La
Argentina tiene el triste récord mundial de uso de agrotóxicos per
cápita.
por
Medardo Ávila Vázquez
Después
de muchos años sin que Estados Uidos designara un embajador en
Buenos Aires, en 1993, Bill Clinton envio a James Cheek, quien en su
primera declaración a los medios argentinos manifestó que además
de ser apasionado del futbol e hincha de San Lorenzo, su misión era
que Argentina desarrollara dos nuevas aéreas de negocios: la de
ensayos clínicos de medicamentos para la Big Pharma y la de cultivos
transgénicas de Monsanto. En 1996 el Secretario de Agricultura de
Menem, Felipe Solá, autorizó la introducción de semillas de soja
transgénicas resistentes a glifosato de Monsanto y en estos 24 años
se consolidó un modelo de agronegocio que extendió el monocultivo,
concentró la producción en menos manos, extendió el desmonte,
intrusó territorio de pueblos originarios y campesinos a los que
expulsó y elevó el consumo nacional de agrotóxicos a nivel de
récord mundial.
La
cantidad de litros de agrotóxicos que se aplican en todo el país ha
aumentando sin cesar a pesar de que Monsanto aseguraba que su consumo
se reducía con sus semillas. Según las Cámaras de empresas de
agrotóxicos, en 1990 se aplicaron 38 millones de litros en todo el
país que en 2018 eran más de 500 millones de litros. Si bien
aumentó la superficie cultivada en poco más de 50 % (de 20 millones
de hectareas a 32 millones), el aumento del consumo de agrotóxicos
es mayor al 1000 %, y esto ocurrió porque este modelo de producción
es dependiente de químicos, porque tanto las malezas como los
insectos se adaptan o acostumbran a los agrotóxicos con que los
atacan y al cabo de pocos años ya no sufren daño ante su
fumigación. En esa situación la respuesta del agronegocio es
aumentar la dosis del agrotóxico y/o mezclarlo con otras moléculas
similares, como se observa en el actual control de malezas que en
1996 utilizaba 3 litros de glifosato por hectarea por año y ahora
están fumigando con 12 litros en esas mismas hectáreas, pero
mezclado con 2 litros de 2.4D por año, dicamba y otros herbicidas.
Este aumento continuo del consumo de agrotóxicos beneficia
indudablemente a las empresas multinacionales de agrotóxicos que
cada año facturan más (arriba de los 3.000 millones de dolares) y
se convirtieron en actores esenciales de este modelo.
El
problema es que esta enorme cantidad de agrotóxicos se acumula en
nuestro ambiente, moléculas que persisten activas por mucho tiempo.
El glifosato dura más de 60 días activo y son tan intensas sus
fumigaciones que los médicos de pueblos fumigados lo midieron en
alta concentración en el agua de lluvia de cinco pueblos cordobeses
(porque estaba en el aire que se respira), se detecta también en
todos los ríos de la zona centro y norte del país e incluso el INTA
lo recoge del agua subterránea y de la red domiciliaria bonaerense,
y esta contaminación crece año a año.
Exposición
a agrotóxicos
La
contaminación del ambiente pone en contacto directo a la población
de esos lugares con los agrotóxicos, es decir que las personas están
ahora expuestas a estas sustancias y en riesgo de que afecten su
salud. A nivel nacional la carga de exposición a agrotóxicos es de
11,9 litros por persona y por año, pero es mucho mayor para aquellos
que viven en las zonas agrícolas. En la zona sojera la exposición
de los habitantes de pueblos como Monte Maíz es de 121 litros por
persona para todos los agrotóxicos y de 80 litros para el glifosato.
El
riesgo de estas poblaciones de sufrir cánceres, malformaciones
congénitas, muerte al nacer, abortos espontáneos, hipertensión del
embarazo, hipotiroidismo, asma, trastornos del espectro autista y
bajo rendimiento escolar en niños, enfermedades neurológicas
degenerativas como Alzheimer, Parkinson, esclerosis múltiple y
depresión, es varias veces mayor que en la población en general y
se verifica en los estudios realizados por la ciencia digna. Los
médicos de los pueblos fumigados vemos a diario cómo nuestras
poblaciones se afectan por esta exposición, cómo miles de escuelas
rurales son fumigadas con los niños y maestras adentro y reconocemos
que son agrotóxicos y no fitosanitarios y debería hacerse todos los
esfuerzos para disminuir su contacto con las personas.
