Hasta
hace algunos años, era un problema grave, sobre todo en el dique de
Embalse. Ahora sorprende su retroceso, y los especialistas analizan
las posibles causas.
por
Carina Mongi
Las
mismas costas rocosas que seis años atrás lucían tapizadas por
miles de mejillones dorados hoy se ven casi libres de la plaga. La
secuencia fotográfica tomada en las costas de Villa Rumipal por
Miguel Hechem en 2013, en 2015 y en 2019 corroboran la buena noticia:
el molusco invasor está en retirada o, al menos, en un marcado
retroceso numérico, en el Embalse del río Tercero, el lago donde
mayor preocupación generaba.
Limnoperna
fortunei, como lo rotula su nombre científico, es una especie
originaria del sudeste asiático que llegó años atrás a América
del Sur como “polizonte” (como huevo o larva) en los barcos
cargueros. Cruzaron el océano hasta los puertos argentinos, luego
subieron por los ríos y llegaron, para quedarse, hasta los embalses
cordobeses. Años atrás, ya representaban en varios una severa
preocupación.
“Aunque
en algún reporte técnico figure 1998, lo concreto es que fue en
2003 cuando fehacientemente se comprobó su presencia en aguas del
Embalse; de allí en adelante fue una explosión demográfica sin
precedentes”, explicó Hechem, licenciado en Ecología y miembro
del equipo de trabajo del Instituto de Limnología Raúl Ringuelet,
de la Universidad Nacional de La Plata y del Conicet, que desde la
década de 1970 mantiene un plan de monitoreo en el lago de
Calamuchita, por un convenio con la Central Nuclear Embalse.
Fue
Hechem quien en 2003 extrajo la muestra que el investigador Gustavo
Darrigran confirmó como de esa especie.
“Una
vez instalado en un ecosistema lacustre o fluvial, desarrolla
acúmulos poblacionales de una densidad increíblemente alta, con
valores registrados de hasta 150 mil individuos por metro cuadrado”,
apuntó el especialista.
El
“macrofouling” o la oclusión de caños y filtros, es uno de los
efectos adversos más graves que provoca. Desde hace años, las
centrales eléctricas, la Nuclear y las cooperativas de servicios que
utilizan el lago para potabilizar agua, deben instrumentar acciones
para contrarrestar este perjuicio, como contratar buzos para la
limpieza.
Demetrio
Boltovskoy, investigador de la Universidad Nacional de Buenos Aires,
estudió el fenómeno en 2010. Entonces, calculó que “los 47
kilómetros cuadrados del lago de Embalse albergaban unos 45 mil
millones de mejillones”.
Una
hipótesis
Hechem
vincula el retraimiento del mejillón en Embalse con el avance de un
alga detectada en 1999, pero sin gran protagonismo hasta años
después. “Entre 2012 y 2013 una especie de alga fitoplanctónica,
el dinoflagelado unicelular Ceratium hirundinella, escala posiciones
y se convierte en dominante absoluto durante primavera y verano”,
explicó.
“De
manera casi simultánea e inadvertida para el común de la gente
comienza a decaer la población de mejillón”, afirmó Hechem, para
quien resulta “un fenómeno tan inesperado como inédito, porque no
hay reporte en la bibliografía especializada de un comportamiento
similar en ningún otro ambiente invadido por ese molusco en el
mundo”.
“Las
densidades de las incrustaciones comenzaron a bajar y paulatinamente
los fondos costeros fueron recibiendo ingentes cantidades de valvas
desprendidas al morir los individuos. Hoy ya ni se habla del tema y
hallar un mejillón vivo es una ardua tarea”, aseguró el
especialista.
Sin
una conclusión definitiva, “queda asumir como probable que el alga
Ceratium h. pueda haber causado un efecto letal sobre Limnoperna f.
por toxicidad, daño mecánico o por impedir su alimentación, o
quizás, se hubiese producido un exterminio masivo por causa
desconocida, como una infección específica”, apuntó.
Hechem
lamentó que en todo este tiempo no se ejecutara ningún plan de
monitoreo poblacional por parte de alguna repartición provincial de
ambiente o de alguna universidad pública o privada.
Otra
mirada
Matías
Bonansea, biólogo de la Universidad Nacional de Río Cuarto e
investigador del Conicet que desde 2003 realiza monitoreos sobre la
calidad del agua del Embalse, apuntó que “en 2010 no se podía
entrar caminando al lago en varios sectores por este mejillón”, y
que la merma comenzó en 2014. “Se encuentran, pero no como antes”,
comentó.
Sin
aventurar una hipótesis definitiva, Bonansea opinó que la
retracción coincidió con la aparición de las algas Ceratium. Pero
deslizó que también podría haber ocurrido al revés: que la
desaparición del mejillón fuese la causa y no la consecuencia de la
reproducción de esas algas, considerando que la descomposición del
mejillón sumó más nutrientes al agua.
Bonansea
advirtió sobre la única consecuencia negativa de la baja de los
mejillones: actuaban como filtros naturales del agua, y con su
retirada, comenzó a perder transparencia, agravada por el simultáneo
aumento de las algas.
Estas
algas también se encuentran en otros lagos, como el San Roque y Los
Molinos, que registran un desarrollo menor de ese molusco.
“No
se van”
“Estos
invertebrados se instalaron, y nunca se van”, asegura María
Alejandra Bustamante, doctora en biología y especialista en ecología
acuática que se desempeña en la Estación Hidrobiológica Fitz
Simon, de Embalse.
Ella
relaciona los cambios con el mejillón con las variantes de los años
hidrológicos. Considera que su retirada coincidió con los lluviosos
2015 y 2016. “En años muy húmedos el mejillón mermó, por la
gran cantidad de agua y la reducción de la comida, es un filtrador y
necesita de partículas orgánicas microscópicas y minerales que
están en el agua”, señala.
Bustamente
acotó que, por el contrario, en años de sequía el mejillón
recupera terreno, porque la concentración de comida favorecería su
reproducción y crecimiento. “Si no se desarrolla un plan
específico, la especie no tiene por qué irse, además es muy
difícil de erradicar”, añade.
La
bióloga sostuvo que la situación, aunque con matices, se da en
todos los lagos cordobeses.
Uno
más
Otra
opinión aporta el instructor de buceo Martín Bustos, quien por su
actividad percibe claramente el cambio en el Embalse: “Desde
principios de este año, casi no se ven mejillones, cuando antes
estaba todo tomado y no podías ni pisar una piedra”, expuso.
Cuando
preocupaba a la Central Nuclear
La
Central Nuclear Embalse, ubicada a orillas del lago desde hace más
de 30 años, padece los efectos del mejillón dorado porque coloniza
las tomas de agua que refrigeran su reactor.
Desde
la usina, indicaron a La Voz que en los últimos años disminuyeron
considerablemente los gastos destinados a la limpieza subacuática
con buzos. El plan de monitoreo ambiental que lleva adelante
Nucleoeléctrica Argentina, operadora de la “atómica”, precisa
que la población del molusco comenzó a decrecer entre 2012 y 2013.
“El informe de 2018 indica que, aunque está lejos de desaparecer,
ya no es una amenaza de colonización masiva. Está ausente en las
franjas costeras de poca profundidad y recién aparece varios metros
por debajo de la línea de superficie, con densidades muy inferiores
a las de hace algunos años”, expresa un reporte reciente.
Carina Mongi, Corresponsalía Calamuchita
Fuente:
Carina Mongi, Mejillón dorado: ¿una plaga en retirada en los lagos cordobeses?, 21 diciembre 2019, La Voz del Interior. Consultado 21 diciembre 2019.
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