La
tarea de voluntarios cordobeses sumó apoyo de fundaciones
internacionales. Para 2020 se prevén sembrar 160 mil ejemplares de
esa especie nativa, en franco retroceso.
por
Fernando Colautti
Eran
unas pocas voluntades que, hace dos décadas, empezaron a porfiarle
al destino esa impresión de que los tabaquillos terminarían
desapareciendo de las sierras cordobesas. Ese árbol, símbolo de la
zona serrana alta, estaba en franco retroceso y en riesgo de
extinción.
Ricardo
Suárez creó en Río Ceballos, en 1997, un proyecto que bautizó
Conservación y Reforestación de las Sierras. Una de sus obsesiones
fue la siembra de tabaquillos en su casa, para plantarlos luego allá
arriba, donde cada vez había menos. Empezó con algunos cientos, y
ya lleva -con grupos de voluntarios que se van renovando- más de
120 mil sembrados en una zona de Los Gigantes, en el valle de
Punilla.
En
el camino, apareció otro sueño similar. La cara visible era la del
biólogo Daniel Renison, investigador de la UNC y del Conicet, que
junto a la ONG Ecosistemas Argentinos que integraba, empezó también
a sembrar tabaquillos en su casa de Cuesta Blanca para llevarlos,
viaje tras viaje y sumando otras voluntades, hasta las alturas de Los
Gigantes.
Con
los años, en varias hectáreas donde sólo había piedra y algún
pastizal, fueron creciendo otra vez los tabaquillos.
A
esos dos emprendimientos se fueron sumando otros. En el valle de
Traslasierra, por ejemplo, desde el 2002 la Fundación de Actividades
Biosféricas viene poblando grietas serranas con tabaquillos, a 2.600
metros, arriba de Los Molles, a través de un proyecto que no le
escapa a las metáforas: “Ordeñando nubes” se llama, porque
rescata el favor de la niebla para sostener la vegetación de altura.
Se
sumó luego otra experiencia entre el área de Los Gigantes y el
camino de las Altas Cumbres, motorizada por Julio Domínguez.
Este
2019, el mismo sueño voló hacia el sur, hasta el valle de
Calamuchita. Allí acaba de ponerse en marcha un plan de
reforestación en torno de uno de los varios refugios para
excursionistas en la base del cerro Champaquí (ver nota aparte).
Fuera
de esos intentos, sólo en las hondonadas del Parque Nacional
Quebrada del Condorito se logró conservar y mejorar los bosques de
esa especie que quedaban cuando hace 23 años fue creado.
La
pelea para que las sierras altas se parezcan a lo que se supone que
alguna vez fueron en materia de bosques nativos es desigual. Pero
esas experiencias que parecían arrestos individuales, de voluntades
aisladas, se fueron juntando. Y no sólo crecieron al unirse sino que
están a punto de dar un gran salto.
Apoyo
internacional
El
proyecto cordobés de reforestación fue tomado como un modelo “de
exportación” hace más de un año. A través de fundaciones
internacionales, que aportan recursos de varios países, está en
marcha ahora el plan Acción Andina, que pretende repoblar con
tabaquillos sectores de Bolivia, Perú, Chile, Colombia y Ecuador,
donde también es nativo y registra un alarmante retroceso.
La
aspiración, ahora, es llegar a plantar millones de tabaquillos en
cerros de esos países, en base a iniciativas de ONG, con voluntarios
pero también con más recursos económicos ya gestionados.
“Veníamos
plantando unos dos mil ejemplares por año, en conjunto. Pero desde
que se sumó el apoyo con Acción Andina, pasamos a unos 50 mil en
2019 y planificamos que sean más de 160 mil en 2020”, marcó
Daniel Renison, el biólogo que, por esta acción, fue elegido
Cordobés del Año, en 2015, por los lectores de La Voz.
“La
idea es llegar a unas 250 hectáreas de bosques de tabaquillos
sembrados, en los próximos cuatro años”, señaló a su vez
Ricardo Suárez. Se habla de bosques, y no de ejemplares sueltos o
aislados.
“Desde
el Estado nunca hubo interés ni apoyo. Fue siempre pura vocación,
pura voluntad. Ahora se da esta oportunidad de crecimiento por esta
asociación con fundaciones internacionales, que acercan recursos, y
que a la vez tomaron estas experiencias cordobesas como modelo”,
indicó Suárez.
El
70 por ciento de los plantines sembrados sobrevive (con los cuidados
necesarios y si se cuenta con alambrado que evite el ingreso de
ganado) en los 10 primeros años. Después, decrece la tasa, por la
competencia entre ellos por espacio. Pero, en ese caso, ya con el
bosquecillo asegurado.
Renison
admite que no hay certeza de qué superficie de las sierras altas
estaban cubiertas de tabaquillos hace un siglo.
Suárez
cree que podría llegar a darse una reducción similar a la que se
registró, en 100 años, en el bosque nativo de toda la provincia,
donde queda (en buen estado) el tres por ciento de la superficie que
alguna vez tuvo.
Lo
que dan por seguro, es que hubo mucho más de lo que hay. Pero
también que seguirán en la pelea para dar vuelta ese destino que
parecía indicar que para ver un tabaquillo en Córdoba tendríamos
que recurrir, en algún momento, sólo a fotos de archivo.
Los
cientos de voluntarios que suben a reforestar en los fines de semana,
sabrán que cada árbol es uno solo. Pero que, también, uno a uno
hacen posible el sueño de llegar a ver un nuevo bosque. Allí, donde
falta hace.
Una
especie que debiera ser símbolo de Córdoba
El
tabaquillo es el nombre con que se conoce en Córdoba al Polylepis
australis. En Bolivia y en Perú lo llaman queñoa o queuñoa.
Es
un árbol de chico a mediano, de la familia de las rosáceas. Sólo
crece en altura, sobre zonas montañosas: según las regiones y los
climas, lo hace arriba de los 1.200 metros en algunas y de los 3.500
en otras. Debe su nombre al color y a la textura de su tronco, que
recuerda al tabaco.
En
la zona alta de las serranías cordobeses no hay otro árbol que
pueda crecer arriba de los 1.400 metros, a excepción de maitenes.
Fuente:
Fernando Colautti, La reforestación con tabaquillos en las sierras altas pega un buen salto, 7 diciembre 2019, La Voz del Interior. Consultado 7 diciembre 2019.
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