por
Emilio Godoy
MÉXICO,
3 feb 2020 (IPS) - El 10 de diciembre arribó al Aeropuerto
Internacional de Ciudad de México el primer vuelo desde Dubái
(Emiratos Árabes Unidos), con escala en Barcelona, de la aerolínea
Emirates, con una distancia recorrida superior a los 14000
kilómetros.
Esa
ruta se traduce en dos toneladas de dióxido de carbono (CO2), uno de
los gases generados por las actividades humanas, responsable del
calentamiento planetario y que rebasa la contaminación promedio por
persona anual de muchos países.
Frente
a esos modos de viajar, la joven activista sueca Greta Thunberg
sorprendió al mundo al viajar de Londres hacia la Cumbre sobre el
Clima de Naciones Unidas en Nueva York en un bote alimentado con
energía solar en agosto pasado, e hizo algo similar cuando regresó
a Europa para participar en la COP25, en Madrid, en diciembre.
Esas
posturas contrastantes ilustran la complejidad de abordar las
emanaciones de CO2 de la aviación, en lo que puede considerarse como
la cuadratura del círculo ambiental. Cuando lea estas líneas, más
de 500000 personas estarán en el aire a bordo de un aparato.
Los
factores subyacentes en la aviación incluyen los viajeros
frecuentes, los vuelos privados y los boletos de las llamadas
“aerolíneas de bajo costo”, cuya accesibilidad implica
condiciones laborales precarias. Además, los combustibles aéreos
gozan de subsidios, lo cual alimenta su huella de carbono.
Ante
ello, se yerguen propuestas para aminorar el rastro climático de la
industria, reducir los vuelos.
“La
aviación está en deuda con los ciudadanos, porque se han
aprovechado de nuestros impuestos. La industria busca hacernos sentir
culpables por tomar un avión, cuando debería enfrentar el costo de
contaminar. Actualmente, se premia a quien más vuela con descuentos.
Tenemos que hacerlo al revés”, cuestiona Sara Mingorría,
académica del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de la
española Universidad de Barcelona.
La
investigadora pertenece al movimiento Stay Grounded (“quédate en
tierra”), que aboga por impuestos más altos a combustibles como el
queroseno y la turbosina; moratoria a la expansión y construcción
de aeropuertos, así como el fomento a alternativas de transporte.
A
diciembre de 2019, las aerolíneas comerciales habían trasladado
mundialmente ese año a 4540 millones de pasajeros -4,2 % más que
en 2018-, según datos de la Asociación Internacional de
Transporte Aéreo (IATA, en inglés). La proyección para 2020 se
ubica en 4723 millones. En América Latina, ese indicador aumentó
4,2 % y en 2020 se elevaría a 4,3 %.
Para
2037, IATA prevé que la cantidad de pasajeros se duplique a 8200
millones.
Mientras,
las emisiones de CO2, el gas generado por las actividad humanas que
causa el recalentamiento planetario, se extendieron a 915 millones de
toneladas, 10 millones más que el año previo y en 2020 ascenderían
a 936 millones, manteniendo la tendencia al alza mostrada desde 2014.
Datos
de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), una
agencia de Naciones Unidas, indican que la aviación representa el 2 %
de las emisiones globales de CO2, que subirían entre siete y 10
veces en 2050 en comparación con los niveles de 1990.
En
América Latina, Brasil es el mayor emisor de CO2 de avión -10,3
millones de toneladas en 2018- seguido por México -5,21
millones- y Argentina -2,03 millones, según sus registros
nacionales de emanaciones.
Algunos
aspectos influyentes en la polución son la edad de las aeronaves,
sus modelos y la distancia recorrida. Además, los vuelos lanzan
también a la atmósfera partículas, óxido de nitrógeno y
sulfatos, que capturan también calor y calientan la atmósfera
cuando se emiten a gran altitud. Asimismo, la estela de vapor dejada
por los aeroplanos puede formar nubes que atrapan radiación térmica,
lo cual contribuye con el calentamiento planetario.
Una
ruta externa
Excluida
del Protocolo de Kioto de 2005 y virtualmente ausente del Acuerdo de
París sobre cambio climático de 2015, la aviación brilló por su
ausencia en la COP25 (Conferencia de las Partes de la Convención
Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático), que acogió
Madrid del 2 al 15 de diciembre, la más larga en la historia de las
cumbres debido a que los Estados parte que más contaminan se
opusieron a cualquier avance.
Por
ello, la OACI acordó en 2016 el Esquema de Reducción y Compensación
de Carbono para la Aviación Internacional (CORSIA, en inglés), de
cumplimiento voluntario a partir de 2021.
CORSIA
solo abarca el CO2 y excluye el metano, el ozono, las estelas de
vapor y la nubosidad inducida, de los cuales los últimos contribuyen
con el incremento de la temperatura planetaria.
Para
Sara Ortiz, académica de la también española Universidad de
Valladolid, es “absolutamente importante” que OACI apoye medidas
para aumentar los gravámenes a los combustibles, pues han recibido
“un trato privilegiado”.
“Si
hubiera un tratamiento equitativo, los billetes de avión deberían
costar el doble. También hay que tener en cuenta que no solo se debe
reducir el CO2, porque hay otros gases contaminantes”, señala la
especialista a LatinClima.
Los
propósitos de CORSIA radican en la contracción de emisiones, su
compensación a partir de 2020 y la neutralidad en carbono –que
capture tantos gases como los que lance a la atmósfera– en 2050
mediante nuevas tecnologías, mejoras operativas y combustibles
alternativos sostenibles, como biocarburantes y aceites usados.
