Prólogo
del libro Silencios y deslealtades, sobre el incidente de Palomares
de 1966.
por
Salvador López Arnal
Viene
de la primera parte.
Cuando
empecé a leer Accidente nuclear en Palomares. Consecuencias
(1966-2016) me di cuenta enseguida que mi primera intención no era
ajustada, que era imposible, totalmente imposible, hacer una única
entrevista sobre una investigación como aquella que hiciera justicia
al trabajo y al resultado obtenido. Volví a escribir al autor y le
sugerí la posibilidad de hacerle una serie de entrevistas, una por
capítulo, a veces por apartados y sin urgencias, sin prisas, si
tenía tiempo, añadí. Deseando, por supuesto, que lo tuviera, que
tuviera mucho tiempo.
Herrera
Plaza lo tenía... o lo buscó. Y así empezamos, poco a poco,
intercambiándonos preguntas, respuestas, comentarios y
observaciones, y así hemos seguido durante más de un año. Para mí
todo un honor, una gran experiencia cultural y política, un gran
seminario de doctorado. He aprendido, he intentado aprender todo lo
que he podido de lo mucho que el entrevistado me ha enseñado.
Lo
conseguido lo tiene el lector en sus manos. No le decepcionará,
estoy seguro de ello.
¿Qué
temáticas, qué nudos, qué informaciones, qué conjeturas es justo
destacar de este conjunto de conversaciones político-filosóficas e
históricas con Herrera Plaza? La lista es larga, imposible
detallarla aquí completamente. Resumo:
1.
Conviene remarcar de entrada la inconmensurable documentación del
entrevistado. ¿Existe alguien que sepa más de lo sucedido en
Palomares que él? Mi respuesta: a día de hoy, no, no creo.
2.
De igual modo hay que destacar el apetito insaciable de saber de
Herrera Plaza, que hace bueno el verdadero sentido de la palabra
“filosofía”, la aspiración -verdaderamente inagotable en su
caso- al conocimiento.
3.
Su sensibilidad moral, su mirada desde abajo, desde los más
desfavorecidos, es otra arista muy presente. Un ejemplo entre muchos
otros: ¿puede alguien seguir como si nada hubiera pasado después de
leer la hermosa historia que explica sobre Bartolomé Roldán, “un
verdadero héroe” a su pesar?
4.
Las reflexiones epistemológicas que Herrera Plaza nos va dejando
aquí y allá tampoco merecen ser desatendidas. Sin pretenderlo tal
vez -o pretendiéndolo por supuesto- se nos dan varias lecciones de
buena filosofía de la ciencia muy pegadas a las reales prácticas
tecnocientíficas.
5.
Lo mismo cabe apuntar sobre asuntos -importantes asuntos, cada vez
más importantes- relacionados con la política de la ciencia.
6.
Punto destacable también es la magnífica deconstrucción crítica
que Herrera Plaza realiza de las técnicas de manipulación de la
opinión pública por parte de gobiernos con el apoyo, consciente o
inconsciente, de sus intelectuales orgánicos. Las imposturas son muy
abundantes.
7.
Conmueve igualmente el justo reconocimiento de una figura central en
toda esta gran y dilatada lucha ciudadana y popular: la llamada, la
que debemos seguir llamando, duquesa Roja. Es digno de atención, y
reconocimiento, la respetuosa manera en que el entrevistado nos
acerca a una mujer tan singular, tan luchadora, tan poco “duquesa”,
tan comprometida en esta historia, en momentos en los que la opresión
sobre las mujeres no tenía límite en nuestro país. Su compromiso
con los de abajo, con los más desfavorecidos, sigue conmoviendo.
8.
Las reacciones, no siempre mostradas ni recordadas, entre la
oscuridad y el olvido, con los que se intentaron cubrir el accidente
y la incipiente industria nuclear española es otro nudo que debe ser
recordado.
9.
Lo mismo que la documentada constatación, mil veces corroborada, del
mucho mando en plaza que ejercieron las autoridades usamericanas en
un lugar que, en principio, no formaba parte de su “territorio
natural” ni de su soberanía. Pero sabemos bien que,
desgraciadamente, los imperios son los imperios del mismo modo que
los negocios son, para algunos, los negocios sin bridas ni límites.
10.
