Es
uno de los científicos más atacados por la compañía transgénica.
Publicó un estudio que demuestra cómo el glifosato genera
enfermedades a largo plazo. En esta nota describe a MU cómo fue la
campaña para desacreditarlo, y equipara las técnicas de Monsanto
con la mafia.
por Anabel Pomar
El
profesor Gilles-Eric Séralini es biólogo molecular. Francés,
nacido en 1960, se especializa en los riesgos de los transgénicos y
los agrotóxicos sobre la salud humana. Junto a su grupo de
investigación en Caen desarrolló un trabajo crónico de la
toxicidad del Roundup y un maíz transgénico, también propiedad de
Monsanto: concluyó que ambos provocaban tumores y enfermedades . Es
el único estudio de toxicidad a largo plazo existente hasta la fecha
en el mundo entero. Por eso Séralini fue y es uno de los científicos
más mencionados en los Papeles de Monsanto. El científico francés
aparece mencionado en los documentos que registran discusiones
internas de la compañía en más de 55.000 citas conocidas hasta la
fecha, en unas 20.000 páginas, entre cientos de interlocutores en
todo el mundo a lo largo de casi quince años. Esta documentación es
conocida como el “Séralini Affair” y junto a otros Papeles de
Monsanto ha sido utilizada como prueba en los tres juicios que
condenaron a esa corporación por actuar con malicia, negligencia y
causar cáncer con su herbicida Roundup a Dewayne Johnson, Edwin
Hardeman, Alva y Alberta Pilliods.
En
agosto pasado se pusieron a disposición del público nuevos
documentos, que se suman a los ya publicados en 2017 y a los
desclasificados tras los juicios realizados. Ya no sorprende ver que,
una vez más, Gilles-Eric Séralini es mencionado como el blanco de
las más feroces campañas de descrédito y difamación organizadas
por Monsanto.
Un
paper bajo ataque
El
episodio central en el caso Séralini gira en torno de la
publicación, retractación y republicación de un estudio de 2012
que, bajo su dirección, mostró al mundo el daño que produce el
herbicida Roundup de Monsanto y el maíz OGM NK 603.
El
paper fue publicado inicialmente en 2012, en la revista Food and
Chemical Toxicology (FCT), pero luego fue retirado por “defectuoso”.
Esa retractación fue producto del lobby de Monsanto. Finalmente el
trabajo fue republicado dos años más tarde, en la revista
Environmental Sciences Europe, pero la sombra de la duda plantada por
la corporación continúa.
Al
ingresar el nombre “Séralini” el buscador web traerá cerca de
141.000 resultados en solo 0.42 segundos. En esos resultados, en los
primeros puestos, se podrá leer con claridad que el paper científico
ha sido retirado o retractado por controversial o no cumplir con la
metodología adecuada, según los cánones de la ciencia.
¿Cuál
es la importancia de ese trabajo que mereció tantos esfuerzos por
parte de Monsanto para desacreditarlo?
Por
primera vez, en un estudio a largo plazo, se comprobó que el Roundup
(inclusive en dosis infinitesimales menores a las que se permiten en
los alimentos) y un maíz transgénico diseñado para tolerarlo,
aplicados en ratas durante un período prolongado tenían efectos
tóxicos, producían tumores y enfermedades, incluido daño hepático
y renal grave.
Ninguna
autoridad reguladora del mundo exige realizar pruebas a largo plazo
sobre los alimentos transgénicos: eso también dejó expuesto el
estudio. Séralini demostró que las pruebas de 90 días comúnmente
realizadas sobre alimentos transgénicos no son lo bastante largas
como para observar efectos a largo plazo como cáncer, daños en los
órganos y muertes prematuras. Los primeros tumores no aparecieron
hasta los 4-7 meses del inicio del estudio.
La
investigación de Séralini desnudó así que la industria y las
autoridades reguladoras cometen un error al desestimar los efectos
tóxicos observados en los estudios de 90 días sobre alimentos
transgénicos por “no ser biológicamente significativos”. Los
signos de toxicidad detectados en los estudios de 90 días de
Monsanto se convirtieron en daños en los órganos, cáncer y muertes
prematuras en el estudio de Séralini de dos años.
Este
es el segundo motivo que tenía Monsanto para “destrozar” esa
investigación, que surge al leer los propios documentos: de ser
válido, podía abrir las puertas a que reguladores y otros
organismos de control pidieran estudios a largo plazo sobre los
cultivos transgénicos y sus plaguicidas asociados. Según advierte
el empleado de Monsanto Dan Goldstein en uno de los correos
electrónicos desclasificados podía motivar que “un tercero
procure fondos para verificar las observaciones de Séralini, ya sea
a través de una agencia gubernamental o de los grupos contra los
transgénicos/pesticidas”.
