Era
un tuit, pero casi parecía una declaración de guerra económica.
El
mensaje escrito por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, el
pasado 7 de octubre incluía la amenaza expresa de "destruir y
arrasar completamente" la economía de Turquía si este país
decidía hacer cualquier cosa que él en su "gran e inigualable
sabiduría" considerase que traspasa los límites.
Con
sus palabras, el mandatario estadounidense parecía querer contener
el alcance de la invasión que el gobierno de Recep Tayyip Erdogan
tenía previsto ejecutar en el norte de Siria para establecer una
zona en la que no hubiera presencia de fuerzas kurdas, consideradas
como una amenaza por Ankara.
Hasta
entonces, el único impedimento para esa acción era la presencia en
esa región de tropas estadounidenses, cuya retirada Trump justo
acababa de anunciar.
Erdogan
no solamente avanzó contra los kurdos, sino que su ofensiva incluso
puso bajo fuego a los militares estadounidenses que aún no habían
sido evacuados de la zona.
Según
confirmó el Pentágono, los disparos de artillería turca cayeron
apenas a un centenar de metros de distancia de donde estaban ubicados
sus militares.
Se
trata de un episodio inédito que aumentó la preocupación sobre la
senda de deterioro de los vínculos entre Ankara y Washington, que
respondió imponiendo sanciones económicas.
No
se trata de una relación cualquiera. Turquía tiene una ubicación
geográfica estratégica que convierte al país en el puente entre
Europa, Medio Oriente y Asia central.
Oficialmente
es un aliado de Washington en temas de defensa, cuenta con el segundo
ejército más grande de la OTAN (Organización del Tratado del
Atlántico Norte) y, por si fuera poco, alberga medio centenar de
bombas nucleares estadounidenses que están almacenadas en la base
aérea de Incirlik, situada a poco más de 100 kilómetros de la
frontera con Siria.
Tras
la ofensiva ordenada por Erdogan, el gobierno de Trump comenzó a
estudiar planes para trasladar esas armas que, según un alto
funcionario estadounidense citado por The New York Times, se han
convertido en una suerte de rehenes de Erdogan.
Pero
¿cómo llegaron esas bombas a Turquía?
Una
herencia de la Guerra Fría
La
existencia de armas nucleares estadounidenses en territorio turco ha
sido un secreto a voces durante décadas.
Según
explica Jeffrey Lewis, profesor de Control de Armas del Instituto
Middlebury de Estudios Internacionales (California, EE.UU.), hay
otros países que se encuentran en la misma situación, como
Alemania, Italia, Bélgica y Países Bajos.
Como
parte de los acuerdos hechos con la entonces Unión Soviética para
resolver la "crisis de los misiles" de 1962, Moscú se
comprometió a llevarse sus misiles nucleares de Cuba y Washington
retiró los suyos de Turquía.
"Estados
Unidos retiró los misiles pero siempre ha mantenido bombas nucleares
almacenadas en Turquía para ser usadas por ellos y por algunos
aliados de la OTAN. Han estado allí desde la Guerra Fría",
señala Lewis.
Se
trata de medio centenar de bombas tácticas B61, capaces de llevar
cargas nucleares que se calculan entre 300 toneladas y 170 kilotones
(equivalente aproximadamente a 11 veces la capacidad destructiva de
la bomba de Hiroshima).
En
la actualidad, estas bombas solamente pueden ser utilizadas por
fuerzas estadounidenses, pues desde hace unos 20 años Ankara dejó
de contar con aviones y pilotos certificados para lanzarlas.
Sin
embargo, en un contexto de crecientes tensiones con Turquía, ¿qué
riesgos entraña el mantener esas bombas en Incirlik y qué
implicaría intentar trasladarlas?
Un
símbolo y una amenaza
De
acuerdo con el alto funcionario estadounidense citado por The New
York Times, la situación de estas bombas entraña un dilema:
retirarlas de Incirlik marcaría en los hechos el final de la alianza
entre Estados Unidos y Turquía; pero mantenerlas allí sería
perpetuar una vulnerabilidad nuclear que debió haber sido resuelta
hace años.
No
es la primera vez que se plantea esta discusión, aunque
probablemente antes no haya tenido tanto sentido de urgencia.
Desde
el final de la Guerra Fría, el destino de este tipo de bombas
nucleares estadounidenses ha estado en discusión dentro de la OTAN
pero, al parecer, varios estados miembros -incluyendo Turquía- se
han opuesto a su retirada por considerarlas como un símbolo del
compromiso de Estados Unidos de apoyarles en su defensa.
Algunos
analistas, además, han señalado el peligro de que su retirada sirva
como una excusa para que Turquía intente desarrollar sus propias
armas nucleares, una idea que Erdogan insinuó recientemente cuando
dijo en un mitin de su partido que es inaceptable que su país no
tenga su propio arsenal.
Según
aseguró, equivocadamente, "no hay ninguna nación desarrollada
en el mundo que no lo tenga".
Expertos
como Ankit Panda, investigador principal de la Federación de
Científicos Estadounidenses (FAS, por sus siglas en inglés),
consideran que políticamente no tiene sentido mantener esas armas en
Turquía.
