sábado, 21 de diciembre de 2019

Mejillón dorado: ¿una plaga en retirada en los lagos cordobeses?


Hasta hace algunos años, era un problema grave, sobre todo en el dique de Embalse. Ahora sorprende su retroceso, y los especialistas analizan las posibles causas.

por Carina Mongi

Las mismas costas rocosas que seis años atrás lucían tapizadas por miles de mejillones dorados hoy se ven casi libres de la plaga. La secuencia fotográfica tomada en las costas de Villa Rumipal por Miguel Hechem en 2013, en 2015 y en 2019 corroboran la buena noticia: el molusco invasor está en retirada o, al menos, en un marcado retroceso numérico, en el Embalse del río Tercero, el lago donde mayor preocupación generaba.

Limnoperna fortunei, como lo rotula su nombre científico, es una especie originaria del sudeste asiático que llegó años atrás a América del Sur como “polizonte” (como huevo o larva) en los barcos cargueros. Cruzaron el océano hasta los puertos argentinos, luego subieron por los ríos y llegaron, para quedarse, hasta los embalses cordobeses. Años atrás, ya representaban en varios una severa preocupación.

Aunque en algún reporte técnico figure 1998, lo concreto es que fue en 2003 cuando fehacientemente se comprobó su presencia en aguas del Embalse; de allí en adelante fue una explosión demográfica sin precedentes”, explicó Hechem, licenciado en Ecología y miembro del equipo de trabajo del Instituto de Limnología Raúl Ringuelet, de la Universidad Nacional de La Plata y del Conicet, que desde la década de 1970 mantiene un plan de monitoreo en el lago de Calamuchita, por un convenio con la Central Nuclear Embalse.

Fue Hechem quien en 2003 extrajo la muestra que el investigador Gustavo Darrigran confirmó como de esa especie.

Una vez instalado en un ecosistema lacustre o fluvial, desarrolla acúmulos poblacionales de una densidad increíblemente alta, con valores registrados de hasta 150 mil individuos por metro cuadrado”, apuntó el especialista.

El “macrofouling” o la oclusión de caños y filtros, es uno de los efectos adversos más graves que provoca. Desde hace años, las centrales eléctricas, la Nuclear y las cooperativas de servicios que utilizan el lago para potabilizar agua, deben instrumentar acciones para contrarrestar este perjuicio, como contratar buzos para la limpieza.

Demetrio Boltovskoy, investigador de la Universidad Nacional de Buenos Aires, estudió el fenómeno en 2010. Entonces, calculó que “los 47 kilómetros cuadrados del lago de Embalse albergaban unos 45 mil millones de mejillones”.

Una hipótesis

Hechem vincula el retraimiento del mejillón en Embalse con el avance de un alga detectada en 1999, pero sin gran protagonismo hasta años después. “Entre 2012 y 2013 una especie de alga fitoplanctónica, el dinoflagelado unicelular Ceratium hirundinella, escala posiciones y se convierte en dominante absoluto durante primavera y verano”, explicó.

De manera casi simultánea e inadvertida para el común de la gente comienza a decaer la población de mejillón”, afirmó Hechem, para quien resulta “un fenómeno tan inesperado como inédito, porque no hay reporte en la bibliografía especializada de un comportamiento similar en ningún otro ambiente invadido por ese molusco en el mundo”.

Las densidades de las incrustaciones comenzaron a bajar y paulatinamente los fondos costeros fueron recibiendo ingentes cantidades de valvas desprendidas al morir los individuos. Hoy ya ni se habla del tema y hallar un mejillón vivo es una ardua tarea”, aseguró el especialista.

Sin una conclusión definitiva, “queda asumir como probable que el alga Ceratium h. pueda haber causado un efecto letal sobre Limnoperna f. por toxicidad, daño mecánico o por impedir su alimentación, o quizás, se hubiese producido un exterminio masivo por causa desconocida, como una infección específica”, apuntó.

Hechem lamentó que en todo este tiempo no se ejecutara ningún plan de monitoreo poblacional por parte de alguna repartición provincial de ambiente o de alguna universidad pública o privada.

Otra mirada

Matías Bonansea, biólogo de la Universidad Nacional de Río Cuarto e investigador del Conicet que desde 2003 realiza monitoreos sobre la calidad del agua del Embalse, apuntó que “en 2010 no se podía entrar caminando al lago en varios sectores por este mejillón”, y que la merma comenzó en 2014. “Se encuentran, pero no como antes”, comentó.

Sin aventurar una hipótesis definitiva, Bonansea opinó que la retracción coincidió con la aparición de las algas Ceratium. Pero deslizó que también podría haber ocurrido al revés: que la desaparición del mejillón fuese la causa y no la consecuencia de la reproducción de esas algas, considerando que la descomposición del mejillón sumó más nutrientes al agua.

Bonansea advirtió sobre la única consecuencia negativa de la baja de los mejillones: actuaban como filtros naturales del agua, y con su retirada, comenzó a perder transparencia, agravada por el simultáneo aumento de las algas.

Estas algas también se encuentran en otros lagos, como el San Roque y Los Molinos, que registran un desarrollo menor de ese molusco.

No se van”

Estos invertebrados se instalaron, y nunca se van”, asegura María Alejandra Bustamante, doctora en biología y especialista en ecología acuática que se desempeña en la Estación Hidrobiológica Fitz Simon, de Embalse.

Ella relaciona los cambios con el mejillón con las variantes de los años hidrológicos. Considera que su retirada coincidió con los lluviosos 2015 y 2016. “En años muy húmedos el mejillón mermó, por la gran cantidad de agua y la reducción de la comida, es un filtrador y necesita de partículas orgánicas microscópicas y minerales que están en el agua”, señala.

Bustamente acotó que, por el contrario, en años de sequía el mejillón recupera terreno, porque la concentración de comida favorecería su reproducción y crecimiento. “Si no se desarrolla un plan específico, la especie no tiene por qué irse, además es muy difícil de erradicar”, añade.

La bióloga sostuvo que la situación, aunque con matices, se da en todos los lagos cordobeses.

Uno más

Otra opinión aporta el instructor de buceo Martín Bustos, quien por su actividad percibe claramente el cambio en el Embalse: “Desde principios de este año, casi no se ven mejillones, cuando antes estaba todo tomado y no podías ni pisar una piedra”, expuso.

Cuando preocupaba a la Central Nuclear

La Central Nuclear Embalse, ubicada a orillas del lago desde hace más de 30 años, padece los efectos del mejillón dorado porque coloniza las tomas de agua que refrigeran su reactor.

Desde la usina, indicaron a La Voz que en los últimos años disminuyeron considerablemente los gastos destinados a la limpieza subacuática con buzos. El plan de monitoreo ambiental que lleva adelante Nucleoeléctrica Argentina, operadora de la “atómica”, precisa que la población del molusco comenzó a decrecer entre 2012 y 2013. “El informe de 2018 indica que, aunque está lejos de desaparecer, ya no es una amenaza de colonización masiva. Está ausente en las franjas costeras de poca profundidad y recién aparece varios metros por debajo de la línea de superficie, con densidades muy inferiores a las de hace algunos años”, expresa un reporte reciente.
Carina Mongi, Corresponsalía Calamuchita
Fuente:
Carina Mongi, Mejillón dorado: ¿una plaga en retirada en los lagos cordobeses?, 21 diciembre 2019, La Voz del Interior. Consultado 21 diciembre 2019.

No hay comentarios:

Publicar un comentario