La ubicación del futuro centro de almacenamiento nuclear de Holtec, a unos 56 kilómetros a las afueras de Carlsbad, Nuevo México. Foto: Sammy Feldblum. |
Los peligros del almacenamiento de residuos nucleares en una zona remota de 400 hectáreas en Nuevo México preocupan a las autoridades y los habitantes, pero los planes siguen adelante para 2020.
A
veces, la energía nuclear se considera la solución a la inminente
catástrofe climática: es fiable en días nublados o poco ventosos y
produce electricidad sin liberar dióxido de carbono, un gas de
efecto invernadero, al menos una vez las centrales están operativas.
Mientras el mundo pretende cambiar los combustibles fósiles por
fuentes de energía más limpias, la demanda global de energía sigue
aumentando.
Actualmente,
la fisión nuclear genera el 11 por ciento de la electricidad mundial
cada año y un 20 por ciento de la electricidad de Estados Unidos.
Los partidarios de la nuclear creen que tiene la capacidad de
escalarse de una forma lo bastante rápida y fiable como para
desplazar a los combustibles fósiles y abastecer la creciente
demanda energética mundial.
Pero
la energía nuclear implica residuos nucleares, un problema para el
que se llevan buscando soluciones durante décadas y que sigue siendo
tan engorroso como siempre. Las instalaciones nucleares en Estados
Unidos -60 centrales en 30 estados en diciembre de 2018- suelen
almacenar los elementos combustibles agotados in situ, distribuyendo
el riesgo de contaminación y filtración por todo el país. En 1987,
el gobierno federal propuso crear un depósito permanente
centralizado de dichos residuos nucleares Yucca Mountain, a unos 160
kilómetros al norte de Las Vegas, en Nevada. Pero la resistencia del
estado provocó retrasos en la construcción del depósito y el
gobierno de Obama dejó aparcado el proyecto en 2009.
Ahora
ha surgido otra ubicación posible para el depósito de los elementos
combustibles agotados de las centrales estadounidenses. Holtec
International, una empresa especializada en la gestión de residuos
nucleares, ha comprado más de 400 hectáreas de desierto en el
sudeste de Nuevo México para «un centro de almacenamiento
provisional consolidado» que pretende albergar 120 000 toneladas
métricas de residuos nucleares a lo largo de 40 años, al menos en
un principio.
Crece
la oposición
Las
pequeñas ciudades y pueblos del llano sudeste de Nuevo México, el
«corredor nuclear» del estado, están acostumbrados a la industria
de la energía nuclear. A 64 kilómetros de la única central de
enriquecimiento de uranio del país, a 19 kilómetros del lugar
propuesto por Holtec, un depósito alberga los residuos de la
investigación y el desarrollo de armamento nuclear de todo Estados
Unidos. Un depósito de residuos al otro lado de la frontera con
Texas almacena materiales que se han vuelto radiactivos por su
proximidad a los materiales nucleares; el lugar también quiere
expandirse para gestionar categorías superiores de residuos
radiactivos.
Pero,
como ocurrió con Yucca Mountain, la oposición local a las
instalaciones aumenta. La gobernadora de Nuevo México, Michelle
Lujan-Grisham, se pronunció en su contra a principios de junio; la
congresista Deb Haaland siguió sus pasos y citó los riesgos que
supone para la «seguridad y la salud de los nuevomexicanos, nuestra
economía y nuestro medio ambiente».
Stephanie
García Richard, comisaria de tierras estatales, acusó a Holtec de
haber engañado a la Comisión Reguladora Nuclear (NRC, por sus
siglas en inglés) respecto a los acuerdos a los que había llegado
con los prospectores de petróleo y gas natural para garantizar que
las operaciones de perforación no afectarían al depósito. Este
medio ha pedido a Holtec que comente al respecto, sin respuesta.
A
Stephen Aldridge, alcalde de la localidad de Jal, a unos 80
kilómetros al sur del lugar, le preocupa el transporte de residuos a
las nuevas instalaciones. El ayuntamiento de Jal aprobó una
resolución en contra del proyecto en 2018 basándose en los
problemas de salud y seguridad. Miles de trabajadores, algunos con
sus familias, se han mudado a Jal por los pujantes campos de petróleo
y gas natural, y Aldridge espera que algunos se queden. Le preocupa
que el riesgo de accidentes en las nuevas instalaciones aleje a la
gente.