No puedo olvidarme tampoco de una bella, una bellísima historia, muy
bien contada por el autor, que muestra las arriesgadas acciones de
esos héroes populares anónimos de la historia que solemos olvidar.
Una persona, nos explica Herrera Plaza, que firmaba como "El
Emigrante», natural de Villaricos, se convirtió en un activista que
enviaba a La Pirenaica frecuentes notas usando la infraestructura del
PCE.
11.
En una cara muy distinta de la moneda, Herrera Plaza consigue que
pongamos nuestra atención sobre el largo y persistente recorrido del
negacionismo oficial, no sólo durante la dictadura fascista sino
años después, durante la transición política y los treinta
primeros años de la democracia demediada y mejorable en la que
seguimos viviendo.
12.
Las resistencias, a veces silenciadas, a veces silenciosas, de muchos
ciudadanos, de Almería y de otras provincias andaluzas, no caen
tampoco en el saco de su olvido o descuido.
13.
Tampoco las repercusiones, asunto muy olvidado aquí y también allí,
del accidente atómico en los militares usamericanos de baja
graduación que se vieron implicados.
14.
Nos explica también con detalle Herrera Plaza la significativa
ausencia de repercusiones en las relaciones bilaterales. Brillaron
por su ausencia. Jamás se pensó por parte del Gobierno español en
la anulación o revisión de los acuerdos. Adelante con la
subordinación, siempre adelante, sin vacilación, sin preguntas
inoportunas, pasara lo que pasara. Los mismos mandos norteamericanos
se extrañaron por la inesperada docilidad servil de las autoridades
franquistas.
15.
Son desde luego pertinentes las críticas documentadas del autor al
CSN y a la JEN-CIEMAT. También, y de forma destacada, a determinados
comportamientos, nada comprensibles (¿o muy comprensibles?) del ex
ministro de Exteriores Moratinos.
Hay
más cuestiones, muchas más. El saber de Herrera Plaza parece no
agotarse nunca. Algunos ejemplos: algunas de las zonas valladas de
Palomares tienen una de las mayores concentraciones de plutonio del
mundo; la marginación sufrida, en todos estos años, por los
afectados, en su salud, en sus planes de vida y en su seguridad; la
dura e interesante historia de las migraciones de los pueblos de
aquella zona; los apuntes y notas que nos proporciona para hacernos
idea de lo caliente que fue aquella guerra de enormes dimensiones que
seguimos recordando, erróneamente, con el inexacto nombre de “guerra
fría”. Etc, etc.
Por
debajo de todo ello y como he intentado indicar: una tensión
poliética admirable, una tenacidad a prueba de golpes y momentos de
retroceso o desánimo, una entrega casi sin parangón a un momento
crucial de nuestra historia reciente que, a pesar de lo mucho hecho,
sigue siendo muy desconocido, un compromiso ciudadano que figurará,
que debe figurar en los libros de la historia popular, la que nos
importa realmente. Herrera Plaza es, en el mejor sentido de la
palabra, un ciudadano libre, informado, activo, indignado, en pie de
rebeldía contra las injusticias. Incansable, un luchador
imprescindible.
Estaba
a punto de titular esta presentación con estas palabras: “Lo
olvidado y los olvidados”. No lo he hecho finalmente, hubiera sido
un error, hubiera cometido una injusticia. Personas como el director
de Operación Flecha Rota han evitado que en un asunto así, de sus
dimensiones políticas, económicas, sociales, culturales y humanas,
habite nuestro olvido.
Hablando
de olvidos. He olvidado decirles antes que el título de este libro,
en el que me siento muy honrado de figurar como coautor, es un
acierto compartido. De eso van realmente estas conversaciones: de
silencios y de deslealtades, de una historia atómica y militar
iniciada en la Guerra Fría que sigue muy viva y caliente, aunque de
otro modo, en el día de hoy.
No
creo equivocarme si les garantizo horas de información contrastada,
de argumentos bien meditados, de senderos informativos insospechados,
de interés creciente, de magníficas reflexiones, de buena lectura
en definitiva. Palomares, con seguridad, será también asunto suyo…
si no lo es ya.
Pasen,
pues, lean y gocen. No se sentirán defraudados.
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Fuente:
Salvador López Arnal, El infatigable y admirable compromiso de un ciudadano ejemplar II, 6 enero 2020, El Salto Diario.
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