El
organismo sostiene que se aprueba el uso en base a informes de las
empresas. En Argentina se aprobaron 60 transgénicos en base a
informes de las empresas interesadas. El informe de la AGN denuncia
que el Estado no tiene en cuenta los impactos sociales ni
ambientales.
por
Darío Aranda
La
forma de aprobar el uso de los transgénicos en Argentina es poco
transparente e incompleta, desoye convenios internacionales, vulnera
leyes ambientales y viola los derechos de los pueblos indígenas. Así
lo confirma una investigación de la Auditoria General de la Nación
(AGN), que confirmó lo mismo que denuncian desde hace décadas
organizaciones campesinas y socioambientales: el Estado argentino
aprueba los transgénicos en base a estudios de las mismas empresas
que los venden (el Estado no realiza análisis propios), no se tienen
en cuenta los impactos sociales y ambientales, y se pone en riesgo la
biodiversidad. En Argentina se aprobaron 60 transgénicos y ocupan
más de 30 millones de hectáreas.
“Recursos
genéticos y organismos genéticamente modificados”, es el nombre
del informe de 210 páginas de la AGN. Analizó la actuación entre
2015 y 2018 del Ministerio de Agroindustria y de la Secretaría de
Ambiente. Cuenta con un apartado especial sobre la forma en que se
aprueban los transgénicos en Argentina, a cargo de la Dirección de
Biotecnología y de la Comisión Nacional de Biotecnología
(Conabia).
“Argentina
no cuenta con un marco de referencia teórico-metodológico para
garantizar el uso seguro y sustentable de los OGM (Organismos
Genéticamente Modificados)”, afirma la Auditoria General de la
Nación, y detalla que se vulnera el principio precautorio
establecido en la Ley General del Ambiente (25.675) y, en el plano
internacional, se desoye el Protocolo de Cartagena (instrumento
internacional que regula los organismos producto de la
biotecnología).
Detalla
que la Dirección de Biotecnología (a cargo de Martín Lema, quién
también dirige la Conabia) suministró a la AGN información “en
formato borrador” y “ambigua” referida al proceso de
autorización de los transgénicos. Y cuestiona que la Dirección de
Biotecnología ni siquiera cuenta con un manual de procedimientos
para realizar la evaluación de las solicitudes presentadas por las
compañías que pretenden permisos de liberación experimental de
OGM, primera fase del proceso para la autorización de transgénicos.
Desde
hace años que académicos críticos, organizaciones campesinas y
asambleas socioambientales cuestionan que el Gobierno aprueba los
transgénicos en base a lo publicitado por las compañías.
Bayer/Monsanto (o Syngenta o Bioceres) presentan una soja o maíz
transgénico. Aportan al expediente supuestos estudios de inocuidad y
los funcionarios argentinos aprueban sin corroborar si las empresas
dicen la verdad o no.
“La
Conabia no realiza análisis experimentales sobre los materiales a
aprobar. Las evaluaciones de riesgo ambiental son de tipo documental,
realizadas en base a la información técnico científica remitida
por el solicitante (la empresa) a modo de declaración jurada”,
destaca la Auditoría. Y ni siquiera existe un procedimiento
gubernamental de chequeo de información: “No se encuentran
normalizados los criterios para la realización de las verificaciones
realizadas por la Conabia respecto falsedad o inexactitud de la
información que presenta el solicitante”.
Desde
1996 a la actualidad se aprobaron en Argentina 60 eventos
transgénicos (soja, maíz, papa, algodón, cártamo y alfalfa). Las
empresas beneficiadas son Syngenta, Bayer-Monsanto, Bioceres/Indear,
Dow Agroscience, Tecnoplant, Pioneer y Nidera, entre otras. La
aprobación de semillas transgénicas es el primer paso de una cadena
que luego incluye desmontes, desalojos, uso masivo de agrotóxicos,
agotamiento de suelos, concentración de tierras en pocas manos.
Carla
Poth es docente e investigadora de la Universidad de General
Sarmiento. Su tesis doctoral hizo foco en la forma de aprobar los
transgénicos en Argentina y no tiene dudas: “El marco regulatorio
de aprobación de OGM es muy deficiente pero no por ignorancia, sino
por complicidad. La conformación de la Conabia, con cámaras
empresarias y científicos afines, priorizan los intereses y
ganancias privadas por sobre los afectados por estas tecnologías. No
hay una sola voz crítica dentro de la Conabia”.
La
investigadora recordó que al momento de aprobar un transgénico el
Estado no considera el uso de agrotóxicos que acompaña la semilla,
no mide el impacto ambiental (en bosques, animales, aire, agua,
suelos) y tampoco se evalúa el impacto en los alimentos. “La
Conabia tiene una mirada cortoplacista, totalmente afín al mercado,
donde se prioriza la necesidad comercial y no de la población”,
afirmó Poth.
