Durante
siglos, el ser humano ha luchado contra el mar para ganar más costa.
Con el aumento del nivel del mar, el eterno tira y afloja está
entrando en una nueva era.
por
Tamsin Walker
En
octubre de 1634 se desató una violenta marea de tormenta sobre el
norte de Alemania. Miles de personas murieron, y casas y posesiones
fueron destruidas en una sola noche. El evento no solo dio forma a la
historia de las islas Frisias, sino también a la escarpada costa del
Mar del Norte.
En
una discreta casa de madera en Pellworm se exponen actualmente los
restos de la tempestad, que llenan paredes, estantes, cajas y
cajones. La isla de Pellworm surgió de una isla de mayor tamaño que
se hundió en la devastadora tormenta, conocida como el "Segundo
Grote Mandrenke”, o "Gran ahogamiento”.
Recolectados
por Helmut Bahnsen, durante décadas de caminatas atravesando las
llanuras que rodean su nativo Pellworm durante la bajamar, diversos
azulejos, herramientas, dedales, cerámica e incluso cráneos humanos
son testimonio de asentamientos que alguna vez existieron donde el
Mar del Norte se mueve como si no tuviera nada que esconder.
Aunque
algunos de los "dos millones” de vidas vividas y perdidas por
las aguas saladas del norte se remontan a la Edad de Piedra, a la
época romana y a los primeros años de la Alta Edad Media, mucho más
fue arrastrado a las profundidades del mar en la noche del 11 de
octubre de 1634. Si la costa hubiera estado mejor protegida, Bahnsen
cree que la historia podría haber tomado un curso más tranquilo.
"Por
aquel entonces, los diques tenían dos metros de altura, pero no eran
estables”, cuenta. "Eran lo suficientemente altos para hacer
frente al promedio de las tormentas de la época, pero no para las
catástrofes”.
Seguridad
detrás de las defensas costeras
Hoy
en día, los diques que rodean la isla de Pellworm, y se extienden a
lo largo de gran parte de la costa alemana del Mar del Norte, tienen
hasta ocho metros de altura y unos cinco metros de ancho. Los más
nuevos se construyen de tal manera que se pueden seguir rellenando si
el nivel del mar sube más de lo esperado. En muchos lugares, lo
único que mantiene el mar alejado de las tierras bajas son estas
gigantescas defensas de color verde.
La
proximidad del agua no asusta a Ernst August Thams, responsable del
mantenimiento de los diques de Pellworm. "Llevamos cientos de
años en esta isla y sabemos cómo lidiar con el mar”, dice Thams a
DW. "Los diques están en muy buenas condiciones, así que no
estoy preocupado”. Está convencido de que son la "única
manera” de proteger la isla.
Inundaciones
intencionadas
Pero
hace tres años, en la ciudad de Husum, surgió una idea diferente.
Se discutió qué hacer con un determinado trozo de costa y se
consideró inundar parte de él para aliviar la presión de los
diques.
Conocido
como retirada o reubicación controlada, el procedimiento permite la
inundación acortando, bajando o moviendo las defensas existentes
tierra adentro, o ampliando las llanuras de inundación con el fin de
que el agua tenga adónde ir. Aunque no es ampliamente utilizado,
muchos conservacionistas apoyan esta medida como una alternativa a la
protección costera.
Hans-Ulrich
Rösner, que dirige la oficina del grupo conservacionista WWF en el
Mar de Frisia, admite que este método es difícil de promover.
"Permitir
que el agua se acerque intencionadamente suele ser una idea
aterradora para la gran mayoría de la gente”, dice. "Solo es
posible llevarlo a cabo si la gente lo entiende y está convencida”.
En Husum no lo estaban.
