Este
es un artículo de opinión de Eugenio Fernández Vázquez, consultor
ambiental en el mexicano Centro de Especialistas y Gestión
Ambiental.
por
Eugenio Fernández Vázquez
MÉXICO,
19 dic 2019 (IPS) - Quien repase las medidas y políticas del
gobierno del mexicano Andrés Manuel López Obrador para la Selva
Maya se encontrará con una contradicción profundísima. Al mismo
tiempo que se impulsan medidas ambientalmente muy importantes, como
el programa Sembrando Vida, se recorta el presupuesto del sector
ambiental hasta dejarlo en los huesos.
Y
mientras con una mano se prohíbe la entrada al país de mil toneladas de glifosato -un triunfo de las comunidades campesinas de la península de Yucatán-, con la otra se hace el enorme regalo que
el Tren Maya supone para los especuladores, los grandes capitales del
turismo y las finanzas y los grandes comerciantes.
Parece
que el gobierno de la Cuarta Transformación (la propuesta del
presidente de un cuarto y profundo cambio histórico del país)
quiere servir a los campesinos y a sus enemigos al mismo tiempo, y
eso es, de entrada, tomar partido contra los bosques y las
comunidades que los habitan.
El
glifosato es un producto que se usa en centenares de pesticidas y que
sirve para acabar con todo, salvo los cultivos diseñados para
sobrevivirlo. Su versión más famosa es el pesticida Round-Up, pues
hace una dupla con los transgénicos Round-Up Ready, modificados para
resistir al veneno.
Como
sin glifosato los transgénicos no son más que una versión
extremadamente cara y peligrosa de plantas que se pueden conseguir
por menos precio, prohibir la entrada del glifosato no es solamente
una medida que protege la salud de los seres humanos y ayuda a
conservar la naturaleza: es también un triunfo para quienes llevan muchos años luchando contra los organismos genéticamente modificados, y que están sobre todo en la región de los Chenes de
la península de Yucatán.
Por
otra parte, el programa Sembrando Vida puede sentar las bases para reconstituir las economías campesinas de la región y para recuperar
las selvas de la zona. Se trata de un esfuerzo proactivo, centrado en
la formación de capacidades productivas y de la recuperación de
saberes, vínculos y productos para avanzar hacia la soberanía
alimentaria y la restauración forestal, con una visión de largo
plazo y muy incluyente.
Aunque
hay dudas importantes sobre cómo y dónde se venderán y
distribuirán los productos que se obtengan por este programa, supone
un avance muy importante respecto de esfuerzos anteriores.
La
combinación de ambas medidas -el impulso de la producción campesina
y sustentable y la prohibición del glifosato- puede redundar en la
generación de empleos en el mediano y largo plazo; en una mayor
conservación de ecosistemas muy importantes y muy frágiles, como
todos los de la península de Yucatán, y en una mejora sostenible y
muy notoria en la calidad de vida en la región. Ambas son muy dignas
de celebrarse. Lo malo es que el mismo gobierno que las impulsa las
está saboteando.
El
proyecto del Tren Maya, que se acaba de someter a consulta, según anunció el presidente Andrés Manuel López Obrador, está
explícitamente diseñado como un esfuerzo por acabar con las
economías y los modos de vida campesinos, según ha dicho el
director de Fonatur y jefe del proyecto, Rogelio Jiménez Pons.
Según
él, lo que se busca con este esfuerzo es urbanizar la península de Yucatán y dar nuevos bríos al turismo, que ya es un motor
importante de la economía local, aunque no haya servido para
combatir la pobreza y la desigualdad en la zona, según datos de
Coneval.
Quienes
saldrán beneficiados con el proyecto serán los trabajadores
calificados de otros estados, que son quienes han migrado a Quintana
Roo desde que se dio impulso a los megahoteles de Cancún; los
especuladores de terreno, que ya empezaron a acaparar tierras y
viviendas, y los dueños de las finanzas, que ya ven cómo sus
negocios, que ya han crecido hasta multiplicar su tamaño varias
veces en los últimos años, harán su agosto prestando dinero para
los desarrollos inmobiliarios de la zona.
Además,
esos desarrollos competirán por la mano de obra calificada que se
requiere para que los proyectos de Sembrando Vida salgan adelante,
complicando mucho su éxito.
Para
colmo de males, los recortes a la Secretaría (ministerio) de Medio
Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) la dejan sin la capacidad
para poner orden en la región, para combatir las faltas a la
legislación ambiental y para impulsar una mejor relación con el
entorno.
Mientras
tanto, quienes tienen que garantizar los servicios públicos en la
zona, que son las autoridades municipales, siguen sin tener el
presupuesto y las capacidades que necesitan para enfrentar los
problemas de hoy -mucho menores que los que traerá el Tren Maya.
No
se puede salir adelante impulsando una estrategia y después la
contraria. No se puede esperar que tenga éxito la reactivación de
las economías campesinas al mismo tiempo que se invierten decenas de
miles de millones de pesos en un proyecto diseñado para desruralizar
la zona.
Lo
bueno es que no es demasiado tarde para olvidar los componentes
inmobiliarios del Tren Maya y centrarse en construir una red de
transporte más eficaz para la región.
No
es demasiado tarde para hacer una apuesta verdadera y de fondo para
avanzar por el camino que está abriendo Sembrando Vida. Ojalá que
la Cuarta Transformación apueste por el campo y por los campesinos y
no por el gran capital.
Este
artículo fue publicado originalmente por Pie de Página, publicación
de la mexicana Red de Periodistas de A Pie.
RV:
EG
Fuente:
Eugenio Fernández Vázquez, Las contradicciones ambientales de López Obrador, 19 diciembre 2019, Inter Press Service. Consultado 20 diciembre 2019.
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