La
campaña sucia
Los
Papeles de Monsanto conocidos hasta ahora muestran con contundencia
que esa corporación organizó la campaña para lograr que el paper
de Séralini fuera retirado de la publicación. La revelación más
impactante de los documentos divulgados es que A. Wallace Hayes, el
editor de Food and Chemical Toxicology, celebró un acuerdo de
consultoría con Monsanto justo antes de su participación en la
retractación del estudio Séralini. Claramente Hayes tenía un
conflicto de intereses entre su papel como asesor de Monsanto y su
rol de editor: el estudio fue publicado el 19 de septiembre de 2012;
el acuerdo de consultoría entre Hayes y Monsanto tenía fecha del 21
de agosto de 2012. Hayes fue contratado para prestar sus servicios a
partir del 7 de septiembre de 2012.
Los
documentos también revelan que Monsanto pagó a Hayes 400 dólares
por hora por sus servicios y que a cambio se esperaba que “trabajara
en la creación y el desarrollo de una red experta de toxicólogos,
epidemiólogos y otros científicos en Sudamérica y además fuera
participe de la reunión inicial celebrada en el región (en 2013)”.
La
campaña de retractación fue liderada por el científico de Monsanto
David Saltmiras con ayuda de “expertos externos”, científicos
aparentemente independientes de Monsanto, quienes bombardearon con
cartas al editor en jefe de la revista Food and Chemical Toxicology
(FCT), exigiendo que se retractara del estudio e inundaron “los
medios” con las críticas a la metodología del paper. Saltmiras se
jactó de haber facilitado las numerosas cartas de expertos al editor
para señalar el diseño deficiente del estudio. Además, fue coautor
de la carta de Monsanto al editor, que redactó junto con Dan
Goldstein y Bruce Hammond, empleados de la corporación.
Saltmiras
escribe en un correo que lo logró gracias a “buenos contactos”:
“A lo largo de la publicación y campaña de medios del estudio de
Séralini sobre cáncer en ratas, a fines de 2012, aproveché mi
relación [con] el editor en jefe de la revista (…) y fui el único
punto de contacto entre Monsanto y el Journal”.
Otro
empleado de Monsanto, Eric Sachs, escribe en un correo electrónico
sobre sus esfuerzos para reclutar científicos en la campaña de
redacción de cartas en contra del estudio. Sachs se refiere a Bruce
Chassy, un científico que dirige el sitio web Pro-OMG Academics
Review y escribe: “Hablé con Bruce Chassy y él enviará su carta
a Wally Hayes directamente y notificará a otros científicos para
que hagan lo mismo. Entiende la urgencia”. En respuesta a la
solicitud de Monsanto, Chassy instó a Hayes a retractarse del
documento de Séralini. También fue el primero en firmar una
petición que exigía la retractación del estudio Séralini y el
coautor de un artículo publicado en la revista Forbes acusando a
Séralini de fraude. En ninguno de los documentos Chassy declara
vínculo alguno con Monsanto. En 2016 quedó expuesto que en menos de
dos años había percibido más de 57.000 dólares por parte de
Monsanto para viajar, escribir y hablar sobre transgénicos.
Esa
carta fue firmada en Argentina por Moisés Burachik, en su rol de
director de Asuntos Regulatorios de INDEAR (Agrobiotechnology
Institute) de Rosario. Burachik se desempeñó como asesor científico
de la Dirección de Biotecnología del Ministerio de Agricultura,
Ganadería y Pesca de la República Argentina. Estuvo involucrado con
las actividades de regulación de Organismos Genéticamente
Modificados (OGM) desde los inicios del sistema regulatorio nacional.
Además fue miembro de la Comisión Nacional Asesora de Biotecnología
Agropecuaria (CONABIA) desde su creación en 1991 y su Secretario
Ejecutivo entre 2004 y 2010, para luego pasar abiertamente a la
industria privada.
La
verdad y la duda
Séralini
relata a MU qué sintió al leer los documentos en los que
orquestaban ataques contra él. Y es contundente: “Me provoca
náuseas por la magnitud de esos crímenes. Desde altos ejecutivos de
Monsanto hasta gobiernos, incluidos científicos de las universidades
más prestigiosas, reguladores de agencias internacionales, editores
de revistas científicas, medios de comunicación, todos comprados,
sobornados o utilizados por la empresa para continuar vendiendo
Roundup”.
En
un libro llamado La Duda es su Producto el investigador David
Michaels señala cómo actúan las corporaciones con técnicas
probadas y perfeccionadas por la industria del tabaco: “Estas
industrias han aprendido que al enfocar la discusión sobre las
incertidumbres en la ciencia (y la necesidad de más investigación),
es posible evitar el debate sobre las políticas públicas. Esto
puede retrasar por años los gastos necesarios para proteger la salud
de la gente y el medio ambiente”.
Para
Serálini, “las técnicas utilizadas (por Monsanto) son
equiparables a la mafia. Teníamos sospechas de cómo actuaban, pero
ahora tenemos evidencia sobre un mecanismo activo de corrupción que
implica a editores científicos, agencias reguladoras, -redactando
ellos las conclusiones de salud regulatorias en lugar de las propias
agencias-, personalidades espiadas, según revelan documentos que
describen hasta sus pasatiempos y gustos personales. Sabemos ahora
que identificaban actores que pudieran ayudarlos en sus objetivos.