Además
de esta exposición ambiental-residencial, los agrotóxicos
utilizados en múltiples cultivos contaminan los alimentos (frutas,
verduras, legumbres, pan, azúcar, vinos, cervezas, lácteos, etc.),
como se verifica en estudios del propio SENASA, generando un riesgo
de daño a la salud inaceptable desde el punto de vista médico.
Mentir
y contaminar con Buenas Prácticas Agrícolas
La
única respuesta del agronegocio y el gobierno nacional ha sido
proponer un programa de Buenas Prácticas Agrícolas (BPA) que solo
busca mejorar la percepción de la población sobre las masivas
fumigaciones mientras legitima fumigar escuelas y pequeñas ciudades
sin ninguna protección y no considera disminuir las cargas de
utilización de agrovenenos. Las BPA son de imposible aplicación
cuando los volúmenes de utilización son tan elevados como los que
se aplican en Argentina por lo que en realidad son un enunciado
mentiroso.
Es
responsabilidad del Estado y sus instituciones tomar el problema con
la gravedad que tiene y solucionarlo desde las políticas públicas.
El consumo continuo y elevado de agrotóxicos es un problema que debe
ser considerado como prioritario en la agenda del Estado y la
sociedad. Aplicar 500 millones de litros por año en nuestro
territorio tiene consecuencias ambientales y sanitarias ineludibles
que solo pueden ignorarse o invisibilizarse por el intenso lobby de
las empresas agrotóxicas multinacionales sobre los medios de
comunicación y la política.
Cultivos
sin agrotóxicos
Es
posible cultivar sin venenos y la demanda de productos libres de
pesticidas crece en todo el mundo y en nuestro país y su valor tiene
un costo mayor del 10 % generalmente. Por ejemplo, Estados Unidos es
el mayor importador de maíz y soja orgánica porque su producción
es muy inferior a su demanda de granos y oleaginosas libres de
venenos químicos, demanda que todos los años queda sin satifacer
por falta mundial de oferta. Argentina es el segundo productor
orgánico del mundo después de Australia. Por lo menos 10 % de la
superficie cultivada en el país es de cultivos sin agrotóxicos,
porque hay decenas de miles de hectáreas sin certificar en manos de
productores familiares con experiencias agroecológicas. Es posible
cultivar sin agrotóxicos y avanzar en una Transición Agroecológica
con beneficio para la salud colectiva, para el ambiente, para los
consumidores y mantener o incluso aumentar los beneficios económicos
y sociales. La Red Nacional de Municipios Agroecologicos (RENAMA) hoy
tiene más de 85.000 hectáreas cultivadas sin una gota de
agrotóxicos en las zonas de resguardo periurbano de 14 pueblos
bonaerenses y entrerrianos con muy buenos rendimientos y incluso la
FAO de las Naciones Unidas promueve la agroecología e insta a
abandonar los cultivos industriales con agrotóxicos.
Y
no es un problema técnico ni agronómico que no se pueda producir
sin agrotóxicos, es un problema político porque el modelo agrícola
extractivista actual está sustentado en la alianza de la burguesía
agroindustrial argentina (expresada en la Mesa de Enlace) con las
multinacionales de los agrotóxicos y de la exportación de granos
con la cual se asocian en forma más o menos traumática los
gobiernos de turno, tratando de atrapar con las retenciones parte de
la renta agrícola a cambio de ignorar las consecuencias sociales,
ambientales y sanitarias del agronegocio.
Política
de reducción de uso
La
contaminación con agrotóxicos es un problema mundial y muchos
Estados la asumen como una amenaza. Francia, el mayor productor
agrícola de la Unión Europea, lanzó en 2008 su Plan ECOPHYTO
destinado a disminuir el uso y la contaminación con
phytofarmacéuticos (agrotóxicos), plan que se viene consolidando y
su meta actual es disminuir en un 50% el volumen de agrotóxicos que
consume en país para 2025 y desde 2021 prohibir totalmente el
cancerígeno glifosato. Bélgica y Países Bajos tienen programas
similares y más avanzados aún, incluso Dinamarca está cerca de
declarar a toda su agricultura como orgánica (libre de agrotóxicos).
Francia consume 60 millones de litros anuales de agrotóxicos
mientras que Argentina aplica en su territorio más de 500 millones.
Somos el país con mayor consumo de agrotóxicos por habitante del
mundo, un triste récord que se renueva superando sus marcas cada
año.
Desde
comienzo de la década del 2000 un nuevo movimiento social surgió en
el interior del interior argentino, cientos de grupos de vecinos
dañados en su salud colectiva por los agrotóxicos en cientos de
pueblos reclaman por sus derechos vulnerados con una consigna que los
unifica: Paren de fumigar. Reclaman a productores agrícolas también
sumamente afectados por los agrotóxicos, pero enceguecidos por las
enormes y rápidas ganancias que los cultivos tóxicos les generan.