"Esta
alianza disfuncional no puede ser y no será salvada por la presencia
de bombas estadounidenses en suelo turco", escribió Panda en un
texto en The New Republic.
"Esas
bombas pueden ciertamente ser retiradas y Turquía puede seguir
siendo la intolerable oveja negra de la OTAN", agregó.
Y
es que justamente el rol de Turquía dentro de la alianza es un
asunto que está en el centro de este debate.
"El
gobierno de Turquía ha cambiado. El presidente Erdogan se ha
convertido en un dictador en términos funcionales y su política
exterior es mucho más pro-rusa. Ha pasado de ser un aliado a una
posición más neutral o incluso contraria a muchos de los intereses
de seguridad de Estados Unidos", señala Lewis.
El
acercamiento de Ankara a Moscú es patente en algunos hechos
concretos, como la decisión de Erdogan de comprar el sistema
antimisiles rusos S-400, que llevó a Washington a excluir a Turquía
del programa de fabricación así como de la compra de los nuevos
cazabombarderos F-35.
"Si
Turquía solicitara ser miembro de la OTAN ahora, no llegaría ni a
la puerta", escribió Max Boot, analista del Consejo
Estadounidense de Relaciones Exteriores (CFR, por sus siglas en
inglés).
El
experto explica que en la actualidad esa organización exige que los
candidatos a ingresar tengan sistemas democráticos estables, busquen
el arreglo de las disputas étnicas o territoriales por la vía
pacífica, demuestren su compromiso con el estado de derecho y los
derechos humanos y tengan una economía de mercado, entre otros
requisitos.
"Turquía
tiene una economía de mercado, pero no cumple con ninguno de los
otros criterios", agrega.
¿Bombas
a buen recaudo?
No
es esta la primera vez que Estados Unidos se preocupa por la
seguridad de sus bombas atómicas en Turquía.
En
2016, durante el intento de golpe de Estado contra Erdogan, la base
de Incirlik fue usada por algunos de los participantes en el complot,
incluyendo un general que llegó a solicitar la protección de los
militares estadounidenses, algo que le fue negado.
Luego,
las fuerzas leales al gobierno cortaron el suministro eléctrico de
la base antes de lanzar una operación para detener a los sublevados
que estaban allí.
Este
episodio explica en parte el distanciamiento entre Ankara y
Washington, pues desde el gobierno de Erdogan se expresaron sospechas
sobre un posible apoyo de Estados Unidos al alzamiento y se cuestiona
que la Casa Blanca no autorice la extradición de Fetullah Gülen, el
clérigo al que consideran responsable de impulsar el levantamiento.
En
todo caso, existe un conjunto de medidas de seguridad que dificultan
el acceso a las bombas estadounidenses.
Jeffrey
Lewis explica que estas armas se encuentran en una bóveda en el piso
de un edificio protegido en una zona de la base custodiada por
fuerzas de seguridad de Estados Unidos y en torno a la cual existe un
perímetro de seguridad.
Además,
las bombas en sí cuentan con dispositivos de seguridad y requieren
de un código de acceso para poder usarlas.
"Todas
esas medidas están diseñadas para protegerlas de un grupo
terrorista o de un militar deshonesto. Pero las armas no estarían
seguras si, por ejemplo, el gobierno de Turquía decidiera apropiarse
de ellas", señala el experto.
Lewis
es partidario de que Estados Unidos saque las bombas ahora de
Incirlik.
"Turquía
no puede hacer mucho para evitarlo. Dando por supuesto que no les van
a avisar antes sobre el traslado. Hay aviones estadounidenses que
entran y salen de esa base todo el tiempo, así que solamente
necesitas enviar el avión, que el personal estadounidense lo cargue
y volar de vuelta", asegura.
Añade
que Estados Unidos ya había hecho una operación similar en 2001 en
Grecia, cuando se juzgó que la situación de seguridad se había
deteriorado.
Otros
expertos, como Vipin Narang, experto nuclear del Instituto
Tecnológico de Massachusetts, advierten que llevarse las bombas
entraña algunos riesgos.
"Sacarlas
bajo estas circunstancias podría ser increíblemente arriesgado,
dado que implicaría mover 50 armas nucleares de las bóvedas,
trasladarlas dentro de la base aérea turca y luego llevárselas
volando fuera del espacio aéreo turco", le dijo Narang al
diario británico The Guardian.
"Podrían
ser vulnerables a accidentes, robos o ataques", advirtió.
Este
jueves, una comisión de Estados Unidos encabezada por el
vicepresidente Mike Pence estará en Turquía para reunirse con
Erdogan para tratar de acordar un alto el fuego en Siria.
Esto
ayudaría a aliviar las tensiones en la zona, pero no está claro que
sirva para subsanar la preocupación por el destino de las bombas
nucleares que Washington mantiene en Incirlik.
Fuente:
La preocupación por el destino de las 50 bombas nucleares que Estados Unidos almacena en Turquía cerca de la frontera con Siria, 17 octubre 2019, BBC Mundo. Consultado 19 octubre 2019.
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