Para
ello, OACI desarrollará una fase piloto de 2021 a 2023 para los
países que hayan aceptado voluntariamente participar en el esquema,
una primera etapa de 2024 a 2026 para las naciones que hayan tomado
parte de la primera y los que quieran sumarse.
Finalmente,
ejecutará la segunda fase de 2027 a 2035 para los países que tengan
vuelos internacionales, a excepción de los menos desarrollados, los
pequeños Estados insulares y territorios en desarrollo que carecen
de costas, a menos que hayan aceptado participar en esta fase.
Hasta
ahora, 81 países se han comprometido a participar en el piloto.
CORSIA
neutralizará el estiramiento de la contaminación con offsets o
créditos de carbono, para lo cual el Consejo Técnico Asesor (TAB,
en inglés), integrado por 19 expertos –incluyendo de Brasil,
Colombia y México–, evalúa los tipos de créditos que las
aerolíneas podrán adquirir y de combustibles que esas empresas
pueden quemar.
A
partir de 2019, los Estados y sus operadores aéreos deben elaborar
un reporte de medición, reporte y verificación (MRV) de las
emanaciones, independientemente de su intervención en CORSIA.
Asimismo, desde 2021 habrá una revisión del cumplimiento de los
offsets cada tres años.
La
idea de las compensaciones para la aviación apareció en la década
pasada, con pequeños recargos en los precios de los tickets por usar
ese modo de transporte.
Programas
de compensación
Hasta
ahora, 14 programas de compensación han enviado propuestas para su
inclusión en CORSIA. El TAB presentará en marzo próximo sus
recomendaciones al Consejo de OACI para su aprobación.
El
esquema se enfrenta al lento avance de la tecnología aérea y a
pocas alternativas carburantes que provean del volumen requerido por
las aeronaves.
La
canadiense Jane Hupe, enviada especial de la ONU para aviación ante
la COP25, subraya a LatinClima que CORSIA “es un elemento
complementario en un conjunto de medidas” para enverdecer la
actividad, a la vez que considera “difícil” incrementar los
impuestos a los viajes aéreos.
La
también directora suplente de Ambiente de OACI asegura que el
mecanismo “garantiza equidad para aerolíneas emergentes y maduras,
porque los niveles de crecimiento son diferentes”.
Hupe
defiende las compensaciones y la quema de biocombustibles, sobre las
cuales “ha habido malentendidos, pues tenemos verificación sobre
su origen y una nueva generación que proviene de desechos”.
Los
estándares del mecanismo abordan MRV de la contaminación y evitan
doble contabilidad –que tanto un país vendedor de compensaciones
como uno comprador reporten como propia la disminución de
emisiones–, el rastreo del origen y destino de los créditos, así
como procedimientos para el retiro de los certificados.
El
estancamiento de la discusión sobre las reglas de los mercados de
carbono del Acuerdo de París puede limitar el funcionamiento de
CORSIA, pues ese esquema estipula su vínculo con esos mecanismos.
CORSIA
se enfrenta a la expansión del sector aeroportuario, pues hasta 2017
estaban en planificación o construcción 423 aeropuertos, la mayoría
en la región de Asia-Pacífico. Además, estaban programadas 205
extensiones de pista, 262 nuevas terminales y 175 extensiones de
terminales.
Stay
Grounded ha identificado al menos 300 conflictos ligados al
crecimiento aeroportuario en el mundo.
La
oposición social ha logrado detener la construcción o ampliación
de aeropuertos en Ciudad de México, París y Roma, pero algunos
gobiernos, como el mexicano, está empecinado en agrandar esas
instalaciones, como ocurre con el aeropuerto militar de San Lucía,
al norte de la capital mexicana, y que será modernizado para recibir
vuelos internacionales.
En
Francia, los “chalecos amarillos”, el grupo de manifestantes que
ha descarrilado el gobierno de Emmanuel Macron, ha propuesto un
impuesto a los combustibles aéreos como alternativa a la intención
del gobierno de gravar las gasolinas para automóviles.
La
emergencia climática por la que transitan el planeta y la humanidad
obliga no solo a hacer las cosas de manera diferente, sino también a
dejar de hacer otras.
Juan
Carlos Belausteguigoitia, director del Centro de Energía del privado
Instituto Tecnológico Autónomo de México, plantea que debe
instaurarse una política coordinada internacional.
El
experto sugiere encarecer vuelos internacionales por las emisiones
que generan, dar incentivos, informar cuáles son los vuelos más
contaminantes y desarrollar tecnología.
“Les
va a tocar de una manera u otra reducir emisiones. Los países le
podrían decir a las empresas aéreas contaminantes que no aterricen”
en su territorio, prevé en entrevista con LatinClima.
Mingorría
enfatiza en que “queremos construir un modelo de transporte más
justo y sostenible. Hablamos de justicia climática. CORSIA es un
fracaso y solo servirá para que las empresas se sigan
enriqueciendo”.
En
contraposición, Hupe asegura que el mecanismo “está en marcha”
y que “aún está creando cosas” rumbo a su aplicación.
Un
problema en América Latina es la falta de alternativas de transporte
diferentes a los vuelos, pues en la región el tren de pasajeros es
una modalidad virtualmente inexistente. Aunado a ello, la geografía
dificulta esos tendidos, a diferencia de Europa. Literalmente, es un
problema de altura.
Este
artículo se publicó originalmente en LatinClima y contó con el
respaldo del Programa Latinoamericano de Cobertura Periodística
COP25.
RV:
EG
Fuente:
Emilio Godoy, La aviación: un emisor que aún no hace su tarea, 3 febrero 2020, Inter Press Service. Consultado 7 febrero 2020.
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