El
cambio climático es una de las mayores amenazas para la humanidad y
la reducción de la deforestación podría ser la clave para frenar
su avance. ¿Argentina podrá estar a la altura de los cambios que se
necesitan?
por
Patricia Fernández Mainardi
“Según
datos del Panel Internacional de Recursos de las Naciones Unidas
(2014) en América Latina, en nuestro país, a contramano de la
tendencia global, se explica el aumento de la producción
agropecuaria más por la extensión de las tierras arables que por la
productividad de sus cultivos”, sostienen desde la Fundación
Ambiente y Recursos Naturales (FARN). En nuestro país, este modus
operandi deviene en el proceso conocido como “pampeanización”:
la exportación de la lógica productiva pampeana hacia otras
ecorregiones del país (Chaco, por ejemplo). Como explican desde
FARN, en menos de 20 años nos hemos encargado de deforestar el
equivalente a la superficie de la provincia de Formosa.
Un
dato: la deforestación, por la transformación de bosques nativos
para la producción de cultivos y la ganadería, ha emitido el 10,52
por ciento de los gases de efecto invernadero (GEI) a nivel nacional.
En ese sentido, Belén Zermatten de PWC en Argentina, explicó
durante la jornada final de la Diplomatura en Seguridad Humana para
el Desarrollo Sostenible, organizada conjuntamente por la Fundación
Criteria y la Universidad del CEMA, que, según el Acuerdo de París,
“el promedio de reducción de emisiones que se necesita a nivel
global para cumplir con las metas que pusieron cada una de las
naciones que adhieren es de un 3 por ciento. De acuerdo con los
últimos resultados, se ha logrado una reducción 1,6 por ciento, lo
cual está bastante por debajo del compromiso”.
DEF
pudo dialogar con la directora ejecutiva adjunta de FARN, Ana Di
Pangracio, sobre las cifras de deforestación en nuestro país: “A
nivel de Argentina, es un problema serio, y lo más grave es que la
deforestación ilegal persiste, particularmente en un bosque de
relevancia regional como el Gran Chaco, que compartimos con Bolivia y
Paraguay”. Para ella, la conversión de bosques a tierras
agrícolas, el pastoreo excesivo, la rotación intensa de cultivos,
el manejo no sostenible de los bosques, la introducción de especies
vegetales y animales exóticas invasoras, la infraestructura a gran
escala, la explotación minera y de petróleo, los incendios, las
plantaciones forestales, la contaminación y el cambio climático
impactan negativamente sobre los bosques, sus ecosistemas y especies.
De
hecho, la Unidad de Manejo del Sistema de Evaluación Forestal
(UMSEF), del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la
Nación, es la responsable de generar los datos de pérdida de
bosques nativos. De acuerdo a los trabajos realizados, se pueden
saber alguno de los efectos que génera la reducción de estos
bosques. Entre ellos, se puede mencionar la pérdida de la
biodiversidad en muchas escalas, lo que afecta la estabilidad y el
mantenimiento de los procesos evolutivos, así como también las
funciones ecosistémicas. Además, modifica el ciclo del agua, del
carbono, del nitrógeno, del fósforo y de otros elementos que
alteran la conexión entre los componentes vivos y no vivos de la
tierra. Asimismo, genera la emisión de gases de efecto invernadero y
afecta la calidad de vida de las poblaciones.
Cifras
alarmantes
“Según
datos de la ex Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable
(SAyDS), entre 1998 y 2002, desaparecieron más de 780.000 hectáreas
de bosques. En los siguientes años, previo a la entrada en vigor de
la Ley de Bosques, el proceso se acentuó, y se arrasaron 1,1
millones de hectáreas, en su gran mayoría, a manos de la soja”,
sostiene la directora de FARN, quien, además, explica que, con estas
cifras, la tasa de deforestación de la Argentina resultó seis veces
más alta que el promedio mundial. En ese sentido, Di Pangracio
señala que el desmonte más intenso se producía en la franja de
transición entre el parque chaqueño y las yungas; se perdían un
promedio de 821 hectáreas de bosques por día, 34 hectáreas por
hora.
Frente
a tan grave situación, en 2006 se presentó en la Cámara de
Diputados un proyecto para atender la emergencia forestal que se
atravesaba. Se trató de una iniciativa del entonces diputado Miguel
Bonasso. Finalmente, la Ley de Bosques fue sancionada el 28 de
noviembre de 2007. Desde entonces, el escenario se modificó, aunque,
como explica, la deforestación ilegal sigue existiendo y, de hecho,
se desmontan bosques protegidos por las categorías amarilla y roja
de la Ley 26331, uso sostenible y conservación estricta
respectivamente.