La
AGN confirma que la Conabia actúa en las sombras, sin ningún tipo
de participación ciudadana: “Las decisiones tomadas por la
Dirección de Biotecnología y la Conabia para autorizar la
liberación experimental de OGM no son publicadas para conocimiento
de la población”. Tan desprolija es la forma de aprobar los
transgénicos que la Auditoría cuestiona que ni siquiera se
especifica qué dependencias del Senasa (Servicio de Sanidad
Agroalimetaria) y del Inase (Instituto Nacional de Semillas) deben
controlar la experimentación de OGM (resolución 701/11 del
Ministerio de Agricultura). Tampoco se explica cuáles son los
aspectos a controlar y los criterios a tener en cuenta. La AGN afirma
que, ante las irregularidades y los baches de información, “se
afecta la transparencia del procedimiento (de aprobación)”.
El
informe de la AGN también confirma que los transgénicos se aprueban
en base a estudios de las mismas empresas: “En el procedimiento de
evaluación de OGM de segunda fase se encontró que dicha evaluación
no incluye pruebas experimentales (en laboratorio) y sólo se realiza
documentalmente, a través de una comparación bibliográfica con lo
informado por el solicitante”.
Cuestiona
que la Dirección de Biotecnología, espacio clave para las
multinacionales del agro, “no cuenta con un manual de
procedimientos para la realización de evaluaciones ni con una base
de datos e información bibliográfica utilizada para el análisis de
riesgos y sus componente”. También cuestiona que al momento de
aprobar un transgénico “no se contempla en los mismos el impacto
social”. Y denuncia que en ningún momento se realizan audiencias
públicas para obtener miradas de otras disciplinas del conocimiento.
La
Conabia es fundamental en la aprobación de transgénicos. Es el
ámbito que realiza la “evaluación técnica-científica” de las
semillas presentadas. Se creó en 1991 y durante 23 años (2014) fue
secreta su composición. Nadie podía saber quiénes autorizaban las
semillas clave del agro. El periódico Mu (de la Cooperativa La Vaca)
obtuvo en 2014 el listado secreto: de 34 integrantes confirmados, 26
pertenecían a las empresas o tenían conflictos de intereses. El
dato fue retomada por la ONG inglesa GMWatch, traducida al inglés y
distribuida en instituciones académicas de Estados Unidos y Europa.
La noticia, bajo el título “La corrupción transgénica”,
comenzó a circular en ámbitos científicos.
La
Auditoría General de la Nación suma ahora un dato insólito: el
quórum de la Conabia se obtiene con sólo cinco integrantes
presentes. Un puñado de personas puede decidir qué nueva semilla
inundará los campos argentinos. La AGN cuestiona que la Dirección
de Biotecnología no proveyó el listado de integrantes actuales.
La
Auditoría resalta la preocupación de la ausencia total de control
por parte Estado luego de la aprobación de los transgénicos. Lo que
se aprueba en las oficinas del Ministerio de Agricultura luego no es
evaluado por su impacto real en los campos: “El marco regulatorio
no prevé el monitoreo de los impactos de los organismos
genéticamente modificados (OGM) posteriores a su liberación
comercial, contrariamente a lo previsto en los principios de la
política ambiental establecidos en la Ley 25.675. Tampoco se
encontró evidencia de la realización de monitoreo de los impactos
sociales, económicos y ambientales de la utilización de OGM en los
agroecosistemas”.
Además
de violar leyes nacionales, la forma de aprobar los transgénicos
incumple tratados internacionales. En las conclusiones de la
Auditoría se destaca: “Argentina no ha adoptado los dos
instrumentos internacionales de referencia. El Protocolos de
Cartagena y el Protocolo de Nagoya Kuala Lumpur, pese a la
importancia que tienen las actividades con transgénicos en todo el
territorio nacional”.
La
AGN solicita que la Dirección de Biotecnología y la Conabia hagan
públicas las decisiones respecto a los pedidos de aprobación de
transgénicos, que dé participación a la ciudadanía y realice
consultas púbicas. Solicita que se dé especial participación,
incluso con representantes dentro de la Conabia, a los pueblos
originarios y a comunidades locales “a los fines de considerar la
perspectiva social en las evaluaciones impacto” de los
transgénicos. También remarca la necesidad de la inclusión de
aspectos ambientales en todo el proceso de aprobación de
transgénicos. Destaca que la aprobación de OGM pone en riesgo la
biodiversidad del país.
Fuente:
Transgénicos: informe crítico de la Auditoría General de la Nación, 5 enero 2020, Página/12. Consultado 6 enero 2020.
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