«No
es como si necesitásemos varios ejemplos. Uno basta», afirma. «Si
al venir hacia aquí por la autopista algo sale disparado, se abre,
ya está. Estamos acabados. La comunidad estará acabada».
Don
Hancock, director del programa de residuos nucleares del Centro de
Información e Investigación del Sudoeste en Albuquerque, también
expresa su preocupación por trasladar los residuos a largas
distancias.
«¿Es
seguro? Y si intentamos prevenir la exposición, ¿se podrá hacer?»,
pregunta.
Hancock,
como muchos de los que se oponen a Holtec, propone el «almacenamiento
in situ reforzado», para minimizar el transporte y tomar
precauciones allí donde ya están los residuos.
Sam
Cobb, alcalde de Hobbs -a 56 kilómetros del emplazamiento
propuesto-, forma parte de la junta de la Eddy-Lea Energy Alliance
(ELEA), un consorcio de gobiernos locales que vendieron a Holtec los
terrenos de las instalaciones. Cobb declaró que cree que los riesgos
de la amplia distribución de los residuos son uno de los motivos
propuestos para la construcción de una instalación centralizada.
«Aunque
nunca construyéramos otra central nuclear, aún quedará el final
del ciclo del combustible y tendremos que gestionarlo», afirma.
«Creemos que dejarlo en centros de población de todo el país no es
una buena estrategia nacional».
John
Heaton, vicepresidente de la ELEA, citó las exhaustivas pruebas de
resistencia de los contenedores que albergarán los residuos y
sugirió que la oposición a Holtec procede de un razonamiento
emocional, no técnico.
«Hay
gente que tiene una opinión radical sobre todo lo nuclear», dice
sobre los opositores. «En mi opinión, ven la devastación de
Nagasaki, lo que ocurrió aquí, y no la quieren. Pese a todas las
ventajas de la nuclear, no la quieren».
¿Temporal
o permanente?
Algunos
nuevomexicanos temen que un lugar centralizado en la zona se
convierta en un compromiso duradero. Leona Morgan es la codirectora
del Grupo de Estudio de Temas Nucleares (NISG, por sus siglas en
inglés), que organiza la oposición estatal a Holtec. Morgan y el
NISG hacen campaña en contra de los materiales nucleares en todo el
estado y defienden la liquidación de la energía nuclear a un nivel
más generalizado.
«La
idea de Holtec es solo temporal», afirma Morgan. «Ahora mismo, a
nivel nacional, no existe un lugar permanente para nada. La idea
inicial era Yucca, pero eso no iba a pasar. Estamos luchando contra
un posible depósito permanente».
Según
ella, seguir por esta vía no es ni de lejos un plan suficiente para
los residuos nucleares, ya que la Agencia de Protección
Medioambiental estadounidense estipula que el tipo de residuos
nucleares que albergará Holtec deben permanecer aislados durante 10
000 años.
Cobb
cree que el temor por que las instalaciones se vuelvan permanentes es
exagerado. Si la NRC decide que las instalaciones no pueden albergar
los residuos durante más de 40 años, tendrá ese tiempo para
decidir su próximo paso. Comprende la incomodidad que puede suscitar
el proyecto, «pero no debemos ignorar el hecho de que lleva formando
parte de nuestro país durante décadas y debe hacerse algo con el
flujo de residuos».
Este
es quizá el punto en el que todos están de acuerdo. «No hay ningún
lugar donde poner los residuos y el problema crecerá», afirma
Morgan. «Este es un momento difícil. Los reactores son antiguos y,
conforme se clausuren más, habrá más gente que diga “fuera de
aquí”».
«Pero
eso es estúpido», afirma. «No es seguro para vosotros, pero ¿es
seguro para nosotros?».
Por
ahora, el gobierno federal ha decidido que es lo bastante seguro y,
según Holtec, las instalaciones van encaminadas hacia la concesión
de licencias el año que viene. Lo que ocurra podría afectar a la
zona durante las próximas decenas de miles de años.
Fuente:
Todo el combustible nuclear gastado de Estados Unidos acabará en este lugar, 1 agosto 2019, National Geographic. Consultado 3 agosto 2019.
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