqué dar problemas”,
agrega.
Por
eso aboga por “la investigación para nuestros ecosistemas” que
son diferentes a los de otros países y donde no hay otros riesgos
como las “voladuras por parte de grupos guerrilleros” como el
Ejército de Liberación Nacional (ELN), pues el año pasado la
infraestructura petrolera colombiana sufrió 107 atentados.
Y
es allí donde se debe tener en cuenta a las comunidades, como la de
Puerto Patiño, que son las que al final del día tendrán que lidiar
con los efectos del “fracking” en sus vidas, ya sean positivos o
negativos.
Fuente:
El Magdalena Medio, la zona cero del ‘fracking’ en Colombia, 16 marzo 2020, EFEverde. Consultado 17 marzo 2020.
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