La
necesidad de comunicar esta problemática.
por
Natalia Bizzozero y Lorena Suárez
Días
atrás se aprobó en Diputados la Ley Nacional de Cambio Climático,
que ya contaba con media sanción del Senado. Es una buena noticia
para los ambientalistas y para los jóvenes que tanto la militaron.
Desde la irrupción de Greta Thunberg la crisis climática ha pasado
a integrar un lugar destacado en la agenda pública.
Los
acuerdos entre países para reducir la emisión de gases de efecto
invernadero que provoca el aumento de la temperatura del planeta no
han podido dar respuesta al impacto del cambio climático:
inundaciones, sequías, incendios, olas de calor. Un informe, avalado
por once mil científicos de todo el mundo, confirma que la crisis
climática está acelerando su ritmo más de lo esperado. El accionar
de la humanidad en un sistema capitalista que es capaz de cualquier
cosa, excepto de detenerse, ya son cuestiones públicas y de gran
interés.
Los
riesgos y desastres, consecuencias del cambio climático impactan a
todos, pero a algunos más que a otros: comunidades que habitan zonas
inundables, pueblos originarios, habitantes de barrios y
asentamientos informales del interior del país y del conurbano. A
ellos, los afecta de manera directa en su calidad de vida, sumándose
a ello, la situación de vulnerabilidad social en la que viven: bajos
niveles de acceso a empleo; educación y atención socio sanitaria.
La
comunicación, en ese sentido, está llamada a cumplir un rol
urgente. Si realmente se quiere tomar el tema en serio, será
necesario desarrollar herramientas de comunicación comunitaria que
expliquen la problemática en sus aspectos “reales”. Lejos de los
discursos globalizadores y globalizantes que aseguran que los
problemas ambientales son cosas que suceden en otro lado: el Ártico,
el Amazonas, el Polo Norte; se deberá tener en cuenta la
problemática socioambiental de cada comunidad y trabajar la crisis
climática desde su real dimensión, aquella que modifica de manera
directa sus vidas cotidianas.
En
su necesidad de sobrevivir a las múltiples crisis socioeconómicas,
las comunidades vulnerables del área metropolitana se han asentado
sobre humedales, sobre basurales o junto a algún sitio contaminante
o contaminado. Muchas de ellas han naturalizado sus situación de
vulnerabilidad. La comunicación deberá, en ese aspecto, aportar a
la visibilización de esas realidades, si pretende cambiarlas y
aportar a la verdadera mitigación y adaptación climática.
Como
dispositivo de intervención territorial, la comunicación deberá
dejar instaladas capacidades y herramientas que refuercen lazos
comunitarios existentes y desarrolle nuevos, donde no los hubiera.
Además, deberá tener en consideración que las personas a las que
irá dirigida son potenciales sujetos de cambio y por tanto, el
acceso a derechos básicos, como la educación, el trabajo, una
vivienda digna, de la mano del tan preciado art. 41 de la
Constitución argentina que vela por el derecho a un ambiente sano.
La
ley que acaba de aprobarse es una buena oportunidad para repensar la
crisis climática desde las realidades locales, desde “la aldea”,
desde lo que cada comunidad puede aportar, con los saberes populares
que porta, a la construcción de una mirada cercana para atravesar
los desafíos que se vienen. En ese sentido, la comunicación se
presenta como democratizadora, incluyendo a los sujetos populares ya
no como meros damnificados a los que asistir, sino como posibles
dinamizadores de un cambio necesario.
Natalia Bizzozero, comunicadora, especializada en Cambio Climático
Lorena Suárez, comunicadora, especialista en Ambiente
Fuentes:
Natalia Bizzozero, Lorena Suárez, La crisis del cambio climático también ocurre acá, 24 diciembre 2019, Página/12. Consultado 26 diciembre 2019.
La obra de arte que ilustra esta entrada es "Inundación en La Boca", de Benito Quinquela Martín.
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