Los incendios son habituales en esta época en la selva, pero la flexibilización de los controles ambientales con la llegada del actual Gobierno ha acelerado la pérdida de vegetación.
por
Felipe Betim
Los
12 millones de habitantes de São Paulo siempre han convivido con el
mal tiempo. Pero el pasado lunes las nubes oscurecieron el cielo y se hizo de noche a las tres de la tarde. Poco después, los paulistas se
enteraron de que, además de la lluvia, había humo. Lo suficiente
para generar un efecto óptico que dejaba el cielo casi negro. Humo
de la Amazonia, de los incendios que se extienden por áreas
selváticas de cinco Estados brasileños y que, según los expertos y
ambientalistas, son el resultado de una deforestación que se acelera bajo el Gobierno de Jair Bolsonaro. El presidente ha flexibilizado
los controles ambientales, como había prometido, y sopesa permitir
la extracción minera en tierras indígenas. Mientras, varios
miembros de su Gabinete, como el ministro de Exteriores, Ernesto
Araujo, cuestionan el calentamiento global.
A
3.000 kilómetros hacia el norte, en Rondônia, el territorio
indígena de los Uru-Eu-Wau-Wau arde. "Lo estamos denunciando
desde enero", cuenta Ivaneide Bandeira, de la ONG Kanindé
Asociación de Defensa Etnoambiental. El humo que sale de la reserva
indígena, en teoría protegida por el Gobierno federal, viaja 400
kilómetros y llega con fuerza a Porto Velho, capital de Rondônia,
donde vive la activista. En imágenes difundidas en las redes
sociales se ve una espesa niebla, que hace que apenas se pueda
respirar. Los centros de salud están abarrotados. "En mi barrio
la sensación es de que el mundo se está cayendo sobre nosotros",
cuenta por teléfono.
Los
incendios son habituales en esta época de sequía en la región y no
siempre son ilegales. No obstante, los datos indican que las
autoridades han perdido el control sobre la situación y que el país
vive la mayor oleada de incendios de los últimos cinco años, según
el Instituto Nacional de Investigación Espacial (INPE). Entre el 1
de enero y el 22 de agosto se han registrado 76.720 focos de
incendio, un 85 % más que en el mismo periodo de 2018. Los satélites
muestran que más del 80 % del territorio devorado por las llamas
está en la Amazonia.
Los
mismos satélites que utiliza el INPE indicaron que la deforestación
aumentó un 34 % en mayo, un 88 % en junio y un 212 % en julio con
respecto a esos mismos meses de 2018. Bolsonaro criticó a la
institución y sus números en un encuentro con corresponsales. El
físico Ricardo Galvão, que dirigía el INPE, contradijo
públicamente al presidente y fue destituido. Desde entonces la
Amazonia está en el punto de mira internacional.
"Brasil
era un villano ambiental. Pero desde que empezamos a reducir la
deforestación nos convertimos en líderes en la agenda ambiental
global. Ahora volvimos a una situación incluso peor a la que
teníamos en la década de los ochenta", argumenta la exministra
y excandidata presidencial Marina Silva. Ahora prepara con otros
exministros y miembros de la sociedad civil una carta al Congreso
brasileño pidiendo que se suspendan los proyectos que reducen las
normas ambientales. También quieren crear una comisión para debatir
políticas públicas que hagan frente a la crisis ambiental.
"Desafortunadamente, lo que está pasando se debe a las
políticas desastrosas e irresponsables del Gobierno de Bolsonaro,
que no tiene la competencia para gestionar esta situación",
afirma.
"No
todos los incendios están relacionados con la deforestación, pero
los satélites indican un aumento sustancial de los fuegos. Son
consecuencia básicamente de las políticas del nuevo Gobierno, que
incentiva la ocupación ilegal de tierras en la Amazonia y, como
consecuencia, los incendios ilegales", explica Paulo Artaxo,
profesor de Física de la Universidad de São Paulo (USP).
El
experto, que formó parte del Panel Intergubernamental del Cambio
Climático de Naciones Unidas, explica que todavía hace falta hacer
una comparación más detallada entre las áreas deforestadas y las
destruidas por el fuego. Pero los expertos dan por hecho que el
aumento de los dos fenómenos está relacionado.
Una
investigación de la web InfoAmazonia con datos públicos indica que,
entre los 10 municipios con más incendios, siete están entre los
que también más sufrieron con una deforestación anterior. Un
informe del Instituto de Investigación Ambiental de la Amazonia
(IPAM) llega a la misma conclusión.
Las
principales instituciones del Ministerio del Medio Ambiente son el
Ibama (Instituto Brasileño de Medio Ambiente y de Recursos Naturales
Renovables), responsable de la fiscalización y preservación de
áreas naturales, y el ICMBio (Instituto Chico Mendes para la
Conservación de la Biodiversidad), organismo responsable de la
creación de áreas de conservación. Bolsonaro ha puesto en marcha
una serie de cambios que restan competencias a esos organismos que,
según denuncian ambientalistas y un inédito frente de ocho
exministros, están desmantelando la política ambiental brasileña.
"Siempre ha habido deforestación, pero ahora la promueve el
ministro, que desmanteló la gobernanza ambiental", explica la
excandidata Silva.
Recortes
del presupuesto
Los
recortes presupuestarios también han hecho mella. La prevención y
el control de incendios han perdido un 38,4 % de su presupuesto; la
partida para la concesión de licencias ambientales es un 42 % menor;
y la agenda climática, un 95 %. "Cerca de Porto Velho veo a
bomberos controlando los incendios. Pero los organismos no llevan los
medios suficientes para frenar la invasión del territorio indígena",
explica la activista Ivaneide Bandeira.
Parte
de los focos se producen en áreas privadas que se expanden hacia la
reserva natural que todas las propiedades están obligadas a
mantener. Otra parte se produce en áreas públicas protegidas y en
territorios indígenas protegidos que siempre han estado amenazados
por invasores, madereros y granjeros que quieren arrendar la tierra
fuera de la ley. Hay áreas ricas en minerales como oro y árboles
centenarios en riesgo de extinción. Y, sobre todo, un espacio enorme
que puede convertirse en pasto para el ganado. En todos esos casos
hace falta abrir el terreno. Y siempre se hace con fuego.
Ivar
Busatto es coordinador de la ONG Operación Amazonia Nativa en Mato
Grosso, uno de los territorios que más sufren con la sequía -no
llueve desde hace 90 días- y que fueron golpeados por los incendios.
Su organización ha contabilizado 24 focos en nueve comunidades
indígenas. "Vivo aquí desde hace 48 años y siempre ha habido
fuego", explica.
Su
región vive del negocio agrícola y produce parte de la soja, del
maíz y del algodón que Brasil exporta. La vegetación nativa ya no
existe. El fuego sirve para limpiar los campos o para que los
granjeros se expandan, legal o ilegalmente hacia territorios
protegidos. La sequía es severa, con previsión de lluvia solo a
partir de finales de septiembre. En ese período está prohibido por
ley utilizar el fuego para cualquier actividad.
La
comunidad internacional ha empezado a movilizarse. La Francia de Emmanuel Macron ha amenazado con romper el acuerdo entre Mercosur y
la UE después de un duro mensaje del mandatario francés en Twitter
reclamando una solución y llevando el debate sobre la Amazonia al
G7. "En mi gestión nadie decía que la Amazonia estaba fuera de
control. Cuando hay gobernanza interior, no tienes que preocuparte
por las críticas de otros países", apunta Silva.
Fuente:
Felipe Betim, La Amazonia sin ley de Bolsonaro, 26 agosto 2019, El País. Consultado 26 agosto 2019.
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