Estos movimientos lograron que se dicten más de 400 ordenanzas
municipales que impiden fumigar cerca de las localidades y otras
medidas de protección, ganaron decenas de amparos judiciales con los
mismos resultados, enjuiciaron penalmente a sojeros y a aviadores e
incluso impidieron que Monsanto instale una gigantesca fábrica en la
cercanías de Córdoba, lucha que significó que desde entonces
ninguna multinacional de agrovenenos puede instalar una nueva fabrica
en ningún lugar del país. Allí donde los gobiernos son más
cercanos, donde los intendentes y concejales son conocidos y se los
cruza en la calle, allí se logra ponerle un límite, insuficiente,
pero el límite que se puede conseguir localmente al uso
indiscriminado de agrotóxicos y disminuir en alguna medida la
exposición de la población a los mismos.
La
Asociación Brasileña de Salud Colectiva y la Sociedad de Pediatría
Brasileña están proponiendo una ley para una Política Nacional de
Reducción de Uso de Agrotóxicos en ese país. Inspirados en los
brasileños y con el ejemplo de los europeos se generó una propuesta
de política de reducción de uso de agrotóxicos hasta su
eliminación total
(http://reduas.com.ar/plan-nacional-de-reduccion-de-uso-de-agrotoxicos/).
Organizaciones médicas como la Red de Médicos de Pueblos Fumigados,
la Federación de Profesionales de la Salud (FESPROSA), la Federación
Argentina de Medicina Familiar, de los maestros de las escuelas
fumigadas como la Red Federal de Docentes por la Vida y de los
agrónomos que realizan agroecología intensiva como la RENAMA,
juntos con muchas organizaciones de fumigados, de la soberanía
alimentaria, campesinas y ecologistas realizaron esta propuesta al
nuevo gobierno que tiene como punto medular que el Estado reconozca
que la contaminación nacional creciente con agrotóxicos es un
problema y la necesidad de enfrentarlo para detenerlo.
Esta
propuesta instrumental de política de Reducción del Uso de
Agrotóxicos cuenta con dos herramientas principales: un Programa
Nacional de Reducción de Agrotóxicos que promoverá y estimulará
la adhesión de los productores a bajar radicalmente la utilización
de agrotóxicos a través de estímulos impositivos y crediticios,
principalmente descenso de retenciones a quien adhiera y aumento a
los que persisten en una agricultura tóxica. Y un Programa Nacional
de Estímulo a la Agroecología, para que a medida que vaya
disminuyendo la utilización de agrotóxicos se mantengan los rindes
con prácticas agroecológicas en un proceso de transición, que
incluya ganadería. Este programa estará sostenido por el INTA y las
Facultades de Agronomía de las Universidades Nacionales que dejarán
de ser promotoras casi exclusivas de la agricultura tóxica.
Estos
dos programas serian complementarios y simultáneos y buscarán la
adhesión voluntaria de los agricultores, pero estarán
complementados por una Normativa Nacional de Restricción de Uso de
Agrotóxicos cerca de zonas pobladas, escuelas, cursos de agua, etc.,
obligatoria para todos. Además, esta politica contaría con metas de
cumplimiento periódico como la francesa, no sería solo una
declaración de buenas intenciones.
Los
promotores de esta propuesta buscaron lograr una reunión con AF o
sus asesores desde el mes de septiembre en forma infructuosa. El
candidato a Presidente sí recibió a la Mesa de Enlace sojera, que
reclamó que bajaran las retenciones para aumentar su renta. Proponen
un plan para cambiar el modelo de agricultura sin que el país pierda
plata, pero rompiendo la alianza que sostiene un modelo de
concentración de tierras, de riquezas, de contaminación y perjuicio
sanitario. Este plan no solo es una propuesta, es una necesidad para
sostener los derechos a la vida y al ambiente sano de los argentinos.
Fuentes:
Medardo Ávila Vázquez, ¿Podemos reducir el uso de agrotóxicos?, 5 enero 2020, El Cohete a la Luna. Consultado 6 enero 2020.
La obra de arte que ilustra esta entrada es un mural de Germán Villamor, realizado en la ciudad de Trenque Lauquen en el SUM Chiquito Tello. Se recuerda al científico Andrés Carrasco, a Fabián Tomasi y a las escuelas, maestras y niños fumigados de Argentina.
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