Pese
a las medidas adoptadas, las cifras siguen siendo alarmantes. “El
porcentaje de la superficie del país cubierta con bosque nativo era
de 11,26 por ciento en 1998 y bajó al 9,77 por ciento en 2015. En
términos de área absoluta, Argentina pasó de contar con 31,4
millones de hectáreas en 1998, a 27,3 millones en 2015. Esto
representa una disminución de 4.150.000 de hectáreas, a una tasa
anual de deforestación de 0,83 por ciento. Nos queda en pie el
equivalente al 30 por ciento de las masas forestales originales.
Índices internacionales ponen también de relieve el escenario
argentino en materia de bosques nativos: en 2014, el Panel
Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en
inglés) advirtió que en Argentina ocurre el 4,3 por ciento de la
deforestación global. Por su parte, un informe de la FAO ubicó a
Argentina entre los diez países que más desmontaron entre 2010 y
2015”, detalla Di Pangracio al tiempo que insiste en que se debe
profundizar el trabajo en materia de combate de la deforestación
ilegal y ofrecer opciones de uso sostenible y responsable de los
bosques nativos.
“El
porcentaje de la superficie del país cubierto con bosque nativo era
de 11,26 por ciento en 1998 y bajó al 9,77 por ciento en 2015. En
términos de área absoluta, Argentina pasó de contar con 31,4
millones de hectáreas en 1998, a 27,3 millones en 2015”.
¿Hay
tiempo para un cambio?, para Di Pangracio, sí: “Tenemos la
herramienta para lograrlo, la Ley de Bosques 26331, pero necesitamos
el compromiso político a la altura del desafío y recursos
dinerarios. Para 2020, la Ley de Presupuesto 2020 prevé asignar un
total de $609.829.000, lo que equivale a solo el 3,25 por ciento del
mandato legal y significa que, por cada hectárea de bosque nativo
que posee, Argentina invertirá apenas $10,20. Sin plata, no podemos
salvar los bosques”.
“Para
2020, la Ley de Presupuesto 2020 prevé asignar un total de
$609.829.000, lo que equivale a solo el 3,25 por ciento del mandato
legal y significa que por cada hectárea de bosque nativo que posee,
Argentina invertirá apenas $10,20. Sin plata, no podemos salvar los
bosques”.
Lejos
del ideal agroecológico
Para
Di Pangracio, Argentina transformó buena parte de sus pastizales y
bosques nativos en tierras de cultivo. “El avance de la frontera
agropecuaria es atribuible en gran medida a la expansión del cultivo
de la soja, por sus elevados precios internacionales y los nuevos
países que se sumaron a la demanda. Esto impacta en los ecosistemas
y en la salud de las personas, debido al abusivo y desaprensivo uso
de agroquímicos que supone el agronegocio. Se necesita acordar
intervenciones en el bosque que sean genuinamente sostenibles y
avanzar hacia sistemas agroecológicos”.
En
ese sentido, la directora de FARN explica que la zona más afectada,
porque aún preserva bosque nativo en pie y poco salvaguardado bajo
alguna categoría de área protegida, es el Gran Chaco (las
provincias de Chaco, Salta, Formosa y Santiago del Estero concentran
gran parte de la deforestación). Básicamente, allí el suelo fue
destinado a la agricultura y la ganadería.
En
el sur o en los bosques ribereños del noreste del país, una amenaza
importante es el desarrollo inmobiliario, detalla la directora de
FARN.
¿Forestar
o detener la deforestación?
Para
Di Pangracio, se debe hacer foco en detener la deforestación, ya que
los procesos de restauración llevan muchos años, esfuerzo y
recursos económicos. “La restauración de bosques degradados o
bosques que se han deforestado tiempo atrás es bienvenida, en tanto
se haga con especies nativas de la zona de que se trate, involucrando
a la comunidad local. Pero es más fácil y barato mantener el bosque
en pie que destruirlo y restaurar. Cabe resaltar que es preocupante
que Argentina plantee para 2030 llevar de 1,3 a 2 millones las
hectáreas con forestaciones de exóticas, planteándolas como
solución al cambio climático, porque, al tratarse de árboles,
capturan carbono”. La directora de FARN explica que estas
forestaciones tienen fuerte impacto social y ambiental y reciben
subsidios estatales para llevarse adelante: “Creemos que esto debe
detenerse porque son incentivos perjudiciales para la biodiversidad,
y que debe atenderse con urgencia el abordaje de los impactos
sociales y ambientales de las plantaciones ya existentes”.
Fuente:
Patricia Fernández Mainardi, Arrasar para cultivar: una radiografía de la deforestación en Argentina, 15 febrero 2020, Infobae.
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