Identificaban a quienes pudieran servirles o ser influenciados en un
plan destinado a desprestigiar nuestro estudio que les avergonzaba
por sus conclusiones. Y todo para poder seguir afirmando que son
buenas personas, que se ocupan de nuestra agricultura y de nuestros
alimentos, de nuestros jardines y nuestra salud”.
“Con
mi grupo de investigación -explica el francés- hemos publicado
científicamente la mayor parte de estudios en todo el mundo con
datos experimentales sobre células humanas de bebés, animales y
pacientes sobre la toxicidad de los OGM y pesticidas agrícolas. En
mi caso me atacan por ello. Si no logran difamar mi investigación y
a mí mismo, es obvio que sus productos, Roundup y OGM, deberían
estar prohibidos en el mundo, lo que significaría resignar todos sus
beneficios de miles y miles de millones”.
Según
el biólogo los ataques no se han detenido, aunque se remontan a
2005. “Ya en ese año empezaron a atacarme personalmente por un
trabajo publicado en Environmental Health Perspectives, una revista
científica muy famosa, dónde dejaba en evidencia que el Roundup
contenía venenos muy tóxicos; mucho más tóxicos que el propio
glifosato aislado”, relata Séralini. “Hoy sabemos que en la
formulación están presentes compuestos de derivados de petróleo
cancerígenos y metales pesados como el arsénico. Esos
descubrimientos los publiqué en diferentes artículos entre 2013 y
2018”.
¿Cómo
se hace para continuar bajo tanta presión y bajo esa duda constante
que plantaron sobre su trabajo? Séralini: “No es algo fácil, pero
la verdad está de mi lado. Por eso es que logré ganar siete juicios
contra los grupos de presión y lobby que respondían a la compañía
e intentaban desacreditar mi trabajo”.
Arenas
movedizas
Séralini
cuenta a MU que su participación en los Papeles de Monsanto se
produjo “desde el minuto cero” de su gestación. Parte de las
pruebas documentales de sus investigaciones forman parte de los
documentos junto a los obtenidos como pruebas por los abogados de los
demandantes en Estados Unidos y los pedidos de acceso a la
información pública de oenegés como USRTK. Irrefutables pruebas
internas de la compañía que desnudan la manipulación de Monsanto
sobre reguladoras y el corpus científico. “En 2005 gané un juicio
usando como pruebas datos en bruto de la compañía, donde quedaba
evidenciado estaban ocultado información sobre la toxicidad de un
OGM (Organismo Genéticamente Modificado). He solicitado, a través
de mecanismos de transparencia en la información, documentación
relativa a eventos transgénicos, a muchos gobiernos de todo el mundo
donde fui invitado a colaborar. En India, de este modo, pudimos
frenar el evento GM Bt brinjal”, resume el científico.
En
enero de 2016 en el hotel y restaurante medieval La Mère Poulard, en
Mont Saint-Michel, un reconocido lugar que forma parte del recorrido
del Camino de Santiago, Séralini conoció a la abogada Kathryn
Forgie (entrevistada en la edición 130 de MU) y a uno de sus colegas
de Nueva York. “Querían saber mi opinión sobre los daños del
glifosato. Sentían que caminaban sobre arenas movedizas y me
preguntaron por el vínculo entre el Roundup y el cáncer. Antes de
comenzar a explicarles los estudios les conté que descubrimos que el
Roundup contiene venenos ocultos (además del glifosato que es el más
“famoso”), y le sugerí que primero miraran los documentos que
Monsanto mantiene en secreto sobre las pruebas que ya han realizado
sobre su producto. Las consecuencias de esa conversación siguen
produciendo revelaciones explosivas en el mundo entero”.
Sobre
la importancia de los Monsanto Papers, sigue Séralini: “Están
permitiendo que la compañía y su accionar sea expuesta en cada
juicio. Poco a poco, la evidencia del sistema de corrupción en la
ciencia, regulación e información está empezando a ganar más
lugar en la prensa y en los titulares. Es la corrupción sobre la
ciencia la responsable de enfermedades y muertes en todo el planeta”.
Séralini
afirma que encontrar una salida no solo es urgente, sino también
posible. “Así como la ciencia, especialmente la Toxicología, y
las agencias reguladoras están muy comprometidas o llenas de
carencias ante los OGM y los pesticidas, hay numerosos científicos
en el mundo entero que desarrollan ciencia independiente. Y uno solo
de ellos puede denunciar a esos miles de supuestos científicos
comprometidos. El Roundup es un veneno para la salud y el medio
ambiente: debe prohibirse lo antes posible. Al igual que para todos
los pesticidas, necesita de experimentos científicos transparentes
para que la comercialización sea permitida. No podemos admitir este
tipo de fraudes. El mundo está cambiando y todo el poder financiero
de Bayer está siendo sofocado por la voz de decenas de miles de
millones. Ganaremos”.
Fuente:
Anabel Pomar, La mafia tóxica: Entrevista con Gilles-Eric Séralini, biólogo francés, 20 septiembre 2019, lavaca.
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