El
alcalde Uwe Schmitz cree que fue la decisión correcta no seguir
adelante con el proyecto propuesto en Husum, pero no descarta
proyectos similares en los próximos años. "En el futuro, se
producirán más lluvias torrenciales, lo que significa que tendremos
que considerar el uso de áreas de cultivo como llanuras de
inundación”, admite Schmitz a DW. "Pero se trata de
cuestiones éticas que van en contra de la cultura de los pueblos del
norte, que durante siglos no solo se han defendido del mar, sino que
también han intentado arrebatarle la tierra”.
Dependiendo
de la ubicación
John
Riby, miembro de la Institución Británica de Ingenieros Civiles, ha
trabajado durante muchos años en cuestiones relativas a las
inundaciones y a la protección costera. Riby describe la reubicación
controlada como "trabajar con la naturaleza en beneficio de las
personas”. Afirma que la clave del éxito es elegir el lugar
correcto.
Cita
el estuario del río Tees, al norte de Inglaterra, que alberga
instalaciones industriales como una central nuclear y empresas
petroquímicas en riesgo de inundación, como uno de esos lugares.
Cuando las empresas se vieron tan amenazadas por las inundaciones que
incluso tuvieron que cerrar temporalmente, se puso en marcha un plan
de reubicación controlada.
"Los
muros de protección se desplazaron hacia atrás para dejar espacio
al agua sin afectar a los negocios”, explica Riby.
"Normalmente,
se habrían construido nuevas defensas en el río. Pero como era
posible que el agua inundara las llanuras de inundación y, por lo
tanto, se dirigiera al lugar adecuado, fue posible crear una defensa
que no solo protegía a las empresas, sino que también creaba un
gran número de nuevos hábitats para las focas y para la flora y
fauna de todo tipo”, explica Riby.
Retirarse
cuando no es demasiado tarde
No
obstante, gran parte de la costa se destina a la construcción de
viviendas en todo el mundo, y eso dificulta aún más las cosas.
Pedir a la gente que abandone sus hogares y aldeas para hacer espacio
para la adaptación no es bien recibido, según Riby.
"Un
lugar donde hay viviendas, no es bueno para poner en marcha un plan
de reubicación controlada”, señala. En algunos casos, sin
embargo, la decisión de retirarse es voluntaria. Tras el paso del
huracán Sandy, que azotó el Caribe y los Estados Unidos en 2012,
tres comunidades costeras del municipio neoyorquino de Staten Island
decidieron poco a poco acercarse al Estado y vender sus tierras.
Alrededor del 90 por ciento de los residentes estuvieron de acuerdo
con la venta.
El
fotógrafo y cineasta estadounidense Nathan Kensinger documentó
durante muchos años el desarrollo de las zonas portuarias de Nueva
York. Mostró cómo la gente se alejaba y la naturaleza reclamaba el
área. Sus imágenes, a veces espeluznantes, de juguetes, ropa o
muebles en casas abandonadas hablan mucho del poder del mar en un
planeta que se está calentando. Casi todo lo que una vez constituyó
esas comunidades, desapareció hace tiempo.
"La
idea detrás de este programa de reubicación era establecer una zona
de amortiguación junto al mar”, cuenta Kensinger a DW. "Se
crearon humedales donde antes había casas. Y ahora hay flores
silvestres y pasto entre las casas y calles vacías”.
Las
casas abandonadas no están lejos de Manhattan, y ahora están
rodeadas de pantanos y carreteras, que se inundan por la lluvia y las
tormentas. Según Kensinger, la gente no está obligada a mudarse,
pero cree que cada vez más barrios costeros en el estado de Nueva
York tendrán que aceptar la idea de una mudanza controlada.
"De
lo contrario, se verán obligados a hacer una retirada mucho menos
planificada, que será más bien en respuesta a una catástrofe”.
Y
es que como muestran los restos de la vida pasada en el pequeño
museo de la isla alemana de Pellworm: el mar es lo único que nunca
dejará de moverse.
(ar/cp)
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Fuente:
Tamsin Walker, Subida del nivel del mar: ¿debemos dejar paso al océano?, 10 enero 2020, Deutsche Welle. Consultado 11 enero 2020.
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